REPUDIO UNIVERSAL CRECIENTE A BASES
MILITARES GRINGAS
Tribunal Dignidad,
Soberanía y Paz Contra la Guerra*
31 de mayo de 2007
“Las bases
militares extranjeras están concebidas para proyectar el poder militar de
Estados Unidos en todo el mundo, pero al mismo tiempo, sus consecuencias más
visibles y cotidianas se hacen sentir en el ámbito local o
nacional”
Wilbert van der Zeijden y Sara Irving
*****
El imperio, en ocasiones pide permiso o firma
algún tratado o convenio con un país ubicado en cualquier parte de la
tierra, para instalar una base militar y así comienza una turbia relación de
neocolonización y dependencia con el país sometido que cosecha, en
abundancia, una serie de delitos y problemas sociales que, a su vez,
degeneran en violaciones infames de los derechos humanos dentro de los
propios Estados Unidos y que crecen incontrolables en los pueblos
conquistados, porque una base militar extranjera es una ocupación militar y,
por tanto, un símbolo histórico del sometimiento y subyugación colonial,
razón suficiente para repudiarla con patriotismo, energía y desprecio.
En estos tiempos, los pueblos del mundo
adquieren plena conciencia del significado de la soberanía nacional, de la
dignidad patria, de la trascendencia de tener una nación libre e
independiente, y son esos pueblos los que rechazan y repudian, en todo el
planeta, la presencia de las bases militares gringas o de cualquiera otra
potencia guerrerista, prepotente y criminal, porque sólo el saber que el
suelo sagrado de la patria ha sido humillado por bota extranjera, es una
ofensa para un pueblo libre.
Estados Unidos, potencia unipolar e imperio
guerrerista, ostenta su dominio mundial, al haber instalado en toda la
tierra 735 bases militares. Juan Gelman, poeta, escritor y periodista
argentino que reside en México desde 1976, decía: Parece
increíble: uno de los terratenientes más grande del mundo es el Pentágono
(Ministerio de Guerra yanqui). Según cifras oficiales de 2005, las bases
militares desplegadas en el planeta y las que existen dentro de Estados
Unidos ocupan una superficie de 2´.202.735 hectáreas, según datos que
figuran en el Base Structure Report (BSR, por sus siglas en Inglés), un
inventario anual del Departamento de Defensa de Estados Unidos que registra
la proliferación de bases militares a partir del 2002” .
Gelman proporciona datos reveladores e
importantes sobre las bases militares gringas. Sostiene que “el historiador Chalmers Johnson señala en Némesis: The Last Days
of the Américan Republic (Metropolitan Books, 2007) que las cifras del BSR
no incluyen las 106 guarniciones estadounidenses instalas en Irak y
Afganistán desde mayo de 2005 ni las construidas en Israel, Qatar,
Kirguistán y Uzbequistán, Tampoco las 20 que las fuerzas norteamericanas
comparten con tropas locales en Turquía, de propiedad del gobierno de
Ankara, pero bases norteamericanas al fin”.
Estados Unidos tiene modernas
bases militares en Gran Bretaña bajo el disfraz de Royal Air Force. Algunas de ellas están equipadas con
sofisticados equipos conectados a satélites espías que fotografían con
extraordinaria precisión cada centímetro cuadrado de la tierra, otros que
escuchan las conversaciones secretas e íntimas de gobiernos amigos y “enemigos”, y los más que se dedican al espionaje de las
telecomunicaciones mundiales incluido el ciberespacio, correos electrónicos,
páginas web, señales de televisión y radio. En la cifras “oficiales” no consta la enorme y supermoderna base militar
instalada en Kosovo en 1999 y que fue construida por la famosa Halliburton
del tristemente célebre Dick Cheney (Vicepresidente de Estados Unidos) y
que, hasta hoy, realiza el negocio de “mantenimiento”.
Johnson informa: “Si la cuenta fuera honesta, la dimensión
real de nuestro imperio militar probablemente ascendería a unas mil bases en
el extranjero, pero nadie –tal vez ni siquiera el Pentágono- conoce su
número exacto”.
