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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008
- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: Entrevista con Monseñor Carlos Manuel de Céspedes
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Mon, 16 Apr 2007 11:22:06 -0400
Title: UN GRANO DE CHÍCHARO PERDIDO EN UNA OLLA
UN GRANO DE CHÍCHARO
PERDIDO EN UNA OLLA ENTREVISTA CON MONSEÑOR
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES - Un grano de
chícharo perdido en una olla UN GRANO DE CHÍCHARO
PERDIDO EN UNA OLLA - (Enf.,07/07) ENTREVISTA CON MONSEÑOR
CARLOS MANUEL DE CÉSPEDES Por Lucía López Coll A pesar del
protocolo que requería la entrevista a una de las figuras más activas y
respetadas del clero cubano, la amabilidad desenfadada de Monseñor Carlos
Manuel de Céspedes neutralizó mi timidez inicial y me cautivó por más de dos
horas de entrañables recuerdos y serias reflexiones. En más de 40
años de servicio, Monseñor Céspedes ha recorrido casi todos los estratos de la
jerarquía clerical, desde las parroquias más humildes hasta la Vicaría General de La Habana, o la dirección del Secretariado General de
la Conferencia
de Obispos Católicos de Cuba, entre otras responsabilidades. Pero más que su
rango eclesiástico, me imponía respeto su carga “histórica”, por la condición
de descendiente directo de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, el hombre
que hoy se considera el precursor de la independencia del país y todo un icono
para los cubanos. No dudé entonces
que mi primera pregunta debía indagar sobre cómo había influido esta
circunstancia en su formación, en su particular visión del mundo y de los
problemas del país. Con su charla
relajada y chispeante, Monseñor Céspedes recuerda que de niño, en lugar de
cuentos fantásticos, su madre le contaba lo que ella misma había escuchado a
los ancianos de la familia sobre la guerra de independencia y de los 10 años.
“Hay muchas historias hermosas que contar de Cuba -decía-para andar con cuentos
de hadas y bellas durmientes”. Estaba, sobre
todo, la figura de su tatarabuelo, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, y
esa visión de estatua representativa de lo heroico, que de cierta forma también
se cultivaba en su familia. Aunque ni
siquiera sus abuelos lo habían conocido, por la temprana muerte del patriota,
ocurrida en 1874, las anécdotas contadas por parientes mayores y otros
contemporáneos suyos no sólo recordaban su faceta heroica, sino aquellas que
dejaban entrever su lado más humano, como su trato exquisito, su gran carisma
personal o su falta de vocación para el celibato. Fue fiel a su primera esposa,
Carmen, aunque en la viudez buscó compañía. Luego conoce a la que sería su
segunda esposa, Anita, pero ella se marcha a Estados Unidos por razón de su
embarazo en plena guerra y, al parecer, él buscó consuelo en otros brazos. Se elogiaba su
gran cultura y su conocimiento de varios idiomas. Se hablaba de sus viajes por
Europa y países tan distantes como Turquía, Egipto y Palestina; de su amor a la
música, su papel en la fundación de la filarmónica de Bayamo, o de su afición
al teatro, para el cual escribió y actuó en algunas representaciones en Bayamo
y en Manzanillo, en donde intervino en la construcción del teatro que todavía
conservamos. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes
García-Menocal ( Actualmente es Vicario General de “Pero más que
todo sentías, por lo que se contaba de él, que había sido un hombre muy
especial, de una inmensa ternura y un sentido familiar muy grande. “Recuerdo que,
en los años de mi niñez, el hecho de que en mi casa mis padres me recordaran
que yo era descendiente de los Céspedes y de los García Menocal me molestaba
enormemente. Sobre todo porque, cuando había en el Colegio lo que se llamaba
entonces una fiesta cívica en las fechas
de “Después que uno
crece se va dando cuenta de ciertas cosas que no dependen de su propia
