Estado imperial, imperialismo e imperio
Por James Petras
Introducción
El imperialismo, la dominación político-económica y la
explotación de los países mediante la penetración económica y/o la
conquista o intervención militares, es el impulsor de la historia
contemporánea. Regiones enteras de Europa oriental, la antigua URSS,
África, Asia meridional y central y América Latina han sido convertidas en
neo-colonias, colonias o esferas de influencia de los Estados Unidos, la
Unión Europea y Japón. Países capitalistas emergentes, como China, ponen
en peligro los poderes imperiales establecidos para mercados, materias
primas y fuentes de energía. Las guerras imperiales, ocupaciones
coloniales, intervenciones y golpes militares para extender el imperio son
denominados, de manera eufemística, "cambio de régimen" y
"democratización". Para comprender la naturaleza, estructura y dinámica
del sistema imperial es preciso determinar y explicar conceptos políticos
clave y su lugar en la construcción del imperio mundial contemporáneo.
Fundamentales para comprender el mundo contemporáneo son
tres conceptos que están relacionados entre sí: estado imperial,
imperialismo e imperio. La dinámica de la acumulación a escala mundial, la
necesidad de disponer de grandes concentraciones de capital en grandes
unidades económicas para extenderse por todo el mundo, se basa en la
hipótesis de que ellos pueden ir al exterior y pueden encontrar
territorios seguros y lucrativos y fuerza de trabajo para explotar. La
reubicación del capital (mediante empresas multinacionales), su capacidad
para explotar materias primas, asegurar fuentes de energía, prestar
capital y ejecutar el cobro de la deuda, dominar mercados cautivos y
montar subsidiarias manufactureras de bajos jornales, depende totalmente
de las relaciones políticas que facilitan esas condiciones.
Las instituciones políticas esenciales para facilitar la
expansión en el exterior del capital son el estado imperial y, en las
regiones objeto de interés, regímenes y clases dirigentes orientados hacia
modelos de acumulación de capital, que estén centrados en el estado
imperial.
La organización y actividad del estado imperial son
decisivas para crear las condiciones políticas para el imperialismo: la
ampliación económica del capital. El imperio es el producto conjunto de la
actividad combinada del estado imperial y el proceso de expansión
económica imperialista. Mucho se ha escrito sobre los aspectos económicos
del imperialismo: el crecimiento y el papel de las empresas
multinacionales, la importancia de los recursos energéticos y la industria
del petróleo, la absorción y adquisición de firmas privatizadas, las
condiciones económicas y las políticas de ajuste estructural impuestas por
instituciones financieras internacionales (IFI) como el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). En algunos estudios, estas
fuerzas económicas imperialistas se han vinculado a políticas
imperialistas y sus resultados favorables para las empresas
multinacionales y a sus negativas consecuencias socioeconómicas para los
países donde estas se han aplicado. Lo que comúnmente se supone o no se
dice es que el estado imperial es simplemente un reflejo pasivo, un
receptáculo vacío del capital imperialista, que el estado imperial se
reduce a ser un simple instrumento de los intereses colectivos y las
fuerzas del capital imperial. Esta suposición confunde el análisis de las
estructuras políticas del imperialismo con los procesos económicos de este
(la ampliación del capital). Se supone que hay una coincidencia de
propósitos tan grande entre "estructura" y "proceso" que solo se necesita
considerar el proceso (acumulación de capital) para deducir la naturaleza
y la dinámica interna del estado imperial.
Este simplista enfoque económico deductivo tiene varias
fallas importantes para la comprensión de la formación del imperio. En
primer lugar, el estado imperial formula estrategias y tácticas que van
más allá de las exigencias e intereses inmediatos de todas o de la mayoría
de las capitales que participan en la ampliación en el exterior. En
segundo lugar, este enfoque reduccionista no tiene en cuenta conflictos de
intereses entre las esferas decisorias político-militares y los ideólogos
del estado imperial y los estrategas de las empresas multinacionales. Los
reduccionistas meramente suponen que cualesquiera decisiones que los
encargados de formular las políticas imperiales adopten benefician
automáticamente a las corporaciones económicas imperiales. Se da por
sentado una unidad de políticas, estrategia e ideología cuando, de hecho,
lo que debería haber es solo una hipótesis de trabajo que hechos
históricos o empíricos perceptibles han de confirmar.
El estado imperial: mito y realidad
La relación del estado imperial con los intereses
económicos imperiales dominantes es compleja y variable, aun cuando
parezcan compartir el objetivo común de crear un imperio mundial y/o
trabajar para alcanzar ese objetivo.
El estado imperial representa a los intereses económicos
dominantes, pero no es igual. Esta diferencia es fundamental porque
comprende dos conceptos. Por un lado, cuando nos referimos al concepto de
.representación., lo que queremos decir es que el Estado Imperial (EI)
está, en todos los casos, organizado para ampliar y defender los intereses
económicos dominantes de la clase dirigente, buscando y creando
oportunidades económicas para inversiones, ventas, utilidades, rentas y
pago de intereses a escala mundial. Igualmente importante es que el EI
funciona para crear un entorno político óptimo para conseguir ventajas
económicas sobre, y en contra de, adversarios y competidores nacionales e
internacionales.
Por otro lado, cuando decimos que el EI no es igual a la
clase dirigente, queremos subrayar el hecho de que las esferas decisorias
y los organismos clave del EI deciden cómo, cuándo y dónde defender y
representar los intereses imperiales. Entre los intereses económicos de la
clase dirigente y las políticas imperiales están las ideologías, los
intereses burocráticos, las lealtades particulares y las concepciones
estratégicas de los organismos y esferas decisorias del estado imperial,
quienes determinan prioridades, formulan estrategias y tácticas y asignan
recursos del EI, a saber, a tropas del ejército, agentes de la CIA, para
pagos a conspiradores militares y así sucesivamente. Los intereses
económicos imperiales de las empresas multinacionales pasan por el filtro
de esta red de intereses e ideologías de las esferas decisorias del
EI.
Si bien algunos autores se refieren a esta diferencia
entre representación y desigualdad como la .relativa autonomía del
estado., el término evoca múltiples preguntas: ¿Relativa respecto de qué?
¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En qué circunstancias y momento? El término "autonomía"
evoca otras preguntas conexas: ¿De qué? ¿Para hacer qué? ¿A veces, casi
siempre o siempre?
El uso y abuso del término "relativa autonomía del
estado" ha llevado a algunos autores a considerar que el Estado es
independiente de la matriz económica y clasista que lo contiene. El
análisis "centrado en el estado" sirve mecánicamente de contrapeso al
enfoque "centrado en la sociedad" (determinado por las clases). A uno y a
otro enfoque les falta la comprensión dialéctica de las interrelaciones
entre clase y Estado, y reducen las políticas de Estado a las concepciones
políticas de las esferas decisorias o a una reflexión directa de los
intereses económicos de la clase dirigente
El enfoque "centrado en el Estado" elude el análisis,
eliminando las estructuras del poder económico, la socialización y el
proceso selectivo que determina la elección de los encargados de la
adopción de decisiones en el estado y las influencias históricas
acumulativas que determinan los propósitos e imperativos del aparato
estatal. Como resultado de ello, el enfoque centrado en el estado no puede
explicar la dirección económica a largo plazo y en gran escala ni los
imperativos capitalistas que guían la acción del estado. Lo que este
enfoque sí nos da es una descripción y, en algunos casos, un análisis de
la variedad idiosincrásica y política que existe entre las esferas
decisorias del estado y la pluralidad de políticas aplicadas dentro del
marco estructural e histórico más amplio.
De manera similar, el llamado análisis "centrado en la
sociedad" (análisis de las clases) describe a la clase dirigente, algunos
de los vínculos, orígenes sociales y patrones de trayectorias
profesionales de encargados de la adopción de decisiones en el Estado
específicos y atribuye determinadas políticas del EI a los intereses de la
clase dominante. Este enfoque parte del supuesto de que todas las esferas
decisorias del EI son correas de transmisión directas de los intereses de
la clase dirigente, vaciándolas de sus lealtades ideológicas y políticas y
su poder burocrático. Este enfoque no explica o sencillamente no tiene en
cuenta políticas del EI que perjudican a intereses de la clase dirigente y
dan prioridad a intereses no económicos (el ejército-gastos/guerras de
conquista) que podrían poner en peligro la estabilidad económica de la
clase dirigente imperial. También es importante señalar que este enfoque
supone la existencia de un Estado imperial monolítico que siempre actúa de
común acuerdo, y no entiende los conflictos internos que reflejan
diferentes centros de poder fuera del Estado.
