En las primeras páginas
del libro, versión última, leo algunas cosas que a pesar de estar
unido a Fidel desde los 19 años, no tenia muy claras, y era…, las
conocía, pero no las tenía muy claras, sistematizadas recién de otro
modo, y es cuánto sufrimiento, cuántas experiencias, cuántos
dolores, cuántos desgarramientos estaban ya en su vida, aquel día de
septiembre de nuestros 19 años en que ingresamos en la Universidad
y tuve el privilegio de conocerle.
Yo ansiaba desde hace
mucho tiempo, y sentía, que le faltaba a Fidel un texto como el que
tenemos ahora en las manos, y que le faltaba a Fidel porque —y me
expongo a decir algo que no sé si diré con exactitud—… porque ni
Fidel ni nadie es eterno, y porque nuestra Revolución, que es
la
Revolución más cercana a nosotros, pero que es
parte de una Revolución de una dimensión mucho mayor, dimensión que
tiene porque es, en nuestra época, revolución en la mente de la
gente, revolución en el saber, revolución en el conocimiento,
revolución en el dominio / no dominio del mundo, revolución en la
conciencia de si somos y seremos o si no seremos, etcétera,
etcétera; y las revoluciones y los procesos históricos —y el nuestro
no escapa de esto que pienso— son de un carácter tan laberíntico,
tan complejo, tan sujeto a incidencias de diversidad casi infinita,
que dejar para el futuro, es decir, para las nuevas generaciones,
oscuridad en algunas zonas de nuestra historia y de nuestras
acciones, no era justo.
Y me preguntaba ¿por qué?, por qué no
llegábamos al punto de reformularnos el conjunto de esas acciones
para un período que ya no era tan corto pero tampoco era tan largo,
pero yo creo que las cosas han llegado cuando tenían que llegar; y
que no era bueno, no hubiera sido bueno que cuando más fuertemente
sentí —hablo de mi persona, pero creo que reflejo el sentimiento que
tuvieron mucha gente de mi edad en el momento de la desaparición del
falso campo socialista, y por lo tanto el derrumbe de un marco de
posibilidades para nuestra propia revolución, aunque aquello fuera
falso— que era necesario replantearnos todo, porque si el socialismo
era aquello, el socialismo no valía la pena y, por lo tanto, si el
socialismo valía la pena en nuestro país, si valía la pena en
nuestra dirección que fue capaz de reformular una estrategia para
las supervivencia y para seguir avanzando, y para seguir defendiendo
las ideas que habían inspirado nuestras vidas, yo sentía que era
necesario reformularlo y creo que toda mi generación y las
generaciones que nos seguían sentían esa necesidad. De ahí tanto
pesimismo que invadió como una marea el mundo entero, y yo diré que
a nosotros también aun cuando hayamos salido airosos de la peor
prueba.
Pero tal vez replantearse —replantearse no es
renegar, replantearse es revisar todas las ideas y ver qué es lo
válido, por qué han pasado las cosas que han pasado, por qué el
socialismo llegó al nivel de deformación, por qué llegó al nivel de
debilitamiento que le hizo desmoronarse, etcétera, etcétera. Ese
análisis que ha faltado acaso necesitaba primero que Fidel acabara
de comprender que tenía que hacer su propia autobiografía, su propia
memoria, y en el espíritu en que se ha estado remarcando, que él
mismo lo ha ido declarando, de la verdad, la verdad, la verdad. La
verdad con análisis, porque la verdad sin análisis a veces no es la
verdad. Y pienso que hemos tenido la suerte, que no es solo suerte.
Yo me acuerdo que cuando éramos muy jóvenes, un día Fidel me
argumentaba una serie de cosas en privado y usó la palabra
intuición, de buenas a primeras se detuvo, y dijo: cuidado, no me
entiendas mal, intuición en mí es el acumulado de toda la
experiencia reelaborada etcétera, etcétera, y entonces se produce
como intuición.
Yo creo que era necesario este libro —que
comenzó como comenzó, que ha llegado a donde ha llegado, y que yo
creo que va a llegar mucho más lejos—, porque tal vez lo más
maravilloso que ha pasado es que Fidel comprendió releyendo y
releyendo el libro que algo como el libro, o más que el libro, era
necesario, porque no somos eternos; y que su mensaje tenía que
quedar estructurado y elaborado del modo más coherente posible, y es
posible en él; y por eso, pienso, y tal vez dudaba si iba a ser
capaz de decirlo como quisiera, ahora sí es posible la refundación
del socialismo con la autenticidad del socialismo. De lo contrario,
el socialismo no vale la pena. Él ha abierto ya la compuerta a
partir de la sistematización de la experiencia que en el libro
aparece, de saltar a esa etapa porque sin ese mensaje su obra no
estará conclusa.
En las primeras páginas del libro, versión
última, leo algunas cosas que a pesar de estar unido a Fidel desde
los 19 años, no tenia muy claras, y era…, las conocía, pero no las
tenía muy claras, sistematizadas recién de otro modo, y es cuánto
sufrimiento, cuántas experiencias, cuántos dolores, cuántos
desgarramientos estaban ya en su vida, aquel día de septiembre de
nuestros 19 años en que ingresamos en la Universidad y tuve el
privilegio de conocerle. Entonces tuve una opinión, que creo que fue
lúcida, y que afortunadamente trasmití —aquí cerca tengo a alguien
de los que me escuchó decir aquello—. Dije: ha entrado en
la
Universidad un joven que es un volcán…, y dije otra
partida de cosas que no es del caso repetir…, que va a ser José
Martí o Dios nos coja confesados. Fue José Martí. No lo comprendí al
minuto, y no voy a hacer anécdotas ahora del proceso de observación
y el intento de captación que tontamente hacía porque al final fui
captado. Pero ahora, leyendo esas páginas, me doy cuenta que me
escapó una experiencia, me escapó una observación, por qué aquel
joven era tan serio, por qué aquel volcán también daba un golpe de
tomarlo todo demasiado en serio. En alguna ocasión contando aquellos
días, semanas, meses, primeros años de nuestras vidas en
la
Universidad, jugué un poco —en un aniversario de
la
Universidad contaba yo aquellas cosas— de los
aspectos un poquitos frívolos, juguetones, de nuestra vida juvenil,
las muchachas, los lugares donde nos reuníamos, etcétera, etcétera…,
pero transitaba en aquel personaje tomar todo en serio, demasiado en
serio, demasiado… dándole demasiada trascendencia a las cosas. El
arco de la vida nos ha puesto entre los 19 y los 80, y yo creo que
aquel muchacho, porque era un muchacho, éramos unos muchachos, que
todo lo tomaba en serio, ha tomado en serio de verdad la vida, y
cuando la vida se toma en serio de verdad es cuando uno es de verdad
un ser humano. Y esa calidad de ser humano es, aunque parezca un
salto conceptual, ser un revolucionario. A Fidel le falta cumplir un
deber con todos nosotros y con las futuras generaciones, y es dejar
claro que el socialismo es socialismo de veras y no caricatura del
socialismo.
(Intervención
de Alfredo Guevara en la presentación de la segunda edición,
revisada y enriquecida con nuevos datos de Cien horas con Fidel. Conversaciones con
Ignacio Ramonet, Palacio de las Convenciones,
La
Habana, 4 de octubre, 2006)
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