Yo escribo sobre política exterior cubana durante la Guerra Fría
y para un público hostil. Entiéndanme, a mí me encanta que me
publiquen en Cuba, me honra; pero mi trinchera de lucha en la batalla de
ideas, es Estados Unidos. Escribo para un público norteamericano, de
Europa Occidental, para un público que no entiende, porque no quiere
entender, o porque hace treinta o cuarenta años que le dice las mismas
mentiras. Ellos no pueden aceptar que esta historia tan bella sea cierta.
Ese es el público al cual me dirijo – conservadores y liberales, y a veces
los liberales son los peores de todos porque te acuchillan por la espalda
cuando menos lo esperas. Entre las cosas que ellos no pueden aceptar, que
le duelen tremendamente voy a destacar tres. Primero, la independencia de
la política exterior de Cuba de la Unión Soviética; eso a los europeos
casi le duele más que a los norteamericanos, por el servilismo que
demostraron y siguen demostrando los países europeos a los Estados Unidos
-- que esta pequeña islita del Caribe, pobre y todo, se haya atrevido a
tratar a la Unión Soviética como ellos nunca se han atrevido a tratar a
los Estados Unidos. es algo que no aceptan. La segunda cosa que les duele
tremendamente son las motivaciones de la política exterior cubana, este
altruismo, esta generosidad que no tiene igual. Y tercero, los logros de
la política exterior de la Revolución cubana.
En esta batalla, cuando uno trata de plantear la verdad se enfrenta a
una serie de problemas, voy a referirme a dos fundamentalmente. El
primero lo llamaría el de los que callan: muchos de aquellos que
recibieron la ayuda de la Revolución cubana prefieren no hablar de eso,
prefieren olvidarlo. Claro, hay excepciones bellísimas, recuerdo cuando el
2 de diciembre de 2005 se celebró el día de las fuerzas armadas dos
embajadoras africanas hablaron de una manera que me conmovió. La primera
fue la bella embajadora de Namibia, Claudia Uushona, quien empezó
diciendo, “yo estoy viva por los soldados cubanos.” Ella se refería a la
masacre de Cassinga cuando las tropas surafricanas atacaron aquel
campamento de refugiados namibios; y los soldados cubanos avanzaron 16
kilómetros bajo la metralla de los aviones surafricanos para salvar a los
refugiados – ella era uno de estos refugiados. Neto dijo, “Hubo mucho
valor aquel día de parte de los camaradas cubanos.”
El otro discurso que me impactó aquel día fue el de la embajadora de
Sudáfrica que dijo, “Sudáfrica tiene ahora muchos nuevos amigos pero
nosotros nunca nos olvidaremos de los viejos amigos que nos ayudaban
cuando los nuevos amigos nos llamaban terroristas.” También es cierto que
en África uno puede encontrar mucha gente que recibió la ayuda de los
cubanos, que se acuerda de ella y la agradece, la ayuda de los médicos y
los maestros cubanos, o que estudiaron en Cuba, pero esa gente no tiene
voz, nadie va a preguntarle, a pedirle que cuente sus experiencias. Los
que tienen la voz, en su gran mayoría, prefieren olvidar lo que recibieron
de Cuba, en parte porque a la gente no le gusta reconocer la deuda de
gratitud que tiene y también porque, en un mundo en el cual hay una sola
superpotencia si uno quiere congraciarse con los norteamericanos, lo que
hay que hacer es hablar lo menos posible de Cuba o si se habla de Cuba,
criticarla.