Un velo espeso envuelve operaciones como el
desplazamiento de armamento nuclear –observa Gelman- y agrega: “Johnson cita a una autoridad en la materia, el columnista de
temas militares de Los Angeles Times, William Arkine, quien escribió que la
Casa Blanca viola las obligaciones impuestas por los tratados de los que es
Estado Parte: “Estados Unidos ha estado mintiendo a muchos de sus aliados
más cercanos, incluso a la OTAN , sobre sus designios nucleares. Decenas de
miles de armas nucleares, centenares de bases y docenas de buques y
submarinos existen en un mundo secreto especial, sin justificación militar
racional y menos con fines de contención”.
Con bases militares oficiales o bases
clandestinas, el imperio yanqui despliega por todo el mundo a millares de
tropas de elevada especialización y dotadas de armas con tecnología de
punta. Clandestinamente, Estados Unidos desplegó cinco mil tropas en las
fronteras de Jordania con Irak y Siria, a pesar de negar públicamente tal
hecho y a pesar que cuenta como cómplice al mismísimo rey jordano Abdullah
II que con sorna declaraba que en Jordania no hay tropas ni bases militares
gringas.
¿Qué sería de los pobres gringos sin sus armas
terroríficas y sin las películas de Hollywood que les ha vuelto invencibles
y fabricado héroes para todos los gustos? ¿Qué sería del imperio sin la
participación de corruptos reyes y gobernantes que traicionan a sus propios
pueblos, para servir de rodillas los intereses de la Casa Blanca , siempre
ocupada por la “raza superior anglosajona”?
Nada son y nada serían sin las flotas de
bombardeos B-52 estacionados en Yeddah, frente al Mar Rojo que tratan de
mantenerlas en secreto. Nada serían sin los portaviones nucleares llenos de
cohetes y misiles que navegan por el Golfo Pérsico para amenazar a Irán y a
los países árabes del Oriente Medio y realmente nada son en el campo de
batalla, cuando los pueblos se levantan contra ellos hasta expulsarlos de
sus patrias. Es impresionante el secretismo y la clandestinidad de los
movimientos militares del imperio; pero tarde o temprano se les descubre y
más temprano que tarde pagan sus crímenes violatorios de todos los derechos
humanos.
Johnson, según cita de Gelman, afirma: “Mientras los burócratas militares sigan implantando la cultura
del secreto para protegerse a si mismos, nadie sabrá la verdadera magnitud
de nuestra red mundial de bases, y menos que nadie los representantes
elegidos por el pueblo estadounidense” Este pensamiento ha sido tomado
del libro Nemesis, parte de una tríada que desnuda las políticas mediocres;
y por eso sumamente peligrosas de George W. Bush hijo y sus corruptos
acólitos.
Gelman entrega cifras aterradoras. El Pentágono
indica que posee 32.327 cuarteles, hangares, hospitales y otros edificios en
sus bases del extranjero y que alquila, además, 16.527 instalaciones.
Durante el año fiscal 2005-2006, casi 200.000 uniformados y un número igual
de empleados y funcionarios civiles del Pentágono fueron desplegados en esos
enclaves en territorio ajeno y se contrató a más de 80.000 nacionales de
diferentes países, un medio millón de personas en total para ser breves.
Tanto poderío militar del imperio, solo se explicaría sobre la base del
temor patológico y sin remedio que tiene sobre su cercano colapso.
Miedo inmenso después del 11-S. Pánico por el
evidente desprestigio del imperio a nivel mundial y, muy particularmente,
desde la administración guerrerista y genocida de Bush II que ha visto
escapársele de las manos el dominio que ejercía sobre nuestra América
Latina. Roger Burbach, historiador y analista estadounidense de asuntos
latinoamericanos, en entrevista concedida a ALAI decía: “La
administración Bush ha estado tan ocupada y obsesionada con sus guerras
imperiales en Afganistán e Irak, que no ha podido dedicar los mínimos
recursos como lo ha hecho históricamente cuando se siente amenazado (en
América Latina), incluso por gobiernos reformistas, del estilo de Evo
Morales y ahora del gobierno de Rafael Correa”.
