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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008
- To: "freddy" <freddyb1506@cantv.net>
- Subject: RV: La izquierda incorrecta
- From: María Céspedes <macel@rhc.cu>
- Date: Mon, 15 Jul 1996 00:33:37 -0400
----- Original Message -----
From: Blas Britez
To: Nathaniel Caín
Sent: Monday, October 02, 2006 2:29 PM
Subject: La izquierda incorrecta La izquierda incorrecta
El año 2006 va a ser crucial en la historia de América Latina.
Y, por extensión, del resto del mundo. En este año hemos visto, y vamos a ver,
cómo la izquierda avanza considerablemente en Colombia, en México (donde sólo se
la ha privado del triunfo gracias a un gigantesco fraude electoral), en El
Salvador (con una situación similar a la de México), en Perú, en Nicaragua, en
Ecuador (donde ya se están registrando amenazas de fraude), en Bolivia y en
Venezuela. Incluso en Brasil, donde la derrota de Lula al no ser reelegido en
primera vuelta augura un" esperanzador futuro para el Partido Socialismo y
Libertad"????.
ALBERTO CRUZ | 2 10 2006
El PSOL está encabezado por Heloísa Helena, expulsada del PT de
Lula en diciembre de 2003 por oponerse a la propuesta de reforma del sistema de
seguridad social impulsada por ese mismo partido, y en estas recientes
elecciones apenas ha llegado al 7% de los votos, pero es una cifra sin la que
Lula no podrá volver a gobernar. Lula ha visto las orejas al lobo, ha comprobado
en su carne que Roma no paga traidores (el capital, por quien tanto ha hecho) y,
por lo tanto, está obligado a dar un sustancial giro a la izquierda.
América Latina es una zona que ha sido históricamente dominada
por Estados Unidos -el famoso “patio trasero”- desde que en 1823 se pusiera en
marcha la Doctrina Monroe y que casi doscientos años después está empezando a
dar la espalda a la gran potencia. Es como el niño que cuando ya se siente
seguro al andar rechaza la mano del adulto para hacer ostentación de su
autonomía e independencia. Se puede y debe discutir si Daniel Ortega representa
hoy al sandinismo o no; si en Ecuador se recompone la izquierda en la figura de
Rafael Correa (junto a otros candidatos como Marcelo Correa o Luis Villacís) o
la aparente ruptura con los partidos tradicionales no es más que otra estrategia
de la oligarquía para mantener el control al igual que sucedió con el fracaso de
Lucio Gutiérrez y los tan traídos y llevados “forajidos”.
Se puede discutir si Lula, tras no haber logrado el triunfo en
la primera vuelta de las presidenciales, va a romper su alianza tácita con la
gran burguesía y está dispuesto a avanzar en un plan integral de reforma agraria
como reclama el Movimiento Sin Tierra; si en Bolivia avanza el plan de
nacionalización de los hidrocarburos, o si el socialismo del Siglo XXI que se
proclama en Venezuela es algo más que una consigna con muy poco contenido “por
ahora”, como diría Chávez.
Se puede discutir si los partidos que ya están en el gobierno en
algunos países están poniendo en marcha un nuevo socialismo o, simplemente,
buscan fórmulas más prácticas y eficaces de hacer funcionar el
capitalismo.
Pero lo que es innegable es que todos estos movimientos están
poniendo muy nerviosa a la Administración Bush. Son parte de una tendencia que
es algo más que un sarampión pasajero y que son la consecuencia del fracaso
absoluto de las políticas monetaristas y librecambistas impuestas a sangre, y
nunca mejor dicho, y fuego por el Fondo Monetario Internacional. Ese gran cártel
de las finanzas en manos de los Estados Unidos para influenciar en las políticas
económicas, a costa de las políticas sociales, de los países del denominado
Tercer Mundo y dictar a estos gobiernos soberanos qué es lo que tienen que
hacer, qué decir y cómo comportarse.
Lo que se está extendiendo por América Latina es la “izquierda
incorrecta” -cuyo máximo exponente es el presidente venezolano, Hugo Chávez,-
denostada con calificativos de populismo, antidemócrata, dictatorial y otras
diatribas varias en contraposición a los encendidos elogios que se vierten de
experiencias de gobierno como las de Chile, Uruguay y Brasil, por poner otros
casos, y que son la “izquierda correcta” y cuya filosofía es muy simple: no
molestar al patrón. Lo dijo bien claro el presidente brasileño al manifestar que
su máxima frustración es no lograr los votos de los oligarcas pese a que con su
gobierno se han hecho más ricos que nunca. Lula no es ni siquiera un reformista
radical, como lo atestigua el que reciba apoyos del gran capital internacional,
pero es innegable que cuenta con el apoyo de la gran mayoría de pobres de Brasil
que, al menos, están recibiendo ayudas para paliar el hambre en una política de
claro corte asistencialista que no pone en apuros la política económica. Algo
que genera la crítica justificada de sus antiguos aliados, especialmente de los
campesinos sin tierra y de los sin techo.
