Mis recuerdos sobre la Revista
OCLAE
por Pedro Martínez
Pírez
Juan Carlos Onganía, René
Barrientos, Humberto de Alencar Castelo Branco, Anastasio Somoza
Debayle, Francois Duvalier y Alfredo Stroessner eran los dueños de
Argentina, Bolivia, Brasil, Nicaragua, Haití y Paraguay, cuando en
enero de 1967 comenzó a circular desde La Habana el primer número de
la Revista OCLAE, en el cual trabajamos directamente dos estudiantes
universitarios cubanos: Germán Sánchez Otero y quien redacta estas
líneas cuarenta años después.
Germán, algunos años más joven,
colaboró con excelentes artículos en los primeros números de la
Revista, ayudó a encontrar el apoyo ncesario para el diseño y la
impresión, y luego pasó a otras tareas internacionales. El es, desde
hace muchos años, nuestro Embajador en Venezuela, donde se
desarrolla una profunda revolución bolivariana de alcance
mundial.
Yo venía de una más corta pero rica experiencia en
la Cancillería cubana gracias a la propuesta del Rector de la
Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas, Mariano Rodríguez
Solveira, mi profesor de Derecho Civil, quien fue nombrado Embajador
en 1960 por el Gobierno Revolucionario y me pidió acompañarlo como
"diplomático a la carrera". Estuve en Quito hasta los primeros meses
de 1962. Allí conocí a muchos amigos de la Revolución Cubana,
encabezados por el pintor Oswaldo Guayasamín y los escritores
Benjamín Carrión, Pedro Jorge Vera y Jorge Enrique
Adoum.
Llegué con Camilo Ponce como presidente de Ecuador,
conocí a José María Velasco Ibarra y finalmente a Carlos Julio
Arosemena Monroy, tres mandatarios en menos de dos años de una
valiosa experiencia cultural, social, política, y todo ello en medio
del acecho de la Agencia Central de Inteligencia, allí representada
por Philip Agee, quien años después saldría horrorizado de la CIA y
me confesaría todo lo que hizo por liquidar las relaciones
cubano-ecuatorianas.
Después de pocos meses en Cuba, el
Canciller Raúl Roa García me pidió incorporarme a la Misión
diplomática en Chile, donde gobernaba el conservador Jorge
Alessandri y permanecí casi dos años, en una nueva y muy
enriquecedora experiencia que me unió definitivamente a los pueblos
latinoamericanos. Los chilenos Salvador Allende, Augusto Olivares y
Pablo Neruda, entre otros muchos, se unieron a mis amigos
ecuatorianos. Y en ambos países tuve muchos contactos con los
estudiantes, los más combativos en la solidaridad con Cuba, en
tiempos de surgimiento del bloqueo económico, expulsión de la OEA,
invasión por Playa Girón, la llamada Crisis de Octubre y el
asesinato de John F. Kennedy.
Cuando viajé a Ecuador todavía
teníamos relaciones con Estados Unidos e hice escala en territorio
estadounidense porque el itinerario La Habana-Miami-Quito era la
ruta más económica. Al regresar de Chile, en marzo de 1964, ya los
vínculos diplomáticos se limitaban a México --que los mantuvo
siempre--, Bolivia, Chile y Uruguay. El golpe contra el presidente
brasileño Joao Goulart había quebrado la resistencia sudamericana y
pronto la OEA, por la presión estadounidense, provocaría la ruptura
de Uruguay, Bolivia y Chile.
Permanecí en el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Cuba hasta que pasé definitivamente a
preparar la edición de la Revista. Fue después del IV CLAE celebrado
en La Habana, y de la constitución formal del Secretariado
Permanente de la OCLAE, presidido por el representante de la
Federación Estudiantil Universitaria, la FEU de Cuba, compañero
Arquímides Columbié.
Recuerdo a los jóvenes latinoamericanos
integrantes del Secretariado. Ellos representaban a la FCU de
Venezuela, la FED de República Dominicana, la AEG de Guadalupe, la
FEP de Panamá, la FEUU de Uruguay, y en mi memoria resalta hasta hoy
el representante de la FUPI de Puerto Rico, José Rafael Varona,
quien fue herido mortalmente en Viet Nam durante un criminal
bombardeo yanqui el 18 de abril de 1967, y falleció el 24 de marzo
del año siguiente, a pesar del gran esfuerzo realizado durante casi
un año por médicos vietnamitas y soviéticos.