Consecuentemente, la Casa Blanca decidió ampliar
el papel de las bases militares que tiene en América Latina y en el Caribe,
al mismo tiempo que el tétrico Negroponte que asumió como Secretario de
Estado Adjunto para Asuntos Hemisféricos, prepara nuevos intervencionismos y
giras por algunos de nuestros países. Recuérdese que este Negroponte fue
Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, fue embajador en Centro
América y responsable de decenas de asesinatos y desapariciones de patriotas
de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador. Como agente y Director de la
CIA (Agencia Central de Inteligencia) colaboró en la guerra de Estados
Unidos y los “contras” para derrotar a la Revolución Sandinista. "Este Negroponte es el que siempre ha adoptado una línea muy dura
e intervencionista hacia todo lo que se percibe como amenaza para el sistema
estadounidense en América Latina” sostiene Burbach. Recuérdese también
que este mismo Negroponte es furibundo partidario de los magnicidios
planificados contra Fidel Castro y Hugo Chávez.
Dominación política, dominación económica y
dominación e intervencionismo militar son los tres ejes permanentes de la
geopolítica estadounidense en nuestra América Latina, y las bases militares
son sus tentáculos como el FMI y BM son los tentáculos imperiales que
penetran profundamente en la economía de nuestras patrias.
Wilbert van der Zeijden y Sara Irving sostienen:
“Hace unos años se puso de moda, durante un tiempo, hablar de
la ’desterritorialización’ del imperio, con lo que se quería decir que el
control imperial se había visto sustituido por otras formas de control
político más sutiles. Pero si echamos una ojeada a las redes de bases
militares extranjeras en todo el mundo, esta teoría se desmonta, puesto que
aun siguen en funcionamiento más de 1.000 bases e instalaciones de este
tipo, la mayoría de las cuales gestionadas por el ejército estadounidense,
que tiene presencia militar en más de 130 países. Estas van desde extensas
instalaciones, como en la Bahía de Guantánamo, a centros de espionaje o
campos de entrenamiento conjunto de menores dimensiones, depósitos para
misiles nucleares, instalaciones de “descanso y recuperación” y estaciones
de reportaje. Además, Estados Unidos y algunos de sus aliados de la OTAN
complementan esta amplia presencia militar con una red aún más elaborada de
derechos: derechos de puerto de escala, de aterrizaje para aviones espías y
militares, de repostaje y de sobrevuelo…” En fin, el domino es mundial
mientras el imperio tenga gobiernos cómplices de sus designios.
Los autores del Manual sobre bases
militares, Tentáculos del imperio, afirman: En la última década, esta carrera por el dominio integral se ha
concentrado en el establecimiento de una red mundial de centros de espionaje
en la línea de los “puestos de escucha” de Echelon, como Menwith Hill en el
Reino Unido; de las instalaciones necesarias para el proyecto de defensa
antimisiles, y de los pequeños centros operativos “de avanzada” que permiten
a los Estados Unidos atacar con rapidez cualquier lugar y en cualquier
momento. Este proyecto sigue en marcha, y el 27 de febrero de 2007, el
gobierno estadounidense anunció que existían acuerdos provisionales para
establecer nuevas bases de radares para “defensa antimisiles” en Polonia y
en República Checa”.
Las bases militares gringas y el despliegue
mundial de su poderío bélico sirven muy poco a sus propósito de dominio
global, ya que todo el mundo rechaza al imperio y si alguna vez obtuvo
simpatía, respeto y admiración, hoy sólo cosecha odio, antipatía,
antinorteamericanismo, antiimperialismo, repudio a la guerra y a la
presencia militar. Sabido es que donde hay tropas gringas, surgen
drogadicción, narcotráfico, trata de blancas y prostitución, bandas
criminales organizadas, explotación indiscriminada de la mano de obra,
mercenarismo, violencia social, destrucción del medio ambiente y de
ecosistemas, toneladas de basura y desperdicios y, sobretodo, violación
prepotente y grosera de la soberanía nacional, humillación social, pérdida
de la dignidad, pérdida de la identidad nacional, menosprecio a las
manifestaciones de las culturas locales y nacionales, burla a l os hechos
interétnicos, violación sistemática a los derechos humanos y libertades
públicas y pisoteo cotidiano de los valores propios de los pueblos. Otros
efectos denigrantes y catastróficos de la presencia de bases militares
gringas es la influencia sobre las economías locales, el deterioro acelerado
de la salud pública, el incremento de enfermedades sexuales y, entre ellas,
el SIDA, alienación, deshumanización, aculturación y desnacionalización de
los pueblos y patrias conquistadas. Gravemente se afecta la democracia y las
concepciones de derechos y deberes de los pueblos ocupados por tropas
yanquis y peor aún cuando esas fuerzas militares imperiales cometen
desafueros que dan al traste con la autoestima de los pueblos con la
consiguiente pérdida de la moral nacional y mucho más cuando son los
gobiernos los que otorgan inmunidad -para cualquier delito- a las tropas
gringas, perdiendo de esta manera l a facultad soberana de los Estados para
juzgar a los extranjeros de conformidad con sus propios ordenamientos
jurídicos. Casos se han dado en el mundo y, entre ellos, Diego García, Thule
en Groenlandia y Vieques en Puerto Rico en donde, para dar paso a la
instalación de bases militares gringas, se ha dejado sin hogar a decenas y
decenas de familias pobres, se han cedido territorios considerados sagrados
por los rituales que en ellos, ancestralmente, se practicaban y hasta se
perdieron fértiles tierras que estaban destinadas al cultivo, y que
representaban el derecho alimentario de los pueblos sometidos.
