VIOLETA CON EL PUÑO EN ALTO
Escribe: Dante Castro Arrasco
No me cabe la menor duda de que un diálogo con Violeta Valcárcel
es ponerse nuevamente en orden con la verdadera historia. Preciso: con el
verdadero sentido de la historia. Tal como lo cuenta el colega y compañero
Eduardo Gonzáles Viaña, es como la había imaginado desde que la vi descender
las interminables escaleras del Centro Cívico de Lima, con sus muletas de
aluminio y sin ayuda de nadie; luego, ya en el primer piso, pasó delante
de nuestra banderola cargada por jóvenes militantes que coreaban: "Fidel,
Fidel, que tiene Fidel, que el imperialismo no puede con él". Violeta
sonreía demostrando que vivía emotivamente, intensamente ese momento.
Levantó el puño en un digno esfuerzo, y lo hizo para saludar a la novísima
generación, aquella que nos sucederá. Nos quedamos con su sonrisa atrapada en
una instantánea personal, dándole una explicación a los chicos y chicas
de quién era esa señora que con tanta mística revolucionaria nos
había saludado.
Pocos días después, el 31 de enero, la encontré en el ágape de la
Embajada de Cuba tratando de bajar al jardín adonde nos concentrábamos los
invitados. La saludé respetuosamente sabiendo que no me conocía. Violeta me
pidió una silla en medio de una fiesta hecha para estar de pie. Fui por
la silla y pedí a uno de los fedayines que le alcanzase un refresco.
Cuando al fin estaba la silla a su disposición, Violeta me contó que había
sufrido dos fracturas. Preguntó hasta dónde había tenido que ir por la silla.
Le hice una broma: el día que me nieguen algo en la embajada de Cuba, dejaré
de apellidarme Castro. Entonces Violeta rió y después de unos segundos me
preguntó si me llamaba Dante, a lo que respondí afirmativamente. "No
hay que pelearnos entre nosotros, pues", agregó sonriendo, haciendo
alusión a la polémica reciente entre escritores. Brindé con Violeta por
eso, porque el "nosotros" no incluye a los nauseabundos
tricocéfalos, coliformes, arrepentidos, indefinidos y mequetrefes que se dicen
"amigos" y llaman a Fidel "dictador". Pronto ya estaba rodeada de muchas
personalidades de la izquierda peruana, compartía a gusto con esa familia, la
única que uno puede elegir entre tantos sacrificios que exige la
militancia.
Y esperamos que sea así nuestra vejez, cuando nos toque ser
ancianos. Como la de Violeta, como la de Ángel Castro Lavarello. Que no nos
agarre antes el climaterio político. Que no hagamos como Pedro que negó tres
veces a Cristo. Eso nos enseña ahora Eduardo Gonzáles Viaña en su carta sobre
Violeta Valcárcel. Eso les explico a chicos y chicas que la vieron con el
puño en alto, emocionada al ver que su vida y la de muchos
camaradas tendrán continuidad; al ver que el socialismo no es solo
un asunto de cabecitas canosas, sino también de vigorosas generaciones
de relevo que vienen a empuñar la posta. Cuando hay una causa revolucionaria
de por medio, las fronteras generacionales se vuelven
volátiles.
Sigamos sembrando, entonces.
...Patria o Muerte...
...Venceremos...
Dante Castro A.