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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008

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Los patronos de prensa arremeten contra Cuba
• Los sucesores del oficial de la CIA Jules Dubois, fundador
de la SIP, calificado por el Che en 1959 de "miserable gángster", siguen atacando a Cuba, 48 años después, con  la bendición y el dinero del Departamento de Estado


POR JEAN-GUY ALLARD —de Granma Internacional—

SI lo ridículo mata, no será en Cartagena de Indias. Es nada más y nada menos que al director de la gaceta oficial de la mafia cubanoamericana, El Nuevo Herald, que los jerarcas de la  Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) han otorgado el cargo de hablar de Cuba en medio del show que acaban de armar en la ciudad balnearia de Colombia.

 Según las agencias, Humberto Castelló aprovechó la reunión anual de esa organización patronal de medios con sede en Miami, para rehacer en algo su reputación estropeada ante sus amos de la Florida. Recalentando la retórica del Departamento de Estado sobre los llamados “periodistas independientes”, durmió a una asamblea de dueños de la prensa continental.

 Su sermón no sorprendió a nadie. Hace ya rato que se conoce la  verdadera naturaleza de aquellos informantes remunerados de la Sección de intereses de Estados Unidos en La Habana.

 Lo que sí sorprendió, sin embargo, fue que el director de El Nuevo Herald no haya usado esa magnífica oportunidad para explicar cómo reincorporó a tres periodistas suyos despedidos en septiembre por recibir pagos del gobierno federal estadounidense por intervenir en las emisiones de Radio y TV Martí en contra de Cuba. Y cómo además de decidir no aplicar sanciones disciplinarias a otros seis, forzó la renuncia de quien les había despedido, su editor Jesús Díaz Jr., también patrón del Miami Herald, propiedad de la McClatchy Company.

 En Cartagena, Castelló también se abstuvo de mencionar que su comentarista Carlos Alberto Montaner, quien sigue cobrando cheques federales, se dedicaba, al salir de Cuba, a poner bombas en las tiendas y los cines de La Habana.

 ¿Será que Montaner ofrece y vende sus comentarios, bastante ineptos y siempre orientados a favor de Washington, no solo al Nuevo Herald y al Miami Herald sino a toda la red de publicaciones representadas por la SIP?

 Como era natural, el presidente de la SIP, el dominicano Rafael Molina, cuya colaboración en su país con la USAID es legendaria, arremetió también contra Cuba.

 Pero no dijo que su organización, que reagrupa a unos 1 400 dueños de publicaciones, recibe fondos del gobierno norteamericano.

 De la misma forma que la seudo ONG francesa Reporteros sin fronteras, que consagra una proporción desmesurada de sus actividades a librar ataques contra la Isla, la SIP recibe fondos marcados por el Departamento de Estado para este fin, a través de los canales usuales.

LOS ARCHIVOS HABLAN MUCHO

 Si Castelló y Molina aprovechan impúnemente la cobertura que le otorgan los ojos cerrados de las grandes agencias de prensa —que viven del dinero de los propios empresarios que reúne la SIP— los archivos, por suerte, nos revelan la verdadera cara de esa organización.

 Fundada en 1943 por los agentes de la CIA Jules Dubois y Joshua Powers, la SIP tuvo como orientación primera apoyar la política exterior de los Estados Unidos.

 Los archivos nos recuerdan cómo, en 1959, la Junta directiva del Colegio Nacional de Periodistas de Cuba denunciaba al mismo Jules Dubois, “periodista norteamericano y oficial de la CIA” que el Che Guevara calificó entonces de "miserable gángster".

 Colmo de lo grotesco, al edificio que alberga sus oficinas, en Miami, los empresarios dueños de la SIP le dieron el nombre de Jules Dubois. Más claro, ni el agua.

 La presunta misión de la SIP a favor de la libertad de prensa revela su verdadera identidad cuando se observa, siempre en los archivos, con qué fuerza la SIP intervinó en  la UNESCO, hace años, para defender el control de la información por la empresa privada; cómo participó en la propaganda sucia contra el gobierno democrático de Salvador Allende; cómo toleró una larga sucesión de abusos contra la prensa durante los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi en Venezuela; cómo se mantuvo calladita durante el golpe contra el presidente Hugo Chavez… la lista es interminable.

 Por eso y otras muchas razones, a Castello y Molina no les pareció importante precisar que de los más de 700 periodistas latinoamericanos que han sido asesinados en los últimos 25 años, ninguno es cubano. Y tampoco han considerado necesario denunciar que, en la lejana Iraq, más de 150 profesionales de la prensa han muerto en sólo cuatro años de una ocupación infernal impuesta por sus libertadores.

 


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