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editoriales
¿QUIÉNES SON VERDADERAMENTE
LOS VERDUGOS DE LA PRENSA?
La SIP es la secretaría
de
Prensa de Washington y no
se molesta en
disimularlo
La semana pasada culminó en
México la 62º Asamblea Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Emitió allí una batería de 26 resoluciones que reconocen la inspiración de
la Casa Blanca y la OEA, de la que SIP es la colateral de
prensa.
La línea
política
A veces la autoridad máxima de
la SIP es de un medio estadounidense, como Diana Daniels, del Washington
Post, y otras veces de otro país pero con la misma mentalidad, como Rafael
Molina, de El Nacional de Santo Domingo, que presidirá entre 2006 y
2007.
Pero con los matices propios
de una y otra gestión, lo que no cambia ni una letra es la línea política
proestadounidense de la organización que supuestamente representa a los
diarios de América.
Esa continuidad se vio
nuevamente en la asamblea anual que culminó el 3 de octubre en México. En
su discurso de estreno del cargo, Molina afirmó que “en lo primero que
pensamos cuando hablamos de restricciones a la libertad de prensa en el
continente, es en la Cuba de Fidel Castro o en la Venezuela de Hugo
Chávez, casos emblemáticos de negación de los derechos ciudadanos para
expresarse o buscar información libremente”.
Quizás fue una manera de
confirmar a sus electores, los que estaban presentes y los que mueven los
piolines desde Washington, que podrán contar con él para las campañas que
ubican a esos dos países en el “eje del mal”.
En ese mensaje tampoco se
salvó el gobierno de Argentina, pues en la resolución general se tildó a
la administración Kirchner poco menos que como fascista y enfilada a
amenazar al periodismo supuestamente independiente. “En Argentina, eso es
muy claro. Casi desde que asumió el poder, hace tres años, el presidente
Néstor Kirchner señala cada vez que puede, con nombre y apellido, a
determinados medios y periodistas, en actos públicos que predisponen a las
masas en contra de esos medios y periodistas. Las consecuencias son
amenazas más o menos anónimas contra esos medios y periodistas, así como
el surgimiento de grupos violentos afines al presidente que, al mejor
estilo de las bandas fascistas de antaño, ejercen actos intimidatorios
contra la prensa no adicta. ´Las palabras violentas preceden a los actos
violentos”, ha escrito Morales Solá´”, sostuvo la declaración de
México.
No vaya a creerse que con esas
referencias críticas culminaron las amonestaciones al gobierno argentino
porque además hubo un informe puntual. Allí, junto con observaciones
legítimas sobre levantamientos de programas progresistas en una radio de
Santa Cruz, discriminaciones en la distribución de la pauta oficial de
publicidad, etc., sobresalió la defensa irrestricta de la SIP del diario
“La Nación” que obviamente integra el “Grupo de Diarios de
América”.
Como en los últimos tres años
hubo más confrontaciones entre el jefe de Estado argentino y “la Gaceta
Ganadera”, los comunicados solidarios de Daniels y Molina con este medio
han menudeado. Ese alineamiento se caía de maduro en la medida que, además
de las coincidencias políticas entre unos y otros, los directivos
mitristas ocupan históricamente lugar en las estructuras de mando de la
SIP. En esta asamblea fue ratificado Bartolomé Mitre como copresidente de
la Comisión sobre Chapultepec y como miembro de la Comisión Legal y la de
Cumbre Mundial de la Información.
Otra
mirada
Para la lectura política de la
SIP, como quedó consignado en la visión de su flamante titular, la
principal barrera para el ejercicio de la profesión son los gobiernos de
Cuba y Venezuela. También dirigieron su crítica a Bolivia, al asegurar que
“el gobierno del presidente Evo Morales está creando su propia red de
medios de comunicación con el supuesto apoyo financiero del gobierno de
Venezuela”.
De todos modos, en comparación
con el trato dispensado en la declaración a Fidel Castro y Hugo Chávez,
Morales debe saber que fue criticado con mucha suavidad por los popes del
periodismo americano.
