EL
PAPEL DE LA CIA
EN EL ASESINATO DEL CHE.
SEXTA PARTE.
Froilán González y Adys Cupull.
Para los peritos argentinos encargados de la identificación del Che,
constituyó una sorpresa que en lugar del cadáver, se encontraron con un
recipiente de formol y en su interior las manos del
Guerrillero Heroico.
Un
hecho que hasta ese momento se había mantenido secreto, comenzó a develarse con
fuerza. ¿Cuáles fueron las razones para que le cortaran las manos?. ¿Cuál fue el
papel de la CIA en esta macabra decisión?.
Los comentarios, cada vez más fuertes, de que el
Che fue asesinado, la presencia de su hermano
Roberto Guevara en la capital boliviana y su pedido de
ver el cadáver, así como un movimiento de médicos bolivianos
que exigían realizar una
autopsia imparcial y la solicitud de ayuda a sus colegas
latinoamericanos, colocó al alto mando militar boliviano y a la estación de la
CIA en La Paz, en un grave dilema.
Debido a la
demora del
equipo de los peritos argentinos para proceder a la identificación, se ordenó
que le cortaran las manos y la cabeza y el resto del
cuerpo incinerado. Con relación a la orden de esta decisión
hay varias versiones: El agente de
la CIA Félix
Rodríguez dijo que la tomó el General Alfredo Ovando, Arnaldo
Saucedo Parada, Jefe de la Inteligencia de la VIII División, escribió
que Toto Quintanilla del Ministerio del Interior, recibió
las órdenes del Ministro Antonio Arguedas; y este
último declaró que no se
discutió en el Alto Mando Militar y fue una decisión de los que se
encontraban en el lugar de los hechos porque el cadáver
exhibía disparos y por razones políticas habían inventado la
frase: “Soy el Che, más valgo vivo que muerto”, resultaba
demasiado increíble que un hombre con un balazo en el cuello y otro
cerca del corazón estuviera hablando, esas fueron las causas por las que no
pudieron exhibir el cadáver ante mucha gente. Agregó que como
no estaba resuelto el
problema de la identificación ante la ausencia de los peritos
argentinos, se decidió que le cortaran las
manos, y Toto Quintanilla le
expresó que fueron los cubano‑norteamericanos, agentes de la CIA. quiénes dieron esa
orden.
Algunas fuentes informaron la existencia de un acuerdo entre Toto
Quintanilla y los agentes de la
CIA en Vallegrande, para hacer aparecer como una
orden superior. Según estas fuentes, Toto Quintanilla, Saucedo Parada, los
agentes de la CIA, Gustavo
Villoldo Sampera y Julio Gabriel García se reunieron para
discutir la forma de cumplir la orden real o supuesta, pero Zenteno
Anaya, decidió que solamente le cortaran las manos para los efectos
de identificación.
Los agentes de la
CIA insistieron que le cortaran la cabeza y la enviaran a
los Estados Unidos para realizarle análisis de laboratorio. Para este fin
convocaron a los doctores José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista,
quienes se opusieron alegando diferentes motivos. El doctor Martínez Caso
se embriagó antes de la hora indicada y la inhumana tarea se la impusieron
al doctor Moisés Abraham, ayudado por los agentes de la CIA y Toto Quintanilla.
Concluido el proceso, trasladaron el cadáver en un jeep hasta
el cuartel del regimiento “Pando” en Vallegrande. Ya eran las dos de la
madrugada del 11 de octubre. Los militares tenían cuatro tanques de
combustible para la incineración, pero no pudieron efectuarla por la cercanía
del amanecer que no permitía el tiempo necesario para este proceso, también le
temieron al alto grado de susceptibilidad que estos acontecimientos provocaban
entre los pobladores de Vallegrande y a la presencia de periodistas y
corresponsales extranjeros. Estos factores determinaron que fuera enterrado en
la misma zanja que un tractor cavó para los demás guerrilleros. El cadáver del
Che fue llevado por el coronel Andrés
Sélich.
Las
investigaciones históricas realizadas en Bolivia, entre los años de 1983 a
1987, permitieron recopilar documentos,
fotos, objetos, informaciones públicas y privadas; y los testimonios de
varios de los militares que participaron en estos acontecimientos,
entre ellos, las de los generales: Gary Prado Salmón,
Mario Vargas Salinas y Arnaldo Saucedo Parada y de los coroneles: Miguel Ayoroa
y Rubén Sánchez.
También obtuvimos las
opiniones del Ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter
Guevara Arce; del doctor Mario Agramont, uno de los jefes de inteligencia en la
IV División y los corresponsales de guerra. También entrevistamos al
doctor Moisés Abraham, médico de Vallegrande a quien visitamos en la ciudad de
Puebla, en México, lugar donde trabajaba. Nos acompañó a ese
encuentro Zenén Buergo, funcionario diplomático cubano en ese
país. Las conversaciones con la viuda del General Zenteno Anaya y sus
hijos Joaquín, Ximena y Álvaro, así como con la viuda del doctor Martínez
Caso, resultaron de gran
valor.
Las entrevistas con ex‑agentes de la
CIA, aportaron sorprendentes revelaciones, así como
el acceso a diferentes archivos, entre estos el del General
Joaquín Zenteno Anaya; y las varias gavetas de la CIA y
de los Servicios de Inteligencia del Ministerio del Interior de
Bolivia que permitieron ampliar las
informaciones obtenidas. En este aspecto la ayuda de Alfredo
Quiñones fue determinante.
