En el siglo XX hay cambios muy profundos – entre otros un período de verdadera democracia – y una larguísima dictadura de orientación derechista y neoliberal. La retórica de la élite política, previa a la postdictadura, creó la ilusión de que iba a producirse un cambio democrático profundo. Sin embargo, esa élite resultó continuadora de lo establecido en el plano constitucional y en el manejo de la economía ( Nota de José: Esto es lo que siempre he dicho ). Bajo el signo de la continuidad se involucraron amplios sectores sociales. Se va produciendo, entonces, una trenza, en la medida en que el espacio público se privatiza. La clase política pasa a ser parte de esa trenza y se vincula a los grandes intereses económicos ( Nota de José: tal como se ve hoy día ). El mismo Estado pasa a ser socio en ámbitos privatizados – como ocurrió con Aguas Andinas – y el espacio público se va perdiendo. El Estado fue muy fuerte en Chile en los siglos XIX y XX. Prácticamente toda la infraestructura fue hecha por el Estado, también las principales grandes industrias. Esto ha sido reconocido por todos los historiadores. En 1982 apareció el libro de Mario Góngora Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile, en que precisamente denunciaba esta situación. Góngora fue un historiador de derecha, que en 1973 se entusiasmó con la retórica portaliana de la Junta y los militares, hasta que se dio cuenta de la claudicación que significaba la política de privatizaciones y desmantelamiento del Estado. Abordó el tema de manera notable y anticipó lo que ocurriría: los efectos de las políticas de mercado en la concentración de la riqueza, el empleo, la desigualdad, la educación, la fragmentación social y hasta en la vulnerabilidad en el plano estratégico.
El ideal portaliano, para Góngora, suponía un Estado eficiente, austero, realizador y proactivo. Góngora teorizaba que la nación había sido creada por el Estado, y que al privatizarlo y desarticularlo se ponía en peligro la existencia misma de la nación. Veinticinco años después, los planteamientos de Mario Góngora – coincidentes con los muchos de gente de Izquierda – demuestran su validez. Hay que rearticular el Estado, darle un papel prioritario, sin prejuicio – ( Nota de José: en lo que también estoy de acuerdo.)– del funcionamiento del mercado supeditado al interés general.
Esta es la primera parte. Aquí va lo otro:
¿ no cree que el comportamiento de la clase política responde básicamente a oportunismo? Tiene en cuenta que la economía está controlada por las transnacionales y los grandes conglomerados internos…
Se puede denunciar el oportunismo de la clase política, pero quisiera hacer un análisis menos moralizante. Es un fenómeno histórico: se ha impuesto el neoliberalismo y la sociedad de consumo. La gente se involucra en una dinámica que la absorbe; todos – o casi todos – están inmersos en el consumo, que actúa como poder normalizador, virtualmente disciplinario. Al mismo tiempo, no aparece un discurso rupturista creativo viable ( Para mi, José: se debe a que no se ha levantado un líder capaz de denunciar y dispuesto a cambiar este sistema ).
Antes de la dictadura había una Izquierda fuerte. La Democracia Cristiana – y aún antes, el Partido Radical – impulsó cambios. Había una pugna social enmarcada en la democracia. La existencia y crecimiento de la Unión Soviética y de un mundo alternativo al capitalismo impulsaba grandes procesos transformadores ( Nota de José: Es lo que siempre he dicho ). Cuando todo eso se derrumbó, se produjo un vuelco sustantivo, al punto que diversos partidos de Izquierda se incorporaron a la administración del poder. Obviamente también lo hicieron los partidos de centro, que históricamente tuvieron un sesgo oportunista según soplaran los vientos.
Ojalá les interese este comentario del Filósofo García de la Huerta, de la Universidad de Chile.
Compañero
José A Montero Aedo
Militante del Partido Comunista de Chile – MIR.