Comprometido
con la lucha de su pueblo, vivió las penurias, alegrías y las
contradicciones de una época que marcó igualmente su muerte, a manos
de sus propios compañeros en la guerrilla, el día 10 de mayo de
1975.
Hace unos días, mi hijo mayor, demandó explicaciones
respecto a su nombre. El por qué de el, de donde provenía tal manera
de llamar a alguien. Por qué se llamaba Roque y no Juan por ejemplo.
No tuve que hacer mucha memoria para recordar a un poeta y su vida,
que llenaron mis horas por largas jornadas y que influenció esta
elección a la hora de dar un nombre significativo a este hijo que
hoy interrogaba por su patronímico. Roque Dalton García es el nombre
del ejemplo. Un hombre al cual podemos perfectamente, asimilar la
paráfrasis de su propio homenaje a la muerte del Che. Roque Dalton
es: 'la encarnación de los más puro y lo más hermoso que existe en
el seno de esa actividad grandiosa que nos impone nuestra época: la
lucha por la liberación de la humanidad; la profunda lección moral y
política de su vida y de su muerte forma parte inapreciable del
patrimonio revolucionario de todos lo pueblos del mundo, y cuya
desaparición física es un hecho irreparable para el cual no debemos
escatimar lágrimas de revolucionarios; la actitud fundamental a que
nos obliga su actual inmortalidad histórica es hacernos
verdaderamente dignos de su ejemplar
sacrificio'
Un
Hombre como Nosotros
'La
poesía no se escribe con ideas, sino con palabras' declaraba, a
fines del siglo XIX, el poeta francés Guillaume Mallarmé. Esta
sentencia, errada en Latinoamérica, y supongo que en el resto del
planeta, sobre para todo aquel que tenga como arma de combate la
escritura contra las injusticias que se cometen, cae
estrepitosamente ante la obra vital y literaria de poetas,
narradores y todos aquellos hombres y mujeres que han hecho de la
literatura el modo de expresar verdades, sentimientos, deseos,
anhelos e igualmente fracasos. Uno de esos hombres: vital, vigoroso
y tenaz fue Roque Dalton García, una de las figuras cimeras de
la
poesía Latinoamericana del siglo XX. Tan genial
como desconocido, tan brillante como comprometido con las causas de
justicia y libertad de su pueblo: El Salvador, país en el que nació
el 14 de mayo de 1935. Hijo de un estadounidense afincado en esas
tierras centroamericanas y una enfermera salvadoreña, estudió en un
Colegio de jesuitas, que le entregó las armas de la disciplina y
la
constancia. A pesar de esa formación religiosa supo
empaparse de la realidad trágica de su pueblo y abrevar su espíritu
inquieto con letras de Neruda, Vallejos y los representantes de
la
escuela Surrealista. Los poetas franceses como
Billón, Saint John Perse, Kafka, Salarrué y hasta Henry Miller
allegaron agua a ese molino creativo, inquieto, pleno de un humor
desbordante y de extremo rigor intelectual, como solía
caracterizarlo el fallecido escritor argentino Julio
Cortázar.
Roque Dalton se definía como uno de nosotros, sin
más ni menos: 'Yo como tú amo el amor, la vida, el dulce encanto de
las cosas, el paisaje celeste de los días de enero. También mi
sangre bulle y río por los ojos que han conocido el brote de las
lágrimas. Creo que el mundo es bello, que la poesía es como el pan,
de todos. Y que mis venas no terminan en mí, sino en la sangre
unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el
paisaje y el pan, la poseía de todos'. Poeta y revolucionario son
dos conceptos que en Roque Dalton se conjugaron con perfecta
armonía. Demostró, mediante su temática como escritor y en la vida
práctica como intelectual comprometido con las causas justas de su
pueblo y de Latinoamérica, que la verdad sí podía ser encerrada en
palabras. Mediante la poseía, sostenía Dalton, era posible decirlo
todo
'... Poesía, perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras...'. '...agradecido te saludo
poesía porque hoy al encontrarte (en la vida y en los libros) ya no
eres sólo para el deslumbramiento, gran aderezo de la melancolía.