El segundo problema en esta batalla para la verdad es que si se trata
de criticar a Cuba o de manipular la verdad para modificar lo que Cuba
hizo, no hace falta ningún documento, ni siquiera hace falta la lógica que
uno le pediría a un estudiante de licenciatura. Voy a poner el ejemplo de
Jorge Domínguez, líder de fila de los cubanólogos. He escrito que, tal
como lo afirma el gobierno cubano, Cuba decidió mandar tropas a Angola el
4 de noviembre de 1975 en respuesta a la invasión surafricana de Angola
del 14 de octubre del 75, es decir, la decisión cubana fue una reacción a
la invasión surafricana.(2) En un artículo que escribí el año pasado
critico a Jorge Domínguez porque él afirma que no, que en realidad lo que
hubo fue “un proceso clásico de acción - reacción,” que los surafricanos
cuando invadieron estaban reaccionando a las acciones de Cuba que había
enviado instructores a Angola. En mi artículo entonces yo lo emplacé para
que dijera cuáles eran sus fuentes, porque no mencionaba ninguna. (3) Él
contestó, el 12 de junio, en H-DIPLO, que es un listado de correos del
cual cualquiera puede hacerse miembro y al cual pertenecen millares de
historiadores, tanto del siglo XIX como del siglo XX, de cualquier
temática (tú mandas un correo y si el moderador lo considera relevante, lo
pone). Entonces Jorge Domínguez envió este correo donde él se defiende de
mi crítica y explica cuál es su fuente para este planteamiento de que los
surafricanos estaban reaccionando a la acción cubana. Él dice,
textualmente: “me baso en el relato de las decisiones cubanas en Angola
que más refleja las visiones del Primer Ministro Fidel Castro y los otros
líderes en el momento en que tomaron la decisión, mi fuente es el artículo
que escribió el Premio Nobel Gabriel García Márquez, La operación
Carlota.” Me emplazó con eso, su fuente era García Márquez, amigo de
Fidel, yo qué iba a decir! Yo le contesté que admiro mucho a García
Márquez, que le tengo una gran envidia porque él ha hablado muchísimas
veces con Fidel – mientras yo no he logrado entrevistar a Fidel ni un solo
minuto en 14 años de investigaciones en Cuba – pero que si bien es cierto
que el relato de García Márquez de lo que hizo Cuba en Angola en 1975 es
cierto, aquí estamos hablando de lo que motivó a los surafricanos, y
García Márquez no tiene nada que decir de las motivaciones surafricanas.
Además, como yo ya había explicado repetidas veces, en 1978 el gobierno
surafricano decidió tener una historia secreta de su operación en Angola
(75-76) y se la encomendó a un profesor, du Toit Spies, y le dio acceso a
los archivos del gobierno. Su informe fue aprobado por un comité de
supervisión dirigido por un general del ejército, que incluía a
representantes de los ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores.
Luego de una demora de diez años fue publicado como Operasie Savannah.
Angola 1975-76 en 1988. Un miembro del comité de supervisión de Spies, la
comandante Sophia du Preez, publicó otro libro basado esencialmente en la
misma documentación. Estas son las dos únicas publicaciones basadas en
documentos surafricanos. Para explicar por qué Sudáfrica invadió Angola el
14 de octubre, Spies y du Preez no mencionan a Cuba en ningún momento. Más
claro, ellos no mencionan a Cuba en ningún aspecto en su análisis de la
decisión surafricana de invadir Angola. Según los archivos surafricanos,
lo que motivó a Sudáfrica fueron dos cosas: el MPLA estaba venciendo a los
dos movimientos respaldados por Pretoria y Washington (en vergonzoso
contubernio) y Washington alentó a Pretoria a que invadiera. Jorge
Domínguez puede decir en su defensa que estos dos libros están escritos en
afrikáans (idioma que yo leo) y que él no sabe afrikáans, pero la
ignorancia no vale no es defensa.
El punto que quiero enfatizar es este: si estuviéramos hablando de
Portugal, o de Francia, una persona de la inteligencia de Jorge Domínguez
no diría una cosa tan estúpida, no utilizaría a Gabriel García Márquez
para demostrar los porqués de la invasión surafricana, pero si estás
tratando del tema de Cuba, si quieres quitarle algo o criticarla, entonces
no te hace falta ni documentos ni argumentar con lógica.
Entonces, ¿Cómo puede uno avanzar en esta batalla de ideas, frente a
esta falta de seriedad cuando se trata de Cuba y al silencio de los que
callan? Primero que todo hay que trabajar diez veces más que si fuera otro
tema, hay que tratar de entrevistar a todo el mundo aquí y allá,
pero las entrevistas sin documentos son como un general sin
ejército. No se puede escribir sobre la política exterior cubana sin los
archivos cubanos, pero tampoco se puede escribir sin los archivos
norteamericanos, alemanes orientales, de otros países europeos y de la
Unión Soviética. Cuando uno tiene acceso a esos archivos y los usa, se
complementan entre sí, porque lo más interesante es que hasta los
documentos norteamericanos ayudan a demostrar la verdad de la versión
oficial cubana.
