BIN LADEN SATISFECHO 14 Sept

["karla Aguiar" <karlaguiar@cantv.net>]

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URGENTE

Caracas, 14 Septiembre 2006

No. 4

ESPECIAL

Att. La Habana  Cuba

 

  Para la información SPR. Me es grato anexarle articulo semanal del embajador Alfredo Toro Hardy. HABLA SOLO. Denso, se comparta o no su opinión.( Subrayado, resaltado y negrillas, míos). DIGNO DE REFLEXION (Freddy Baptista)

 

 

Alfredo Toro Hardy //   Diario el universal 14 Septiembre 2006

 

Un 11 de septiembre, cinco años después

 

 

 

SIN DUDA uno de los objetivos de Bin Laden cinco años atrás fue el de golpear en lo más profundo el orgullo y la sensación de estabilidad de una potencia hegemónica, con miras a propiciar su reacción. Una reacción proporcional a la magnitud de la herida causada y que, en sí misma, pudiese desestabilizar al orden internacional y en particular al mundo musulmán. Dados los equilibrios inestables, los conflictos étnicos y el divorcio existente entre gobierno y calle, propios del Medio Oriente, una sobrerreacción norteamericana constituía la mejor vía para poner a volar a los demonios. A fin de cuentas, el terrorismo ha buscado siempre poner en marcha dinámicas de radicalización que faciliten la materialización de sus propósitos. Un acto terrorista vale tanto como la reacción que genera.

Durante los meses siguientes al 11 de septiembre todo pareció indicar que Bin Laden no obtendría el resultado deseado. Washington actuó con sorprendente moderación, pareciendo convencido de que la respuesta al terrorismo islámico pasaba por la construcción de un complejo entretejido de alianzas internacionales. Ello, a no dudarlo, resultaba contraproducente para Al Qaida, pues su acción habría contribuido a brindarle mayor estructuración a los mecanismos de alianza de sus enemigos, generando mayor cooperación y coordinación para combatirlo. Para su suerte esta moderación no duró.

El apabullante triunfo militar en Afganistán a la postre más ilusorio que real pareció traer como lección que Estados Unidos se bastaba a sí mismo para enfrentar el reto planteado. Esta superioridad militar hacía lucir como superfluas a la diplomacia y a las concesiones que ella entraña. Como bien ironizaba Churchill, los aliados no son fáciles pues a veces les da por tener ideas propias. La arrogancia desatada de la Administración Bush, luego de este éxito, no admitía ya disentimientos. La Doctrina de Acción Preventiva, la indiferencia frente al Consejo de Seguridad y a la opinión pública internacional y la invasión a Irak, fueron consecuencias directas de este estado de ánimo. A partir de allí las cosas comenzaron a ir mal para Washington y bien para Bin Laden.

Entre los muchos errores que cometió la Administración Bush, en medio de este unilateralismo prepotente, hubo tres particularmente graves. En primer lugar, el no haber enfrentado al terrorismo en sus propios términos, como expresión de un enemigo móvil y subterráneo, sino en función de su capacidad para emparentarse con el orden estatal convencional. Es decir, el terrorismo entendido como simple prolongación de actores estatales con capacidad para albergarlo o armarlo. Más fácil resultaba apabullar militamente a un Estado "villano" que tener que asumir un enfrentamiento lento, sistemático y poco espectacular, contra un enemigo escurridizo. Se trataba, sin embargo, de un peligroso autoengaño. En segundo lugar, se buscó una confrontación ideológica con el islamismo a partir de la promoción militante de la democracia en el Medio Oriente. Por esta vía no sólo se socavó la legitimidad de los regímenes amigos, sino que se propiciaron las fuerzas centrífugas en Irak, se colocó a este país bajo la influencia directa de Irán y se brindó acceso al poder a movimientos considerados como terroristas por Washington. Finalmente, en lugar de quitarle banderas al islamismo promoviendo la creación de un Estado palestino, se estableció un paralelismo entre la propia lucha contra el terrorismo y los problemas que confrontaba Israel. El respaldo a Israel se hacía así inevitable.

Bin Laden debe sentirse satisfecho.

 

FIN

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