Hoy también puedes mejorarme, ayudarme a servir, en
esta larga y dura lucha del pueblo...' Para Roque Dalton el trabajo
poético le permitía expresar su propia vida, de la que era testigo y
coautor, su tiempo, los hombres, el medio que compartían con todas
su interdependencias: 'Camino para tal intento, desde el hecho,
aparentemente simple de ser salvadoreño, o sea, parte de un pueblo
latinoamericano que busca su felicidad luchando contra el
imperialismo y la oligarquía criolla y que, por razones históricas
bien concretas tiene una tradición cultural sumamente pobre. Tan
pobre, que solamente en una debilísima medida la ha podido
incorporar a esa lucha que reclama todas las
armas'.
Un
Poeta Revolucionario
Todo
tipo de temas ocupó su mente. Sus letras, opiniones y acciones son
expresión de diversidad basada en la riqueza en el uso del lenguaje,
y el compromiso político que lo embargaba. Su riqueza oral y escrita
se demostraba verbo a verbo, en una poesía de rompimiento con los
moldes y usanzas de la época. Sus poemas son
verdaderos edificios elaborados con insólitas relaciones, entre
elementos disímiles en una lucha dialéctica de unión y lucha de
contrarios. Viajó, al igual que su referente político y modelo de
hombre: El Che, por gran parte de Latinoamérica. Vivió en Santiago
de Chile, donde estudió la carrera de leyes y en México, donde se
empapó de periodismo y tertulias literarias. A pesar de militancias,
luchas, y avatares políticos su visión de la poesía era firme: 'El
poeta debe ser, fundamentalmente fiel con la poesía, con
la belleza.
Dentro del caudal de lo bello debe sumergir el
contenido que su actitud ante la vida y los hombres le imponga como
gran responsabilidad de convivencia, Y aquí no caben los
subterfugios ni la inversión de los términos. El poeta es tal porque
hace poesía, es decir, porque crea una obra bella. Mientras haga
otra cosa será todo lo que quiera menos un poeta. Lo cual, por
supuesto, no implica con respecto al poeta una privilegiada
situación entre los hombres, sino tan sólo una exacta ubicación
entre los mismos y una rigurosa limitación de sus actividades, que
también sería eficaz en el caso de particularizar la calidad de los
médicos, los carpinteros, los soldados o los criminales'.
'La
ventana en el rostro' escrita en el año 1961 fue su primer libro, y
en él están contenidos las características de lo que sería todo su
trabajo futuro: Un lenguaje fulgurante y de ruptura, la voluntad
conceptual y una estructura innovadora que empieza a abrirle paso en
la gran camada de poetas, cuentistas, ensayista y novelistas que ha
dado Latinoamérica en el siglo XX. Le siguió 'El Turno del
Ofendido', donde comienza a perfilarse con mayor nitidez su poesía
plena de ironía y crítica no sólo frente a otros poetas, sobre todo
los adoradores del soneto, que para Dalton significaba, en ese
momento 'una poesía conservadora, anacrónica y no sólo por el
formalismo esencial que el sonetismo conlleva, sino porque los
problemas de la vida actual no caben en vasos tan puros y estrechos'
(Carta de Roque Dalton a los autores de la Revista 'De aquí en
adelante'. En el Poema 'Canto a Nuestra Posición' dedicado a su
amigo y compañero Otto René Castillo, expresa su crítica afilada a
esos llamados de hacer florecer todo en el poema ya que el hombre
parecía ser un pequeño dios: '...¿Cómo pudisteis cantar infamemente
a las abstractas rosas y a la luna bruñida, cuando se caminaba
paralelamente al litoral del hambre y se sentía el alma sepultada
bajo un volcán de látigos y cárceles, de patrones borrachos y
gangrenas y obscuros desperdicios de vida sin estrellas?...Ay poetas
que os olvidasteis del hombre, que os olvidasteis de lo que duelen
los calcetines rotos, que os olvidasteis del final de los meses de
los inquilinos, que os olvidasteis del proletario que se quedó en
una esquina con un bostezo eterno inacabado, lleno de balas y sin
sangre, lleno de hormigas y definitivamente sin pan... ay poetas
¡como duelen vuestras estaturas inútiles!.'
