(TOMADO DE LA RED)
MIGUEL ENRÍQUEZ SE LLAMA
Hoy se conmemora el 5 de Octubre, como el Día de la Caída en Combate de
Miguel Enríquez.
Han sido muchos los intentos para desvirtuar la imagen de Miguel, su claridad
política y militar, su gran manejo de la teoría marxista leninista; pero
esto no solo lo ha hecho el enemigo, el patrón, el burgués con todos los
aparatos que tiene al alcance de sus manos para manejar el pensamiento del
pueblo de hoy, sino que también desde posiciones ?inicialmente de izquierda-
que por distintas vías, motivaciones y razones, han ido cambiando en los
últimos años hasta aproximarse a una suerte de convivencia pacífica y relativamente
armoniosa con las actuales fórmulas de administración del sistema y del
modelo neoliberal.
Miguel, en su convicción de la necesidad de hacer una revolución en Chile;
lo veía desde el análisis de la formación social y desde la historia misma,
ninguna otra posibilidad de liberar a las mayorías oprimidas y explotadas,
a no ser mediante profundos cambios de estructuras, cambiando el sentido
de la economía, de la gran propiedad, del carácter de clase del Estado y
de todas sus instituciones, incluidas las ideológicas y el brazo armado.
El fundamento esencial de su pensamiento y práctica no se encuentran solo
en la necesidad, sino que coherentemente con ella, en la posibilidad de
la revolución. Esta posibilidad no es pensada como un asunto coyuntural,
sino como un elemento permanente desde el momento en que surge en Chile,
históricamente, el sujeto social y desde él, mediando un proceso de construcción
de fuerza, que transformara el sujeto social potencial en sujeto político
integral, en lo que él llamaba, la fuerza social revolucionaria.
Cuando Miguel habla de construcción de la fuerza, parte de redefinir las
fuerzas motrices, de acuerdo a la particular forma que el capitalismo toma
en Chile, a la vez que se aparta de definiciones de ciertos dogmas que no
se ajustaban a nuestra realidad y que excluían a vastos sectores del pueblo,
por eso su idea lejos de ser sectaria o elitista es amplia, es convocante,
incluye a los pueblos originarios, a los pobladores, a los pobres del campo
y la ciudad, a las mujeres, los jóvenes, a los suboficiales y tropas, además
del eje clásico del proletariado urbano y rural. Pero esa fuerza, motor,
soberana de los cambios, no se hacía tal en forma espontánea, ni se podía
hacer desde arriba ni en forma administrativa; para que fuera tal debía
construirse en un proceso de lucha, en sus distintas formas y niveles de
organización, debía ser una fuerza de gestión profundamente democrática,
que asumiera en sus frentes y a nivel de la sociedad tareas de poder local,
regional, nacional, según iba desarrollándose; es decir la fuerza se forma
también en el ejercicio del poder popular.
Y a pesar de las incomprensiones y hasta de las difamaciones. Allí donde
logró constituirse la fuerza, el FTR, el MCR, el FER, el MPR etc., los frentes
sociales organizados, la vida cotidiana y los problemas fundamentales de
esos sectores se fueron asumiendo y resolviendo desde la base, desde el
poder local, incluso donde mayor fortaleza adquirió el movimiento popular
y no por casualidad donde mayor resistencia hubo al golpe militar, fue donde
se logró llegar a mayores niveles de coordinación, tal fue el caso de los
Comandos Populares, de los Cordones Industriales y de los Consejos Comunales
Campesinos.
Miguel fue un leninista por excelencia, comprendió con claridad meridiana
la necesidad de la organización, del partido revolucionario, para poder
llevar adelante las tareas antes mencionadas. No por casualidad confluyeron
muchos jóvenes y trabajadores provenientes de otras vertientes que estaban
en la misma búsqueda, en la formación del MIR; no hay que olvidar para poder
entender bien este hecho y su trascendencia histórica, que la conducción
de la izquierda en ese momento estaba mayoritariamente atrapada en el parlamentarismo,
en el etapismo, y en la renuncia a la construcción del poder político-militar
del pueblo; que había por parte de esas fuerzas una búsqueda permanente
de alianzas con fuerzas de la burguesía, especialmente con la Democracia
Cristiana, partido al cual se le atribuían numerosas virtudes, entre ellas
la de ser "democráticos" y "antifacistas" y se priorizaban esas alianzas
antes que la unidad con la izquierda revolucionaria.