Los ejemplos más notorios de esta falacia de la unidad,
erróneamente imputada, se encuentran en las políticas del EI en el Oriente
Medio. Muchos analistas de la izquierda vinculan la invasión de Iraq por
Estados Unidos a los intereses petroleros, basándose en un silogismo
simplista: los Estados Unidos necesitan petróleo, el Oriente Medio tiene
petróleo, por tanto, los Estados Unidos van a la guerra para asegurar
petróleo. Este análisis es deficiente por más de una razón. Primero,
porque supone que la única influencia que actúa sobre las esferas
decisorias es la de los "intereses petroleros" o una "estrategia de guerra
por el petróleo". Así, se excluye totalmente el influyente papel de los
grupos de presión a favor de Israel y los sionistas y pro-sionistas en la
formulación de las políticas estadounidenses para el Oriente Medio.
En segundo lugar, y no menos importante, se pasan por
alto los acuerdos políticos, diplomáticos y económicos (todos de carácter
civil) que han facilitado el acceso de los Estados Unidos al petróleo por
intermedio de clientes políticos de la región. En tercer lugar, no explica
la ausencia de grandes esfuerzos por parte de la Industria Petrolera para
asegurar el petróleo por medio de la guerra (antes y durante la guerra) a
diferencia de los militaristas civiles y los sionistas. Por último, no
aborda los efectos perjudiciales que la guerra ha tenido en la industria
petrolera, desde el punto de vista del acceso, seguridad y estabilidad que
existían antes de la guerra y de las dificultades para obtener nuevos
contratos petroleros durante la guerra.
Al pasar por alto las especificidades del estado imperial
(divisiones entre pro-sionistas y antisionistas), y atribuir las causas a
un solo conjunto de intereses económicos (petróleo), reducir las políticas
a una sola opción (la guerra en lugar de pactos con clientes), lo que
parece un análisis de clase se convierte en una vulgar caricatura de la
realidad, que oculta la compleja naturaleza del estado imperial y sus
contradicciones internas.
El estado imperial: complementariedad, convergencia,
competencia y conflicto
Los estudios sobre el imperialismo adolecen de varios
problemas. En primer lugar, no analizan adecuadamente al estado imperial.
En la mayoría de los casos, estos análisis se centran exclusivamente en
los aspectos económicos del imperialismo y pasan por alto el papel
fundamental del EI en la creación de condiciones para el progreso y la
seguridad de las empresas multinacionales. En segundo lugar, lo que se
considera un análisis de la política del imperialismo tiene carácter de
anécdota (intervención de la CIA para derrocar un régimen), o es
unidimensional (función del Pentágono, de los militares) o muy general
.Washington.. Pocos autores, si es que los hay, analizan los múltiples
organismos del estado imperial de manera sistemática. En tercer lugar,
muchos autores que sí mencionan el aspecto político del EI cometen dos
errores de concepto. Algunos consideran que el EI es un bloque homogéneo
que siempre actúa exclusivamente a instancias de un conjunto particular de
intereses económicos. Otros, por lo general expertos en ciencias políticas
estadounidenses, que no tienen en cuenta el contenido imperialista del
estado, se centran en los conflictos internos y en la fragmentación que se
produce en el seno del aparato burocrático estatal. El primer grupo de
autores no aporta conocimientos sobre los múltiples organismos y
actividades relacionadas entre sí del EI ni sobre cómo convergen y entran
en conflicto por políticas en distintos grupos de circunstancias. La
segunda escuela, la que se centra en las rivalidades internas, no explica
la convergencia a largo plazo y en gran escala de intereses y políticas
entre los organismos del EI, en particular respecto de los adversarios más
importantes y en defensa de mercados, empresas multinacionales y
materiales estratégicos.
Entre los autores izquierdistas y marxistas tienen lugar
pocos debates serios sobre el estado imperial, a diferencia de los que se
tienen sobre el estado capitalista. Las categorías utilizadas son muy
generales para referirse a los aparatos coercitivos, ideológicos y
reguladores, cada uno de ellos, a su vez, asociado a un número limitado de
organismos del estado (Departamento de Estado, Pentágono, CIA).
Una vez más, los autores hacen amplias generalizaciones,
atribuyendo a los militares las posiciones beligerantes agresivas y a los
administradores civiles el enfoque político "suave" y diplomático. En la
realidad, casi todos los principales organismos del estado están en su
mayor parte involucrados en la ampliación del imperio, además de las
actividades que realizan en el frente interno. Los departamentos de
Agricultura, del Tesoro, Comercio y muchos otros gabinetes ministeriales y
organismos específicos participan, y destinan el grueso de su personal y
presupuesto a promover los intereses económicos de las empresas
multinacionales, para competir y conquistar mercados extranjeros y
oportunidades de inversión. En la era del imperialismo, especialmente en
una coyuntura en que la mayoría de las ganancias de las mayores empresas
multinacionales provienen de las actividades en el exterior y en que el
Gobierno ha determinado un estado de conflicto mundial permanente, el
centro de la actividad del estado imperial está enfocado hacia la
formación de un imperio mundial y su defensa.
El papel predominante del EI se hace evidente por la
enorme cantidad de recursos y personal destinados a promover las
inversiones en el extranjero y los préstamos, por un lado, y por el otro,
por las enormes sumas dedicadas a las guerras coloniales, operaciones
encubiertas, bases militares y armas ofensivas. Por el contrario, el
estado capitalista, centrado en la economía interna, ha ido acumulando
enormes déficit presupuestarios y déficit en cuenta corriente y ha dejado
que los productores nacionales de los sectores industrial y agrícola
pierdan competitividad y dependan de subvenciones oficiales masivas y
leyes protectoras. En la era de la formación de un imperio, el EI es la
unidad principal para comprender la dirección y la corriente de políticas
internas, política presupuestaria y comercio, así como cuestiones
relacionadas con la guerra y la paz. Las .políticas internas. se
subordinan al bienestar del imperio y las prioridades del EI determinan
los parámetros del debate político interno.
El estado imperial tiene diferentes .componentes.,
organismos con funciones o actividades especializadas, pero que se
trasladan. Estos organismos son todos los departamentos económicos,
militares, reguladores y de inteligencia. Bajo cada uno de ellos existe
una enorme estructura jerárquica que, a su vez, tiene dependencias
especializadas que se ocupan de tareas específicas, organizadas para
tratar esferas normativas particulares, unidades territoriales y
operaciones. En la cima, estos organismos del EI se complementan entre sí,
para alcanzar los objetivos imperiales, convergen igual que compiten y
entran en conflicto por jurisdicciones, recursos y posiciones
privilegiadas en la estructura decisoria imperial.
Dentro de los límites del trascendental objetivo de la
formación del imperio, y con arreglo a los imperativos de la expansión y
conquista permanentes, los distintos organismos luchan por la
preeminencia, dando la impresión de ser una estructura de poder
fragmentada y plural. En realidad, el control, vertical y muy sólido, y la
homogeneidad de los intereses imperiales de todos los organismos y su
convergencia a los objetivos imperiales superiores, determinan las
fronteras de la rivalidad dentro de la burocracia. De hecho, los
principales puntos de conflicto entre el Departamento de Estado, la CIA y
el Pentágono son los relacionados con cuáles políticas y qué personal de
los organismos son los más adecuados en un momento y lugar específicos
para aplicar la política imperialista acordada en común. En casi todos los
casos sobre cuestiones de penetración económica, guerra, mercados,
desestabilizaciones de regímenes nacionalistas, las actividades de los
organismos del EI convergen y se complementan entre sí.
Existen tres amplios componentes del EI, cada uno con su
conjunto específico de actividades y extensiones en la sociedad civil en
el exterior.
El primer componente del EI centra su atención en las
actividades políticas, ideológicas, diplomáticas y culturales, usualmente
asociadas al Departamento de Estado, pero que coinciden parcialmente con
las del Pentágono y la CIA. En esencia, este componente está dirigido a
consolidar aliados o clientes, poner de su lado a regímenes políticos del
centro o centro-izquierda o dirigentes y aislar a los
antiimperialistas.
El segundo componente del EI son los organismos
económicos como el Departamento del Tesoro, Comercio, la Reserva Federal y
Agricultura, dirigidos a promover a las empresas multinacionales
estadounidenses, conquistar mercados, romper barreras para las inversiones
y comerciales, asegurar energía estratégica y materiales primarios,
financiar exportaciones, crear circuitos financieros y debilitar a los
competidores. Una vez más, estos "componentes económicos" del estado
imperial funcionan al unísono con los componentes político y militar para
alcanzar sus objetivos. La presión diplomática, la guerra ideológica y las
operaciones encubiertas de la CIA crean interlocutores dóciles en países
seleccionados, a los que se les puede convencer para que firmen tratados
comerciales y de inversiones, favorables a las empresas multinacionales
estadounidenses.
