El papa va
a Brasil a amonestar a los obispos para que, como vulgares empresarios,
consigan resultados en la captación de fieles y frenen la huida de otros.
Dice que se creían superadas ciertas ideologías, refiriéndose al proyecto
político de Chávez, pero la primera que debiera superarse y no la señala
como la principal lacra del mundo es el capitalismo y sus
variantes.
Una vez más el papa -los papas porque son actitudes
recurrentes en todos ellos-, un estilo, una mentalidad, arremete contra un
presidente elegido democráticamente que no le gusta, pero no contra otro
que ha puesto al mundo contra las cuerdas, que ha llevado dos invasiones
con excusas y mentiras flagrantes a dos países, que ha causado la muerte y
está causándola a cerca de un millón de seres humanos, la mayoría, por no
decir todos, inocentes. ¿Quién, con una mínima ecuanimidad y una mínima
sensibilidad no verá en esta desigual manera de contemplar el papa el
mundo y a sus distintos protagonistas políticos, como otro disparate más
de los tantos que cometen los pontífices? Pero ¿qué puede tener contra el
socialismo un sucesor de San Pedro cuando Cristo fue uno de los primeros
socialistas de la Historia? Está claro que el papa está contra el
igualitarismo, y a favor de que se adueñen de la riqueza material sólo
algunos, pues eso es lo que propicia el capitalismo. Y todo para que
estos, los ricos, se salven por la caridad mientras los pobres se salven
por la resignación.
El discurso de Benedicto es lo que da lugar a
las deserciones de católicos en Brasil y en todas partes del mundo. No le
de más vueltas, Joseph Ratzinger. Condena toda teoría económica aplicada,
desde el marxismo hasta el neoliberalismo pero deteniéndose especialmente
en el socialismo. Condena también el machismo que 'ignora la novedad del
cristianismo que proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer
respecto al hombre', y sin embargo no reconoce la igualdad radical de los
hombres en derechos ni exige que esos derechos se hagan efectivos por ley.
Está vista la doctrina total católica y el pensamiento de
Benedicto que viene a decir: dejemos que los humanos se maten entre sí,
que compitan entre sí hasta el degüello, que unos expolien a otros y se
comporten, unos como fieras y otros como corderos. Así nosotros, la
Iglesia, Cristo y su Padre separará a buenos y malos. Mientras que si
permitimos que las leyes laicas asienten con rigor en cada sociedad la
justicia distributiva, no podremos distinguir a buenos y malos. El Padre
no sabrá a qué atenerse, pues no habrá codicia, ni envidia, ni soberbia.
Al ser todos iguales ante la ley, los defectos no cobrarán la suficiente
relevancia como para ser tenidos por pecados, no será posible la virtud
porque no hay virtud que no tenga que ver con el dinero, o bien las
virtudes no podremos considerarlas como cualidades positivas humanas.
Desde aquí, toda la teología insufriblemente reaccionaria de
siempre...
Dije en una ocasión que en el Vaticanismo y las
comunidades religiosas funcionan sus miembros de derecho entre sí con
mecanismos comunistas, y lo reafirmo. Las desigualdades entre ellos
existen -también existen en los regímenes comunistas-, pero el fundamento
de la idea está en profesar la igualdad real aunque la aparencial tras el
boato a algunos les exprese otra cosa.
La jerarquía católica,
cuando los individuos han evolucionado tanto en tantas cosas,
principalmente en información y en el intercambio constante de las ideas,
terminará quedándose absolutamente
sola. |