Jornal
de Arequipa
Revista
digital de actualidad política y cultural
Arequipa,
Perú, Mayo 2006
http://www.jornaldearequipa.com
Extravíos de un profeta desmemoriado
por Arturo Corcuera
Reproducido de Le Monde Diplomatique
En el reciente artículo
“Razones para una alianza”, publicado en el diario El País de España, nuestro
gran escritor Mario Vargas Llosa ha instado a las agrupaciones políticas, sin
éxito de convocatoria, a formar una alianza contra el candidato Ollanta Humala. Esgrime no razones
nuevas y fundamentadas sino las mismas mentiras de las que se vale la prensa
sucia, con el objetivo de confundir, engañar y sobresaltar a los electores
peruanos residentes en el extranjero, y a los lectores y gobiernos de la
Comunidad Europea. No es la primera vez que nuestro escritor acomete,
con la mentira de sus verdades, contra las alternativas populares del Tercer
Mundo. Ya Gunter Grass le
llamó la atención en su momento. No se le conoce, en los últimos treinta años,
un gesto de compromiso con las causas más nobles. Su piedra de toque nunca ha
sido la piedra de David.
Es penoso que los juicios de Vargas Llosa se parezcan cada vez más a los de ese
dúo volante que siempre se hace presente en los países donde se realizan
elecciones, Carlos Montaner y Andrés Oppenheimer, pájaros agoreros y migratorios, afines a las
organizaciones ultraconservadoras de Miami, que pían
(y espían) nuestros cielos intentando provocar miedo, mediante presagios de
derrotas y catástrofes que no se producen. Se equivocan con puntualidad. Qué
clase de analistas son que nunca aciertan. Así ocurrió en las elecciones de
Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales. También el fino novelista deslizó las
peores profecías y escribió duros epítetos (siempre adereza con agravios sus
notas) contra el actual presidente de Bolivia en su condición de candidato. Por
falta de argumentos serios terminó enredándose en la sencillez de su “peinado
de campanero” e intentó destejer sin lograrlo la simpatía de su “chompa a
rayas”.
A Chávez no lo deja en paz por enarbolar las banderas
de Bolívar, haber alfabetizado y poblado de modernas clínicas los lugares
donde, hasta hace poco, la salud fue más mortal. Lo ataca por defender la
soberanía de su país y buscar una salida continental a los problemas de nuestros
países. Mario no suele apoyar las medidas progresistas por más que vengan desde
las democracias representativas, como las de Evo Morales y Hugo Chávez, en
cambio estuvo mudo frente a los retrocesos democráticos en la era de Aznar en España, en la que incluso el mandatario se vio
envuelto en acusaciones de la intentona golpista en Venezuela y fue el único
gobernante en adelantarse a reconocer los resultados fraudulentos de Fujimori en su tercera reelección. El escritor defiende las
fórmulas neoliberales, quizá se sentiría mejor si gobernase en Venezuela Carlos
Andrés Pérez, supuesto demócrata que ya dejó la cárcel y que, seguramente,
llegado el caso, aconsejaría votar por él a los venezolanos, también “tapándose
la nariz” con tal de que no ganara Chávez. Algo tan fácil de repetirse como el
abrazo imposible de la Venus de Milo.
Artículo tramposo y contradictorio el de Mario. El clan Humala
“aboga –ha dicho– por los fusilamientos masivos –entre ellos de
homosexuales–...”, endilga al candidato una grave frase proferida por su madre,
ante la pregunta maliciosa de un reportero sobre la violación perpetrada por un
criminal en Lima: “Debería fusilarse a los violadores y homosexuales”. Ollanta Humala ha aclarado hasta
la saciedad que él no ha dicho eso. Mario, sin embargo, no lo cuenta, la repite
a sabiendas y la usa contra él. Yo como lector y elector me siento engañado,
estafado. No recuerda que él cobró distancia de su hijo Álvaro frente a las
acusaciones a Toledo, y a nadie se le ocurrió atribuir los ataques al “clan
Vargas Llosa”. Entre las agrupaciones que marginan a los homosexuales están el Opus Dei, institución a la que
está ligado el partido de la candidata Lourdes Flores, y el PP de España, tan
gratos a Mario. No olvidemos también que algunos portavoces del Opus Dei defendían, no hace
mucho, el restablecimiento de la pena de muerte en el Perú.
Tramposa su nota cuando condena a un candidato que aún no ha gobernado y
absuelve al otro que por sus obras lo conocemos. Vaticina que el primero
“traerá las peores plagas”, “gobernará a latigazos”, “convertirá en un cuartel
la sociedad peruana”, ”un baño de despotismo, botas y chovinismo patriotero”,
”maloliente corrupción de un sistema dictatorial”. Le faltó citar como los
peores ejemplos de chovinismo patriotero a Bush y a Aznar, a los que favorece con sus opiniones.
Escribe Eduardo Galeano que “el patriotismo, hoy por
hoy, es un privilegio de las naciones dominantes. Cuando lo practican las
naciones dominadas se hace sospechoso de populismo o terrorismo...“. Variados
son los conceptos de patria. Para Martí patria es humanidad; para algunos
escritores la patria es la palabra; para Bolívar y los bolivarianos el concepto
de patria se extiende a todo el continente. El poeta palestino Mahmud Darwish, nominado al
Premio Nobel y uno de los poetas más leídos del mundo
árabe, nos cuenta: “Cuando era niño, en Enen Birwa, una pequeña aldea de Palestina, conocí un
diccionario de palabras feas: ‘ejército’, ‘frontera’ y sobre todo ‘refugiado’.