De muy poco le ha de servir al imperio el
poderío militar, si en contrapartida es evidente la incapacidad para
mantener las invasiones militares y la incapacidad total para ejercer el
dominio absoluto en los pueblos, países y naciones, después de las
invasiones militares. Basta recordar a Vietnam y en los años noventa a
Somalia. En estos tiempos son patéticos los casos Afganistán e Irak. En esos
países, Estados Unidos va camino de cosechar contundentes derrotas
militares, razón por la que las élites militares del imperio comienzan a
dudar del real poderío bélico con que cuentan, tanto que ya no quieren saber
del retiro de tropas de las inmensas bases que tienen en Alemania, Italia,
Japón y Corea del Sur. Ahora quieren más tropas para Afganistán e Irak y
hablan abiertamente de construir “bases duraderas” en Arabia, Qatar o algún
otro país de Medio Orien te para abastecer de tropas a Irak, Afganistán y
tener cerca y listos portaviones, bombardeos, tanques de guerra, misiles,
cohetes y a miles y miles de soldados con la vista puesta en Irán, a más de
los aviones y satélites espía.
Los analistas y especialistas militares de
Europa, Asia, América Latina y de los mismos Estados Unidos, sostienen que
el imperio, “sin su extensa red de bases militares en todo el
mundo, no habrían podido efectuar más de 300 intervenciones militares en el
extranjero durante el siglo XX. Sin ellas, habría sido mucho más difícil
derrocar gobiernos latinoamericanos democráticos y simpatizantes del campo
socialista, e involucrarse tan intensamente en guerras y campañas en Asia
Oriental. Y evidentemente, también habrían resultado mucho más complicado
las prolongadas campañas de bombardeo de Irak durante los años noventa, por
no hablar de las invasiones de Afganistán e Irak, dirigidas por los
estadounidenses o de la invasión del Líbano por parte de Israel, respaldada
también por Washington. Y si las bases de Turquía, Arabia Saudí y Di ego
García fueron fundamentales en estas campañas, la actual concentración de
medios militares en Irak, Afganistán, Asia Central, Pakistán, y los Estados
del Golfo permitiría a los Estados Unidos controlar o incluso invadir Irán
en el futuro”.
COALICIÓN NO BASES MILITARES
No cabe duda alguna. Cada vez se extiende con
energía, vigor y patriotismo el rechazo a las bases militares gringas en
todo el mundo. La resistencia a la ubicación, instalación, extensión y
actividades de las tropas norteamericanas crece incontenible y a la par con
el antiimperialismo, porque los pueblos tienen plena conciencia de la
dignidad nacional y de los inmensos perjuicios y males que soportan con los
indeseables “vecinos” que se constituyen en puestos de
avanzada de los sistemas de neocolonización y dominación imperial. Cada base
militar gringa es un baluarte imperialista que ofende a elementales nociones
de patria, soberanía, libertad e independencia.
