Era la palabra
que me venía a la mente. Busqué en un diccionario y estaba allí, de origen
onomatopéyico y connotación trágica: zambombazo. Tal vez nunca la haya usado en mi
vida.
Bush es una
persona apocalíptica. Observo
sus ojos, su rostro y su obsesiva preocupación por simular que todo lo que
ve en las “pantallas invisibles” son razonamientos espontáneos. Escuché que su voz se quebraba
cuando respondió a las críticas de su propio padre a la política que sigue
en Iraq. Expresa sólo
emociones y finge siempre racionalidad. Conoce sin embargo el valor de
cada frase y cada palabra en el público al que se
dirige.
Lo dramático
es que lo que espera que ocurra cueste muchas vidas al pueblo
norteamericano.
No se puede
estar jamás de acuerdo, en cualquier tipo de guerra, con hechos que
sacrifiquen a civiles inocentes.
Nadie podría justificar los ataques de la aviación alemana contra
ciudades británicas en la Segunda Guerra Mundial, ni los mil bombarderos
que en lo más álgido de la contienda destruían sistemáticamente ciudades
alemanas, ni las dos bombas atómicas que en un acto de puro terrorismo
contra ancianos, mujeres y niños Estados Unidos hizo estallar sobre
Hiroshima y Nagasaki.
Bush expresó
su odio contra el mundo pobre cuando habló el primero de junio de 2002, en
West Point, de atacar preventiva y sorpresivamente a “60 o más oscuros
rincones del mundo”.
¿A quién van a
hacer creer ahora que los miles de armas nucleares que poseen,
la cohetería y los sistemas de dirección precisos y exactos que
han desarrollado, son para combatir el terrorismo? ¿Acaso servirán para eso los
submarinos sofisticados que construyen sus aliados británicos, capaces de
circunvalar la tierra sin salir a la superficie y reprogramar sus
cohetes nucleares en pleno vuelo?
Lo que jamás pude imaginarme es que un día se utilizaran
semejantes justificaciones.
Con esas armas el imperialismo pretende institucionalizar una
tiranía mundial. Apunta con
ellas a otras grandes naciones que surgen no como adversarios militares
capaces de superar su tecnología en armas de destrucción masiva, sino como
potencias económicas que rivalizarán con Estados Unidos, cuyo sistema
económico y social consumista, caótico y despilfarrador, es absolutamente
vulnerable.
Lo peor del
zambombazo en el que ahora pone sus esperanzas Bush es el antecedente de
su actuación cuando los acontecimientos del 11 de septiembre, en que,
conocedor de la inminencia de un golpe sangriento al pueblo
norteamericano, y pudiendo preverlo e incluso evitarlo, salió de
vacaciones con su aparato administrativo completo. Desde el día en que fue designado
Presidente ?gracias al fraude que, como en una república bananera,
llevaron a cabo sus amigos de la mafia de Miami?, y antes de su toma de posesión,
W. Bush era informado detalladamente con los mismos datos y por la
misma vía que los recibía el Presidente de Estados Unidos, quien así lo
indicó. En ese momento aún
faltaban más de 9 meses para los trágicos acontecimientos
simbolizados en la caída de
las Torres Gemelas.
Si de nuevo
sucediera algo igual con material explosivo de cualquier tipo, o de carácter nuclear, ya que hay
uranio enriquecido regado a granel por el mundo desde la época de la
guerra fría, ¿cuál sería el destino probable de la humanidad? Trato de recordar, analizo muchos
instantes de su marcha a través de los milenios, y me pregunto: ¿son acaso subjetivos mis puntos
de vista?
Ayer mismo
Bush se jactaba de haberles ganado la batalla a sus adversarios en el
Congreso. Tiene cien mil millones de dólares, todo el dinero
que necesita para duplicar, como desea, el envío de soldados
norteamericanos a Iraq y proseguir la matanza. Los problemas en la región se
agravan.
Cualquier
opinión sobre las últimas proezas del Presidente de Estados Unidos se
vuelve fiambre en cuestión de horas.
¿A este pequeño miura moral tampoco el pueblo norteamericano lo
puede agarrar por los cuernos?
Fidel Castro
Ruz
25 de mayo del
2007
7:15
p.m.
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