Estudió e
investigó con rigurosidad y con originalidad la historia de El
Salvador a través de la publicación de un libro de testimonio
fundamental, para el estudio de los acontecimientos relacionados con
las luchas obreras y campesinas en El Salvador: 'Miguel Mármol: la
insurrección en El Salvador: año 1932'' donde a través de la
historia de este personaje real se da cuenta de la represión al
levantamiento campesino y que ocasionó 20.000 muertos en apenas tres
meses. Su quehacer literario lo colocó al servicio de su pueblo y
cuando este reclamó su presencia en esa Inmensa estepa verde que son
las montañas de Morazán, y ellas se convirtieron en su hogar no dudo
un minuto en convertirlas en una nueva trinchera de palabras y
balas. Morazán se convirtió en el último centro de su creación, no
sólo de dardopalabras maravillosas lanzadas al centro de la
injusticia, golpes de ideas, de agudezas sustantivas, verbales y
adjetivas, bofetadas de realidad, sino también de plasmación de ese
hombre nuevo, que años atrás, en montañas de la sierra boliviana se
empezó a visualizar en forma de pájaro de fuego llamado Ernesto.
Morazán sería su escalón más alto en la vida de un revolucionario,
su vida plena pero también su muerte, tan brutal como absurda a
manos de una fracción de la organización guerrillera en la cual
militaba, en el trágico 14 de mayo del año 1975.
Este hombre,
bajo en estatura pero gigante como poeta y rebelde en una
conjugación práctica y , estaba convencido que una de las vías
fundamentales, posibles de transformar al intelectual en intelectual
revolucionario era la acción social. Una práctica que le daba temor,
tan presente junto al miedo y la pérdida de la inocencia en cada uno
de sus poemas: '27 años: Es una cosa seria tener veintisiete años,
en realidad es una de las cosas más serias. En derredor se mueren
los amigos de la infancia ahogada y empieza a dudar uno de su
inmortalidad'. Esa praxis social debía hacerse en el seno de la
lucha de los pueblos que llevan a cabo su combate por dejar sólo de
sobrevivir y llegar a conocer lo que es vivir como un verdadero ser
humano. Su paso por Cuba, donde dejó a sus dos hijos, para dedicarse
a la lucha guerrillera le dio la formación necesaria, no sólo desde
el punto de vista político sino que literario y de reconocimiento
expresado en su Premio Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1969,
por su poemario 'Taberna y Otros Lugares'.
Este libro de
poemas es la expresión de lo que fue Roque Dalton, un insurrecto
permanente, un visionario, un hombre dotado de gran sutileza. En
plena efervencia pre- Primavera de Praga en el año 1968, Roque
Dalton solía visitar las viejas tabernas del centro de la capital de
la ex
Checoslovaquia, después de su trabajo en
la
Revista Internacional, que reunía la crema y nata
de los ideólogos comunistas de ese entonces. En esas visitas llenas
de espumosos brebajes, Roque, armado de una vieja máquina grabadora
se deleitaba escuchando las conversaciones de estudiantes, obreros y
soldados. De ese trabajo salió Taberna y Otros Lugares, pero también
el convencimiento que el socialismo, en aquellos grises países de
Europa del Este no eran el modelo natural de esa visión de mundo,
que tarde o temprano reventaría por sus propias contradicciones, y
que Latinoamérica no debía trasladar mecánicamente las experiencias
políticas allende el Atlántico.
El
Gran Habitante del Pequeño Pulgarcito
Uno
de sus hijos, Juan José
Dalton lo describe como un tipo genial, poseedor de sentido del
humor inigualable, un hombre que sabía esconder las tristezas bajo
una permanente sonrisa y con una decisión inquebrantable. Así,
cuenta Juan José: 'En la
Habana teníamos un vecino que se llamaba Fernando Martínez, era un
experto en marxismo-leninismo. Como en su casa se había roto el
refrigerador, mi papá le guardaba la carne y le pollo a cambio de
clases de materialismo. Cuenta Fernando que en una de esas calurosas
tardes de 1972, había salido a la verja de su casa. Bajando por
la calle
J, del Vedado (donde aún está nuestra casa en La
Habana), venía rodando mi padre. El poste de la esquina lo detuvo.
Fernando se le acercó. '¿Roque, que te pasa chico? Mira como
vienes...' 'No voy a seguir bebiendo Fernando, porque si no, no voy
a poder ser guerrillero', le contestó a modo de autocrítica.
'Efectivamente, nunca más lo volví a ver tomado... Fue la última
vez. Nunca creí que esa la despedida', me contó aquel cubano'. Era
la última vez pues su próximo paso era integrarse a las fuerzas
guerrilleras que actuaban en El Salvador.