De
igual importancia resultaron los encuentros con el general Mario
Vargas Salinas, especialmente el realizado el 24 de marzo de 1984,
con la presencia del Embajador Cubano en La Paz,
compañero Ángel Brugués. Vargas Salinas confirmó y
amplió las informaciones que nos había dado, en el sentido
de que el Che Guevara no fue incinerado y se encontraba
enterrado en Vallegrande a un costado de la pista de aterrizaje, junto a otros
compañeros, y mostró su disposición para visitar el
lugar.
De gran
estimación consideramos los testimonios de personas relacionadas
con los hechos, entre ellos Carlos Cortés, chofer del Coronel
Andrés Selich, que guió la volqueta en que trasladaron el cuerpo del
Comandante Ernesto Guevara. Con él nos entrevistamos en La Paz, el 13 de marzo
de 1984, y después en otras ocasiones en
Vallegrande.
Estimamos de valor los encuentros con Isacc Meneses, telegrafista de
Barrientos y del Ejército, quien confirmó que el Che no fue incinerado y
que estaba enterrado en Vallegrande. También el testimonio de Desiderio
Bonilla, Juez Agrario de Vallegrande y entrevistado en esa ciudad el 30 de
octubre de 1983.
Una verificadora
información la suministró una pareja de enamorados
clandestinos. Cerca del
lugar donde enterraron al Che y otros guerrilleros, existía una rústica cabaña,
utilizada por una señora que pastoreaba sus cabras y en determinadas ocasiones,
alegando que se le hacía muy tarde para llegar al pueblo, se refugiaba en
ese lugar y pasaba la noche en compañía de su amor oculto.
En
el mes de junio de 1984, ella y él narraron de manera individual y
en momentos diferentes, que en la madrugada, en que enterraron
al Che, estaban en la cabaña y sintieron constantes ladridos de
los perros, temían que se tratara de ladrones de cabras y
se levantaron.
En el más absoluto silencio y llenos de pánico, observaron, como en la zanja que
un tractor había cavado, lanzaron unos cadáveres y comenzaron a
llenar de tierra el lugar. Después conocieron que el Che y los demás
guerrilleros habían desaparecido y llegaron a la conclusión, que en ese
lugar fueron enterrados, pues al día siguiente observaron el movimiento de
tierra. Ocultaron lo que
habían visto para no divulgar la causa de
su presencia en la cabaña y ante el
temor de que podían
matarlos.
Durante todo este proceso de investigación estimamos valiosas,
las colaboraciones del doctor Gerardo Muñoz y su esposa Miriam
Jiménez, residentes en Vallegrande y Mario Chavez y su
familia de la ciudad de Santa Cruz de la
Sierra.
Los testimoniantes, todos entrevistados
por separado y de manera compartimentada, coincidieron en los datos
investigados. Al hacer el
análisis de esas y otras informaciones, quedaron dos
lugares como probables del
enterramiento. Así lo hicimos
constar en el libro LA CIA CONTRA EL CHE, página 153, publicado en 1992 por la
Editora Política y que recibió el Premio de la Crítica, otorgado por la
Academia de Ciencias de Cuba. Al respecto
escribimos:
"Las informaciones
recopiladas dan dos lugares como probables de donde se encuentran enterrados:
uno, en un terreno al fondo del dormitorio del regimiento “Pando”; el otro, a un
costado de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande, a unos pocos
metros del comienzo de la pista..."
Durante esos años de
dedicación y trabajo intenso, recibimos el apoyo, experiencia,
orientaciones y sugerencias de varios
compañeros, que orientaron
las mejores formas científicas para
obtener informaciones de fuentes primarias, y directas, en
el propio terreno de los hechos, incluyendo las secretas, consideradas
de trascendental
valor. Entre
ellos queremos mencionar a Armando López Orta, Homero Saker
y Francisco García
Madrigal.
Una mención especial
corresponde a los compañeros Osvaldo Pollo y Antonio Sánchez,
que visitaron Vallegrande, y realizaron un
estudio de los lugares, donde podían estar enterrados los
guerrilleros. Ellos elaboraron mapas y croquis acerca
de estos puntos de interés.
El Ejército boliviano
mantuvo la versión oficial de que al Che lo incineraron y sus cenizas lanzadas a
la selva, la que estuvo vigente hasta noviembre de 1995,
cuando los medios informativos divulgaron que el Che estaba enterrado en
Vallegrande, y comenzaron las excavaciones.
El 23 de noviembre de ese año, se divulgó un comunicado por varios compañeros
bolivianos, entre ellos Loyola Guzmán, Marlene Uriona, Mary Maimura, Esperanza
Brutón, Antonio Peredo y Modesto Reynaga, donde plantearon que de confirmarse
esas vesiones, reclamaban la agilización de los trámites para proceder a la
exhumación.
El 15 de diciembre de 1995, llegó a Vallegrande el doctor Jorge González Pérez,
director del Instituto de Medicina Legal de Cuba, quien encabezó a un
grupo multidisciplinario de científicos cubanos, argentinos, italianos, y
bolivianos para llevar a cabo la busqueda de los restos y su
identificación.
Después
de un intenso trabajo, de estudios, verificaciones, análisis y excavaciones
fueron encontraron e identificados los restos del Che y sus
compañeros. El 28 de junio de 1997 aparecieron los primeros huesos
humanos y el 3 de julio de ese año, el periódico Granma, dio una informión
al pueblo, explicando los detalles.
Habían pasado 30 años desde el asesinato del Guerrillero Heroico y
10 de nuestras investigaciones. Muchas cosas cambiaron en el lugar,
pero los cubanos y sus amigos en todo el mundo sabían que tarde o
temprano se haría realidad los versos de Nicolás Guillén, cuando
dijo: NO VAN A IMPEDIR QUE TE ENCONTREMOS, CHE COMANDANTE,
AMIGO.
Continuara.