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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: Conteo de protección, por Manuel E. Yepe
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Mon, 16 Jul 2007 11:56:04 -0400


CONTEO DE PROTECCIÓN

 

Por Manuel E. Yepe*

 

Cuando en las peleas de boxeo aficionado uno de los contendientes ha recibido mucho castigo y, a juicio del árbitro, carece de los reflejos necesarios para mostrar una defensa mínima, se decreta un "conteo de protección".

El presidente George W. Bush está necesitado de un conteo de este tipo.

Las inminentes derrotas en Irak y Afganistán, el déficit fiscal, el alto costo de vida, las victorias electorales en América Latina de todos los candidatos vetados por la Casa Blanca, los casos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua…, nada le sale bien.

Por otra parte, su popularidad desciende en caída libre, entre el 60 y el 70 por ciento de los estadounidenses reprueba su gestión, el peor puntaje de un inquilino de la Casa Blanca después del destituido Richard Nixon.

Cada vez son más y mayores los reveses. En el Senado, treinta y siete republicanos, incluyendo los dos senadores de Texas, su propio estado, se sumaron a 15 demócratas y a un independiente para bloquear su plan de inmigración. Solo captó a doce senadores de su partido para que votaran por su proyecto de reforma migratoria, que luego pereció. Ni siquiera el senador Mitch McConnell, jefe de la minoría republicana, cuya esposa, Elaine Chao, integra el gabinete de Bush como secretaria (ministra) de Trabajo, le dio su apoyo.

El Congreso le anuló la autoridad para negociar acuerdos comerciales
internacionales y
la Corte Suprema se retractó de un fallo inicial y aceptó escuchar apelaciones de prisioneros en Guantánamo que alegan tener derecho a litigar su detención indefinida ante jueces federales.

Por si todo esto fuera insuficiente, está recibiendo constantes citaciones de un Congreso hostil, con incómodas revelaciones sobre la exagerada influencia en su política de gobierno del vicepresidente Richard Cheney.

También se ha visto involucrado en un debate sobre el privilegio ejecutivo que recuerda las batallas legales de Richard Nixon durante el escándalo Watergate. La situación podría conducir a una confrontación constitucional por la insistencia en esgrimir su privilegio ejecutivo para evitar el escrutinio congresional rechazando las citaciones judiciales que piden testimonios y documentos relacionados con los despidos de fiscales federales.

El privilegio ejecutivo -medida legal para proteger la confidencialidad presidencial- se convirtió en una frase familiar durante la era de Watergate, cuando Nixon la utilizó para mantener a distancia a los investigadores del Congreso.
       "Es una presidencia que se ha ido deformando. Ha perdido batallas en las cortes, en Irak, en el Congreso- afirma Paul Light, un profesor de New York University. -La cuenta bancaria no tiene fondos y no hay a quien recurrir. Creo que, esencialmente, su presidencia se ha terminado. El Presidente ha perdido su dignidad".

Recientemente, se vio obligado a  reconocer, por primera vez, que alguien en su gobierno (su asesor Lewis Libby), habría filtrado el nombre de una agente encubierta de la CIA (Valerie Plame, esposa del ex embajador estadounidense Joseph Wilson). Aunque había amenazado públicamente con severo castigo y despido a cualquier persona que hubiese divulgado la identidad de la espía, conmutó la sentencia de 30 meses de cárcel por perjurio y obstrucción de la justicia impuesta que le había impuesto un juez a Lewis Libby.

Así mismo, un panel de la Cámara de Representantes allanó el camino para que la ex consejera de la Casa Blanca Harriet Miers, una vieja amiga de Bush ex nominada para la Corte Suprema , fuera acusada de desacato por no presentarse a una audiencia sobre el despido de varios fiscales federales pese a que obedecía órdenes del presidente.

Además, el renunciante director de salud, Richard Carmona, denunció ante el Congreso que el gobierno de Bush había manipulado la oficina a su cargo con propósitos políticos, y el doctor James W. Holsinger, médico nominado por el presidente George W. Bush para sustituirle, se vio precisado a  prometer que renunciaría antes de permitir que cuestiones políticas interfieran en su labor científica y jurar que no tiene prejuicios homofóbicos ni sería influido por su ideología cristiana.

Los congresistas insisten en minar su autoridad. Se ha visto abandonado por un número creciente de políticos de su propio partido con respecto a Irak, desde donde no cesan de llegarle malas noticias del campo de batalla.

Las críticas sobre Irak y el escepticismo en las filas republicanas acerca de su manejo de la guerra, permiten suponer que los demócratas obtendrán más votos republicanos a favor del regreso de las tropas en abril del 2008, si la actual estrategia no muestra para septiembre mejores resultados, que nadie espera.

El hecho pragmático de que, si la guerra continúa la economía del país corre serio riesgo de colapsar a mediano plazo a causa del enorme déficit, obliga a la cúpula política del imperio a buscar una solución, siquiera temporal.

Hasta ahora, el desarrollo a corto plazo de la economía global beneficia a la de Estados Unidos porque la devaluación del dólar ha provocado una mengua de las importaciones y un aumento de las exportaciones. Han disminuido los viajes al exterior y se ha reducido la demanda de productos importados, mientras el recibo de turistas europeos ha crecido y las exportaciones estadounidenses, más baratas, han crecido.

Pero los economistas advierten, y hasta el sector neoconservador que acompaña al gobierno comprende, que la situación actual es resultado de una sucesión de errores políticos cuya corrección no admite demora y que lo que se está viviendo es la bonanza económica que precede al colapso.

Todo parece indicar que la retirada de las tropas de Irak es ya decisión de la cúpula estadounidense y eso hace trágica la situación que enfrenta George W. Bush en la Casa Blanca, inciertas las perspectivas y disímiles los pronósticos de los observadores.

Cada vez son más los que consideran que el "wartime president" no completará su mandato. ¿Renunciará como Nixon? ¿Lo eliminarán como a Kennedy? ¿Un suicidio? ¿Un accidente?

Otros temen que pueda intentarse por sus partidarios en la élite del poder alguna prolongación de su vigencia presidencial. ¿Una nueva guerra? ¿Otro gran acto terrorista como el de la torres gemelas?

Un extremista asustado en Miami propuso una acción de guerra contra Cuba que, si resultara exitosa, dejaría al menos algo positivo para asentar en el epitafio de George W. Bush luego de tantas calamidades.

Para salvaguarda de la humanidad, pido conteo de protección para George W. Bush y sus promotores neoconservadores.

*Manuel E. Yepe Menéndez es abogado, economista y politólogo. Se desempeña como Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana.

 

Julio de 2007

 

 


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