El tercer componente del EI es el aparato militar y de
inteligencia que usualmente, aunque no siempre, trabaja conjuntamente con
los componentes político y económico. Como mínimo, hay 10 organismos de
inteligencia diferentes involucrados en asesinatos, reunión y tratamiento
de información, campañas de desestabilización y otras actividades
encubiertas y declaradas en las que participan agentes civiles del estado,
ONG, oficiales del ejército y minorías selectas del sector privado,
incluidos especialmente a los medios de información. El imperio militar
cuenta con más de 180 bases en más de 125 países, y comprende desde
ocupaciones coloniales directas, pasando por la penetración profunda de
ministerios de defensa, hasta la influencia directa sobre actividades
operacionales contra la insurrección y el asesoramiento y la financiación
de clientes mercenarios contra estados adversarios. El aparato militar y
de inteligencia participa en guerras consecutivas, guerras múltiples,
amenazas de guerra (guerra psicológica), guerras por poder, guerras
separatistas, así como en asesinatos, secuestros y tortura de adversarios.
El componente militar de inteligencia del estado imperial se rige por el
principio imperial de que las leyes, edictos e intereses del imperio son
lo primero y tienen precedencia sobre el derecho internacional, los
Acuerdos de Ginebra y los principios constitucionales de los Estados
Unidos. El imperio no reconoce fronteras, rechaza la soberanía nacional,
salvo cuando le conviene a sus intereses, declara el carácter supremo de
sus leyes y el derecho a perseguir adversarios dondequiera, en cualquier
momento: el principio imperial de "extraterritorialidad".
Corolario de este principio imperial es la doctrina de
las guerras ofensivas permanentes (eufemísticamente llamadas "guerras
preventivas"), enfoque concebido específicamente para asegurar el dominio
mundial incuestionable. Dado el amplio carácter de las misiones históricas
mundiales emprendidas por el estado imperial y su limitada capacidad
formal, un elemento clave para el funcionamiento del EI es la contratación
y el aseguramiento de fuerzas mercenarias, regímenes clientes y grupos
cívicos que actúen como "extensiones del EI". Esto se refiere a
organizaciones que no están formalmente vinculadas o legalmente adscritas
al EI, pero que están muy penetradas, financiadas y dirigidas por agentes
o representantes clave del estado imperial.
Cada uno de los componentes del EI tiene vínculos
especiales con aquellas organizaciones e instituciones de la sociedad
civil que desempeñan un papel muy importante y exitoso en el proceso de
formación del imperio. En buena medida, el éxito de estas organizaciones e
instituciones en la formación del imperio depende de su pantalla
ideológica, de dar la apariencia de no estar afiliadas al imperio, de ser
"internacionales" y no imperiales, de ser "no gubernamentales" en lugar de
correas de transmisión imperiales, de ser de la "sociedad" y no de existir
por y para el EI. De esa manera, desvían la atención hostil del papel del
EI hacia las instituciones internacionales, convierten la expansión
internacional en una "lucha interna" entre antagonistas locales, y
utilizan la pantalla ideológica de "extender la democracia" para
justificar la hegemonía o el dominio imperiales.
Las extensiones civiles de los componentes económicos del
estado imperial son:
1) las instituciones financieras internacionales (IFI),
incluidos el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y bancos
regionales. Los miembros estadounidenses de las IFI son seleccionados por
el Tesoro de los Estados Unidos y reciben instrucciones de este, y sus
decisiones sobre préstamos se basan exclusivamente en los intereses
políticos y económicos del EI y de las empresas multinacionales
estadounidenses.
2) Las empresas multinacionales funcionan como
dependencias económicas y también como instrumentos políticos;
proporcionan información, cargos para agentes del EI, desinvierten o
invierten, prestan servicios y suministran productos terminados o piezas o
los retiran, de acuerdo con las políticas del EI.
3) Las fundaciones y universidades cívico-privadas son
instrumentos clave para enrolar a políticos, periodistas, intelectuales,
artistas y otros "formadores de opinión" por medio de becas, subvenciones,
nombramientos académicos y premios honoríficos. El mundo académico
frecuentemente proporciona información especializada después de trabajos
de campo mediante reuniones de información a agentes de alto rango del EI.
El papel de organizaciones filantrópicas privadas como la Fundación Ford,
la Fundación Soros y muchísimos otros fondos, es subvencionar y adoctrinar
a estratos enteros de futuros ideólogos y tecnócratas pro imperiales de
los países ex comunistas. Todo lo que se diga de la función que realizan
nunca será exagerado.
4) En este sentido, se debe conceder especial importancia
a las autoproclamadas "organizaciones no gubernamentales", nombre
inapropiado como no hay otro. Las ONG son financiadas por los gobiernos
(mayormente por estados imperiales), trabajan con los gobiernos y crean o
captan ONG colaboradoras en países seleccionados para ejecutar las tareas
políticas y económicas que benefician al imperio. En la esfera
socioeconómica, compiten con movimientos sociopolíticos y les hacen
frente, dividiendo a las comunidades pobres, invitando a los dirigentes a
que formen parte de ellas, despolitizando las luchas, encontrando
"soluciones" en micro-proyectos y desviando la atención del pillaje y la
explotación de que son objeto por la élite neoliberal. En la esfera
política, las ONG reciben millones para hacer propaganda y movilizar el
apoyo de las masas para desestabilizar regímenes antiimperialistas,
promover clientes electorales pro-imperiales y proporcionar cuadros y
dirigentes para los subsiguientes regímenes clientes. Las ONG realizan
abiertamente las mismas tareas que la CIA solía realizar de manera
encubierta. El programa económico orientado hacia el mercado de las ONG al
nivel de las masas complementa el programa de las IFI al nivel nacional.
Más recientemente, han surgido varias organizaciones
internacionales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), que
están bajo el control conjunto de los estados imperiales de Europa y
Estados Unidos y que proporcionan un marco legal de aplicación para
facilitar la ampliación y conquista de mercados y la penetración mediante
inversiones, en todo el mundo, lo que beneficia a las poderosas empresas
multinacionales en los países imperiales y a la élite que exporta
productos agrícolas y minerales en los estados clientes.
Los componentes políticos de las empresas multinacionales
utilizan para organizarse algunas de las mismas armas "civiles" que
emplean los componentes económicos. Las fundaciones privadas proporcionan
fondos para el adoctrinamiento ideológico, la capacitación de economistas,
especialistas en ciencias sociales y otros profesionales, para formar
cuadros capitalistas "empresarios" y proporcionarles una doctrina que
legitime el pillaje de la economía – privatización - la desnacionalización
de la propiedad - mercados libres - y la promoción de la desigualdad -
movilidad social individual . Los miembros de la fundación sirven de
"intermediarios" entre el estado imperial y el estado cliente, entre las
empresas multinacionales y los lucrativos recursos locales.
Las organizaciones cívicas y las ONG, financiadas en
buena medida por canales del EI, también desempeñan un importante papel en
la ampliación del alcance político del imperio. A partidos políticos,
grupos cívicos y ONG localmente promovidos, algunos que ya existían y
otros recién creados, se les proporcionan fondos, escuelas de
capacitación, abundantes asesores del EI, procedentes de los sindicatos,
partidos políticos y organismos de consulta imperiales, sobre estrategias
y tácticas, comités parciales de vigilancia electoral y en las urnas. La
profunda penetración de la sociedad civil por el EI mediante los
mecanismos de transmisión locales subraya la creciente importancia de las
"organizaciones civiles" para la formación del imperio y la extrapolación
de políticas imperiales a nuevos territorios.
El óptimo resultado de la estrategia civil del EI es la
creación de "estados clientes viables y legítimos" que proporcionen una
fachada de democracia a la subordinación a los intereses económicos,
militares y políticos del imperio.
El componente militar del estado imperial trabaja con
grupos paramilitares locales, organizaciones de oficiales del ejército
retirados, y también por conducto de tratados bilaterales y alianzas
militares, en las que en gran medida prestan servicio y dirigen
funcionarios imperiales.
Por intermedio de la élite militar local, y en
consonancia con los clientes políticos del estado imperial, el ejército
imperial recluta ejércitos mercenarios para que sirvan en guerras
coloniales y ocupaciones. Por medio del adoctrinamiento, capacitación y
suministro de armas a oficiales de los ejércitos clientes, el ejército
imperial puede ampliar su capacidad para hacer la guerra e intervenir por
encima de su capacidad nacional. La proximidad de estados clientes a
nuevas regiones de conquista potencial facilita la penetración y, al mismo
tiempo, reduce los costos de logística.