No importa dónde o en qué país esté ubicada,
pero cada base militar yanqui se convierte en territorio ajeno e
inexpugnable dentro del territorio nacional. De pronto asoman unos
letreritos que dicen: “Prohibido pasar”. Además, se
convierte en posesión estadounidense de impenetrable misterio y de total
secreto y, al mismo tiempo, en guarida de mercenarios de la peor especie y
en organizaciones de golpes de Estado y de proclamación de dictadores
crueles y sanguinarios al servicio de los objetivos del imperio.
En la lucha contra la presencia militar imperial por medio
de bases militares, Quito y Manta se convirtieron en ciudades símbolos de la
paz mundial y de la resistencia antiimperialista, entre los días 5 y 9 de
marzo de 2007, al instalarse y desarrollarse la Conferencia Internacional
por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, a la que asistieron más
de 400 delegados de más de 40 países de los 5 continentes que representaban
a sus pueblos, organizaciones de la sociedad civil, ONGs defensoras de los
derechos humanos, del medio ambiente y de la vida, institutos y centros
académicos de elevado nivel internacional. Esta Conferencia fue organizada
por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos, bajo la dinámica y eficiente
dirección de la Hermana Elsie Monge.
Muchas personalidades se dieron cita en el
evento. Wilbert van der Zeijden, del Transnational Institute, de Holanda;
por ejemplo señalaba que esa Conferencia iba a impulsar “una
campaña global” contra las bases militares gringas. Añadía que “si no se pueden cerrar todas las bases, al menos se puede
debilitar esta red mundial de Estados Unidos que ataca cuando quiere y donde
quiere” según reseñaba Aram Aharonian, de Telesur. En lo que se refiere
a la Base Aérea de Manta que está en poder de Washington y del Pentágono,
expresó que si realmente se llegara a cerrarla tal como informara el
Presidente Rafael Correa, sería un golpe bastante fuerte para Estados
Unidos, pues va a ser más difícil que tenga inteligencia y espionaje sobre
Colombia.
Corazón Fabros Valdés, de Filipinas, miembro del
Comité Organizador Internacional de la Conferencia , y ciudadano del país
soberano en el que, arbitrariamente, Estados Unidos mantiene una de las
bases más importantes del Pacífico, afirmaba que es vital para el pueblo
ecuatoriano que en el año 2009 termine el Convenio que entregó la base de
Manta a Estados Unidos. Decía que espera que esta Conferencia fortalezca la
posición ecuatoriana y que a nivel internacional ansiaba que en esta
Conferencia se comprobara la importancia de la solidaridad internacional en
las luchas contra las bases militares del imperio.
Herbert Docena, investigador de Focus on the
Global South, sostenía que la Conferencia debe adoptar una declaración
política fuerte que sea capaz de enviar a todo el mundo un mensaje muy claro
de rechazo absoluto a las bases militares del imperio. Añadía: “Además, de la declaración política, queremos institucionalizar
la Red de No Bases Militares en todo el mundo y hacerla más dinámica para
emprender proyectos a mediano y largo plazo”.
Durante la Conferencia Internacional por la
Abolición de las Bases Militares Extranjeras, todos los expositores (as) sin
excepción comentaron y denunciaron las políticas bélicas, las múltiples
agresiones e intervenciones armadas del imperio; la presencia de bases
militares estadounidense instaladas estratégicamente para controlar los
recursos naturales como el agua, la biodiversidad, el gas y el petróleo como
ocurre en América Latina, informaba Aharorian.
Entre las personalidades que concurrieron a la
Conferencia Internacional se encontraban la activista estadounidense Cindy
Sheehan, madre del soldado Casey Sheehan que perdió la vida en la absurda
guerra de Irak; Walden Bello, de Filipinas, Tobías Pflueger, parlamentario
europeo, Medea Benjamín, escritora, luchadora por los derechos humanos y
activista estadounidense; la investigadora mexicana Ana Esther Cedeña, entre
otros personajes que representaban al mundo entero, en su lucha contra las
bases militares gringas.
Lo fundamental está en que no sólo en el Ecuador
se combaten a las bases militares del imperio. Vicensa, una ciudad italiana
de 110.000 habitantes se vio copada por más de 120.000 manifestantes que el
18 de febrero de 2007, se expresaban en contra de la construcción de una
nueva base militar yanqui a instalarse en el antiguo aeropuerto de Dal
Molin. Francisco Pavín, representante de una Plataforma Ciudadana y de
activistas en contra de la guerra, que agrupa también a organizaciones
religiosas y de ecologistas italianos, resumía el pensamiento de todos y
todas al decir: “Estamos en contra de la base militar.
