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- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: TERRORISMO Y BURLA, por Manuel E. Yepe
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Tue, 10 Jul 2007 13:11:23 -0400
TERRORISMO Y
BURLA
La batalla
global convocada contra el terrorismo hace seis años por el gobierno de los
Estados Unidos de América se inició con un respaldo casi unánime de la opinión
pública de ese país a su Presidente, como expresión del muy explotado "efecto
patriótico" que fortalece la autoridad del Jefe de Estado en tiempos de guerra.
La tragedia del
11 de septiembre de 2001 en Nueva York concitó, además, la
solidaridad con el pueblo estadounidense de todos los pueblos del mundo y, si el
respaldo de la comunidad internacional de naciones a la cruzada antiterrorista
lanzada por Washington no fue unánime fue solo porque la vía que se proclamó
para enfrentar el flagelo terrorista era la de una guerra sin sentido contra
todo país que no acatara el liderazgo mundial estadounidense o no sirviera a sus
intereses. A seis años de
aquella trágica mañana se ha hecho evidente la manipulación de que fueron objeto
aquellos sucesos, en función de la limitación de los derechos civiles de la
ciudadanía y para el logro de espurios objetivos económicos, estratégico
militares y de política exterior. Basta recordar
que, durante no menos de cinco días posteriores al ataque, Estados Unidos estuvo
virtualmente paralizado, cerrados los aeropuertos y la mayor parte de su
población permaneció aterrorizada, en sus casas, ante la televisión que
reiteraba las vistas que mostraban a los aviones impactando las
torres y afirmaba que el país se hallaba bajo ataque enemigo.
Fue, sin dudas,
una intensa preparación psicológica para lo que vendría después: el reemplazo
del enemigo comunista que la desaparición de Burdos han sido
los errores y grandes los fracasos que desde entonces han caracterizado a la
administración del presidente Bush. El empantanamiento de la superpotencia en la
ocupación de Irak y Afganistán, y la evidencia de que la guerra está perdida son
motivos suficientes para el descrédito total de un presidente que se proclamó
como la mejor opción para tiempos de guerra. En la medida
que la crisis se consolida, afloran otros antecedentes coadyuvantes a
Más allá de la
reticencia y vaguedad con que el gobierno norteamericano ha rodeado todo
esfuerzo por aclarar la exageración acerca de la amenaza de Irak, la
no aparición después de la guerra de las armas de destrucción masiva o la
demostrada falsedad acerca de los vínculos de Saddam Hussein con Al Qaeda,
parece aflojarse la auto impuesta venda sobre los ojos que parecía impedir que
la opinión pública estadounidense quisiera conocer de algo tan escandaloso como
el hecho de que el ataque a las torres gemelas neoyorquinas fuera
autoinfringido. Como si los
hechos hubieran ocurrido ayer, se plantean ahora preguntas que jamás encontraron
espacio en la prensa corporativa estadounidense en seis años:
¿A que se debió
que la fuerza aérea estadounidense no reaccionara debidamente aquel nefasto día
ante la violación del espacio aéreo por los aviones que impactaron el World
Trade Center y tampoco lo hizo 75 minutos más tarde cuando se dice que fue
atacado el Pentágono? ¿Por qué se
desmoronó ocho horas después que las torres gemelas, sin haber sido impactado
por avión alguno, el edificio número 7, de 47 pisos y sólida estructura de
acero, situado a una cuadra de los primeros? ¿Por qué fueron
estos los tres primeros edificios de estructura de acero en la historia de la
arquitectura en colapsar –supuestamente por incendio-, de manera hasta entonces
solo propia de derrumbes por implosión controlada?
¿Cómo es
posible que, siendo la temperatura máxima que alcanza el combustible de los
aviones jet menos de la mitad de la temperatura requerida para fundir el acero
utilizado en la estructura de los edificios impactados, fuera el fuego la causa
de los derrumbes? ¿Por qué todo
el acero de las ruinas fue urgentemente exportado y derretido antes que pudiera
hacerse una investigación independiente para determinar las causas de un
fenómeno tan extraño y violatorio de leyes federales al respecto?
¿Por qué no se
hizo caso a innumerables advertencias de los servicios de inteligencia de al
menos once países que habían informado a Washington acerca de ataques
terroristas que se planeaban por aquella fecha?
¿Por qué
¿Por qué no se
ha investigado el testimonio de un empleado de una de las torres impactadas
-quIen se hizo famoso por su coraje en el rescate de personas atrapadas- que
dijo haber escuchado una bomba explotar en el sótano del edificio varios
segundos antes de impactarse el primer avión? Una revista
nombrada Global Outlook, que se edita en Canadá y que valientemente se ha
dedicado a promover la investigación de la verdad sobre los hechos del 11 de
septiembre de 2001 en Nueva York, sistemáticamente se plantea estas y muchas
otras preguntas que la prensa corporativa norteamericana evita.
Hasta ahora,
quienes en Estados Unidos las plantean han sido acusados, a tenor de las "leyes
patrióticas", de ser participantes en teorías conspirativas o de traidores, pero
en la medida que la actual administración se hunde en el descrédito, la avidez
por la verdad crece y todo indica que, más temprano que tarde, ella brotará para
escarnio de los promotores de tan monstruoso crimen de lesa humanidad.
*Manuel
E. Yepe Menéndez
es
abogado, economista y politólogo. Se desempeña como Profesor en el Instituto
Superior de Relaciones Internacionales de La
Habana.
Julio
de 2007
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