Es que a Cuba y Venezuela se
les imputó que “encabezan la nómina de naciones donde el ejercicio del
periodismo es más peligroso”. Sin embargo, de la propia estadística de la
SIP surge que en Colombia fueron asesinados cuatro periodistas en lo que
va del año, y muchos más en los anteriores, mientras que en Cuba no hubo
ningún muerto ahora ni en décadas. ¿Cómo se explica entonces que Fidel
Castro sea el malo de la película y no Alvaro Uribe, el colombiano
relacionado con los paramilitares y el narcotráfico?
La explicación es sencilla. La
SIP funciona como secretaría de prensa de Washington y por lo tanto ve la
paja en el ojo de Castro y no la viga en el de Uribe, que es el propio.
Para cerrar la explicación, hay que poner de resalto que uno de los
máximos directivos de la SIP y titular de la Comisión de Impunidad es
Enrique Santos Calderón, del diario El Tiempo de Bogotá. Ese medio es
propiedad de la familia de Francisco Santos Calderón, vicepresidente de
Colombia durante los dos mandatos de Uribe.
El racconto de la entidad
admitió que en Bogotá fueron amenazados de muerte 45 periodistas sólo en
los últimos seis meses. Pero ni se ligó tal circunstancia al accionar del
poder del Estado, sus fuerzas armadas y paramilitares, ni se puso ese
baldón del gobierno en el centro de las preocupaciones y resoluciones de
la reunión realizada en México.
La realidad indica que la
especie de periodistas no afronta los mayores riegos de sobrevivencia en
la mayor de las Antillas ni en las otras dos naciones socias de la
Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba), Venezuela y Bolivia. Los
datos colectados por la propia Relatoría para la Libertad de Expresión de
la OEA, difundidos en agosto último, fueron concluyentes: “la mayor
cantidad de asesinatos de periodistas en los últimos diez años se ha
producido en Colombia, México y Brasil”.
Salvando al
imperio
Sin embargo, pese a esos
hechos palpables y reconocidos, la SIP sigue apuntando sus cañones sobre
la revolución cubana y el proceso bolivariano. No es cuestionable su
olfato de clase sobre de dónde proviene el peligro principal para el
estado de cosas propio del capitalismo dependiente que defienden sus
órganos de prensa asociados. Sí que mienta a la población americana y les
atribuya a esos gobiernos tercermundistas el oficio de verdugos de los
trabajadores de prensa.
Si el panorama continental es
claro sobre ese punto, tanto o más lo es la situación internacional. El
informe difundido el 6 de octubre último por la Asociación Mundial de
Periódicos (WAN) alertó sobre la muerte de 75 hombres de prensa en lo que
va de 2006 y fue muy preciso en marcar el territorio más peligroso: Irak.
Allí murieron 26 colegas según ese estudio, divulgado por Timothy Balding,
director general de WAN con sede en París.
Desde 2003 Irak viene
encabezando la luctuosa estadística mundial en la materia. Como todos
saben, ese país está ocupado desde marzo de ese año por un numeroso
contingente armado encabezado por Estados Unidos.
Como es obvio, la SIP tampoco
denuncia esa situación internacional en otra vergonzosa complicidad con
las autoridades norteamericanas. En la 62º asamblea finalizada el martes
pasado tampoco se recogieron en la declaración final las numerosas
denuncias hechas por organizaciones civiles y legales estadounidenses
contra el espionaje del gobierno de George Bush contra los propios
ciudadanos, incluyendo los medios de ese país, que fueron duramente
presionados para que revelaran sus fuentes en algunos casos y cuestionados
por publicar el espionaje gubernamental sobre los movimientos financieros
en el exterior, en otros.
De esas cosas la SIP no habla.
Es bueno saber por qué las calla y en cambio pone en primera plana las
acusaciones contra gobiernos díscolos con la
superpotencia.
Esa relación política de
dependencia le juega malas pasadas. Por ejemplo, entre los directivos aún
figura Wilfredo Cancio, del Nuevo Herald de Miami, en las Comisiones de
Libertad de Prensa y de Premios. Para quienes no oyeron hablar de Cancio
hay que aclarar que el 8 de setiembre fue despedido del Herald junto a
otros dos reporteros especializados en hablar mal de Cuba. Se descubrió
que cobraban en doble ventanilla: del diario y del Departamento de Estado
norteamericano, vía Radio y TV Martí, las emisoras que transmiten
ilegalmente contra Cuba.