No voy a ahondar más en este punto pero quiero decir una cosa, esta
batalla se puede ganar, y voy a dar dos ejemplos de esto y tienen que
perdonarme porque los dos ejemplos se refieren a mí. Uno tiene que ver con
un artículo que acabo de publicar sobre Cuba y la independencia de Namibia
en una revista británica. (4) La directora de la revista es una liberal
muy buena gente, fina, agradable. Cuando le envié la primera versión que
consideraba la versión final del artículo, ella me envió un correo – eso
fue en octubre del año pasado- donde decía que era un muy buen artículo,
que estaba muy contenta, muy impresionada, pero a renglón seguido me hacía
una crítica y me leía la cartilla. La crítica era: mira, Piero, serías más
persuasivo si le dieras menos aplausos a Cuba y después me daba una
cátedra de objetividad – si hablas demasiado bien de Cuba no eres
objetivo. Y además esto les crea suspicacia a los lectores. Entonces yo
añadí unas cuantas páginas con todavía más documentación y le contesté: de
acuerdo, tomo en cuenta lo que tú dices, “añadí material para que mi
planteamiento sobre el papel de Cuba sea más claro, naturalmente el
resultado de esto es que mi ensayo tiene más aplausos todavía para Cuba.
Eso es inevitable, porque mientras más uno estudia la evidencia, más
impactante parece la contribución cubana.” Después le dije, “te agradezco
que me hayas hablado de la objetividad, es un tema muy importante, te voy
a explicar lo que para mí significa la objetividad. Para mí ser objetivo
significa seguir la evidencia donde sea que te lleve y después de que has
examinado toda la evidencia y solo entonces, sacar tus conclusiones. Yo
nunca he manipulado mi evidencia o mis conclusiones para complacer a
directores de revistas o a los lectores y no voy a hacerlo ahora. Yo no
manipulo la evidencia, pero después de haberla valorada tampoco soy
neutral.” Porque para mi si después de haber examinado la evidencia
concluyes que algo es muy bello, y merece aplausos, y no lo dices, eres un
cobarde.
Para el otro ejemplo de que se puede avanzar voy a regresar al correo
de Jorge Domínguez. Después de criticarme porque no logro entender este
proceso de “acción - reacción,¨ él dice: “pero esto no me impide aceptar
plenamente las conclusiones de Gleijeses en su artículo” y cita
textualmente mi conclusión: “cualquier análisis equilibrado de la política
de Cuba en África tiene que reconocer sus impactantes logros y en
particular su influencia al cambiar la historia de África Austral a pesar
de los fuertes esfuerzos de Washington para impedirlo”. Entonces si hasta
Jorge Domínguez reconoce que este planteamiento es correcto, algo se puede
lograr en esta batalla de ideas.
Notas
(1) Este es la ponencia oral, con la excepción de las
notas de pie de páginas. El autor se disculpa de que la falta de tiempo le
impidió presentar una ponencia escrita y por ende más acabada.
(2) Ver Piero Gleijeses, Misiones en Conflicto: Habana,
Washington, y África 1959-1976,” La Habana: Editorial de Ciencias
Sociales, 2003. (Para la versión original en inglés, véase Gleijeses,
Conflicting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959-1976, Chapel
Hill: North Carolina University Press, 2002)
(3) Veáse Piero Gleijeses, “Moscow´s Proxy? Cuba and
Africa, 1975’1988,” Journal of Cold War Studies, Fall 2006 (una primera
versión salió en el número de primavera de 2006, pero a último momento el
director de la revista cambió o borró unas 25 palabras y/o pedazos de
frases para suavizar la crítica a EEUU y el elogio a Cuba, y cuando lo
amenacé de armar un escándalo, aceptó publicar la versión original en el
número del otoño). El artículo ha sido publicado este año en Cuba, por la
Editorial de Ciencias Sociales, en Piero Gleijeses, Jorge Risquet y
Fernando Remírez, Cuba y África, Historia común de lucha y
sangre.
(4) Piero Gleijeses, “Cuba and the Independence of
Namibia,” Cold War History, mayo de 2007.
* Intervención en el Panel: La
memoria, ese campo de batalla, donde participaron los
historiadores y escritores Piero Gleijeses, Félix Julio Alonso, Julio
César Guanche, Elier Ramírez y Edel Morales. Tuvo lugar el 22 de junio de
2006, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, en La
Habana.