CUMBRE Y PARADIGMA, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: CUMBRE NO, PARADIGMA

CUMBRE Y PARADIGMA

                                                                Jorge Gómez Barata

 

En una encuesta entre personas enteradas, ninguno de los entrevistados pudo responder qué fue la Iniciativa para la Cuenca del Caribe, impulsada por Ronald Reagan, ni mencionar algo acordado en una Cumbre Iberoamericana o en una de Las Américas. Lo intrascendente se descarta solo. La Cita en Margarita hará historia. 

En cuatro horas, en la isla Margarita, con gasto retórico y protocolar mínimo, 10 mandatarios sudamericanos despacharon la agenda más sustantiva que jamás hubiera examinado una reunión hemisférica. La presencia de todos los países de la zona, la mayoría representados por sus presidentes, indica la pertinencia de los temas tratados y la capacidad de convocatoria del anfitrión, Hugo Chávez.

En ocho años en la conducción de la Revolución Bolivariana, el presidente venezolano, demonizado por Washington y considerado “enfant terrible” por los políticos convencionales, ha presentado más iniciativas prácticas y viables para el desarrollo y la integración de la región, que todas las habidas en 500 años de dominación colonial y sometimiento imperial en los que no hubo ninguna.

Todos los proyectos impulsados por Chávez son realizables, tienen un efecto inmediato y disfrutan de un consenso aceptable. PretroCaribe, PetroSur, TeleSur, el Banco y el Oleoducto del Sur y el ALBA, entre otras, a las que se añaden decenas de acuerdos y convenios bilaterales que se suman a las realizaciones internas que, al desarrollar a Venezuela, contribuyen al avance de América Latina.

El líder venezolano que no es soñador ni excesivamente pragmático, combina la imaginación y el realismo político; impetuoso e impaciente cuando se trata de hacer avanzar las ideas, es capaz de negociar, construir consensos y bordear desencuentros.

El modo en que desactivó los nubarrones de un supuesto desacuerdo con Brasil, en torno a los biocombustibles, magnificado por adversarios y espectadores que lo consideraron en ruta de colisión con Lula, y el arte con que sumó al gigante sudamericano al proyectado Banco del Sur, prueban habilidad diplomática, flexibilidad y sabiduría salomónica.

Desde un liderazgo, legitimado por el respaldo popular, el carisma que aporta el origen y la juventud, y sustentado en la capacidad de maniobra que le confiere la posesión de un recurso estratégico como el petróleo, del que hace un uso acertado y legítimo, Chávez impulsa un proceso de alcance continental.  

El líder venezolano aprovecha las ventajas derivadas de una feliz coyuntura histórica en la que su vocación revolucionaria entronca con liderazgos auténticos, gobiernos de izquierda, populares, socialdemócratas o como mínimo, no oligárquicos y con líderes esclarecidos y honestos, empeñados en políticas de integración y desarrollo inéditas en cualquier parte del mundo.

Ese proceso que inevitablemente irradia e influye sobre toda América Latina, por su hondura, viabilidad y significado, supera por años luz a los empeños que dieron lugar al MERCOSUR, originalmente teñido con acentos de neoliberalismo y deja en la estacada a las propuestas de Estados Unidos, limitadas al libre comercio. La constitución de la Unión de Naciones Sudamericanas decreta la muerte por obsolescencia de la OEA y priva a Estados Unidos sin ministerio de colonias.

Lo más importante de los acuerdos de la Cumbre de Margarita, una operación de política perfecta, en la que sólo hubo ganadores y que dejó como saldo un clima de avenencia nunca antes visto, es que toca fondo y aborda problemas que hasta ahora, si bien en algunos casos habían permitido cierto crecimiento económico, no promovían el desarrollo.

Energía, industrialización, colaboración económica multifacética e intercambio económico mutuamente ventajoso, asistencia para el desarrollo de los países más atrasados, complementación tecnológica y coordinación política estable, todo ello sobre la base del autentico respeto a la igualdad soberana de los estados y la autodeterminación de las naciones y con total ausencia de condicionamientos políticos o ideológicos, son acciones de un calado que ataca a los problemas estructurales de la región.

Empujada por la nueva hornada de gobernantes latinoamericanos, la  Cumbre de Margarita parece ser el inicio de una autentica nueva era que, en plazos muy breves, puede conducir a realizaciones sorprendentes, entre ellas la unidad política del continente. Margarita no es otra cumbre sino un nuevo paradigma.