Las bases militares brindan seguridad conjunta al estado
cliente local y al EI: el régimen cliente puede contar con que el imperio
lo protegerá de una revolución popular; la dependencia del régimen cliente
asegura la continuidad de los puestos de avanzada del ejército
imperial.
Al evaluar los puntos fuertes o débiles del imperio, un
analista serio debe ir más allá del análisis costo-beneficio de los
rendimientos y gastos internos del imperio, para tener en cuenta los
múltiples efectos que las extensiones en el exterior pueden tener en la
perpetuación y ampliación del imperio. La exitosa multiplicación de
extensiones políticas, económicas y militares alivia los gastos económicos
y de personal de mantenimiento del imperio. Además, al medir los costos y
beneficios del imperio para examinar su viabilidad se tienen que tener en
cuenta los elevados costos iniciales que tendrá el estado (hasta que se
logre la conquista y se inicie la explotación) y los beneficios en fases
posteriores al proceso de producción que acumula el sector privado (una
vez implantado en la economía).
Además, todos los cálculos de costo-beneficio tienen que
hacer la distinción fundamental entre el público en general
(contribuyentes, soldados) y las clases que forman la élite (que se
benefician). Lo que para algunos autores es el "gran costo del imperio"
para una nación mal definida (los Estados Unidos) en realidad es la
redistribución de ingresos de las clases asalariadas a los ricos por medio
del EI.
Mientras que una estrategia específica del EI dirigida a
la formación del imperio no ponga en peligro las utilidades, las
oportunidades para la inversión y las asociaciones de las élites
económicas, los costos del imperio para los ciudadanos pasivos no tienen
ninguna importancia. Sin embargo, cuando los encargados de formular las
políticas adoptan estrategias que perjudican los intereses económicos de
las empresas multinacionales y provocan el descontento popular, en el
Estado Imperial surgen divisiones entre la élite, entre
los componentes y en el seno de los componentes del EI.
Complementariedad de los componentes del Estado
Imperial
La diaria realidad de las operaciones de los organismos
del EI es la complementariedad de sus actividades. En la cumbre del poder
la Casa Blanca y el Consejo de Seguridad Nacional siempre se suele
negociar una posición común. No obstante, las políticas están dictadas por
los imperativos de la formación del imperio, inherentes a la perpetua
expansión y acumulación de capital, la esencial necesidad de extenderse o
decaer. La acumulación y expansión en el exterior significan aumento del
poder político imperial, seguridad de mercados, imposición de regímenes
clientes y establecimiento de esferas de influencia donde hay políticas
macroeconómicas ventajosas favorables para las empresas multinacionales;
significan ampliación de la influencia militar por medio de bases o
funcionarios locales, desplazamiento de competidores, debilitamiento de
los antiimperialistas (nacionalistas, socialistas, islamistas),
derrocamiento de regímenes y promoción de partidos y organizaciones
cívicas pro-imperialistas. Cada componente del EI funciona en gran medida
dentro de su esfera de especialización: el Departamento de Estado financia
grupos políticos, ejerce presión sobre políticos, recluta intelectuales;
el Pentágono moviliza al ejército; el Tesoro por medio de las
instituciones financieras internacionales interviene en la formulación de
la política económica; y la CIA infiltra grupos, participa en acciones
violentas directas por medio de operaciones clandestinas. Los "grupos de
extensión" de la sociedad civil se movilizan para denunciar y hacer
propaganda y manifestaciones para elecciones o contra funcionarios
electos, para dar una apariencia de legitimidad a los golpes de estado o
desestabilizar regímenes.
El punto teórico más importante es que, por encima de las
usuales rivalidades burocráticas, los componentes del EI convergen a la
movilización de recursos, humanos y materiales, especialmente en tiempos
de crisis, guerra, revoluciones, preparación de golpes de estado y
contrarrevoluciones, para asegurar el imperio. Cuando se trata de cumplir
con los imperativos de la formación del imperio, suele no haber grandes
divisiones entre el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA.
No hay gobiernos "invisibles" que funcionen "detrás" del
aparato del EI. Eso no quiere decir que las actividades y operaciones
organizadas y dirigidas por los organismos del EI están sujetas a examen
público o a la rendición de cuentas; pero sí significa que las acciones
clandestinas violentas o actos de subversión política son organizados por
organismos oficiales identificables del EI, y están concebidos para
aplicar políticas imperiales específicas.
Conflictos en el seno del EI
Habiendo expuesto la norma general de la
complementariedad de las actividades en el seno del EI, cabe decir que
existen, sin embargo, dos tipos y momentos de conflicto interno entre los
componentes del EI.
Lo que más comúnmente ocurre es que los organismos
compiten entre sí por recursos, jurisdicción, personal y presupuestos, lo
que puede llamarse mejoramiento burocrático. Esto puede actuar sobre el
grado en que uno u otro organismo del EI puede aumentar su papel en la
aplicación del programa de formación del imperio. Estos "conflictos
intraburocráticos" son temas comunes de los expertos en ciencias políticas
convencionales, quienes califican estos conflictos de factores
determinantes más importantes de la política exterior, no prestando
atención tranquilamente a las convergencias y complementariedades más
grandes. En la mayoría de los casos, estos conflictos revelan diferencias
tácticas y prioridades en la formulación de las políticas imperiales.
El segundo tipo de conflicto que se produce en el seno
del EI, muy poco frecuente, y, sin embargo, el más grave, está relacionado
con la ideología, estrategia, prioridades y lealtades políticas. En el
seno del EI, los mayores conflictos ocurren, por lo general, cuando tiene
lugar un giro importante en la política exterior, que subraya la escalada
de una agresión, el inicio de una guerra, un cambio de alianzas. Por
ejemplo, en el seno del EI hubo debates y discrepancias sobre el inicio de
la Guerra Fría contra Rusia, y algunos funcionarios favorecían, en contra
de la mayoría belicosa, el mantenimiento de políticas de cooperación como
una forma de socavar gradualmente el poder comunista. El debate fue corto
y acabó en una total debacle política: los Guerreros de la Guerra Fría no
solo dictaron las políticas, sino que también purgaron a sus opositores
del Departamento de Estado. Igualmente, cerca del clímax de la guerra que
Estados Unidos estaba perdiendo en Vietnam, surgió un debate en el seno
del EI entre los que exhortaban a reducir las pérdidas, poner fin a la
guerra para defender otras regiones estratégicas del imperio y acabar con
la agitación política interna y los funcionarios que intentaban continuar
o intensificar la guerra con un ejército colonial que se desintegraba. Los
dos grupos llegaron a un arreglo: la vietnamización de la guerra que
entrañaba la retirada del grueso de las tropas estadounidenses y la
dependencia de asesores estadounidenses y tropas vietnamitas. En estas
divisiones que ocurren en el EI, está claro que todas tienen lugar en el
marco del mejor enfoque para la formación del imperio. Ninguno de los
participantes pone en tela de juicio al imperio en sí, solo a la mejor
combinación de fuerza militar, diplomacia, prioridades políticas e
intereses económicos. No obstante, estas diferencias sí tienen
consecuencias sustanciales a corto y mediano plazos para los pueblos
afectados y el futuro del imperio.
A finales del siglo XX y a principios del nuevo milenio,
se ha producido una nueva gran división en el seno del EI respecto de la
estrategia, ideología y lealtades políticas, entre los extremistas
sionistas (E-S) y los conservadores y tradicionalistas constructores del
imperio. Los E-S ocupan puestos clave en varios componentes del EI,
incluidos el Pentágono y el Departamento de Estado, y han creado sus
propias redes de inteligencia. Cuentan con el respaldo incondicional de
las principales organizaciones judías y sus redes cívicas, que tienen
influencia en los partidos Demócrata y Republicano, el Congreso y los
medios de difusión. En el EI, en la formulación de su política exterior,
los extremistas sionistas han hecho de la ampliación y el aumento del
poder israelí en el Oriente Medio la máxima prioridad. Los E-S han sido
los arquitectos estratégicos de la guerra de Iraq, cuyo costo asciende a
más de 250 000 millones de dólares, en sus primeros dos años, y varias
decenas de miles de bajas estadounidenses. En el EI, los E-S, más que
cualquier otro grupo influyente anterior, tienen en la sociedad civil un
conjunto activo y poderoso de partidarios organizados e influyentes, un
conjunto bien organizado de .grupos de estudio. ideológicos extremistas
vinculados a los medios de difusión que hacen mucha propaganda de las
clases cultas y un poderoso grupo de organizaciones judías que censuran e
intimidan a los críticos de los partidarios de la política de Israel
Primero en el EI. Este poderoso aparato civil está políticamente vinculado
al poder legislativo, al ejecutivo y a los partidos y brinda protección a
un grupo, aparte de eso, extremadamente controvertido en el EI, un grupo
que es fiel a un estado extranjero (Israel), pasando por encima de sus
compromisos con la formación del imperio estadounidense. Más exactamente,
los E-S han adaptado la formación del imperio estadounidense a las
necesidades de la hegemonía regional israelí. Además, cuando surge un
conflicto de intereses entre la formación del imperio y los intereses
israelíes, han perjudicado a la primera para beneficiar a los segundos. El
mantenimiento y la ampliación del poder sionista en el EI, a pesar de los
grandes problemas que han creado para la formación del imperio
(aislamiento político, mentiras puestas al descubierto y hostilidad
universal), sin hablar de las horrendas bajas que han causado a los
pueblos del Oriente Medio que han sido sus víctimas, solo pueden
explicarse por el alto nivel de influencia o hegemonía que el aparato
judío pro-israelí tiene sobre la sociedad estadounidense y especialmente
las instituciones políticas.
