DINERO, HAY; IDEALES, FALTAN
Altercom*
José
Steinsleger*
22 de junio de 2007
El subdesarrollo político de América Latina adquiere expresión
acabada en la izquierda caviar, antes que en la derecha
retrógrada y fascista. La derecha es clara y recurre a la brutalidad, que es
lo suyo. Pero la izquierda con chapa en la puerta de la cultura asegura que
en nuestros países hay «desencanto con la
democracia».
¿Desencanto? Miríadas de
latinoamericanos están encantados con la democracia. Cuba es vista como
ejemplo, la revolución bolivariana goza de buena salud, Bolivia y Ecuador
eligieron gobernantes antimperialistas, en Chile se forja una generación de
rebeldes menores de 18 años, Paraguay y Colombia prometen tener gobernantes
populares y en México las elecciones demostraron que algo más de la mitad
más uno lucha por un país en el que la política deje de ser nicho de los
negocios.
Qué paradoja. Cuarenta años atrás, la derecha
lamentaba que las juventudes patrióticas escogieran el camino de las armas
para impulsar cambios estructurales. Y hoy, cuando los pueblos escogen el
camino de las urnas, también se queja.
Conclusión: para la derecha, la democracia es
una piedra en el zapato. Ni por métodos violentos, ni pacíficos, le interesa
cambiar nada.
En tanto, la izquierda caviar
tampoco parece interesarse en algo más que una cultura condicionada,
prefabricada y adulada por escritores «progre» que, con
sus rebeliones de mercado cuidadosamente delimitadas, cabría llamar «funcionales».
Desde luego, lo que les importa a las dos es
cerrar el paso al «populismo radical».
Menuda tarea tendrán. Pues la derecha fascista y
la izquierda caviar saben que ya no basta con sembrar el
terror para aplastar, como antes, organizaciones sin pueblo o grupos de
insurgentes alzados en armas.
¿Qué hacer?
La una aprueba «leyes antiterroristas»,
criminalizando la lucha social.
Y la otra, persuadida de que la corrección
formal en el escribir y el vestir son garantía de seriedad, admira cuanta
novedad editorial aparece en el mercado, olvidando que sus maestros
practican la extrema vigilancia de su oficio, única manera de no anunciar
que la Tierra es redonda con estilo más o menos aceptable.
Nada de lo apuntado es de hoy.
En el proceso de emancipación e independencia,
las juntas patrióticas reunieron a «cultos» y "«bárbaros»".
De la pregunta uno, ¿qué clase de
país formar?, se pasó a la dos: ¿quiénes eran el país?
Y a la tres: ¿con quiénes se hace un país? Y a la cuatro:
¿con los cultos que sabían de jurisprudencia y proclamaban en
latín la libertad, en tanto se la negaban a indios, mestizos, negros y
mulatos?
Con Hidalgo, Morelos, Morazán, Bolívar y Juárez,
los pueblos respondieron a esas preguntas, lidiando con los Santa Anna,
Maximilianos y Porfirios de nuestra América.
Y con Zapata, Cárdenas, Sandino y el Che
conocieron la trampa del pacto neocolonial: ustedes compran
nuestras mercancías, y nosotros vuestras materias primas. No se unan. No
formen un mercado interno. Nosotros somos el «progreso» («globalización»
de entonces).
Las oligarquías latinoamericanas admiraron y
copiaron lo mejor de la Constitución estadounidense. Pero luego de aplastar
los proyectos de unidad continental, abrazaron las formas de «independencia» coherentes con sus intereses. No las del
capitalismo real, basado en la industria, sino la feudal de los anglosajones
del sur que no querían un país (un mercado interno), porque basaban su
prosperidad en el monocultivo, la esclavitud y la exportación de productos
primarios.
Tal es el pasado que hoy niegan los pueblos de
América Latina. No el mítico de la «Historia», sino el que
en México nos ha conducido al caos, a la miseria sin solución, a la debacle
social y a la violencia sin fin en la que el narcotráfico parecería ser el
único grupo económico en defender la soberanía nacional, en el marco de la
criminal política impuesta por Washington: que los mexicanos
se maten entre mexicanos, mientras ellos discuten si Paris Hilton merecía o
no ser condenada por conducir sin licencia.
Dinero para crear un gran mercado interno, no
falta. El dinero está. Según el economista brasileño Theotonio Dos Santos,
las reservas de Brasil ascienden a 106 mil millones de
dólares; México tiene 68 mil millones; Argentina, 35 mil millones;
Venezuela, 34 mil millones; Chile, 19 mil millones, y Colombia, 16 mil
millones.
Dos Santos señala que si los países dejasen de
juntar su plata en dólares (causa final del odio oligárquico a Chávez) y de
pagar intereses a Estados Unidos "... tendremos un decisivo
vuelco en la economía mundial".
El BANCO DEL SUR, puesto en marcha por algunos
países de América, podría ser el camino para este cambio que permita
invertir las reservas en investigación y desarrollo, compra de maquinarias
de alta tecnología, disminución efectiva de la pobreza, generación de empleo
digno y creación de una infraestructura moderna en nuestros países.
Pero como bien dice Theotonio, "... la principal limitación es la estrechez mental y moral de
nuestra clase dominante. Es mucho más fácil recibir un buen sueldo de las
multinacionales, y sobre todo de los bancos internacionales, que luchar por
un cambio fundamental de nuestra realidad..."
Altercom
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Comunicación para la Libertad.
José Steinsleger
Escritor y periodista
argentino. Columnista de La Jornada de México.
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