voluntad. Mi familia era la que era y los quise mucho a todos, tanto a los De
Céspedes como a los García-Menocal, independientemente de posiciones políticas
o de otra índole. “Cuando volví a
Cuba, después de terminar mis estudios como sacerdote, ya había triunfado la revolución
y casi toda mi familia se había marchado del país. Sin que yo me lo propusiera,
cualquier referencia a mis antepasados, acá en la isla, se vinculaba cada vez
más a mí, hasta crear esa imagen del descendiente de Carlos Manuel o del
sobrino de Mario García-Menocal, al que sí conocí bastante cuando era niño. No
sé si llevo bien o no la responsabilidad de ser el descendiente de esas
figuras, pero finalmente lo he asumido casi con naturalidad”. Dos grandes
pasiones llenan la vida de Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal. Aunque
disfruta muchísimo de la música y la lectura, ama la enseñanza a la que se ha
dedicado ininterrumpidamente desde su ordenación como sacerdote y encuentra en
la escritura un inmenso placer. No tiene
dudas al confesar que Cuba y la Iglesia son sus dos grandes pasiones. “Mi padre murió
cuando yo tenía 9 años. La casa, la familia siguió manteniendo el mismo estilo
y, aunque no todo el mundo pensaba igual, prevalecía una visión muy cubana y
había unanimidad con respecto a la religión. Todos eran católicos más o menos
fervorosos. La última salida a la calle de mi padre, antes de enfermarse, fue
llevarme a “Cuando terminé
el bachillerato empecé a estudiar Derecho. Yo era miembro muy comprometido de
los grupos juveniles católicos, también era
muy ‘salidor’; estudioso y reflexivo, sí, pero también fiestero, amante
del teatro, de los conciertos, etcétera. Sin embargo, cuando terminé el tercer
año de la carrera me decidí por el sacerdocio y dejé el Derecho. “El Arzobispo de
La Habana, que era entonces el Cardenal Arteaga, y después el Administrador Apostólico, que era Monseñor
Evelio Díaz, me aconsejaron que, además del Seminario, continuara los estudios
de Derecho por ‘la libre’. La idea era que terminara la carrera y que fuera un
sacerdote abogado, para ayudar a la Iglesia en las cuestiones jurídicas. Así lo
hice durante unos meses, pero después vino el desembarco del yate Granma,
cerraron la Universidad y cuando se volvió a abrir ya yo estaba preparándome
para viajar a Roma y realizar allí, en
la Pontificia Universidad Gregoriana, los estudios de Teología. A pesar de que me
gusta aún el Derecho y mantengo algunos vínculos con los estudios jurídicos y
con jóvenes profesores, no me arrepiento de mi decisión”. A su regreso al país como
sacerdote, ¿cómo vivió las nuevas circunstancias que derivaron incluso en un
conflicto entre el gobierno y “Yo termino mis
estudios en “El hecho de
volver a Cuba fue un gozo. Yo quería volver y vivir aquí. Siempre he querido
estar aquí y, por muy difícil que hayan sido aquellos momentos, ya fuera en el
orden personal o para la Iglesia, nunca el pensamiento de irme de Cuba pasó por
mi cabeza. “Regresé
sabiendo que no me iba a encontrar la Cuba que había dejado, que sería distinta
en el aspecto social, y los primeros días me dediqué a husmear un poco, a ver a
los antiguos amigos, independientemente de que fueran católicos o estuvieran en
otras posiciones, porque no soy hombre
de divisiones por razones ideológicas o políticas. No lo soy por temperamento,
ni debo serlo como sacerdote. Siempre trato de entender a las personas y las
situaciones del país, aprobando algunas veces y no aprobando otras. Pero, el
hecho de no aprobar una situación o una decisión de otra persona, eso nunca ha
determinado un distanciamiento. “Yo escuchaba a
los que se habían vinculado a la revolución y tenían incluso posiciones
importantes. Discutía mucho, de forma fraternal y respetuosa, sobre cosas que
me parecían realmente buenas y que se debían apoyar y sobre otras que no me
parecían tan claras, como el tema de la religión, y así fui aprendiendo a
discernir. “Fue difícil.
