Opinión
México
Certidumbre Por:
Gerardo Fernández Casanova (especial para
ARGENPRESS.info) (Fecha
publicación:11/07/2006) |
Como nunca antes en
su historia, el pueblo de México está decidido a transformar la realidad. En los
mismos términos, la elite de los privilegiados de siempre pretende conservarla,
a como de lugar. En el extremo de los absurdos, el pueblo lo está haciendo con
las herramientas del derecho formal (inventado por los conservadores) en tanto
que éstos lo hacen contraviniéndolo. El pasado 2 de Julio se registró la más
copiosa y entusiasta elección de la historia, al cabo de una prolongada campaña
electoral, que en todo momento estuvo determinada por el afán de la derecha de
frenar y descarrilar la movilización popular y, particularmente a quien es su
líder, aplicando las más truculentas fórmulas de trapacería
política.
Personalmente no dispongo de ningún elemento probatorio que me
permita decir que se cometió un fraude electoral, así como tampoco asegurar que
Andrés Manuel fue el triunfador de la elección (aunque ese ha sido mi mayor
deseo y mi pronóstico). No obstante, la historia de la política mexicana de los
últimos tres años ofrece indicadores válidos para afirmar ambas posibilidades. A
partir de las elecciones intermedias del 2003 en que se renovó la Cámara de
Diputados federal y, en la Ciudad de México, la Asamblea Legislativa y los Jefes
Delegacionales, se desató la carrera hacia la elección presidencial del 2006; en
esa ocasión el PAN del presidente Fox sufrió una significativa derrota al mermar
sus posiciones en el Legislativo federal, en tanto que el PRD registró un
contundente triunfo en la Ciudad de México en los tres espacios electorales en
juego, impulsado por la popularidad del Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López
Obrador, colocándolo como puntero para la sucesión presidencial y, por
consecuencia, convirtiéndolo en el sujeto a vencer y en el blanco de los ataques
desde todas las trincheras políticas, siempre con el afán de descarrilarlo y
sacarlo de la contienda. Se armó lo que el propio AMLO calificó como un complot,
caracterizado por la virulencia con la que los medios masivos de comunicación,
principalmente los electrónicos, hicieron eco para calar en la opinión pública.
Haciendo gala de gran irresponsabilidad pusieron al país en vilo por la
pretensión de descalificar de antemano al adversario por la vía del desafuero.
Todos los intentos frustrados sirvieron de fermento al proyecto alternativo
encabezado por AMLO quien, finalmente, se convirtió en el candidato de la
izquierda coaligada encabezada por el PRD.
La campaña electoral de los
conservadores mantuvo la misma estrategia descalificadota que la antecedió,
profundizando en lo que llegó a caracterizarse como guerra sucia, presentando al
oponente como “un peligro para México” atribuyéndole toda suerte de
perversidades, incluyendo su comparación con el Presidente Chávez, no sin antes
haber demonizado la figura del líder de la Revolución Bolivariana. La mentira y
la truculencia fueron norma de la campaña de Calderón, no tanto por la
Presidencia para él, sino contra la posibilidad de la Presidencia para López
Obrador. La respuesta fue una sólida campaña de respuestas informativas para
desarmar el infundio y agregar una bomba demoledora al denunciar los manejos de
Hildebrando Zavala, cuñado de Calderón, tanto en materia de tráfico de
influencia en la procuración de contratos, como por su intervención en los
diseños y operaciones informáticas del Instituto Federal Electoral. En resumen,
la campaña panista se caracterizó por la mendacidad y la virulencia.
Con
este antecedente resulta difícil imaginar que en la madrugada del 2 de Julio,
los que hasta la noche anterior se comportaron como hampones, por arte de magia,
se convirtieran en los impolutos demócratas que operaron el proceso comicial con
la más absoluta transparencia. No me resulta fácil creer que, si durante toda la
campaña mintieron, ahora se pretendan paladines de la verdad. El resultado de su
actuación no puede ser otro que la incertidumbre.
Sin embargo, con el
mejor de los ánimos, se les concede el beneficio de la duda y solamente se
reclama la apertura de los paquetes electorales para el recuento de los votos.
Nada más, pero nada menos. Si no hubo fraude, no habría razón para oponerse al
recuento, como aferradamente lo hacen los voceros del PAN. Si de tal ejercicio
se confirma que Calderón obtuvo la mayoría de los votos, habrá que reconocérselo
y rumiar en casa el sabor de la derrota. La concentración popular despasado
sábado en la que AMLO informó su postura en este sentido, y las que se convocan
en adelante, confirman la decisión de la gente para andar el camino de la
justicia y la libertad. Sólo se demanda certidumbre.
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