30/6/2007
LAS
CONTRADICCIONES DE UNA GRAN POTENCIA // DANIEL
GIRALT-MIRACLE
El
dinamismo de China
1.
• El gigante asiático
iniciará una nueva era de hegemonía mundial tras los Juegos Olímpicos del
2008
MARTÍN
TOGNOLA
DANIEL
Giralt-Miracle*
No
es preciso que nos lo digan los politólogos, ni los economistas, ni los
sociólogos, ni los organismos internacionales; todos los que hemos visitado
China últimamente hemos podido observar que el país está inmerso en una
inquietante trepidación (la vida cotidiana, los negocios, la expansión
urbanística, el boom
arquitectónico, la captación de turismo) y que se está produciendo un cambio
radical que incide en los propios fundamentos de esa sociedad milenaria que
intenta ponerse al día económica y socialmente y homologarse con los países más
desarrollados del mundo.
Toda
China, en particular las grandes ciudades, ponen en evidencia este dinamismo
sorprendente que nos recuerda la famosa frase atribuida a
Napoleón:
"China es un gigante dormido, dejadlo dormir, porque el día que despierte hará
estremecer al mundo". El alud de comentarios, de informativos y de libros que se
dedican a analizar este fenómeno nos confirma que el tigre ha despertado y que
China hoy no es solo la cuarta mayor economía del mundo y el tercer exportador
mundial por delante de Japón, sino que su presencia en el producto bruto mundial
aumentará hasta un 20% de aquí al 2020, cuando superará a Estados Unidos y
la Unión
Europea y, a buen seguro, con esta finalidad se aprovecha de
una población disciplinada e insensible, a la que exige sacrificio y esfuerzo
individual y colectivo a cambio de un hipotético futuro de
desarrollo.
En
esta República Popular todo es gigantesco, el territorio de más de 9.000 km2, la
población de más de 1.300 millones de habitantes, los recursos naturales, la
diversidad de industrias, la capacidad de ahorrar e invertir y de iniciar lo que
puede ser una nueva era de hegemonía mundial que probablemente empiece a
manifestarse después del gran acontecimiento olímpico del próximo año, con la
misma eficacia y consciencia con las que está cerrando un capítulo del
pasado.
El
propio Mao y
principalmente sus sucesores han sabido metamorfosear una economía y una
política centralizadas y colectivizadas en progresivas fórmulas de liberalismo
económico con características socialdemócratas que, a pesar de ser controladas
por el unívoco poder del PCC, han priorizado el gran objetivo nacional: ganar
dinero.
El
afán económico parece más importante que el proceso democratizador y los
beneficios son más importantes que las libertades, como se pone continuamente de
manifiesto, a pesar de que nos seguimos preguntando si un día esta China
palpitante no va a vivir una Revolución francesa o una Semana Trágica, porque el
modelo de desarrollo adoptado solo pone en evidencia que unos están haciéndose
muy ricos, mientras que otros viven por debajo del umbral de la
pobreza.
ALGUNAS de las últimas noticias que nos llegan a través de las
agencias internacionales nos constatan que hoy China es el país de las
contradicciones. El paso del comunismo al capitalismo ha creado una subclase de
esclavos que trabajan para unos empresarios sin escrúpulos (que fueron altos
cargos del partido comunista), que viven inmersos en el lujo, en residencias de
alto standing, utilizando coches
deportivos y yates, comprando objetos suntuarios y gastando millones de yuanes
por día, cuando la pobreza en las grandes ciudades aumenta diariamente por la
inmigración depauperada procedente del campo.
Probablemente
donde se hacen más visibles estas antítesis es en la arquitectura, ya que la
denominada industria del ladrillo es la más omnipresente. Basta con ver las
fotografías que José
Manuel Ballester
presenta en la Casa Àsia de Barcelona para entender visualmente lo que él llama
la "hiperarquitectura y el hiperdiseño", o sea, los nuevos modelos urbanos de
China del siglo XXI. Grandes moles, edificios altísimos, conurbaciones que
arrasan las viejas tramas urbanas o los parajes rurales para dar paso a una
megalomanía que ha abandonado la ética confuciana, la esencia del tao o la
espiritualidad budista y se ha entregado de lleno al lucro. Estamos hablando de
un país que discrimina a las mujeres, que menosprecia a las niñas y que educa
selectivamente a los niños (porque solo los entiende como capital de futuro si
son rentables y eficientes); de un país que fomenta desesperadamente el turismo
para obtener divisas y que se deja robar a pedazos la Gran Muralla; de un país que
anima a las empresas occidentales a instalarse en su territorio, pero a las que
limita la libertad de actuación y de mercado cuando empiezan a tener beneficios;
de un país que progresivamente adopta formas occidentales en sus viviendas,
espacios urbanos, vestimentas, hábitos alimenticios, etcétera, pero que controla
internet y censura las películas y los libros, o sea, que restringe la
información.
Y ESTAS SON solo algunas de sus paradojas. Pero, atención,
porque, a pesar de ello, mientras EEUU y la UE van disminuyendo su productividad
y las inversiones en investigación y desarrollo, China las aumenta
ostensiblemente y cada día son más los productos de calidad en la electrónica y
las telecomunicaciones etiquetados con el made in China, lo cual nos lleva a pensar
que quizá de tanto mirar sus contradicciones nosotros corremos el riesgo de no
saber ver nuestra dulce
decadencia intelectual y productiva.
*Historiador
del Arte y periodista