Roque era también
un escritor del más íntimo lirismo, capaz de expresar los dolores
que llegaban del testimonio práctico de las heridas de su pequeño
pulgarcito, como una vez definió la poetisa chilena Gabriela Mistral
a El Salvador. Sus letras venían del pueblo, de la herida vallejiana
que carcomía la vida de ese Salvador suplicante de ser salvado. Nos
legó la policromía de su estilo, la riqueza y vivacidad de su prosa
refulgente y dinámica, la belleza de sus ideas y lenguaje. Nos dejó
un arma defensiva a la cual recurrir, cuando los significados y
significantes nos amenazan con evadir sus responsabilidades. Sus
escritos no marcharon nunca al margen de la hoy tan vilipendiada
lucha de clases pero, esa contradicción vital era transmitida en
forma tan sugerente y pedagógica, tan finamente irónica y genial,
que podía enseñar más con el corazón que con manuales, con su
experiencia más que con citas de sesudos personajes. Roque, a su
manera, mostró el escalón más alto del ser humano, para llegar a
tener los derechos nunca alcanzados de su pueblo: 'El escritor y el
artista latinoamericano promedio, lucha en distintos niveles contra
el régimen que lo discrimina, lo humilla y lo persigue; y más, que
el poeta y el escritor, es el subversivo, el perseguido, el preso,
el torturado. Y comienza a ser el asesinado junto a miles de su
pueblo, y el que combate con las armas en la mano, en consecuencia
los nombres de Javier Heraud, Edgardo Tello, Otto René Castillo
encabezan la lista.
'Su pequeña amada patria era un tema
constante en sus letras. Mezclaba en ello la rabia y la ternura, el
amor y el odio más profundo. Mientras su madurez biológica avanzaba
inexorable, su florecimiento intelectual, nutrido en tierras
latinoamericanas y europeas, desbordaba los cauces poéticos
conocidos hasta la época. Su amor por ese
pedazo de tierra de 20.000
kilómetros cuadrados, no tenía los límites
señalados en mapas y acuerdos políticos, pero se había transformado,
con el paso de los años y el exilio, en un dolor que laceraba todo
su ser, y lo convencía que la redención de su Salvador, pasaba por
liberarlo de todo aquello que roía su existencia. Roque estaba
convencido, que la libertad de su diminuta tierra era parte de la
construcción de múltiples patrias dispersas por la mestiza
Latinoamérica. La edificación de un verdadero Nuevo
Mundo, con hombres nuevos era considerada por Roque Dalton como un
camino plagado de dificultades, una senda difícil, dura y terrible,
que necesitaba de inéditos y más penetrantes dolores para lograr
erradicar su enajenación: 'Necesitas bofetones, electro-Shocks,
Psicoanálisis, para que despertés a tu verdadera personalidad...
habrá que meterte a la cama, a pan de dinamita y agua, lavativas de
cóctel molotov cada quince minutos, y luego nos iremos a la guerra
de verdad, todos juntos, novia encarnizada, mamá que parás el
pelo'
Ser
Fuerte sin perder la Ternura
Roque
fue también periodista, de aquel que desolla, que enseña y no hace
de la lisonja el pan de cada día. Se alejó y burló del dogmatismo
obnubilante, verdadero opio del deseo y práctica de cambios. Los
esquemas incuestionables, hayan sido políticos o literarios no eran
su alimento. No existía disyuntiva entre su creación artística y su
actividad política, entre versos y reforma agraria, entre ensayos
literarios y prácticas guerreras ¿Su máxima? La duda, siempre la
duda en lugar del dogma que adormece. La crítica que construye en
lugar del acatamiento incondicional. El aprendizaje de esto fue un
proceso doloroso: 'Mi actitdu ante el contenido ideológico y la
trascenedencia social de la obra poética está determinada
fundamentalmente por dos hechos extremos: el de mi larga y profunda
formación burguesa y el de la militancia revolucionaria que mantengo
desde algunos años. La práctica en las filas del partido ha
organizado mi preocupación e siempre por los problemas de la gente
que me rodea, del pueblo, en último grado y ha ubicado con exactitud
ante mi atención, las responsabilidades fundamentales a las cuales
deberse, así como a la forma concreta de realizar esos deberes a lo
largo de la
vida. Pero los largos años en el Colegio Jesuita,
el desarrollo de mi primera juventud en el seno de la chata
burguesía salvadoreña, el apegamiento a formas de vida
irresponsables, alejadas con santo horror del sacrificio o de los
problemas esenciales de la época, han dejado en mí sus marcas, las
cicatrices que aún ahora duelen'.