Dado el despliegue de fuerzas que se oponen a los
extremistas sionistas en el EI, solo su poderoso elenco de apoyo fuera del
EI puede explicar la continuación de su predominio en la política exterior
de los Estados Unidos, en particular en el Oriente Medio. La oposición a
los E-S se ha visto obligada a funcionar de una manera semiclandestina, y
ha sido, en el mejor de los casos, una fuerza decisiva que suele perder
más que ganar los debates de política en el seno del EI.
La política de guerra en el Oriente Medio, diseñada,
promovida, ejecutada y dada a conocer por los E-S en el EI, suscitó la
oposición dentro del ejército profesional, la CIA y el Departamento de
Estado, así como de multitud de antiguos funcionarios. Creó preocupación
entre las principales compañías petroleras, diplomáticos y los mercados
energéticos. La estrategia de ocupación de los E-S después de la invasión,
en armonía con los intereses israelíes, favoreció la destrucción del
estado iraquí y la desarticulación de la sociedad, obstaculizando la
reconstrucción, pero destruyendo a un gran adversario de la conquista
israelí y la anexión de Palestina. La fragmentación de Iraq en
sub-regiones étnico-religiosas, la aplicación de técnicas de guerra urbana
israelíes y la tortura fueron alentadas por los E-S. Las políticas de
guerra, la ocupación y el desmembramiento de Iraq fueron realizados por
militaristas civiles del Pentágono, a saber, los E-S en contra de muchos
oficiales profesionales. Todos los pretextos fabricados para la guerra las
armas de destrucción en masa, los vínculos con Al Queda, etc. fueron
propagados por los E-S para justificar su verdadero plan, a veces
explícito, y, a veces implícito, de promover al Gran Israel. Las mentiras
políticas estuvieron al servicio de fines superiores.
No obstante, el descubrimiento de sus mentiras y su
desleal colaboración con un estado extranjero no condujo a la celebración
de audiencias, a despidos ni a dimisiones forzosas, como normalmente
ocurriría en una situación en que una guerra se ha convertido en una
costosa debacle. La razón es el respaldo unánime e incondicional que los
E-S recibieron de la sociedad civil judía organizada y su hegemonía sobre
las instituciones políticas. Por otro lado, en el EI, los críticos, el
poder legislativo, los medios de difusión y los círculos académicos, que
han impugnado o criticado a los sionistas en el EI han sido castigados
(como antisemitas), marginados y, en algunos casos, depuestos de sus
funciones. Como consecuencia de esto, los E-S mantienen sus cargos o han
pasado a cargos más influyentes todavía, por ejemplo, Elliot Abrams,
neofascista, autor convicto de delitos graves, ahora está a cargo de la
política para el Oriente Medio en el Departamento de Estado.
La política de guerras consecutivas de los E-S contra los
adversarios de Israel es el primer punto del programa del EI: objetivos
anunciados son Irán y Siria. Nuevas divisiones han surgido con relación a
la siguiente guerra, entre una minoría que favorece un acuerdo negociado y
la estridente multitud que apoya a Israel y exige ataques militares
inmediatos. Las cuestiones mayores: el acceso al petróleo y sus precios,
la guerra en gran escala a largo plazo y la inestabilidad en el Oriente
Medio, planteadas por las poderosas compañías petroleras, banqueros
internacionales y consultorías ocupan un lejano segundo lugar en el
programa sionista de destruir a Irán, desafiante vecino de Israel.
Esto plantea varias cuestiones teóricas mayores: ¿en qué
circunstancias se abre una brecha entre los encargados de formular las
políticas del EI y los intereses de las empresas multinacionales y la
formación del imperio? ¿Con cuánta eficiencia el EI representa a sectores
muy importantes de la clase dirigente hoy día?
Solo un ignorante puede suponer que, como los Estados
Unidos tienen grandes intereses petroleros en el Oriente Medio, la
política exterior estadounidense sigue o lucha por esos intereses,
excluyendo otros, o que son el factor determinante de esa política. Este
último punto de vista fue expuesto por varios progresistas bien
intencionados que no han hecho un análisis profundo o que por omisión o
comisión no desean ofender a sus colegas judíos, ni siquiera frente a
pruebas contrarias.
El Estado Imperial: ¿representa siempre a la clase
dirigente?
En la mayoría de las circunstancias (aunque no en todas,
como ya analizamos previamente), los encargados de formular políticas en
el estado imperial representan los intereses de la clase dirigente, los
bancos y las empresas más importantes. No obstante, cabe preguntar con
cuánta eficacia el estado imperial , sus diversos componentes, representan
esos intereses?
Es importante evaluar la eficacia del EI al analizar su
papel en la formación del imperio. Para responder a esa pregunta se
necesita formular otras: ¿El personal, políticas y estrategias amplían
oportunidades y aumentan la seguridad de las empresas multinacionales,
amplían el acceso a recursos estratégicos o su control, amplían mercados y
facilitan el establecimiento de asociaciones lucrativas con élites
locales?
¿Los encargados de formular las políticas imperiales
aplican políticas militares compatibles con los intereses económicos?
Estas preguntas son complejas porque una de las
justificaciones esgrimidas por los encargados de formular políticas,
cuando se les enfrenta a .políticas por lo visto fracasadas, es que los
resultados positivos se manifiestan a la larga. Por complejo que sea medir
el éxito o el fracaso de las políticas imperiales en tiempo y lugar, en la
mayoría de los casos, es posible realizar una evaluación objetiva. Por
ejemplo, las decisiones de ir a la guerra en Corea y Vietnam, de invadir
Cuba e intervenir en Somalia fueron, sin duda, políticas fracasadas desde
el punto de vista de los costos para la economía imperial y los resultados
negativos en cuanto a la apertura de nuevas oportunidades económicas y la
expansión del control territorial. En otros casos, las políticas
imperiales de intervención en países más pequeños, indefensos, como la
República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Granada y El Salvador
tuvieron éxito en la destrucción de regímenes o movimientos progresistas y
la imposición de regímenes clientes, pero proporcionaron pocas
oportunidades económicas sustanciales a las empresas multinacionales, ya
que las economías se estancaron, la capacidad de consumo se contrajo,
pocos recursos naturales se explotaron y la emigración de mano de obra
redujo las reservas de mano de obra barata.
En el caso de las políticas imperiales para países en los
que abundan recursos más lucrativos, como Irán, Chile, Argentina, Brasil,
Bolivia y el Congo (Zaire), los resultados son mixtos. Las ganancias a
corto plazo, al derrocar al régimen nacionalista de Mossadegh, en Irán, e
instalar al Shá, proporcionaron grandes oportunidades a las empresas
multinacionales estadounidenses y un incondicional cliente
político-militar en la región del Golfo durante 26 años; sin embargo, la
neocolonia dictatorial fue derrocada, en 1979, por una coalición de
fuerzas islámicas y seculares nacionalistas y se convirtió en un
adversario estratégico durante los siguientes 26 años y, tal vez más. Por
el contrario, la intervención estadounidense en Chile, Argentina, Bolivia
y Brasil, en el decenio de 1960 y los subsiguientes regímenes militares
clientes elaboraron un marco político-económico para la penetración
económica estadounidense a largo plazo en gran escala. Y lo que es más
importante aún, las transiciones a regímenes electorales civiles y sus
subsiguientes políticas estuvieron condicionadas por las "lecciones"
dictadas por la política imperial. Si bien el estado imperial y las
empresas multinacionales han cosechado los beneficios de 30 a 40 años de
regímenes pro-imperiales, no han faltado desafíos violentos en masa como
fueron las rebeliones populares y el derrocamiento de regímenes clientes
en Argentina y Bolivia y la sostenida inestabilidad de Perú y Ecuador.