Y eso por no hablar de la política de concertación con la
Democracia Cristiana en Chile que llevó a Michelle Bachelet a la presidencia, la
represión ejercida contra los movimientos estudiantiles y la duda existencial
que tiene ahora esta mujer sobre si votar o no a Venezuela como miembro
latinoamericano del Consejo de Seguridad de la ONU. El voto a Venezuela en la
ONU será la raya que marcará la diferencia entre unos y otros. Aquí no puede
nadie mantenerse neutral.
Con una lógica que sigue los parámetros de la guerra fría -la
penetración soviética ha sido sustituida por el maléfico eje
Castro/Chávez/Morales y hay quien añade a Kirchner- este avance de “la izquierda
incorrecta” es visto como una amenaza estratégica para Estados Unidos. Y puesto
que ahora ya no es creíble la amenaza comunista, a excepción de los paranoicos
cubanos exiliados de Miami y la nauseabunda oligarquía venezolana, se acusa a
los gobiernos que están en manos de “la izquierda incorrecta” de tener vínculos
con el terrorismo, o con el narcotráfico, o con el programa nuclear iraní si
viene al caso. La bombilla que ha encendido todas las alarmas ha sido el
discurso, demoledor, de Chávez en la tribuna de la ONU con motivo de la 61ª
sesión de la Asamblea General. Nada más gráfico que este discurso para poner de
manifiesto lo que está ocurriendo en el mundo y no sólo en América Latina: que
el poder de Estados Unidos está decayendo gracias, entre otras cosas, a esa
“izquierda incorrecta”.
Eso lo ha entendido muy bien el imperio puesto que desde que
Chávez intervino en la ONU todas las miradas de la gran prensa estadounidense
están en América Latina, y no en Oriente Medio a pesar de Iraq y de la reciente
guerra de Israel contra Líbano. Los últimos editoriales de diarios como The Wall Street Journal y The New York Times
son buena muestra de ello [1]. Si la batalla de Venezuela por lograr el voto para ser miembro
no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU se mantenía, más o menos, en un
segundo plano desde el discurso de Chávez ha adquirido la categoría de “amenaza
nacional”. The Wall Street Journal habla de “charada” pero, al
mismo tiempo, considera “de urgencia” evitar que se elija a Venezuela y se pide
a los aliados europeos que presionen a sus amigos latinoamericanos para que no
voten por un país conducido por un “radical” que se alía con Siria, Irán y
Hizbulá mientras extiende la “desestabilización” por las “jóvenes y frágiles
democracias” de América Latina. En estos medios se habla del presidente de
Venezuela como la principal amenaza para los intereses estratégicos de EEUU, se
recuerda que ha sido el principal escollo del ALCA y se le acusa de ambiciones
imperiales para hacerse con el control de la riqueza gasística de Bolivia, “algo
que EEUU no puede consentir”. Se llega a afirmar, sin tapujos, que el campo de
batalla, como cuando el Che, “está ahora en Bolivia”. Tal vez eso ayude a
comprender la situación actual en este país, los problemas de Evo Morales con la
amenaza patente de la oligarquía de separatismo de Santa Cruz y los escollos a
la Asamblea Constituyente.
FMI versus Venezuela
El giro a la izquierda, más o menos radical, que se está
produciendo en América Latina es consecuencia del fracaso de una macroeconomía
impuesta por el neoliberalismo que ha incrementado enormemente la desigualdad y
la pobreza en la gran mayoría de la población mientras una minoría, la de
siempre, se ha enriquecido aún más. Es, también, el fracaso de instituciones
como el FMI, que ya recibió una primera sacudida en su credibilidad en los
primeros años de la década de 1990-2000 con la crisis asiática y mexicana. Si
entonces pudo recomponer en parte su estrategia, no se ha podido reponer todavía
del gran golpe propinado por Argentina en el año 2001.
La crisis desatada por las imposiciones del FMI llevaron al
poder a Néstor Kirchner y, con él, se dio inicio a una política contraria al FMI
pese a contar con el rechazo generalizado de los grandes países capitalistas. La
experiencia salió bien y el FMI quedó muy afectado en su credibilidad y respeto.
Si hay que hacer caso de las cifras oficiales la pobreza se ha reducido un 18%
desde entonces y la recuperación económica es notable. Argentina demostraba que
otra vía era posible y ese camino ha sido seguido después por otros
países.
Pero ello no hubiese sido posible sin contar con un importante
financiador alternativo, y ese ha sido Venezuela. Tras el fracaso del golpe
oligárquico del año 2002 y del posterior sabotaje petrolero, que fue derrotado
por el pueblo venezolano en enero de 2003, el gobierno bolivariano puso en
marcha una audaz política exterior que se ha ido caracterizando por apoyar los
procesos emancipatorios en marcha.
