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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008
- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: El evangelio de este domingo - George Bush, Dios y Fidel (segùn Koldo)
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Sun, 1 Jul 2007 12:33:46 -0400
Cronopiando Por
Koldo Campos Sagaseta Los
papeles de la CIA Me
sorprende el revuelo que se arma cada vez que la CIA decide desclasificar
documentos tenidos por secretos. Desde que quedan al descubierto las pretendidas
hojas de la confiscada historia, todos los grandes medios se dan cita en
la fiesta de la desclasificación con un candor y regocijo que asombra. No faltan
los historiadores, escritores y hasta particulares, obsesionados con las
revelaciones que pueda hacer la CIA, que se abalanzan, como si se tratara de
ofertas por rebajas, a nutrirse con las infamias
descubiertas. En
unos días, los revelados documentos se convierten en titulares de todas las
primeras páginas de esos grandes medios y las tertulias de emisoras de radio y
televisión encuentran nuevos temas para seguir
hablando. Como
si fuera palabra de Dios que un ángel revela, y no relato del Demonio en boca de
la CIA, así de crédulos y gozosos acuden los medios de comunicación a recibir
las pruebas del delito. Y
es que más que el revuelo que se arma, me sorprende la credibilidad con que los
medios de comunicación se asoman a esas páginas
prohibidas. Nadie
ignora que hay otros miles de documentos que permanecen celosamente guardados,
donde ninguna curiosidad los comprometa, para mejor velar por la salud mental de
una sociedad menor de edad que no tiene derecho a conocer su
historia. Y
tampoco se puede soslayar la manipulación a que se ha podido someter las
informaciones que se declaran y que, en cualquier caso, son pruebas
documentadas de toda clase de crímenes y delitos a los que los años
transcurridos prometen dejar impunes. De
hecho, más que a los medios de comunicación, el anuncio de la desclasificación
de los citados documentos debiera alarmar a la justicia para que, además de
motivar de tan extraordinaria manera a periodistas y comunicadores, también
despierte el interés de jueces y fiscales, pero no es el caso. Y si embargo, el
que una organización terrorista, si me atengo a las definiciones en boga,
reconozca cuando le plazca y convenga, los crímenes y delitos que considere, y
no ante un tribunal sino en multitudinaria rueda de prensa, no parece merecer,
al margen del repudio general, tanta generosa credibilidad por parte de los
medios de comunicación, y tan absoluto desprecio de las cortes de
justicia. Más
importante que saber lo que dicen esos informes sería conocer lo que callan,
poder leer esos otros miles de documentos que esperan ver la luz o que nunca
fueron redactados ni registrados para que ni siquiera el futuro pudiera
rescatarlos. Esas páginas en blanco de la historia estadounidense que remiten,
por ejemplo, al año 2029, la revelación del magnicidio de John F. Kennedy, de
aquel “golpe de Estado” que sólo podrá saberse, si acaso, 66 años después de
perpetrado. La
historia de los Estados Unidos también se blanquea, y para los casos en que se
redactan algunos garabatos, éstos deben purgar veinte o treinta años de
confinamiento antes de ser liberados y confirmar, entonces, que no fue un
accidente aéreo lo que le costó la vida a aquel líder popular; que el hostil
político que decidiera, súbitamente, suicidarse, contó con la inestimable ayuda
de algunos funcionarios del Estado; que el lamentable error en el bombardeo que
provocara la matanza de civiles, estuvo calculado hasta en sus mínimos detalles;
que los desaparecidos, no desaparecieron motu propio, que también contaron con
ayuda; que el obús que impactó el hotel matando a un periodista e hiriendo a
otros, tampoco fue un error; que la bomba que provocó la masacre no la colocaron
fundamentalistas manos sino cristianos principios… Lamentablemente, hasta que
todos estos documentos se hagan públicos, faltan por pasar decenas de años
de impunidad, antes de que empiecen a contarse otros tantos años de olvido. Y ni
entonces ni ahora hay garantía alguna de que lo que se confiesa se ajuste a la
verdad, máxime considerando la catadura moral del
delincuente. Pero
ningún gran medio repara en tan simple detalle, a ninguno le interesa preguntar
por la justicia, ninguno de sus editoriales va a exigir responsabilidades,
ningún articulista va a echar mano de la hemeroteca para comprobar qué dijo
entonces el medio para el que trabaja hoy, nadie va a exigir el desmantelamiento