Sin duda, la guerra de los Estados Unidos en Iraq fue un
error garrafal desde el punto de vista de la formación del imperio: ha
conducido a derrotas tácticas, una prolongada guerra en las calles, que no
se puede ganar, la reducción del alistamiento militar, la desmoralización
de la Guardia Nacional y de las tropas de la Reserva, el aumento de los
déficit presupuestarios, el aislamiento de los aliados de los Estados
Unidos y el abandono por clientes de la coalición. Además, la debacle
militar demuestra que el imperio de los Estados Unidos no es invencible.
Está claro que los arquitectos clave de esta guerra han asestado
involuntariamente un severo golpe al componente militar del imperio.
Desde la perspectiva de los intereses económicos
estadounidenses, los costos de la guerra son mucho mayores que los
beneficios provenientes de la propiedad o extracción del petróleo, ahora y
a mediano plazo. Las flagrantes violaciones masivas de los derechos
humanos y la matanza de civiles han generado hostilidad universal en todo
el Oriente Medio (salvo Israel), haciendo muy inseguras y problemáticas
las inversiones y las actividades comerciales de las empresas
multinacionales. ¿Eran los arquitectos de la guerra del EI tan obtusos,
tan desconocedores de la oposición, el costo y las consecuencias de la
guerra? Está claro que había razones históricas de sobra para prever una
fuerte resistencia y las bajas. Incluso dando por sentada la mediocridad
de las esferas decisorias clave, no hay razones para pensar que el
mantenimiento de la guerra y la política de sumar a la debacle de Iraq una
nueva catástrofe en Irán sea mera ignorancia. La guerra de Iraq fue un
éxito a los ojos de sus creadores, porque sus criterios eran: ¿Beneficia
al Estado judío? y así fue, y no ¿cómo afecta a la formación del Imperio
de los Estados Unidos? El hecho de que los E-S ejerzan grandes presiones
en pro de una nueva guerra con Irán, la que causaría estragos en el
imperio y sus regímenes clientes y generalizaría el conflicto en todo el
Oriente Medio, es un indicio más de que la eficacia de las políticas se
mide por cómo promueve el poder de Israel en la región y reduce a sus
enemigos, y no por su efecto en la formación del imperio
estadounidense.
Desde el punto de vista de la calidad y la competencia en
la formulación de las políticas imperiales, está claro que los E-S
hicieron un excelente trabajo en su lucha por los intereses del Estado de
Israel, maximizando los beneficios prácticamente sin costo alguno, y un
pésimo trabajo en la promoción del imperio estadounidense. La diferencia
de desempeño no es resultado de la falta de capacidad política, sino
resultado de prioridades, motivaciones y objetivos estratégicos
diferentes.
La ascendencia de los militaristas civiles, que incluyen
a los E-S, aunque no son los únicos, en gran medida ha relegado los
intereses económicos de las empresas multinacionales a un plano secundario
en la formación del imperio. Mientras los gastos militares aumentan, la
deuda externa crece exponencialmente, el déficit presupuestario y el pago
de intereses debilitan los cimientos económicos del imperio y aumenta la
dependencia del financiamiento externo. La mayoría de las empresas
multinacionales estadounidenses cada vez producen más en el extranjero y
exportan a los Estados Unidos, aumentando el déficit comercial de la
economía interna. Igualmente importante es que los militaristas civiles no
tienen una estrategia para que los elevados gastos militares inmediatos y
la intervención conduzcan a futuros beneficios económicos para las
empresas multinacionales, como ocurrió después de la Segunda Guerra
Mundial y durante la Guerra Fría. Como la mayor parte de los gastos
militares se ha dedicado a la destrucción de la infraestructura productiva
civil iraquí, se han puesto en peligro las fuentes primarias de utilidades
y se ha expulsado o matado a la mayoría de los profesionales y científicos
clave. La política de ocupación colonial, destrucción y pillaje de los
sátrapas coloniales ha restringido mucho los "medios de subsistencia"
imperiales. La política de los militaristas civiles de guerra total,
ocupación permanente e imposición de régimen reduce la posibilidad de
alcanzar una estabilidad duradera y la seguridad necesaria para inversores
productivos en gran escala, como mucho alienta a capitalistas
especuladores, contrabandistas y oligarcas de la mafia interesados en
operaciones a corto plazo muy lucrativas.
Circunstancias que dan lugar a conflicto: Estado Imperial
y empresas multinacionales
Ahora podemos especificar algunas de las circunstancias
en las que componentes y organismos del EI discrepan con las empresas
multinacionales por alianzas, prioridades, políticas y estrategias y
tácticas regionales y mundiales.
El primer punto de conflicto entre el EI y las empresas
multinacionales es el de la ideología: el EI, especialmente bajo la
influencia de los militaristas civiles, se centra en alianzas militares
con parientes ideológicos, mientras que las empresas multinacionales
buscan inversiones lucrativas, acuerdos comerciales y asociados económicos
sobre la base de las ideas del libre mercado y el libre comercio .como
mecanismos para la ulterior penetración y dominio. A la mente vienen
varios ejemplos contemporáneos que tienen que ver con las relaciones de
los Estados Unidos con el Oriente Medio, China y Cuba. En cada región, los
ideólogos militaristas civiles aplican políticas concebidas para promover
enfrentamientos militares en detrimento de inversiones lucrativas de las
empresas multinacionales y de acuerdos comerciales. En el Oriente Medio,
los militaristas civiles se alinean con Israel en contra de Arabia
Saudita, Irán, Siria y el resto del mundo árabe islámico, mientras que las
empresas multinacionales realizan inversiones y transacciones comerciales
con los países árabes e islámicos. Con respecto a China, los militaristas
civiles aplican una política de cerco militar, respaldan la independencia
de Taiwán y con estridente retórica hacen
parecer demoníaca la política de defensa de China,
mientras que las 500 compañías de la Fortune han invertido más de 300 000
millones de dólares en China y Pekín financia el déficit comercial de los
Estados Unidos, para gran alivio de los banqueros estadounidenses. Con
relación a Cuba, se evidencia un conflicto similar. Los militaristas
civiles encabezados por la progenie de exilados cubano aplican políticas
que van desde patrocinar a terroristas del exilio hasta imponer un
agresivo boicot económico, mientras importantes empresas multinacionales
estadounidenses realizan transacciones comerciales por 1 000 millones de
dólares en alimentos y productos farmacéuticos con Cuba.
Conflictos similares se evidencian respecto a Venezuela,
donde los militaristas civiles han organizado golpes de estado y
financiado a organizaciones cívicas extremistas para instalar un régimen
pro-imperialista, mientras importantes compañías petroleras
estadounidenses como Chevron-Exon han firmado acuerdos de inversiones por
varios miles de millones de dólares con el régimen nacionalista
social-liberal. Existen otras regiones y cuestiones del conflicto
EI-empresas multinacionales relacionadas con Europa occidental y
Rusia.
No obstante, está claro que las políticas imperiales
reflejan los puntos fuertes y débiles de los militaristas civiles y las
empresas multinacionales en esferas específicas. En el Oriente Medio, el
poder de los militaristas civiles, apoyados por las más importantes
organizaciones judías y el poder que estas tienen en el Congreso y los
medios de difusión, es muy superior al de las empresas multinacionales
petroleras, los diplomáticos profesionales y sectores del ejército
profesional.
A diferencia de esto, en China, el vasto despliegue de
empresas multinacionales y el mero volumen de la inversión y el comercio
estadounidenses tienen, sin duda, mayor influencia sobre las políticas que
los militaristas civiles, quienes no tienen el equivalente de una base de
poder interno influyente comparable a los judíos organizados. Con Cuba y
Venezuela, hay un .equilibrio., en el que las empresas multinacionales
estadounidenses trabajan eludiendo restricciones comerciales, y comercian
e invierten en el caso de Venezuela, mientras los militaristas civiles
trabajan para derrocar los regímenes sin oposición de las empresas
multinacionales.
La mente de los militaristas civiles
Si bien está claro cuáles son las motivaciones y qué
impulsa a los ejecutivos de las empresas multinacionales (ganancias,
mercados, recursos y gastos de funcionamiento bajos), se comprende menos
el modo de pensar de los militaristas civiles y el subconjunto
sionista.
