Cuando en
1936 el golpe de Estado de Francisco Franco desencadenó la guerra civil que puso
fin al breve y hermoso sueño de la II República Española,
las personas más lúcidas de todo el mundo comprendieron inmediatamente que
España era sólo la primera trinchera de una guerra global de atroces
consecuencias para la
humanidad. El fascismo de Hitler y Mussolini parecía a muchos
una solución aceptable para la crisis del capitalismo, e inconscientes o
indiferentes ante la magnitud de su barbarie, las clases gobernantes europeas
traicionaron la causa de la dignidad, siempre contagiosa y potencialmente
revolucionaria.
La derrota de la Segunda República inauguró
una de las épocas más oscuras de la historia reciente, pero la generosidad y el
coraje de quienes entonces dieron su vida para defender aquel sueño aún nos
alimenta. Formalmente derrotado el fascismo al término de la Segunda
Guerra
Mundial, las mismas fuerzas económicas e ideológicas
que lo fraguaron han continuado y continúan agrediendo por todas las vías
cualquier proyecto de soberanía, justicia y resistencia a la dominación
imperial. Setenta años después del golpe de Estado franquista, peligros
semejantes de carácter también global amenazan la supervivencia misma de la
especie humana. Frente a tales riesgos, con el apoyo decisivo de los grandes
medios de comunicación, se justifica la barbarie y se promueve la ceguera, la
insensibilidad y la salvaje ley del más fuerte.
Sobre América
Latina, considerada en la geopolítica colonial como traspatio estadounidense, se
concentran de modo particular estas amenazas y, al propio tiempo, las simientes
de una nueva conciencia y de una nueva esperanza. No es por eso una casualidad
que sea el Estado de
Anzoátegui, en la Venezuela Bolivariana,
donde se recupere por estos días el recuerdo de una catástrofe humana, política
y moral que en el propio Estado español se ha querido olvidar y que constituye
sin embargo la actualidad permanente de tantas regiones del planeta sometidas al
embate del terrorismo de los Estados Unidos y de sus cómplices. El genocidio
contra los pueblos de Palestina, Afganistán e Iraq, las torturas en Guantánamo y
Abu Ghraib, las cárceles secretas, los vuelos clandestinos de la CIA, el
asesinato sistemático de profesores iraquíes, de sindicalistas y campesinos
latinoamericanos, las leyes contra derechos y libertades, el acoso permanente
contra los procesos de Venezuela, Cuba y ahora Bolivia, representan la forma
cotidiana de actuar de un capitalismo militarizado y criminal que, en lugar de
hacerlo en nombre de la supuesta superioridad de la raza, lo hace en el de la
democracia pretendiendo arrebatarnos también las palabras.
La Red
de Redes en Defensa de la Humanidad, que reúne esta vez en Anzoátegui a
intelectuales provenientes de Venezuela, del Estado español y de Cuba, rescata
la memoria del sangriento golpe de Estado franquista no como un mero ejercicio
de remembranza, sino como un paso más en la construcción del proyecto de
resistencia y ofensiva de los pueblos.
Hace setenta años, grandes
escritores y poetas de uno y otro lado del Atlántico defendieron juntos en
España la causa de la libertad; allí estaban, entre otros, César Vallejo, Pablo
Neruda, Pablo de la
Torriente Brau, María Teresa León, Miguel Hernández, Antonio
Machado, Rafael Alberti, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y,
naturalmente, Federico García Lorca, asesinado en las primeras semanas de la
guerra como símbolo que era de la unión de la palabra y la dignidad. Como decía
otro gran poeta español, la poesía no puede ser concebida como "un lujo cultural
por los neutrales" allí donde la neutralidad es cómplice de la tiranía, la
injusticia y la muerte.
La poesía debe salvaguardar las palabras amenazadas y
convocarnos, como hoy nos convoca, a la solidaridad y al combate.
Los
abajo firmantes, integrantes de la Red de Redes en Defensa de la Humanidad,
respaldan los esfuerzos emancipatorios del pueblo iraquí, que ha estado frenando
con su sacrificio el expansionismo de Estados Unidos, y las luchas de
resistencia de otros pueblos y en especial de aquellos que en América Latina
están en la primera línea frente a la agresividad imperialista.
Belén
Gopegui, Isaac Rosa, Aitana Alberti, Pablo Armando Fernández, César López,
Roberto Montoya, Abel Prieto, Ángeles Maestro, Pascual
Serrano, Enrique
Hernández de Jesús, Roberto Hernández Montoya, Tarek
William Saab, Santiago Alba, Alfredo Almeida, Javier Couso, Carlos Varea,
Nicolás Hernández Guillén, Roberto Méndez, Sigfredo Ariel, Waldo Leiva,
Guillermo Rodríguez Rivera, Joseba Macías, Ana Luz García
Calzada, Luis Báez,
Jorge Gómez, Agustina Ponce, Régulo Pérez, Norberto Codina, Constantino Bértolo,
Ismael González, Carlos Noguera, José Atilio Cazal, David Acera, Tito Núñez,
Francisco Amat, Carlos Polanco, Fernando Rojas, Jhon Foley, Eduardo Sosa, Néstor
Martínez Caballero.
Anzoátegui, Venezuela, 7 de junio de
2006