Defendemos nuestra tierra y no queremos ser la vanguardia de la guerra
global contra el terrorismo”. Cintia Bottene, organizadora de comités
ciudadanos en contra de las bases militares sostenía que: “Una nueva base
militar ejercerá presión sobre nues tra estructuras, nuestros servicios,
nuestros recursos. Destruirá nuestra comunidad”. Absolutamente claro fue
Toni Piggatto, de la Asociación de Boys Scouts al afirmar: “No
sólo protestamos porque construirán otra base militar en Vicensa. Decimos no
aquí y no en ningún otro lugar. Rechazamos la idea de que la democracia se
pueda difundir a través de las armas”.
La ciudadanía de Alemania y de Turquía, de Guam
y Corea del Sur, de España e inclusive de Gran Bretaña, de Filipinas y
Japón, de Groenlandia y Hawai, de Puerto Rico, Panamá, Paraguay y Ecuador,
de los países árabes y de África, de las islas Mauricio y Seychelles, del
archipiélago de Chagos y Diego García, y de más de 138 países que sufren de
la presencia de bases militares gringas, repudian al imperio y sus ansias
expansionistas a partir de las ocupaciones militares del imperio.
Más aún, diversos analistas de todo el mundo
afirman que el “uso de territorio de otro país como plataforma
de lanzamiento de operaciones militares los hace vulnerables a ataques en
respuesta a actos de los que no son directamente responsables, ni sobre los
que los ciudadanos deben opinar”. “En colonias
estadounidenses como Vieques y Guam, la decisión de utilizar sus territorios
con fines militares ha generado conflictos entre los defensores de la
soberanía local y los partidarios de la soberanía nacional. Las autoridades
locales y los ciudadanos son contrarios a las bases militares porque éstas
traen consigo la destrucción de los recursos y las culturas locales, pero el
Gobierno federal y el ejército de los Estados Unidos se imponen sobre ellos.
En lugares como Okinawa, el Gobierno central japonés ha recurrido a
presiones políticas y a menazas económicas para evitar que los
representantes electos locales mantengan su resistencia a la presencia
militar estadounidense”.
En el Manual antes indicado se lee: “Con contadas excepciones, las bases militares extranjeras operan
al margen de los proceso democráticos habituales. Los gobiernos, sean o no
democráticos, establecen acuerdos que se caracterizan por las exención de
responsabilidades. Así las autoridades de las bases estadounidenses están
autorizadas a desempeñar sus actividades en secreto y toda pregunta sobre
sus prácticas militares, esté dirigida a las propias bases o a los gobiernos
locales y nacionales, choca irremediablemente con un muro de silencio o con
una nube de confusión. Las actividades de las bases militares
estadounidenses, sencillamente, no parecen ser compatibles con el derecho de
los ciudadanos a saber qué sucede en sus propios países”.
Para imponer su omnímoda voluntad en los más de
138 países que han dado su consentimiento de a buenas o de a malas, para que
Estados Unidos ocupe parte de sus territorios para que instalen y operen
bases militares, el imperio, ha impuesto, además, la firma de convenios o
tratados que conceden inmunidad a militares y civiles que prestan sus
servicios en esos enclaves militares.
Esa inmunidad impide que los países, de
conformidad con sus soberanías, juzguen y condenen a los norteamericanos que
hayan cometido algún delito en contra de los ciudadanos y propiedades
nacionales. Así, pueden asesinar a ciudadanos locales, cometer excesos y
toda clase de atropellos, ser responsables de toda la gama de delitos
sexuales, ser consumidores de drogas o narcotraficantes, destruir el medio
ambiente y los ecosistemas, violar flagrantemente los derechos humanos e
incluso cometer crímenes y delitos de lesa humanidad, en fin, por cualquier
delito del que se les acuse; los norteamericanos siempre gozarán de
inmunidad. Civiles y tropas yanquis se convierten en todopoderosos: inmunes
e impunes. Para que ningún norteamericano sea juzgado en los países en donde
cometan delitos, o en tribunales internacionales, Estados Unidos se negó a
firmar el Estatuto de Roma que creó la Corte Penal Int ernacional.