En forma telegráfica, podemos especificar ocho
características, algunas de las cuales son aplicables solo al subconjunto
de sionistas:
Prioridades militares sobre prioridades económicas. La
mayoría de los militaristas no ha tenido participación directa ni ha
estado muy involucrada en grandes negocios ni en combates militares
directos. Viven y trabajan en un mundo enrarecido de ideólogos, institutos
ideológicos que han crecido hacia dentro e interactúan con políticos
extremistas de ideas afines. Tienen pocos conocimientos sobre las
consecuencias humanas o económicas de las guerras imperialistas, que se
consideran como buenas en sí, como experiencias .liberadoras., ni interés
en ellas.
Consideran obsesivamente el mundo solo como un lugar para
apoderarse del poder a cualquier precio. Aplican políticas de matanzas en
masa sin repensarlas y tienen una actitud totalmente desdeñosa hacia los
cargos de genocidio y crímenes de guerra. Están absolutamente convencidos
de la justeza de las matanzas en masa para aumentar el poder político de
su imperio y de su .madre patria. adoptiva. Muchos están movidos por una
visión religiosa o cuasireligiosa, que no tiene en cuenta todas las
limitaciones económicas. La virulenta arrogancia de su estilo que proyecta
superioridad es tan reveladora como la sustancia protofascista de su
política. Cien mil muertos iraquíes son nada; la mente de un asesino
profesional que actúa en nombre de una .santa causa. es muy obvia. Los
sionistas nunca admiten fallas ni delitos. Utilizan su influencia para
cargarle la responsabilidad a otros, las torturas en Abu Ghraib y
Guantánamo se atribuyeron a oficiales del ejército o al Abogado de la Casa
Blanca. Ni un solo sionista importante aparece en la lista de los
responsables de los abusos, aunque fueron cómplices en su organización.
Las fuentes del modo de pensar sionista reflejan la adopción de los
métodos de gobierno de los palestinos aplicados por los israelíes:
desplazamientos masivos y destrucción de los medios de vida e
instituciones, castigo colectivo, tortura, encarcelamiento a largo plazo
sin juicio, ataques militares indiscriminados contra centros de población
y carnicerías con impunidad.
Es absurdo buscar en los escritos de oscuros y mediocres
teóricos políticos que coquetean con la astrología (L. Strauss) las raíces
de las prácticas imperialistas totalitarias de los encargados de formular
las políticas sionistas, cuando toda la vida política activa formadora de
estos teóricos ha estado íntimamente relacionada con las políticas
terroristas del Estado de Israel que les dio la señal ideológica y
lecciones políticas.
La convergencia del fundamentalismo cristiano, el
extremismo sionista y el poder imperialista ha sido el motor de la
doctrina totalitaria de la guerra ofensiva permanente, la guerra total,
que no hace distinción entre objetivos civiles y militares y el dominio
indiscutible del mundo. Lo que mantiene a estas élites extremistas en el
poder y la razón por la que lo retienen, a pesar de la aplicación de
políticas desastrosas, es que tienen grupos formidables en la sociedad
civil que los auspician y tienen sustancial influencia sobre instituciones
políticas clave, como el Congreso de los Estados Unidos y los medios de
difusión.
Los militaristas civiles extremistas no han sido
sometidos a duras pruebas por las empresas multinacionales por varias
razones. En primer lugar, las empresas multinacionales han recibido
enormes beneficios del régimen imperial en forma de reducciones
tributarias muy sustanciales y subvenciones, tasas de interés bajas,
agresivas políticas de apertura de mercados, promoción de privatizaciones
e imposición del pago de la deuda en el exterior. Además, la Casa Blanca
ha defendido a las empresas multinacionales estadounidenses contra
competidores, socavado la legislación laboral y ambiental y en casos de
empresas no competitivas, ha aplicado leyes proteccionistas.
En el EI, estos beneficios pesan más que los conflictos
entre las empresas multinacionales y los militaristas civiles. El
conflicto entre estas empresas y el EI acaba en presiones que rivalizan en
esferas normativas específicas, los militaristas civiles tienen más
influencia en materia de políticas para el Oriente Medio y
pronunciamientos estratégicos mundiales y las empresas multinacionales
obtienen políticas favorables en relación con China y, en menor grado,
Cuba y Venezuela.
Base estructural de conflictos ideológicos en el EI
Las diferencias políticas que surgen entre los
militaristas civiles y las empresas multinacionales se deben, en parte, a
puntos de vista ideológicos antagónicos. En el caso de los militaristas
civiles (MC), sus concepciones son explícitas, mientras que en el de las
empresas multinacionales, no son tan claras.
Voluntarismo versus integración mundial
Los militaristas civiles funcionan partiendo del supuesto
de que la voluntad política puede vencer todos los obstáculos, que la
proyección de poder puede crear hechos que otros países (antiguos aliados
o adversarios) tienen que aceptar, de ahí la noción de la acción
unilateral y guerras múltiples. El voluntarismo supone una capacidad
ilimitada para la acción militar, capacidad ilimitada para sacrificios
materiales, todos santificados por lugares comunes ideológicos, cruzadas
democráticas. y recompensas intangibles. El voluntarismo supone un alto
grado de autonomía para la élite y sumisión para las masas, dada la
imaginaria misión de los primeros y la ignorancia, lealtad refleja o temor
de los segundos.
La filosofía voluntarista es profundamente autoritaria; a
los dirigentes se les escoge (en sí) para dirigir, y los seguidores están
para obedecer. Las fórmulas para justificar guerras que persiguen el
dominio mundial varían según la circunstancia y van desde mentiras
descaradas y flagrantes, pasando por la demonización, engaño y falsedad
hasta la magnificación de incidentes menores que son convertidos en
amenazas mundiales. Los electores son una masa que se ha de engañar,
engatusar, halagar y manipular por conducto de los medios de difusión y a
los detractores se les ha de amenazar mediante edictos y leyes
autoritarias punitivas. Al Congreso se le ha de disciplinar y movilizar
tras sus dirigentes por medio de amenazas inminentes de guerra y
terrorismo.
A diferencia de lo anterior, las suposiciones implícitas
y explícitas de las empresas multinacionales son que la economía mundial
se ha convertido en una estructura integrada, en que las empresas
imperiales rivales se unen y compiten; la empresa multinacional reconoce
un mundo económico multipolar que requiere el apoyo del EI, así como la
adaptación a las reglas de otro EI (Unión Europea y Japón). Las empresas
multinacionales no evitan guerras limitadas ni actividades subversivas
militares, siempre que no afecten sustancialmente a los circuitos que
siguen comerciando, invirtiendo o teniendo acceso a materiales
estratégicos. Las empresas multinacionales más competitivas y fuertes, así
como las instituciones financieras poderosas promueven el comercio
multilateral y los acuerdos de inversiones, y consideran que las
actividades político-militares del EI aseguran o negocian el apoyo
internacional para estos acuerdos entre clientes y aliados. Las empresas
multinacionales menos competitivas son más "unilaterales", proteccionistas
y están más centradas en el estado, dependientes de la protección de
mercados internos y subvenciones para competir en mercados extranjeros.
Existe una mayor identidad política entre estas empresas menos
competitivas y los militaristas civiles desde el punto de vista de la
"acción unilateral", pero a menudo discrepan sobre asociados comerciales
del exterior.
Los militaristas civiles creen en la
"extraterritorialidad", la supremacía de las leyes estadounidenses y el
ejercicio de facultades por encima de la soberanía nacional y su lógica
extensión y ocupación colonial. Esta posición está reñida con las
exigencias hechas por las empresas multinacionales de un orden jurídico
internacional reconocido, para la defensa y promoción de las relaciones
capitalistas y el arbitraje de los conflictos. Sin embargo, esta
contradicción es silenciada por algunos de los privilegios especiales de
que disfrutan las empresas multinacionales en virtud del control colonial
de los Estados Unidos, como el especial acceso a empresas privatizadas
lucrativas, contratos de reconstrucción y adquisiciones relacionadas con
actividades militares. Por otra parte, las políticas de embargo de los
militaristas civiles impiden a subsidiarias en el exterior de empresas
multinacionales realizar transacciones comerciales o restringen los
productos que se pueden vender. No obstante, la contradicción entre las
políticas de los militaristas civiles centradas en lo militar y las
políticas de .mercado libre. de las empresas multinacionales no impide la
cooperación para desestabilizar regímenes vulnerables. Las refinerías de
petróleo estadounidenses se negaron a procesar importaciones de petróleo
de Cuba, a principios del decenio de 1960, siguiendo la línea de los
esfuerzos realizados por los Estados Unidos para derrocar a la revolución.