de la banda, nadie va a demandar la divulgación de todos los documentos
secretos, de todos los crímenes ocultos… Suerte
que la calle no necesita que le cuenten la historia cuando guarda memoria y
dignidad. Cronopiando Por
Koldo Campos Sagaseta George
Bush, Dios y Fidel Hace
algunos años, durante la asamblea anual de la Organización de Colonias
Americanas, ya George Bush había expresado lo mismo aunque con otras palabras:
“Algún día llegará a Cuba la ola de la libertad”. Hoy vuelve el presidente
estadounidense a reiterar su vieja letanía pero, ya que no a un tsunami, apela
al propio Dios para que ponga remedio a sus males: “Un día, el buen Dios se
llevará a Fidel Castro”. No
se explica entonces la desconfianza del presidente estadounidense en la eficacia
para el fin propuesto de la naturaleza y del propio Dios, cuando en estos mismos
días reconocen haberse asociado hasta con la mafia (con la otra) con tal de
corregir la desidia divina y la natural
evolución. George
Bush, en cualquier caso, sólo es el último gran hipócrita y criminal de guerra
desairado por Dios y por la
naturaleza. Eisenhower
también pronosticó hace 45 años la ola liberadora que restituyera a Batista
Vino
después J.F.Kennedy, augurando nuevas y libertarias olas a las que, incluso, por
aquello de ayudar al mar, hasta les buscó una cochina playa por las que romper,
pero otras olas, que 40 años más tarde todavía no han sido esclarecidas,
acabaron ahogando a Kennedy en Dallas. Y el buen Dios y Fidel escribieron su
responso mientras multiplicaban los panes y los peces. Johnson
tomó el relevo en los pronósticos meteorológicos y predijo la llegada a Cuba del
maremoto redentor que la devolviera al pasado esplendor de casinos y casas de
putas, pero la ola, otra vez, equivocó el rumbo y se llevó a Johnson. Y el buen
Dios y Fidel lo vieron partir mientras levantaban escuelas y
hospitales. Nixon,
para no ser menos, también anunció el arribo a Cuba de la ola de la libertad que
restituyera los derechos de los gansters en La Habana, pero pasó la ola y el que
se ahogó fue Nixon. Y el buen Dios y Fidel lo despidieron mientras extendían la
solidaria cooperación cubana por todo el mundo. Llegó
Gerald Ford y advirtió la inmediata presencia en la isla de una ola redentora
que la recuperase para los tantos delincuentes barridos por la historia y por
Fidel pero, antes de que terminara de hacer sus climatológicos pronósticos, el
tiempo y el agua se llevaron a Ford. Y el buen Dios y Fidel le mandaron flores
mientras ponían en marcha una escuela de medicina gratuita para miles de
estudiantes latinoamericanos sin recursos. Jinmy
Carter también apeló a la ola de la libertad que rescatara a Cuba de la
ignominia del derecho, la educación y la salud pero, de nuevo, la ola se llevó a
Carter. Y el buen Dios y Fidel, guardaron un minuto de silencio mientras
reducían el índice de mortalidad infantil en la isla a porcentajes inferiores a
los de sus vecinos. Ronald
Reagan, no conforme con pronosticar las libertarias olas sobre Cuba, hizo lo
indecible por ayudar al mar en su trabajo, pero el mar, otra vez dispuso el
mismo rumbo y se llevó a Reagan. Y el buen Dios y Fidel ni siquiera sacaron sus
pañuelos ocupados, como estaban, en extender sus campañas de vacunación por Cuba
y el mundo. Vino
George Bush I, padre del actual incumbente, y anunció la llegada de la ola
de la liberación a Cuba. En la espera, la ola terminó por llevárselo a él. Y el
buen Dios y Fidel le enviaron sus condolencias mientras garantizaban a la
infancia su derecho a la vida y a la dignidad. Bill
Clinton, no se quedó atrás y, desde que asumió el gobierno y la becaria, predijo
el arribo a Cuba de la ola libertaria. Ocho años esperó la ola pero, cuando ésta
llegó, el que resultó ahogado fue Clinton. Y el buen Dios y Fidel pasaron la
página mientras persistían en su empeño de construir una sociedad más justa, más
libre, más igualitaria. Por
ahí anda, todavía, George Bush II, el hijo de su padre, procurando maremotos por
el mundo, anhelando la ola que, finalmente, haga de Cuba otra burdel... pero la
ola, la que vendrá, la única posible, la que el buen Dios, que en vano invoca,
ya le está preparando, será la que también barra con el actual presidente
estadounidense y termine por ahogar este maldito "viejo orden" que tiene en
George Bush su primer y principal mentor. Y entonces, el buen Dios y Fidel, como
buenos compadres, cogidos de la mano y rodeados de pueblo, saldrán a cantar y
bailar son por el malecón de La Habana. ******* |
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