Cuando en diciembre de 2005 Brasil decidió cancelar su deuda con
el FMI la medida sorprendió pero no causó alarma dado el apoyo con el que cuenta
el gobierno de Lula entre las élites económicas mundiales y el potencial
económico brasileño. Pero cuando el presidente argentino Kirchner anunció la
misma medida, el pago de la deuda con el FMI por anticipado y de una vez, el
nerviosismo en el cártel FMI se acentuó y, con él, en los grandes círculos
económicos. Las primeras reacciones llegaron a través de los sesudos
economistas, luego de la prensa -¡cómo no!- y más tarde directamente del propio
FMI y de las instituciones multinacionales que controla EEUU, llegando a la
amenaza directa de cortar otros créditos en el futuro. Pero Argentina contaba
con el respaldo de Venezuela como nueva fuente de financiación, no se dejó
amedrentar y siguió adelante.
Lo mismo ha sucedido con Ecuador, aunque en mucha menor medida,
y con Bolivia más recientemente. Por todo el continente se ha extendido un
importante debate sobre el control nacional de la energía y otros recursos
naturales, así como el que los beneficios que generan sean utilizados en sus
propios pueblos. Un debate que llevó a Evo Morales a la presidencia de Bolivia y
que se ha convertido en el principal catalizador de las diferentes expresiones
de la izquierda en Ecuador o en Nicaragua y antes en Perú cuando Ollanta Humala
hizo bandera del aumento significativo de los impuestos a las compañías de
minería y energía, en su mayor parte en manos de multinacionales, para conseguir
recursos con los que paliar la pobreza. Un debate del que forma parte, además,
el generalizado rechazo popular a la firma de tratados de libre comercio con los
Estados Unidos en Colombia, Uruguay, Perú y otros países centroamericanos.
Ni qué decir tiene que contar con Venezuela como fuente
alternativa de financiación (las reservas internacionales se sitúan en estos
momentos en los 35.071 millones de dólares, ya cinco mil millones más de los que
había a finales del año 2005) ha sido vital para que estos gobiernos de “la
izquierda incorrecta” se hagan algo más inmunes a las presiones de los Estados
Unidos y que su ejemplo esté cundiendo por todo el continente. Así es como hay
que interpretar el éxito de proyectos como Petrocaribe, el ingreso de Venezuela
en el MERCOSUR -que ha reactivado la economía de los países que lo componen- o
la más reciente propuesta de Chávez de crear un Banco del Sur. Incluso Brasil,
tan del agrado de EEUU, tiene una política nacionalista que resulta
objetivamente favorable a esta tendencia que representa “la izquierda
incorrecta” -como se puso de manifiesto en la cumbre de La Plata en contra del
ALCA- por lo que sumar a Brasil a esta estrategia de forma definitiva es el gran
reto para consolidar el bloque de resistencia a la política de EEUU. El peso que
en ello tenga Heloísa Helena va a ser decisivo, siempre que no se deje abrazar
por el oso: el candidato derechista que ya ha ofrecido a su partido una alianza
contra la corrupción para derrotar a Lula en la segunda vuelta. El PSOL tiene la
obligación de rechazar esta alianza y apretar al PT por la izquierda porque ahí
está no sólo el futuro de Brasil, sino de América Latina.
Estados Unidos acepta casi todo, pero no que le cuestionen el
bolsillo y menos en unos momentos en que su economía está en grandes riesgos
ante la sangría que supone la ocupación de Iraq y la amenaza a medio y largo
plazo de la bolsa petrolera iraní, ya oficialmente anunciada el pasado 15 de
septiembre por el ministro del Petróleo del país persa. Dos días después de este
anuncio, los EEUU presionaron a los sectores financieros de las naciones
industrializadas, especialmente a los países que componen el G-8, para que
limitasen el acceso de Irán a los bancos [2] con la excusa de que sus fondos financian al movimiento
político-militar libanés de Hizbulá.
Este panorama alentador para la “izquierda incorrecta” no está
exento de amenazas. Venezuela y todo el eje andino y amazónico se están
convirtiendo en un centro vital para la supervivencia del imperio
estadounidense, de forma especial en lo que respecta a los recursos energéticos,
hídricos y minerales. Tampoco está exento de enfrentamientos entre los países.
Ahí está el caso de Bolivia frente a Argentina y Brasil cuando se anunció la
nacionalización de los hidrocarburos. Pero la tendencia es firme y en la medida
en que las experiencias de Petrocaribe, Petrosur, MERCOSUR , el gasoducto del
sur (que implica importantes contradicciones por cómo afecta a la vida de
determinados pueblos indígenas del sur de Venezuela y del norte de Brasil) o el
Banco del Sur se consoliden el poder de los EEUU en América Latina será cada vez
menor. Esta es la hora de los pueblos, convencidos de que ya no puede, ni debe,
haber marcha atrás.
Este artículo será publicado en Rebelión el próximo 5 de octubre. [1] The Wall Street Journal, 27 de septiembre de
2006.
[2] The New York Times, 17 de septiembre de
2006.
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