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- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: OTRA VEZ ¡NO!, por Jorge Gómez Barata
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Wed, 16 May 2007 11:15:37 -0400
Title: OTRA VEZ NO
OTRA
VEZ ¡NO!
Jorge
Gómez Barata Lo
ganancioso del debate en torno a los biocombustibles es la perspectiva
realmente global y la transparencia que la participación de Fidel Castro
confiere al examen de la situación mundial contemporánea.
El
debate propuesto por el líder cubano no es en el G7, detrás de alambradas y
cordones policíacos, tampoco en el exclusivo retiro suizo de Davos ni en la OMC,
sino a puertas abiertas, en la prensa y en las calles, en los sindicatos y en
las organizaciones populares, con los pueblos y sus líderes.
Por
tercera ocasión, los países pobres y más vulnerables, son convocados para sacar
las castañas del fuego al mundo desarrollado; sólo que esta vez quienes tienen
la solución son conscientes de ello, han encontrado su voz y piden la palabra.
Cuando
a fines del siglo XV, Europa se ahogaba dentro de sus fronteras y, sin
posibilidades de alcanzar por tierra a la India y China, buscaba
desesperadamente rutas marítimas para el comercio; el Nuevo Mundo apareció como
la tabla salvadora. Sin vacilar y sin consideración por sus cien millones de
pobladores, con inaudita brutalidad, aquellas tierras, además de las de África y
Asia fueron ocupadas y saqueadas. Con
tal inyección de riquezas, en los cuatro siglos siguientes se fortalecieron los
estados europeos, protagonistas del primer reparto del mundo. Ningún país del
Viejo Continente quedó al margen, excepto Alemania, que aun no había completado
su unidad nacional y que andando el tiempo reclamaría su espacio político y su
tajada colonial. Fue
Alemania, excluida de la piñata, quien provocó El
petróleo fue un milagro irrepetible, la sustancia que más ha influido en el
progreso. Abundante y fácil de obtener, transportar y refinar, que debutó en
cantidades comerciales en el momento y lugar apropiado: los Estados Unidos del
siglo XIX, donde tenía lugar la más grande revolución tecnológica y la más
impresionante expansión económica. El
petróleo llenó todas las necesidades: alumbró las noches, calentó los hogares,
alimentó las calderas y movió el mundo. Con un solo producto la humanidad obtuvo
toda la energía que necesitaba. Edison inventó el bombillo incandescente, los
ingenieros Otto y Langen el motor de combustión interna, que en 1885 Karl Benz
acopló a un automóvil que, en 1908 Henry Ford produjo en escala masiva al crear
el “Ford T” Excepto
los yacimientos en Estados Unidos, el petróleo se encontraba en países pobres
que, dado su escaso desarrollo industrial, apenas podían utilizarlo. Mediante la
combinación de dinero, presiones políticas, agresiones y corrupción, Estados
Unidos y Gran Bretaña se apropiaron de los mayores yacimientos, Otra
vez y durante los siguientes 100 años, un grupo de países pobres, aportaron a
Europa y los Estados Unidos la riqueza requerida para su desarrollo, esta vez en
forma de energía. Con
petróleo barato, a veces gratuito, se edificaron los países altamente
desarrollados, surgieron los estados de bienestar y las sociedades de consumo.
La humanidad se volvió adicta a la gasolina, sin reparar en el detalle de que se
trataba de un recurso no renovable, hasta que llegó lo inevitable: el petróleo
se acaba, el progreso se detiene, la llama eterna se apaga y la amenaza de
muerte térmica se torna real. En
el momento en que la humanidad pasa la página del petróleo y entra en una era
donde la energía no será abundante, fácil, ni barata y sobre todo no provendrá
de un producto único, aparece la perversa idea de hacer que los pobres, en sus
tierras y con sus brazos, a costa de su porvenir, ya más que dudoso, produzcan
el sucedáneo del petróleo: los biocombustibles.
Con
el fin del petróleo se esfuma el mundo bonito en el que con unos cientos de
miles de trabajadores, en Arabia Saudita, Irak, Irán, Venezuela, y otros 10
países, se producía todo el combustible necesario para sostener los estilos de
vida vigentes en los Estados Unidos, Europa y Japón.
Para
sustituir con biocombustibles el petróleo, habría que trabajar en unos 80 países
tropicales, sembrar de maíz, colza, soja, palmas, granos y caña de azúcar una
quinta parte del planeta en la que millones de exhaustos trabajadores se
esforzarían como galeotes para sostener el estilo de vida de occidente.
Afortunadamente
se ha levantado una voz para denunciar la injusticia y alertar que ese no es el
camino. Fidel Castro no quiere aguar la fiesta a los países pobres que pudieran
sembrar unos cuantos miles de hectáreas de caña y obtener algunos recursos, sino
advertir las consecuencias de los excesos y de las ilusiones, así como prevenir
las trampas. Ya una vez nos cambiaron oro por cuentas de vidrio.
El
líder tercermundista está llamando a la reflexión madura, el debate inteligente
y sobre todo a no confiar,”ni un tantito” en el imperio.
Fidel,
no sólo formula una crítica sino que ofrece una solución, él |
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