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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008
- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: LA REVOLUCIÓN COTIDIANA, por Manuel E. Yepe
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Sat, 26 May 2007 09:45:33 -0400
La
mejor forma de reaccionar contra la desilusión Al igual que
–imagino- le ha de ocurrir a cualquier cubano, muchas veces experimento la
sensación de que existe un extraño vínculo que identifica al pueblo con Fidel
Castro que no puede ser explicado por la lógica ni por alguna ciencia.
Como no creo en
fuerzas sobrenaturales y sí en el talento excepcional de algunas personalidades,
lo atribuyo a la capacidad del presidente cubano para identificarse con las
aspiraciones y sueños cotidianos de las mujeres y hombres más representativos
del pueblo, la gente humilde, y aportarles las ideas brotadas de su inteligencia
sobre cómo convertirlos en realidades.
Cualquiera
comprende que, cuando el máximo conductor de la revolución cubana en el último
medio siglo anunció que habría de ser sometido a una muy riesgosa intervención
quirúrgica y delegó la responsabilidad de las tareas puntuales que atendía
personalmente en un grupo de otros dirigentes hasta tanto recuperara su salud,
una gran preocupación asaltó a la ciudadanía cubana.
El motivo de
esa inquietud no guardaba relación alguna con el que los enemigos habían
fabricado -y otros en el exterior creían como resultado de casi medio siglo de
campañas difamatorias- de que en nuestro país funciona un mando unipersonal y
que, por ello, la nación se desmoronaría consumida por el caos y las luchas
intestinas, si el jefe de la revolución faltaba.
Aquí nadie
pensaba algo así, ni siquiera los desafectos sinceros de la
revolución. Aunque, por
efecto de esta revolución verdadera y profunda que es la cubana nuestra sociedad
está siempre en trance de movimiento y cambios, la nación ha consolidado una
institucionalidad que a la vez incluye y se enmarca en la nueva cotidianidad.
La Constitución
cubana de 1976 y las leyes subsecuentes establecen la forma en que se ha de
producir una sustitución presidencial. El primer
vicepresidente del Consejo de Estado, Raúl Castro, que lo es también del Consejo
de Ministros, era la persona legalmente facultada para reemplazar al Presidente,
en virtud de los cargos que ocupaba. Los méritos históricos de Raúl Castro como
comandante guerrillero y conductor o participante en las principales hazañas de
la revolución victoriosa en enero de 1959, unidos al prestigio que le ha
merecido su desempeño como dirigente estatal, habían motivado que fuera electo y
reelecto en sucesivas ocasiones para esas funciones, desde que tomó forma -hace
treinta años- la actual organización político-administrativa del país.
No se trataba,
pues, de una designación caprichosa, inesperada o un acto de nepotismo. Era la
decisión soberana del pueblo expresada en su Carta Magna y, como es lógico, la
ciudadanía la acogió con confianza y sin sorpresa.
Era menos
conocido en el exterior el papel del Partido Comunista en una situación de
reemplazo presidencial. Los cubanos
sabemos que la organización partidista no desempeña papel alguno en el sistema
electoral representativo del país. La función del Partido consiste en garantizar
la voluntad popular de construir una patria unida y socialista, basándose en el
prestigio y la ejemplaridad de su militancia y de los órganos de dirección en
los que ésta delega su autoridad, en todos los niveles.
Es así como,
sobre la militancia del partido -integrada por individuos que la ciudadanía ha
reconocido como paradigmas mediante aprobación expresa, caso a caso, previamente
a su elección como militantes-, recae la responsabilidad de liderar
esfuerzos por lograr que todo se haga de la manera prevista por la voluntad de
los cubanos. Por eso, más
allá de la sustitución presidencial oficial, "la especial confianza que otorga
el pueblo al líder fundador de una revolución, no se transmite, como si se
tratara de una herencia…, únicamente el Partido Comunista, como institución que
agrupa a la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los
cubanos en todos los tiempos, puede ser el digno heredero de la confianza
depositada por el pueblo en su líder". Así lo había hecho notar el propio Raúl
Castro poco tiempo antes de que Fidel anunciara la necesidad de su operación.
Por fortuna, ha
resultado exitosa la sucesión de intervenciones quirúrgicas a que debió
someterse Fidel, quien ya ha estado dando muestras, con la publicación de sus
reflexiones acerca de problemas vitales de la humanidad, de su capacidad
de seguir aportando su genio a la afirmación del proyecto
revolucionario cubano y a la redención de los oprimidos y explotados de todo el
mundo. Pero lo que
desde el anuncio de Fidel más nos intranquilizaba a los cubanos era saber si la
madurez política alcanzada por nuestro pueblo en cuanto a la importancia de la
unidad, era real, y si las instituciones democráticas que habíamos creado
servirían efectivamente a ese propósito. Por eso, quizás
lo más trascendente en esta experiencia haya sido que nos demostró que nuestra
principal carta de triunfo para evitar la apertura de brechas que sirvan a la
estrategia enemiga, es el ofrecimiento de una clara evidencia de unidad y
disciplina en un escenario de seguridad y tranquilidad cotidiana.