Los partidarios de las bases militares gringas
suelen afirmar que esas llevan prosperidad a las zonas locales y sus
habitantes. Esta es una mentira de los cipayos de todo el mundo. Los
militares gringos y sus familias rara vez consumen productos locales ya que
todo importan del “añorado suelo patrio” ya sea por
intermedio del mismo Pentágono o de empresas privadas como la Home Depot que
abastece a la enorme base de Guam. No existe ninguna prosperidad sino más
bien destrucción de modos de vida, de culturas locales y hasta de
infraestructuras y causan también inflación.
Las bases gringas pueden ocasionar pérdida de
recursos naturales con lo que condenan a los pueblos a mayores frustraciones
y pobrezas. Así mismo, a menudo se pierden fuentes de trabajo y empleo, y si
alguna vez contratan mano de obra, es para trabajos temporales y totalmente
secundarios.
En el Manual se afirma: “El
ejército es el principal contaminante del Estado. Los fuegos incontrolados
originados por los ejercicios con fuego real, la degradación del océano y el
agua potable, los agentes tóxicos en las tierras, el agua y el aire, y las
municiones sin detonar ponen en peligro la vida de los residentes…" ( Si
ocurre en Hawai, lo mismo pasa en el resto del mundo) Una base militar
gringa, irremediablemente no sólo destruye el entorno, sino también la
cultura. “Si bien no existe un inventario completo de los
lugares culturales y los yacimientos arqueológicos. Las actividades de
construcción, desarrollo y entrenamiento del ejército destruye todo rastro
cultural”. En lo que se refiere a vivienda, “la presión
que ejercen las familias del ejército sobre el mercado local de la vivienda,
hace que suban los precios de todos los residentes. Si se hablara de
economías alternativas se constaría que el desarrollo militar ha destruido o
hecho inaccesibles zonas tradicionales de pesca. Lagunas y áreas de cultivos
han desaparecido, como consecuencia de las actividades de las bases
militares gringas y, además, muy a menudo ocasionan exilios en sus propias
patrias, desplazamientos de la población y privación de sus derechos
elementales".
El pueblo estadounidense comienza a experimentar
en carne propia la pérdida de derechos fundamentales como consecuencia de la
guerra global contra el terrorismo. Cotidianamente se viola la libertad de
expresión del pensamiento a través de los medios de comunicación social y
los ciudadanos han perdido el derecho a la privacidad al ser controlada la
correspondencia, el uso de teléfonos e Internet, incluido el correo
electrónico. En Estados Unidos, una persona puede desaparecer sin dejar
rastro y ser sometida a tribunales de excepción o tribunales militares bajo
acusación de terrorista o cómplice del terrorismo. Se viola con saña, mala
fe e inhumanidad los mínimos derechos de los migrantes, de las minorías
étnicas, indígenas y nativos. Se violan todos los derechos humanos de los
detenidos extranjeros acusados de actos de terrorismo o se secuestra a
personas en alguna parte de l mundo, se organizan vuelos secretos operados
por la CIA , y se los lleva a cárceles clandestinas ubicadas en países
aliados y en donde existen bases militares gringas. En esas prisiones
imperiales se tortura, se humilla y se mata.
Las bases militares gringas no son simples bases
militares que albergan tropas, sino también son terrenos de prueba de fuego,
de armas químicas, de armas de destrucción masiva.
Todo cuanto se haga para expulsar a las bases
militares extranjeras serán actos en defensa de la vida y de la paz;
derechos irrenunciables de todos los pueblos de la tierra.
Tribunal
Dignidad, Soberanía y Paz Contra la Guerra
Agrupa a intelectuales
y representantes de organizaciones sociales del Ecuador y se formó en el
teatro Universitario de Quito al inicio de la última invasión estadounidense
e inglesa a Iraq. IMPORTANTE: Para el Tribunal Dignidad,
Soberanía y Paz contra la Guerra, serán muy valiosos sus comentarios y
opiniones sobre este documento. Mail: tribunalpazecuador@yahoo.com
www.altercom.org/article148685.html