No es lo
mismo ser sueco que “hacerse” el sueco.
Percy
Francisco Alvarado Godoy
27
de marzo de 2007.
Como
puede comprender cualquiera de mis avezados lectores, no es lo mismo ser sueco
que “hacerse” el sueco. En Cuba, por ejemplo, cuando se le dice a alguien: Te
hiciste el sueco, significa, sin lugar a dudas, un equivalente a hacerse de la
vista gorda o a hacerse el tonto.
Eso
mismo le acaba de ocurrir al señor ministro sueco de Relaciones Exteriores, Carl
Bildt, quien se sumó a los manidos e infundados ataques contra Cuba en el actual
Período de Sesiones de la Comisión
de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. Sus declaraciones, basadas en los
mismos argumentos anticubanos de algunos gobiernos europeos, como Polonia y la
República Checa, títeres tradicionales de los esfuerzos norteamericanos por
aislar a la Isla internacionalmente, recibieron la digna respuesta del
representante cubano ante dicha Comisión.
Como
respuesta a las diatribas de Bildt, el
embajador cubano ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Juan Antonio Fernández Palacios, expresó: "En Cuba no se persigue
a los inmigrantes ni se intenta hacer una limpieza étnica para retener en el
país a aquéllos que respondan a los patrones raciales de los conquistadores
vikingos".
La
legítima respuesta a las ofensivas declaraciones de Bildt, fueron el punto de
partida de un enrarecimiento de las
relaciones diplomáticas entre Estocolmo y La Habana.
Sin
embargo, el Canciller sueco, guiado más por los propósitos anticubanos de sus
amos que por el justo deseo de mantener un clima de distensión y respeto mutuo
entre las naciones a nivel internacional, reiteró
sus acusaciones contra Cuba en una entrevista concedida días después a la BBC. Carl Bildt, presuntuoso y
prepotente, expresó que no tenía intenciones de retractarse de sus comentarios
acerca de los derechos humanos en Cuba, a la par que catalogó las declaraciones
del representante cubano, Fernández Palacios, como “un ataque desesperado de un
régimen desesperado".
A
partir de ese momento, la componenda sueca contra Cuba fue in crescendo, cuando el portavoz de
la cancillería sueca, Christian Carlsson, acusó a la Isla de violación de su
correo diplomático en La Habana y anunció que convocaría al embajador cubano en
Estocolmo, Jorge D. Payret Zubiaur. Carlsson indicó, con indudable cinismo y con
aires de ofendido, que todavía
esperan las correspondientes disculpas oficiales de Cuba, tanto por los
comentarios de Fernández Palacios como por la supuesta violación del correo.
Para
nadie resulta extraña la actual conducta de las autoridades suecas. Desde
febrero del 2000 se iniciaron estas falsas acusaciones y componendas contra
Cuba, cuando la entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Anna Lindh, incluyó en la Declaración sobre Política Exterior
de su gobierno, presentada ante el
Parlamento sueco, diversas
acusaciones contra la Isla
sobre supuestas violaciones de derechos humanos. Fue, sin dudas, el primer paso en las
maniobras anticubanas por parte de quienes, en Suecia, se habían plegado, como
nuevas marionetas de turno, a la estrategia norteamericana dirigida a aislar a
Cuba.
Suecia
ha estado presente, de manera enfática y descarada en las maniobras contra Cuba
que se han tejido dentro de la Unión Europea. Desde el 5 de junio de 2003, la UE
impuso sanciones políticas y diplomáticas a Cuba, bajo el falso y manido
argumento de que en la Isla se violan los derechos humanos. Suspendidas dichas
sanciones en el 2004, y examinadas con regularidad en los años siguientes, se
dispuso su próxima evaluación en
junio de 2007. Suecia, nuevo peón de la estrategia contra Cuba en Europa, ha
solicitado su aplicación inmediata.
¿Le
cabe al gobierno sueco derecho moral para juzgar a Cuba sobre supuestas
violaciones de los derechos humanos? La realidad demuestra que no, si nos
guiamos por los últimos informes de
Amnistía Internacional, de la propia
Comisión de Derechos de la ONU, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación Racial y del Comité contra la Tortura de la
ONU.