Incluso estuve detenido cinco veces en 1965, acusado de hacer proselitismo
religioso. Yo era párroco de Punta Brava, Santa Fe y Guatao y, a veces, había
niños que eran del campo, su familia no podía llevarlos a la iglesia y no había
transporte. Nos pusimos de acuerdo y yo iba hasta las fincas donde vivían para
transportarlos en el carro que yo tenía. “Entonces
alguien me acusó. La primera vez fue hasta gracioso. Me llevaron al puesto de
policía en Punta Brava y luego al cuartel en Bauta. Tras esperar varias horas,
llegó un teniente a levantar el acta y cuando le digo que me llamo Carlos
Manuel de Céspedes me dice: ‘Padre, que este es un asunto serio’. Sí, claro, le
respondo. Me pregunta que si soy pariente del patriota y yo le explico. Cuando
le digo que mi segundo apellido es García Menocal, dice el hombre: (con perdón
por decir una mala palabra) ‘coñó, pa’l carajo, este cura se lo cogió todo’. “La historia no
termina ahí, porque cuando llega el día del juicio, en el Tribunal Municipal en
Bauta, la jueza pregunta al acusador de qué me acusaba. ‘De proxenetismo
religioso’, dice el hombre. Ella se queda horrorizada y pregunta: ‘¿cómo?, ¿qué
cosa es eso?’ El hombre responde que yo llevaba niños al catecismo en mi
máquina. “Entonces la
jueza le aclara que eso sería proselitismo religioso ilícito, en caso de que
los padres no estuvieran de acuerdo. ‘Eso que dice usted no existe y yo le
aconsejo que cuando llegue a su casa busque un diccionario para saber lo que
quiere decir esa palabra, porque nosotras las señoras no hablamos de eso’. “Al final todo
se resolvió bien, porque al preguntarle a los testigos, que eran los padres de
los niños, si ellos estaban de acuerdo con que yo llevara a sus hijos en mi
carro, ellos dijeron que sí y me absolvieron. “Pero esta
historia se repitió otras cuatro veces, hasta el punto que nada más entrar yo,
la jueza preguntaba ‘¿es lo mismo?’, ‘sí, es lo mismo’, y entonces declaraba
‘sin lugar’. “Siempre había
extremistas que presionaban. Yo recuerdo, por ejemplo, que en el pueblecito de
Cangrejera no había iglesia y nosotros celebrábamos la misa y el catecismo en
un terrenito que pertenecía al Arzobispado. Entonces se aparecía un autobús a
esa misma hora. Se paraban allí y les preguntaban a los niños, ‘¿qué prefieren
ustedes, catecismo o pan con lechón?’ Y los niños decían, ‘pan con lechón’. O
decían ‘¿que prefieren, ir a la misa o al acuario? Al acuario, al acuario’. Si
cambiábamos la hora, ellos la cambiaban porque la idea, a mi entender, era
acabar con el catecismo y la presencia de niños en la iglesia. Se hacía muy difícil
la situación. “Eso fue pasando
poco a poco, aunque en la década del ochenta, cuando empecé como párroco en la
iglesia del Santo Ángel, recuerdo que, durante varios años, mientras yo
celebraba la misa, había unos altavoces en las dos puertas que no me dejaban ni
oírme a mí mismo. Hablaba con los funcionarios que se ocupaban de asuntos
religiosos, como el doctor Carneado, y él decía que eran extremismos de
funcionarios locales, pero la cosa seguía. “Antes de la
creación de “Una vez que
estábamos tratando un asunto de cierta importancia me dijo: ‘Acuérdate que yo
sólo soy un teléfono que transmite hacia arriba’. Yo le dije, eso es verdad,
pero un teléfono puede tener buenas o malas líneas. Usted por lo menos
transmita bien”. ¿Cuándo comenzó la
distensión? “De manera muy
clara, cuando comenzó a prepararse la visita del Papa. Antes hubo otras
señales, como el libro que hizo Frei Betto sobre
Fidel y la religión. También Fidel hizo algunos viajes a ¿Cómo son actualmente las
relaciones entre “Mejor de lo que fueron, y no tan
buenas como yo quisiera que fueran. Hay pasos que dar, pero no se puede decir
que sean malas. La comunicación con la actual directora de la Oficina de
Atención de Asuntos Religiosos, Caridad Diego, es fluida y los problemas se
resuelven así, a nivel de comunicación amistosa. En uno de sus escritos
usted dijo: “La mayoría del pueblo cubano, en términos generales, aprecia la
presencia de “Yo pienso que
no sólo ahora, sino desde hace mucho tiempo, el cubano es un pueblo creyente en
Dios, que también venera a la Virgen María, a los santos y, llegado el caso,