En los primeros años del decenio de 1970, en el gobierno socialista de
Allende, compañías estadounidenses del cobre entablaron juicios para
impedir exportaciones de cobre chileno al tiempo que la CIA hacía
esfuerzos para derrocar al régimen. La industria aeronáutica
estadounidense cooperó con el EI para ejercer presiones sobre el gobierno
de Chávez, negándose a reparar y mejorar sus aviones de combate.
En teoría, se argumenta que en el proyecto de formación
del imperio existen "intereses especiales" y los "intereses generales" de
la clase dirigente. No existe una "lógica imperialista" que proporcione un
conjunto homogéneo coherente de políticas en cualquier lugar y en
cualquier momento. Las contradicciones surgen por razones políticas
internas y también por la influencia de diferentes grupos ideológicos
dentro del EI. Por ejemplo, aunque el "libre comercio" es la doctrina
general de las empresas multinacionales, las excepciones incluyen la
protección de intereses agrícolas no competitivos, pero políticamente
influyentes. El grupo de presión cubano-americano que apoya el bloqueo
comercial contra Cuba, el Estado de Israel y su economía subvencionada en
buena medida por los Estados Unidos durante más de medio siglo son
ejemplos claros contrarios a las doctrinas del "libre mercado" de las
empresas multinacionales. Cuando "intereses especiales" como es la
configuración del poder sionista-judío, imponen políticas favorables a
Israel, pero que perjudican a grandes intereses de las multinacionales
petroleras, debilitan alianzas con la UE y los países árabes y, tratando
de llevar adelante su programa, marginan a componentes tradicionales del
EI, surge un gran conflicto subterráneo, pero despiadado, en materia de
personal, jurisdicción y política estratégica.
El segundo mandato de Bush representa que se sigue
consolidando y ampliando el poder de los militaristas civiles en puestos
estratégicos.
Los sionistas se quedan controlando el Pentágono,
mientras extienden su influencia dentro del Consejo de Seguridad Nacional
y en relación con las políticas para el Oriente Medio, con la ascendencia
de Elliott Abrams. Mientras tanto, la Seguridad de la Patria ha de ser
dirigida por otro miembro de la red sionista, Michael Chertoff, quien
demostró su celo, haciendo redadas y encarcelando arbitrariamente a
cientos de árabes y musulmanes estadounidenses, solo por su origen étnico
o su religión. La explicación para la creciente ascendencia de los
militaristas civiles la da la estratégica designación de Porter Goss como
director de la CIA. Goss es un ardiente defensor de la doctrina del
enfrentamiento militar con China y, sin duda, refleja el debilitamiento de
los encargados de formular las políticas de .libre comercio. de las
multinacionales.
Existe una interdependencia negativa entre la expansión
económica y la guerra, particularmente en el Oriente Medio y Asia. El
aumento de las amenazas militares y el estrechamiento del cerco a China
emanados de los militaristas civiles predominantes pueden tener efectos
sumamente desestabilizadores para la continuación de la financiación del
enorme déficit comercial de los Estados Unidos por China y perjudicar a
los inversores estadounidenses en ese país, que conduciría al
debilitamiento del dólar y de la rentabilidad de las principales 500
empresas multinacionales. Una nueva serie de ataques militares
israelí-estadounidenses a Siria e Irán pueden provocar una conflagración
militar general en todo el Oriente Medio, precipitar una crisis petrolera,
disparar los precios y promover la inestabilidad de clientes de Estados
Unidos, que llevaría a una crisis económica en los Estados Unidos y a una
mayor serie de guerras, desangrando más al país. Israel, desde luego,
sería el único beneficiario, en una región que se convierte en el páramo
del Oriente Medio (un "paraje desolado" de proporciones bíblicas) y en la
que los Estados Unidos quedarían agotados por guerras y crisis militares y
económicas excesivas. Lo más probable es que las políticas imperiales de
los militaristas civiles traerán por resultado pérdidas para todas las
partes: los Estados Unidos entrarán en crisis y los países
antiimperialistas experimentarán una destrucción masiva. Los efectos a
largo plazo en la formación del imperio dependerán de las consecuencias
políticas que tengan las políticas imperiales fracasadas, la manera como
se analicen los fracasos, las políticas y los encargados de formularlas
que intervengan, y las opciones políticas que surjan.
El diagnóstico de las razones que llevaron a los fracasos
imperiales es decisivo, porque puede conducir a la reconstrucción y
ulterior fortalecimiento del imperio o al cuestionamiento de las
políticas, personal, ideologías, instituciones e intereses que dictaron
las políticas fallidas.
Los críticos más conservadores argumentarán que la
formación del imperio era el enfoque correcto, pero que la aplicación fue
incorrecta, la ocupación no se manejó debidamente, se utilizaron demasiado
pocos efectivos y así sucesivamente. Los críticos liberales argumentarán
que las políticas eran erradas, que la guerra debería haber sido un
.asunto multilateral. con la UE, en el que la guerra y el botín se habrían
compartido. La minoría progresista dirá que instituciones como los civiles
del Pentágono desempeñaron un papel demasiado destacado, en lugar de los
diplomáticos del Departamento de Estado.
Todos estos diagnósticos y recetas se guían por la idea
de revertir la negativa secuela de los fracasos y derrotas imperiales y de
reconfigurar el EI para volver a consolidar las avanzadas posiciones del
imperio. En el mejor de los casos, estos conducen a algunos cambios de
personal, ajustes ideológicos (los estridentes gritos de guerra de los
militaristas civiles se moderan), reorganización de organismos (con una
recuperación del ejército profesional y los diplomáticos) y actividades
para reconciliarse con aliados internacionales. Las posibilidades de estos
.cambios para que nada cambie. dependen de la capacidad del EI para
.reformarse. en tiempo de crisis. Sin embargo, la reforma imperial no será
fácil, dado el atrincheramiento de los militaristas civiles, el respaldo
que tienen entre los fanáticos sionistas, fundamentalistas cristianos y
masas serviles.
Solo si las nuevas guerras traen por resultado
prolongados conflictos que cuesten miles de vidas, y la desorganización
masiva de la economía, que provoque una crisis internacional que afecte a
las multinacionales y a la economía interna, es que podemos prever una
importante oposición entre la población, de otra manera acobardada y
fragmentada, que no tiene una auténtica organización política
antiimperialista. Para que el descontento nazca entre las masas se
necesitará comprender claramente la responsabilidad de los militaristas
civiles y los partidarios sionistas de .Israel Primero., principales
arquitectos de la política de guerra. Se necesitará centrar la atención en
el análisis de la geopolítica de la guerra, el papel de las empresas
multinacionales y la necesidad de sacrificar el imperio para reconstruir
la .república., lo que requiere una guerra de clases contra los costos del
imperio y en pro de la transformación de la economía, la propiedad de los
bienes y la orientación de los Estados Unidos.
La formación del imperio es, por naturaleza, violenta y
perturbadora para otros; la resistencia y la derrota, especialmente en
sectores estratégicos del estado imperial, siempre tiene repercusiones
violentas en el seno del imperio. Los trabajadores y los contribuyentes,
su eslabón más débil, explotados y sacrificados para sostener el imperio,
solo reaccionarán obligados por circunstancias externas. Solo sacudidas
.externas. provocarán la reacción interna en una población imbuida de
creencias imperiales y sumisión justificada.
El EI, al contrario de los militaristas civiles y sus
celosos homólogos sionistas, no es invencible; Iraq ha dado las mismas
lecciones aprendidas antes en Corea y Vietnam. La economía estadounidense
no puede sostener el programa de los militaristas civiles de nuevas y
múltiples guerras y resistencia prolongada de las masas en múltiples
sitios. Los militaristas civiles pueden desatender la pérdida de aliados,
el abandono de clientes de la coalición de guerra, la vulnerabilidad de
nuevos puntos de conflicto en el Imperio... Los militaristas civiles
pueden sustituir a ideólogos de ideas afines para dirigir la CIA, el
Pentágono, la Casa Blanca y el Departamento de Estado, quienes se
repetirán unos a otros las doctrinas, pero su voluntad colectiva no podrá
cambiar limitaciones de poder estructurales fundamentales: presupuestos,
deudas, resistencia al reclutamiento, resistencia armada, ejércitos
vulnerables, aislamiento diplomático, la falta de mercenarios... La
voluntad de poder puede hacer muchas cosas destructivas, pero como Hitler
comprendió (o probó) también se puede destruir a sí misma.
Fuente: Pensar a
contracorriente. Volumen II - Segunda Edición, 2005
Disponible en:
www.defensahumanidad.cult.cu/list_public.php
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