Joseph E.
Stiglitz
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El éxito de China
desde que iniciara su transición a una economía de mercado se ha basado en
estrategias y políticas flexibles: a medida que se soluciona cada conjunto
de problemas, surgen otros nuevos para los que es necesario idear nuevas
políticas y estrategias. Este proceso incluye una innovación social .
China logró reconocer que no podía sencillamente transferir instituciones
económicas que habían funcionado en otros países; al menos, lo que había
funcionado en otras partes del planeta debía adaptarse a los problemas
específicos que la nación enfrentaba.
Hoy China debate
un ?nuevo modelo económico?. Por supuesto, el modelo económico antiguo ha
sido un éxito resonante, generando casi un 10% de crecimiento anual a lo
largo de 30 años y sacando de la pobreza a cientos de millones de chinos.
Los cambios son evidentes no sólo en las estadísticas, sino aún más en los
rostros de la gente con que uno se cruza al recorrer diferentes zonas del
país.
Hace poco visité
una remota aldea Dong en las montañas de Quizho, una de las provincias más
pobres de China, a kilómetros del camino pavimentado más cercano; sin
embargo, tenía electricidad, y con ella no sólo había llegado la
televisión, sino también la Internet. Si bien parte del aumento de los
ingresos correspondía a remesas enviadas por miembros de la familia que
habían migrado a ciudades de la costa, los campesinos también disfrutaban
de una mejor situación, con nuevas cosechas y mejores semillas: el
gobierno les vendía a crédito semillas de alta calidad con un índice
garantizado de germinación.
China sabe que
debe cambiar para que su crecimiento sea sostenible. En todos los niveles
hay conciencia de los límites ambientales y de que los patrones de consumo
intensivo de recursos naturales aceptados hoy en los Estados Unidos serían
un desastre para China... y para el mundo. A medida que una proporción
creciente de la población china migra a centros urbanos, se hace necesario
hacer que estas ciudades sean lugares habitables, lo que exigirá una
cuidadosa planificación que incluya parques y sistemas de transporte
público.
Igualmente
interesante es el hecho de que China esté intentando distanciarse de la
estrategia de crecimiento impulsado por exportaciones, emprendida a
semejanza de otros países el este asiático y que permitió la transferencia
de tecnología, ayudando a cerrar la brecha del conocimiento y mejorando
aceleradamente la calidad de los bienes manufacturados. El crecimiento
impulsado por las exportaciones significó para China que podía producir
sin preocuparse de desarrollar el mercado
interno.
Sin embargo, ya
hay señales de un retroceso global. Incluso los países aparentemente
comprometidos con la competencia entre mercados no gustan de ser
derrotados en su propio juego y a menudo hacen acusaciones amañadas de
?competencia desleal?. Lo que es más importante, incluso si los mercados
no están completamente saturados en muchas áreas, será difícil mantener
índices de crecimiento de dos dígitos para las
exportaciones.
De manera que algo
tiene que cambiar. China ha pasado a formar parte de lo que se podría
llamar un ?financiamiento de proveedor?, proporcionando el dinero que
ayuda a financiar los gigantescos déficits fiscal y comercial de EE.UU. y
que permite a los estadounidenses comprar más bienes que los que venden.
Sin embargo, se trata de un trato peculiar: un país relativamente pobre
está ayudando a financiar la Guerra de EE.UU, en Irak, así como una enorme
rebaja tributaria para los más ricos del país más rico del mundo, mientras
que las inmensas necesidades internas implican un amplio espacio de
expansión para el consumo y la inversión.
De hecho, para
cumplir el reto de reestructurar su economía y hacerla menos dependiente
de las exportaciones y de los bienes para cuya producción se hace uso
intensivo de recursos naturales, China debe estimular el consumo. Mientras
el resto del mundo se esfuerza en aumentar el ahorro, China, con una tasa
de ahorro de más del 40%, se esfuerza en hacer que su gente consuma
más.
Brindar mejores
servicios sociales (atención de salud pública, educación y programas de
jubilación en todo el país) reduciría la necesidad de ahorrar como
?precaución?. También sería de ayuda un mayor acceso a servicios
financieros para empresas medianas y pequeñas. Y los ?impuestos verdes?
?como los que se aplican sobre las emisiones de carbono- cambiarían los
patrones de consumo, al tiempo que desincentivarían las exportaciones que
hacen uso intensivo de recursos energéticos.
A medida que China
se distancia del crecimiento impulsado por exportaciones, tendrá que
buscar nuevas fuentes de dinamismo en sus crecientes filas empresariales,
lo que exige un compromiso con la creación de un sistema de innovación
independiente. Por largo tiempo China ha invertido fuertemente en
educación superior y tecnología; ahora se está esforzando por crear
instituciones de nivel mundial.
No obstante, si
China desea un sistema de innovación dinámico, debe resistir la presión de
los gobiernos occidentales para adoptar el tipo de leyes de propiedad
intelectual poco equilibradas que le exigen. En lugar de ello, debe
emprender el diseño de un régimen de propiedad intelectual ?equilibrado?:
puesto que el conocimiento mismo es el componente más importante de la
producción de conocimiento, un régimen de propiedad intelectual mal
diseñado puede entorpecer la innovación, como ha sido el caso en Estados
Unidos en algunos ámbitos.
La innovación
tecnológica occidental se ha centrado demasiado poco en reducir el impacto
medioambiental adverso del crecimiento, y demasiado en ahorrar mano de
obra, algo que China tiene en abundancia. De modo que tiene sentido para
China el concentrarse en el desarrollo científico de nuevas tecnologías
que hagan uso de una menor cantidad de recursos. Pero es importante tener
un sistema de innovación (lo que incluye un régimen de propiedad
intelectual) que asegure que los avances en el conocimiento se utilicen de
manera amplia y generalizada, lo cual puede exigir enfoques innovadores y
bastante distintos a los regímenes de propiedad intelectual basados en la
privatización y el monopolio del conocimiento, con los altos precios y los
limitados beneficios que esto conlleva.
Demasiada gente
piensa que la economía es un juego de suma cero, y que el éxito de China
ocurre a expensas del resto del mundo. Sí, es cierto que el crecimiento de
China plantea desafíos a Occidente. La competencia obligará a algunos a
trabajar más duro, a volverse más eficientes o aceptar menores
utilidades.
Sin embargo, en
realidad la economía es un juego de suma positiva. Una China cada vez más
próspera no sólo ha elevado las importaciones desde otros países, sino que
además ha proporcionado bienes que han mantenido bajos los precios en
Occidente, a pesar de la abrupta alza de los precios del petróleo en los
últimos años. Esta presión descendente sobre los precios ha permitido a
los bancos centrales occidentales seguir políticas monetarias expansivas,
apuntalando un mayor nivel de empleo y
crecimiento.
Todos, sin
excepción, deberíamos esperar que el nuevo modelo económico de China tenga
éxito. Si lo hace, tendremos mucho que ganar.
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