Había perdido lo que mi padre me había dicho lo que era la patria: ‘¿Qué es la
patria?: una casa, un caballo y un olivo’. Nada más, no banderas, no himnos, no
fusiles”. Pero hay en nuestros países quienes consideran que la patria es el
dinero.
Al segundo candidato, Alan García, lo reconoce Vargas Llosa como una fuerza
democrática con la que, venciendo escrúpulos, hay que gobernar conformando una
alianza en las elecciones y votar por aquel “tapándose las narices”. Ofensas
aparte, propone borrón y cuenta nueva. Se niega a recordar los años de la
administración de García cerrando los ojos de la memoria y del olfato, de este
modo queda impedido de percibir el olor a sangre y destierra al olvido las
violaciones a los derechos humanos durante su mandato, recogidas en el informe
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Sin embargo “recuerda”
cuando se trata de Humala algo que supuestamente va a
ocurrir y “olvida” lo que todos nosotros recordamos. Para colmo llama
desmemoriados casi al 31% de los votantes, que no olvida lo pasado y que pide
cambios aferrándose a una esperanza. Nota contradictoria la suya porque
reconoce él mismo la necesidad de “un programa radical y realista para llevar a
cabo las reformas que vayan cerrando los abismos que separan a los peruanos”.
Si hasta pareciese a ratos que impostara en la suya la voz del candidato Humala: “...mientras no haya una reforma profunda en todos
los ámbitos de la vida social (educación, salud, acceso a la propiedad, a los
créditos, al mercado de trabajo) todo crecimiento económico –como el de estos últimos
cinco años– sólo alcanzará a beneficiar a sectores reducidos de la
población...”. Pareciese también que hubiera leído su programa. Mario es de los
intelectuales que habla de cambios, pero cuando está frente a ellos, o los ve
venir, se irrita o se asusta.
Acusa a Humala de querer proyectar leyes de excepción
para los periodistas si este saliera elegido presidente, cuando el candidato se
ha cansado de expresar que respetará la libertad de prensa. La verdad es que no
la respetan en el Perú los propios dueños de algunos medios de comunicación. El
caso de César Hildebrandt, despedido
intempestivamente del Canal 2, es ilustrativo. Antes, por ejercer también su
programa con independencia y valentía, fue echado repetidas veces.
También retrotrae los tiempos del general nacionalista Juan Velasco Alvarado
para denostarlo con ese mismo tono despectivo: “Velasco y la pandilla de
militares que destrozaron el Perú entre 1968 y 1980”. Velasco gobernó hasta 1975 y murió en
el 77. Si bien es cierto que durante su gestión no existió democracia
representativa y cometió graves errores como la expropiación de la prensa, es
innegable que nunca antes el pueblo había accedido a derechos tan elementales
que democratizaron el país. Vargas Llosa no menciona esos derechos, los oculta.
Nunca más se venderían las tierras con familias enteras de indígenas, gracias a
la Ley de la
Reforma Agraria; las trabajadoras domésticas podrían asistir a sus
centros de estudios; la Ley de Educación, en la que participaron los
más brillantes intelectuales, reivindicó la lengua quechua y garantizó su
enseñanza y su uso en los medios de comunicación; se derogó la ley que prohibía
visitar los países socialistas, la que amenazaba con prisión a quienes la
desobedecieran; se establecieron relaciones con todos los países del mundo; se
instituyó la comunidad industrial; al fin pudimos ver El acorazado Potemkin o Morir en Madrid, antes prohibidas o
exhibidas clandestinamente; se nacionalizó el petróleo; se veló por los
derechos laborales de los que dependen la estabilidad en el trabajo y del país;
se liberó a los presos políticos y a quienes intervinieron en las guerrillas,
que quedaron así incorporados a la vida civil; se fundó el Instituto Nacional
de Cultura; se estimuló la creación del arte popular mediante exposiciones con
proyección nacional e internacional; se instituyeron los elencos artísticos;
los intelectuales tuvieron acceso a los organismos del Estado. Léase los
comentarios sobre el proceso de Velasco en el informe de la
Comisión de la Verdad. ¿Por qué, me digo yo, se callan en todos
los idiomas los que participaron en el proyecto de Velasco? ¿Qué se ficieron sus más entusiastas colaboradores? Por respeto a la historia del Perú, ¿por qué
no hablar de los aciertos y de los errores de Velasco? “¿No ha de haber un
espíritu valiente?”, inquiere a través de los siglos Don Francisco de Quevedo.
El aludido artículo ha servido, en mi caso, de piedra de toque para decidir mi
intención de voto. Iré a las urnas de la segunda vuelta acompañando a los
marginados en su camino de esperanza. Votaré con ellos por Humala.
Si defrauda y traiciona que el pueblo lo demande. Prefiero equivocarme con los
desposeídos que ser reclutado por quien finalmente acabó convertido en defensor
de la guerra de Irak y apologista de la posiciones de los tres jinetes de la
invasión, destrucción y ocupación del país de las mil y una noches.
Arturo Corcuera: Escritor peruano, "Premio
Nacional de Literatura",
Premio "Casa de las Américas".