PIRATERIA BIOLOGICA Y OTRAS ANECDOTAS, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: PIRATERIA BIOLOGICA Y OTRAS ANECDOTAS

PIRATERIA BIOLOGICA: OTRAS ANECDOTAS

 

                                                                                  Jorge Gómez Barata

 

La piratería biológica es la más reciente, innovadora e indolora forma de saqueo de las riquezas de los países pobres. Ahora no se trata de lingotes de oro o plata cargados a lomos de mulas, sino de genes y series de ADN contenidos en muestras de sangre, fragmentos de tejidos, trozos de tallo o corteza y semillas que, en tubos de ensayo, matraces y bolsas de recolectores, viajan de sur a norte. 

Paradójicamente, en la era de mayor progreso científico y tecnológico, cuando máquinas y ordenadores retan la inteligencia y los productos artificiales o sintetizados dominan todos los ambientes, se manifiesta un interés inédito por encontrar, preservar y aprovecharse  las formas más antiguas y primitivas de vida. No se trata de filantropía. 

Todo comenzó cuando en 1953 fue descubierto el ADN, una sustancia presente en los organismos celulares y que contiene toda la información acerca de los aspectos naturales de la vida. Con los nuevos poderes que la ciencia dio al hombre de, mediante manipulaciones genéticas, modificar ciertas peculiaridades de los organismos vivos, aparecieron también grandes peligros.

En las condiciones impuestas por la hegemonía del mercado y con el respaldo de gobiernos de orientación neoliberal, se materializó la posibilidad de que ciertos laboratorios dedicados a la ingeniería genética y la biotecnología se aliaran a personas y empresas inescrupulosas, dando lugar a monstruosas aberraciones. La piratería biológica es una de ellas.

Si bien en el ámbito humano se lograron algunas restricciones y hubo mayor cautela, no ocurrió lo mismo respecto a las plantas y los animales, un ámbito con menos compromisos éticos y en el que se avanzó más rápidamente, entrando en escenas los organismos genéticamente modificados, posibilidad que dio lugar a una nueva profesión: los cazadores de genes.

La búsqueda de organismo genéticamente originales e impolutos, no contaminados por cruzamientos naturales ni artificiales, se realiza con la afiebrada urgencia con que antaño se buscó El Dorado y con la  determinación de los aventureros y pioneros movilizados por la fiebre del oro.

Únicamente en las condiciones de hábitats aislados, al estilo de las que existieron en ciertas regiones de Australia, las profundidades de la Amazonía y los confines de África, lejos de la civilización, de los hombres y de otras formas de vida, pudieron sobrevivir organismos suficientemente puros como para conferir virtualidad a lo arcaico y a lo remoto.

Ese interés llevó a enviados de una empresa farmacéutica californiana, hasta la isla de Tristán da Cunha que, situada en  el centro del Atlántico Sur, es definida como el lugar más remoto y aislado de la tierra.

Descubierta en 1506, la isla fue ocupada en 1816 por un destacamento militar británico, de los que descienden todos sus habitantes que forman unas 80 familias emparentadas entre si. Semejantes características atrajeron la atención de los “cazadores de genes”.

Los enviados de la empresa californiana se percataron de la anormal incidencia del asma, que real o potencialmente, afectaba a casi el 50 % de los pobladores de la isla, obtuvieron muestra de ADN y, con la colaboración de instituciones médicas, trabajaron para identificar e inscribir como de su propiedad, la mutación genética causante de la  enfermedad.

Sólo en la primera transacción, la investigación representó un ingreso de 70 millones de dólares para la compañía farmacéutica. Los isleños no obtuvieron nada.

Tanto desde el punto de vista legal como en sus connotaciones éticas y morales, se evidencia un comportamiento que recuerda al de los primeros días de la conquista de América y la trata de esclavos cuando, aprovechando la ignorancia y la inocencia, se cambiaba oro y gemas preciosas por espejos y baratijas y se entregaban rifles y alcohol a los africanos para que cazaran y entregaran a los buques negreros a sus hermanos.

Esta vez algunos científicos graduados en las mejores universidades del mundo, que dominan las ciencias más avanzadas, se prestan para engañar y estafar a los seres más primitivos y vulnerables del planeta, que todavía forman  pueblos y comunidades originarias.

Uno de los daños colaterales de la piratería biológica es profundizar la contaminación de la ciencia con el desmedido interés mercantil y, de alguna manera, contribuir a la perversión de la profesión médica.