Estas palabras escritas en
su Ensayo 'Poesía y Militancia en América Latina' son ese ejemplo de
autocrítica que animaba a Roque Dalton y que resumen esa vida
plagada de contradicciones pero siempre honesta. El destino con la
revolución marcó su existencia, era un indiscutible compromiso de
pareja. En un mundo como el que se nos presenta en este nuevo
milenio requiere de nuevos honores, de nuevas formas de enfocar los
cambios necesarios para los pueblos subdesarrollados, pero
igualmente se necesita de un conciencia de revolucionarios, de
poetas como Roque que si la muerte no lo tuviese en su seno,
seguiría convocando a esta generación de móviles y globalización en
la necesidad de ser revolucionarios hoy, en la época dura, la única
que da posibilidades de ser sujeto de epopeyas: 'Ser revolucionario
cuando la revolución ha eliminado a sus enemigos y se ha consolidado
en todos los sentidos puede ser, sin lugar a dudas, más o menos
glorioso y heroico. Pero serlo, cuando la calidad de revolucionario
se suele premiar con la muerte es lo verdaderamente digno de
la poesía.
El poeta entonces la poesía de su generación y la
entrega a la historia'. Roque
Dalton García entregó su poesía a toda una
generación de latinoamericanos que a 27 años de su asesinato, tan
brutal como absurda a manos de un grupo de dogmáticos que jamás
conocieron al verdadero Roque, camuflado bajo el nombre de Julio
Delfus Marín en las montañas de Morazán. Quienes lo asesinaron jamás
le perdonaron su humor, su desparpajo ante las más insólitas
situaciones, su imaginación llena de optimismo por el mejoramiento
humano.
El poeta Nicaragüense Julio Valle al saber sobre la
muerte de su amigo dijo a su hijo Juan
José 'Mirá hermano, quienes mataron a Roque no
tenían humor' una ingeniosidad tan permanente y vital que hizo
exclamar a Eduardo Galeano que Roque era capaz de hacer reír hasta
las piedras. Capaz de sacar sonrisas, pero recordarnos sobre el
sufrimiento de sus hermanos en el Poema de Amor: 'Los que ampliaron
el Canal de Panamá (y fueron clasificados como 'silver roll' y no
como 'gold roll') los que repararon la flota del pacífico en las
bases de California, los que se pudrieron en las cárceles de
Guatemala, México, Honduras, Nicaragua, por ladrones,
contrabandistas, por estafadores, por hambrientos... los sembradores
de maíz en plena selva extranjera, los reyes de las páginas rojas,
los que nunca sabe nadie de dónde son, los mejores artesanos del
mundo, los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera, los
que murieron de paludismo o de las picadas del escorpión o de la
barba amarilla en el infierno de la bananeras, los que lloraron
borrachos por el himno nacional, los arrimados, los mendigos, los
marihuaneros, los guanacos hijos de la gran puta... los eternos
indocumentados, los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo, los
primeros en sacar el cuchillo, los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas, mis hermanos'
Roque Dalton murió, y ahora
que El Salvador luego de muchos años de guerra civil empezó una
nueva y enigmática caminata por inéditos derroteros, es imperativo
recordar a aquellos, que regaron con su fresquísima sangre el camino
que hoy transitan otros nuevos hombres. El murió, pero está
encarnado en muchas vidas, que encuentran en su ejemplo, la luz que
guía y alecciona. Ha resucitado en este nuevo El Salvador, tal vez
un poco mejor que aquel sangrante país que conoció sus pasos
terrenos. Roque Dalton, hombre pequeñito de estatura pero gigante y
feroz con la pluma y el fusil está riendo, y lo hace henchido de
placer a pesar de las masacres y las lágrimas jamás recuperadas.
Roque es el recuerdo de la sangre joven prodigada por salvadoreños e
internacionalistas que lucharon por un Salvador más justo, que
entregaron sus vidas por una causa que no importaba tener como norte
la muerte si de verdad se moría entre pájaros y árboles, como decía
el poeta Javier Heraud. Roque ha triunfado y pronto será: Parques
infantiles, escuelas, hospitales, será nuevos poemas por venir, un
continente reidor y feliz por tener en su vientre a millones de
nuevos Roques por nacer.
*
Pablo Jofré Leal es periodista y escritor
chileno.
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