Miguel tenía otra idea de la unidad, no eran alianzas para mantener el sistema,
o para lograr mínimos espacios; era la unidad de los revolucionarios y de
todas las corrientes de la izquierda el primer paso a consolidar, con una
plataforma común, básica, y con esta fuerza sólida y en movimiento, atraer
a los sectores consecuentemente democráticos.
Nosotros sabemos por experiencia que el concepto de "consecuentemente democráticos"
no está puesto por casualidad en la memoria; ya otros "democráticos" habían
demostrado su verdadera cara al proscribir precisamente al partido de izquierda
que los llevó a ganar las elecciones. Una y otra vez se repetía en Chile
la misma conducta y se sigue repitiendo casi como una regularidad histórica
sobre la cual habría que reflexionar más radicalmente.
Miguel proyectaba la revolución chilena dentro de América Latina y del auge
de la lucha emancipatoria a nivel internacional y especialmente en el Tercer
Mundo; se sentía profundamente unido a Cuba y a Vietnam. Impulsa la unidad
de las fuerzas revolucionarias del Cono Sur, y ve sus frutos en la Junta
Coordinadora Revolucionaria de organizaciones de Bolivia, Argentina, Chile
y Uruguay.
Mucho se podría decir en un día como hoy, de su consecuencia, de su lealtad
al pueblo y a su partido, de su lealtad al presidente Allende; del significado
que adquiere su decisión de quedarse en Chile, siendo quien encabezaba la
lista de los dirigentes más buscados por la dictadura. Podríamos recordar
su palabra rápida, su lucidez de análisis, su profundo conocimiento del
país: pero por sobretodo, deberíamos traer a Miguel al Chile de hoy.
Si Miguel optó teórica y prácticamente por la necesidad y posibilidad de
los cambios reales y profundos, cuando el capitalismo en Chile, todavía
daba algunos espacios democráticos, cuando los trabajadores tenían ciertos
derechos, cuando podían organizar sindicatos ramales, cuando la marginación
no alcanzaba los niveles de hoy, y el abismo social no era de la envergadura
del actual; ¿Estaría Miguel "humanizando el neoliberalismo"? ¿Estaría Miguel,
negociando modificaciones a una ley de la dictadura, con una fuerza proimperialista,
empresarial y prodictatorial? ¿Habría Miguel hipotecado la unidad de la
izquierda, por tirarle un salvavidas a una variante del mismo modelo neoliberal?
¿Estaría Miguel trabajando en lo social, renunciando a la organización política?
¿ Habría Miguel, renunciado a la continuidad del MIR?Son preguntas pertinentes,
porque no se puede honrar la memoria de un revolucionario que dejó su sangre,
su vida, sus jóvenes años, por la felicidad de su pueblo, sin proyectar
sus ideas, su obra a nuestro propio que-hacer, so pena de hacer de la conmemoración
un hecho formal y vacío, una rutina que poco a poco pierde fuerza y sentido,
para terminar reviviéndola en los quinquenios y las décadas, o simplemente
diluyéndose en el olvido.
Miguel nos dejó tareas, nos mostró que había que crear y recrear ideas y
métodos; legó al pueblo chileno una organización, parte importante de la
izquierda chilena, de su tradición de lucha.
La unidad real de la izquierda, la unidad del movimiento popular que resurge
incipientemente y se enfrenta al neoliberalismo desde distintos conflictos
y alcances, la necesidad de su coordinación y la superación definitiva de
métodos de trabajo y de relación poco sinceros, impositivos, formales, son
algunas de las urgentes tareas pendientes que hay por delante, que sirva
la memoria de Miguel, para hacer balance de nuestra práctica, de la de cada
uno de nosotros.
CON MIGUEL EN LA MEMORIA, AVANZAREMOS HASTA LA VICTORIA!!!
POR LOS OBREROS
POR EL PUEBLO
POR LA REVOLUCIÓN TE PROMETEMOS TERMINAR LO QUE TU EMPEZASTE QUERIDO COMPAÑERO!!!
(PAPO)