“Nos limitamos a ser
intermediarios entre el dolor y el olvido, y por eso nos matan.” La
frase pertenece a un corresponsal de guerra español muerto en Sierra
Leona y se recuerda como al pasar en
La mirada
incómoda, el libro que los
familiares y amigos de José Couso armaron para la memoria del
periodista asesinado, cámara en mano, el 8 de abril de 2003 en
Bagdad. He estado leyéndolo porque me
regaló un ejemplar Javier Couso, el hermano de José que nos visitó
la semana pasada para participar en el Encuentro de Corresponsales
de Guerra. El libro está cerrado ahora sobre mi mesa de trabajo,
pero la frase sigue doliéndome como una herida abierta y me viene
una y otra vez a la cabeza, como el estribillo de una canción que
repetimos por inexplicables intermitencias del
recuerdo. Esa frase me dice que la guerra es solo una forma de
matar. Que hay otras muertes de a poquitos, a pellizcos, a mentiras
y silencios, a olvidos. No es nuevo decir que a Cuba han decidido
convertirla en un esquema, cuando no la borran del mapa y se
desentienden de ella, con todos nosotros dentro. Es casi un lugar
común en los medios de la izquierda repetir que se ha ido
domesticando la opinión pública con el propósito de convertirla en
cómplice del guillotinazo final que los estrategas de la guerra nos
tienen preparado. Sabemos que quienes se ocupan de la avanzada
mediática –la que va antes de las bombas que matan a
civiles-pobladores y civiles-periodistas– no son amnésicos ni
olvidadizos, sino conscientes, deliberados “olvidadores”.
El
problema es que muchas veces no reparamos en los ejemplos de esa
perversión que conducen a la muerte, porque nos aburrimos o nos
cansamos de ver desfilar las mentiras y las omisiones en los
despachos periodísticos, y nos hartan los sesudos análisis de los
sociólogos, politólogos y cubanólogos que bullen por esos mundo de
Dios, y parecen saber más de las Isla que los que vivimos
aquí. Sin embargo, cada vez que se dejan pasar consciente o
inconscientemente esas perlas, la campaña esterilizadora se
extiende, cobra fuerza y puede terminar ahogándonos, como los
tentáculos de una hidra. “La capacidad del hombre para cerrar
los ojos es ilimitada. Solo así se pueden explicar los horrores del
nazismo”, diría Willy Brandt. Miren, por ejemplo, la
información que este domingo circuló en un cable de la agencia
Reuters, fechado en Ginebra, y que reprodujeron
este lunes importantes diarios financieros: “Los dos mayores bancos
suizos cesan todas las transacciones con Cuba”. Se trata, nada menos
que de la Union
Bank of Switzerland (UBS) y la Credit Suisse.
¿A qué se debe esta decisión? Según los directivos de los bancos, a
que la Isla es considerada como un país "sensible", junto
a Irán, Birmania, Sudán, Corea del Norte y Siria. (No dice por
quién, pero podemos intuirlo.) Ni el funcionario, ni el despacho
de la agencia, recuerdan por ningún lado que desde el 2005, el
UBS cesó el servicio que prestaba de cuenta corriente en dólares y
francos suizos al sistema bancario cubano y comenzó a rechazar todas
las operaciones con los Bancos del país, después de ser amenazado y
sancionado por el gobierno estadounidense. Dice Reuters que el portavoz de
UBS, Christopher Meier, “achacó la decisión a los costos demasiado
elevados de vigilar el respeto a las reglas financieras y
legales”. Por ninguna parte se aclara un detalle inconveniente:
detrás de esta medida se encuentran las nuevas regulaciones
adoptadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC),
adscrita al Departamento del Tesoro norteamericano, que “desde
inicios del 2006 incrementó el acoso financiero a los activos
cubanos y se ha estandarizado a través de los órganos reguladores
bancarios de los Estados Unidos la aplicación de sanciones a
terceros que violen sus disposiciones”, como aparece en el informe
contra el bloqueo de EEUU, presentado por Cuba en Naciones Unidas el
pasado 8 de noviembre y que reporta además 10 medidas similares
contra otras entidades financieras. ¿Es inocente la
información? En lo absoluto. Como suele ocurrir en estos
casos, presentan a la víctima como el victimario, despachando las
carencias y dolores de una nación tras el estereotipo de “país
sensible”, sin aclarar qué rayos significa y ahorrándole al público
el detalle revelador de que Estados Unidos ha logrado extender fuera
de sus fronteras una ley nacional en virtud de la cual se ejecuta el
bloqueo contra Cuba, considerado un genocidio y vetado hace unos
pocos días por 183 países, incluyendo la neutralísima
Suiza. En fin, querido Couso y queridos
intermediarios de la verdad que en este mundo existen, hay muchas
maneras de matarnos antes de que llegue la guerra de los misiles
“inteligentes”. Eso sí: el dolor siempre empieza con el olvido.
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