Esto
hace, indudablemente, justas y legitimas las palabras de réplica de Juan Antonio
Fernández Palacios, cuando tildó al gobierno sueco de persecutor de inmigrantes
y de violar los derechos humanos de los mismos.
De
acuerdo con diversos informes de Amnistía Internacional emitidos en los últimos
años, Suecia ha sido acusada reiteradamente de expulsar a inmigrantes mediante
procedimientos cuestionables según las normas internacionales establecidas, así
como aplicar una dudosa y criticable política de asilo.
Por
su parte, según acusaciones del
Comité contra la Tortura de la ONU, Suecia expulsó en mayo 2005 a una mujer de Bangla Desh, en unión de su
pequeña hija, existiendo evidencias de que sería perseguida o sufriría daños al
retornar a su patria, violando la obligación de Suecia de no devolver a ninguna
persona a un Estado en el que corriese peligro de sufrir torturas. Lo mismo
ocurrió, en noviembre de 2005, con un ciudadano sirio sobre el que pesaba una
condena de pena de muerte y que fue expulsado hacia su país, hecho que fue
criticado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
De
la misma manera la histeria
antimusulmana desatada en el 2001 determinó la expulsión hacia Egipto de
Ahmed Hussein Mustafa Kamil Agiza, cuando existían fuertes evidencias de que
podría ser torturado a su regreso a su país. Este hecho también fue criticado
por el Comité contra la Tortura de la ONU, así como el de Muhammad Muhammad
Suleiman Ibrahim El-Zari. El propio Comité Constitucional del Parlamento sueco
manifestó su inconformidad con estas expulsiones.
Ha
sido evidente el incumplimiento por parte de Suecia de:
a)
Las
garantías diplomáticas ofrecidas por el gobierno sueco, carecen de mecanismos de
aplicación y, por tanto, han sido
insuficientes para proteger a las personas contra el riesgo de
tortura.
b)
Se
ha violado el carácter absoluto de
la prohibición de devolución de personas a sus países de origen, incluidos los
casos abarcados en las medidas contra el terrorismo.
c)
Suecia
ha incumplido de manera reiterada los compromisos contraídos internacionalmente
con la Convención contra la Tortura.
d)
Suecia
ha negado a los solicitantes de asilo el derecho a una entrevista completa y a
disponer de asistencia legal, a la par que ha omitido los pasos correctos en cuanto a la protección de muchos
refugiados.
e)
En
más de una ocasión se ha cuestionado la carencia de una política uniforme dentro
de Suecia para combatir la violencia contra la mujer.
f)
Suecia
ha sido criticada por el alto nivel de hacinamiento existente en los centros de
detención de inmigrantes y por el mal trato dado a los mismos en esas
instalaciones, según informes de Amnistía Internacional.
g)
Demora
para investigar las denuncias de abuso policial o
carencia de investigaciones independientes para
realizarlas.
h)
Desinterés
de las autoridades suecas por juzgar a todos los delitos de odio racial,
quedando impunes muchos de sus comisotes.
i)
La
imposición automática de
restricciones a los presos preventivos.
j)
La
discriminación manifiesta contra los inmigrantes procedentes de
Rumania.
k)
La
desaparición de varios niños cuyos padres se encontraban detenidos en los
centros de detención y cuyos paraderos se desconocen.
Estos
son algunas de las manifestaciones de la abundante violación de los derechos
humanos que ocurren en Suecia. Examinar los documentos de Amnistía
Internacional, del Comité Europeo sobre la Tortura y los malos tratos, de la
Comisión de Derechos Humanos y otros, llevaría un enorme tiempo por lo frecuente y diversas que resultan las violaciones de los
derechos humanos en Suecia. Ante estos hechos, indudablemente no cabe la menor
duda de que el señor Bildt no hizo otra cosa que lanzar piedras al vecino
sin percatarse de que su tejado es de vidrio.
En
fin, el señor Ministro de Relaciones Exteriores de Suecia no hizo otra cosa que
“hacerse” el sueco. Sobran los comentarios.