No ha sido
esta, por supuesto, la primera gran prueba de su unidad y disciplina a que hayan
sido sometidos los cubanos en el curso del último medio siglo.
La propia
guerra de liberación contra la tiranía de Batista puso a prueba la capacidad de
los revolucionarios cubanos de integrarse orgánicamente para evitar el regreso
de la patria a la condición de neocolonia de los Estados Unidos.
Luego vendrían
muchas otras pruebas planteadas por las agresiones, amenazas y campañas
mediáticas hostiles generadas por la superpotencia vecina.
En la década de
los años 60, deformaciones del proceso revolucionario que fueron conocidas como
el "sectarismo" y la "microfracción", aunque traumáticas y causantes de pérdidas
por la revolución de algunos talentos y mucha gente simple
asustadiza, pudieron ser corregidas. En la
actualidad, tiene lugar un debate público acerca de las distorsiones en el campo
de la cultura, en especial de la literatura, que se manifestaron en el primer
lustro de los años 70. Algunos creyeron advertir indicaciones en el presente de
amenazas de un repunte de aquellas nocivas tendencias intolerantes. Nadie duda
que, cual en anteriores circunstancias, unidad de los patriotas se impondrá.
En tanto la
administración estadounidense, su academia complaciente y sus medios, siguen
hablando de transición de Cuba al capitalismo (democracia, libertad, economía de
mercado, pluripartidismo), el pueblo de la isla continúa desarrollando su
proyecto socialista pese a tanto viento en contra que le impone la
superpotencia. La crisis de
los noventa o "período especial" va quedando
atrás. ¿Cómo olvidar:
los apagones interminables; la ausencia casi total de medios de transporte (que
singularizó a la bicicleta salvadora); la alimentación proteica reducida al
picadillo extendido con soya; la desaparición de los vegetales, las viandas y
las frutas; la pérdida de peso corporal; el deterioro de los inmuebles
particulares y públicos, impedidos de mantenimiento; el quebranto de muchos
servicios médicos, educativos, culturales, deportivos y recreativos, sin
recursos para sostenerse debidamente; la paralización de los planes de
construcción de viviendas y de desarrollo industrial, hidráulico, vial y otros
de inmediato impacto en la población?. Todo ello sin
que cesaran -antes bien, se intensificaran- las amenazas de agresión militar,
ampliadas por el desempeño belicista del gobierno de los Estados Unidos a nivel
mundial, que hacían y hacen imprescindible la preparación ciudadana sistemática
para la defensa de la soberanía. Las medidas que
se adoptaron para afrontar la situación fueron ellas mismas traumáticas en
muchos sentidos. Se asumió el riesgo social de desarrollar el turismo
internacional, intensificar la promoción de inversiones extranjeras, admitir la
circulación interna del dólar estadounidense y otras medidas para promover la
captación de divisas convertibles, tras experimentar el derrumbe de casi el 85 %
los intercambios internacionales y la caída en un 35% del Producto Interno Bruto
(PIB). La estrategia
dio los frutos buscados y, hasta cierto punto, se ha podido atenuar el impacto
en el medio cubano de las desigualdades y vicios propios de las sociedades
mercantiles que tales remedios propiciaron. La economía
cubana, que pudo salir de la crisis sin privatizar sus activos ni aplicar
medidas neoliberales, pudo suspender en noviembre de 2004 la libre circulación
interna del dólar estadounidense y ahora estudia retomar a una moneda
única.
Tras una
desaceleración experimentada por el turismo
La revolución
energética iniciada en los últimos años ha demostrado ser anticipación de la
ineludible respuesta humana a las secuelas de sus depredaciones de la
naturaleza. Pero es en la
cotidianidad donde se evidencian más los avances que tanto aportan a la calidad
de vida, como el fin de los apagones; la mejoría en la oferta de vegetales,
frutas y alimentos en general con diferentes opciones de precios; las
policlínicas, hospitales, farmacias, escuelas y otros inmuebles públicos mejor
equipados, atendidos y mantenidos; el equipamiento electrodoméstico eficiente de
todos los hogares; la universalización de la enseñanza superior, que ha ampliado
el acceso a estudios universitarios; la mejoría en la telefonía y el transporte
interprovincial público; los adelantos en la reparación de carreteras, calles y
caminos, y la seguridad ciudadana que se respira.
Son cosas como
la irrupción en la cotidianidad del trabajador social y el instructor de arte,
la ampliación del número de canales televisivos, las horas de programación y la
profundidad de la información; la reaparición de diarios y revistas; el
incremento de la producción de películas, libros y música; los logros
científicos, artísticos y deportivos, y el reconocimiento de nuestra solidaridad
con otros pueblos, las que enorgullecen al cubano de hoy.
Parece
contradictorio que un proceso revolucionario reconozca como logro apreciable el
mantenimiento de la cotidianidad, pero es que, para los cubanos de este tiempo,
es vital reafirmar cada día la identidad nacional.
Por eso, no
obstante las tensiones, es tan cotidiana la revolución socialista en
Cuba. *Manuel
E. Yepe Menéndez
es abogado, economista y
politólogo. Se desempeña como Profesor en el Instituto Superior de Relaciones
Internacionales de |
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