La muerte del
joven Varona marcó para siempre a la Organización Continental
Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes. El está en nuestro
recuerdo, unido a los nombres de otros patriotas boricuas: Hostos,
Betances, Rius Rivera, Albizu Campos, Filiberto Ojeda, Oscar
Collazo, Irvin Flores, Andrés Figueroa Cordero. Y yo tuve la
oportunidad de recordarlo y rendirle homenaje en la Universidad de
Río Piedras, en San Juan, en el acto por el centenario de Don Pedro,
cuando en 1993 reafirmamos nuestra plena solidaridad con la lucha
por la independencia de Puerto Rico.
La Revista la hacíamos
con muy pocos recursos y contados colaboradores, recuerdo entre
estos últimos a Mario Mencía y Roberto González Gómez, mis
compañeros de aula en la Escuela de Ciencias Políticas, dirigida
desde su fundación en 1964 por el Dr. Fernando Alvarez Tabío.
Trabajábamos de día y estudiábamos de noche y en las portadas de los
primeros números se pueden ver los rostros del venezolano Fabricio
Ojeda, el colombiano Camilo Torres, el guatemalteco Luis Augusto
Turcios Lima y también el Guerrillero Heroico Ernesto Ché
Guevara.
Reflejamos en el órgano de la OCLAE la Primera
Conferencia de la OLAS, las luchas de los pueblos de Nuestra América
por su segunda y definitiva independencia, la heroica resistencia
del pueblo vietnamita; denunciamos la represión contra los
estudiantes, la ocupación de Universidades por las dictaduras
militares, la acción criminal de la CIA, y distribuímos como una
separata de la Revista el Mensaje a los pueblos del mundo del
Comandante Ernesto Che Guevara a través de la
Tricontinental.
El local de la Revista estaba en la propia
sede del Secretariado de la OCLAE, en el edificio ubicado en la
esquina de las calles 23 y H, en el reparto habanero de El Vedado,
donde actualmente radica el Secretariado Nacional de la FEU de Cuba.
Y cuando me pidieron pasar a laborar al vespertino "Juventud
Rebelde", a finales de 1967, continué durante un tiempo al frente de
la Revista, hasta que en 1968 fuí trasladado a la Agencia Prensa
Latina.
La Revista OCLAE significó para mí la posibilidad de
ejercer el periodismo que había iniciado en forma experimental en la
década de los años cincuenta cuando estudiaba en el curso nocturno
de la Escuela de Comercio de Santa Clara y, con otros compañeros
editábamos, en mimeógrafo, una publicación
antibatistiana.
Muchos fueron los artículos, notas y
editoriales, con firma o sin ella, y hasta con seudónimos, que
publiqué en la Revista OCLAE. Para el número 8, de agosto de 1967,
consagrado al primer aniversario de la organizacíón, escribí el
editorial, un artículo sobre el Medio Oriente (como una dolorosa
experiencia que se mantiene hasta hoy), un comentario sobre Haití y
otro sobre Colombia, además de la selección de un pensamiento del
gran ecuatoriano Juan Montalvo para una de las contratapas: ¡Hay de
los pueblos en que los jóvenes son humildes con el tirano, en que
los estudiantes no son capaces de mover el mundo!
Cada número
era el resultado de un trabajo que demandaba esfuerzos e imaginación
para que no perdieran actualidad los materiales que incluía,
garantizar la originalidad en el diseño, rapidez y calidad en la
imprenta, revisión minuciosa de las pruebas de plana, la búsqueda de
papel --bien ligero de peso-- para las páginas interiores y la
portada, promover el aporte de los colaboradores, y finalmente
conciliar los criterios de los integrantes del Secretariado con el
perfil de la Revista, y en base a los estatutos y principios de la
OCLAE, buscando la unidad en la lucha antimperialista del
estudiantado de nuestro continente, sin olvidar las aspiraciones y
sueños de la juventud.
Fue una etapa para mí hermosa que
vino a consolidar mis conocimientos sobre América Latina y el resto
del mundo, mi vocación por el periodismo que luego se extendería al
periódico, la agencia noticiosa, la radio y la televisión, y mis
sentimientos políticos e ideológicos, desarrollados a partir de una
sólida base bolivariana y martiana.
Los tiempos de
estudiante-trabajador de la Universidad de Las Villas y de La
Habana, el magisterio que también ejercí en la Escuela de Ciencias
Políticas o en el Instituto de Periodismo de Angola, y la agradable
e inolvidable experiencia en la OCLAE, hicieron posible mantener
hasta hoy la siembra del espíritu juvenil y el afán de conocimientos
que resultan imprescindibles para todo revolucionario.
Por
eso mi alegría al conocer que será en la ciudad de Quito, en
noviembre próximo, el XV Congreso de la OCLAE y que la organización
se propone rescatar la Revista, que dejó de publicarse a finales de
1990 por falta de recursos materiales y financieros.
¡Cómo me
gustaría volver a escribir para la Revista OCLAE! |