Una vez más el pantanoso
gobierno de Bush ha aprobado un conjunto de medidas para propiciar
el derrocamiento acelerado de la Revolución cubana. Los cubanos ya
están acostumbrados a esas intimidaciones que se producen
regularmente. Cada cierto número de meses, o de años, sacan
una amalgama de providencias, dictadas por supuestos expertos
y se frotan las manos satisfechos de su tarea: ¡Cuba está a punto de
caer en la red imperial! Durante casi medio siglo y nueve
presidentes norteamericanos este ritual se ha sucedido de manera
sistemática. No se dan por vencidos. No pueden confesarse
derrotados.
De todos los proyectos elaborados
este es uno de los más torpes porque enseña de manera evidente
el colmillo anexionista, porque muestra desembozadamente la
codicia y el afán represor. Se dirá: Cuba no es Irak, no tiene
petróleo. Sí pero Cuba es algo más que recursos energéticos,
es ejemplo de rebeldía, de independencia de criterio, de
emancipación. Ningún gobierno ha actuado con la claridad libertaria
del cubano, ninguno ha sido motor del rescate de la soberanía como
lo ha sido la Revolución isleña. Y eso lo ha hecho apartándose de la
grey amansada de las naciones latinoamericanas que concurren
en la OEA en su papel de
coro.
Un aspecto polémico han sido los
ochenta millones de dólares destinados a la oposición interna. Con
ella ponen al descubierto el carácter mercenario de la disidencia,
el botín cuantioso que incita a muchos a jugar un papel de falsos
demócratas, de “luchadores por la libertad” que van a la sección de
intereses a que le regalen radios, computadoras, cámaras y
alimentos. Hasta la propia disidencia interna se ha visto en la
necesidad de repudiar esa parte del mensaje que deja tan en claro
las incitaciones consumistas de su actitud.
Lo que no escapa a nadie es la
naturaleza intervencionista de este plan. Ningún gobierno en el
mundo puede ordenar cómo va a ser el futuro de otro, cómo debe
organizarse el gobierno de su vecino. Eso se llama ingerencismo, eso
es intrusismo, mangoneo y entremetimiento. Buscando otro
nombre más ademado: se llama imperialismo. Ya sabemos que los
americanos del norte son hábiles para buscar máscaras a su afición
al avasallamiento ajeno. Dicen que van a exportar la democracia y la
libertad y en realidad exportan productos industriales a alto costo
y compran (o roban) materia prima
depreciada.
Es increíble la manera
pormenorizada en que han previsto y dispuesto cada uno de los
aspectos de una administración dependiente del State Department.
Cuba se convertiría en un negociado clase B de un ministerio yanqui.
Habría que consultar a Washington el color de los zapatos que nos
ponemos cada día. El nuevo gobierno de ocupación estaría compuesto
de robots atentos a cada palpitación del Potomac y no se tendría en
cuenta, para nada, los intereses nativos. Sería la
descaracterización y despersonalización de la identidad cubana, la
anulación de doscientos años de historia, la cancelación de la
cultura acumulada en la literatura, el teatro, la música.
Cuba quedaría dependiente de los productos de
entretenimiento gringos que llegan en videos, casetes, filmes y best
sellers de vulgaridad y tontería
probados.
Tratarán de que el arroz con
frijoles negros y el picadillo a la criolla sea sustituido por
McDonald´s y los buñuelos de viento se eclipsen ante el hot fudge.
Es obvio que para lograrlo deben contar con un país en paz y
aquiescente que se deje imponer todo eso sin protestar. Pero el
concepto de guerra de todo el pueblo haría del territorio cubano un
infierno de tal magnitud que lo de Irak les parecería unas
vacaciones en la Riviera
francesa.
Lo que ha logrado el conocimiento
de ese plan es exacerbar los sentimientos nacionalistas, el espíritu
de resistencia, la voluntad de quebrantar los propósitos
dominantes. Ningún cubano, creo que hasta los del exilio miamense,
ha podido enterarse de este propósito sin que le entre el cosquilleo
de la fibra patriótica. Es un intento tan desembozado de
autoritarismo descarado, de imposición insolente, de prepotencia
altanera que lo deja a uno pasmado y boquiabierto que no es posible
leerlo sin que uno sienta sus palabras como un llamado a las
armas.
gotli2002@yahoo.com
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