participa en cultos sincréticos o en lo que sea, pero no quiere que la fe le
moleste mucho, que no le haga muchas exigencias en la vida. “Hay una carta
al Nuncio o a un funcionario gubernamental, en Madrid, de un Obispo de La
Habana, cuando Cuba todavía era colonia, en el siglo XIX. Tengo entendido que
los Obispos solían hacer un informe al Nuncio y al Gobierno de turno, en
Madrid, una vez al año, para contar cuál era el panorama religioso del país. Y
él lo define de esta manera: a este pueblo le interesa más el alma de los
negocios que los negocios del alma. “En estadísticas
sobre práctica religiosa hechas por la propia Iglesia, antes de la revolución,
el único país de América Latina que tenía un nivel un poco más bajo que el
cubano era Uruguay y el que tenía menos vocaciones religiosas por habitante era
Cuba. Hoy pasa lo mismo. Yo creo que la mayoría del pueblo aprecia ¿Pero ha habido un
acercamiento de los cubanos a la Iglesia en los últimos años? “Lo hubo, sobre
todo, después de la visita del Papa. En 1998 y 1999 se notó mucho la afluencia
de personas a misa y se incrementó el número de bautizos, pero llegó hasta un
punto y después se creó como un techo en la práctica religiosa y se ha
mantenido a un nivel bajo, aunque más alto que el anterior. Se nota una
presencia muy numerosa en días señalados: Semana Santa, Navidad, el día de la
Caridad del Cobre y esto ocurre, sobre todo, en lugares populares. En el barrio
donde yo soy párroco, que no es muy popular, en la Navidad vienen muchas más
personas que los domingos. Son ocasionales en cuanto a la práctica, pero con un
sentimiento católico real. “En los meses
previos a la visita del Papa, se hizo un recorrido misionero con una imagen de ¿Cómo percibe esa
peculiar convivencia en Cuba de la religión católica con las religiones
afrocubanas? ¿Qué papel tienen una y otra en la vida cotidiana? “Ese es un tema
bien complejo y hay distintas opiniones dentro y fuera de la Iglesia. En
definitiva, creo que el sincretismo religioso en Cuba, sobre todo con las
religiones de origen africano, tiene varias causas. Una, genérica, es esa
especie de superficialidad del cubano con respecto a lo religioso, y eso hace
que acepte fácilmente una creencia u otra, sin darse cuenta de las
contradicciones que pueda haber entre ellas. “También influyó
la evangelización deficiente en relación con los africanos, durante los siglos
en los que estuvo vigente la esclavitud, desde el siglo XVI hasta muy avanzado
el siglo XIX. Eso no se borra en dos o tres generaciones. Hay que pensar que la
esclavitud en Cuba permaneció hasta 1886, aunque había negros libertos y
practicantes con una formación religiosa distinta. Aunque los negreros y los
amos estaban obligados, en teoría, a cristianizar a los esclavos, en la práctica
les daban unas clases de catecismo en castellano, que los africanos recién
llegados no entendían, y luego los bautizaban. “Entonces
sincretizaban por la vista y se dan fenómenos muy curiosos, como el caso de Changó,
que sincretiza con Santa Bárbara, siendo uno un hombre y ella una mujer. Porque
Changó era un guerrero que aparecía representado con un hacha y Santa Bárbara
tiene una espada en la mano y ambos vestían de rojo. Sin embargo, en Brasil la
identificación se produce con San Jorge, porque aparece en un caballo, con una
espada y vestido de guerrero. Identificaciones de este tipo ocurren con el
resto de los orishas o ‘santos’ de la religión yoruba. Luego, a través de las
mezclas de este ajiaco que somos todos, lo mismo te encuentras un mestizo, un negro
que un blanco con esas creencias y es casi imposible conocer la proporción. “La mayoría de
las personas acude a la religión afrocubana cuando tiene problemas de cualquier
tipo. Es una religión que no posee las exigencias éticas que tienen otras, como
el protestantismo o el catolicismo. Esto se ve, de manera especial, en las
procesiones por el día de San Lázaro, a la que mucha gente acude para pedir
algo o agradecer, o pagar una promesa”. ¿Qué lugar cree que debe
ocupar la Iglesia Católica en la sociedad cubana? “ “Evidentemente,
uno de esos medios es precisamente la educación. Nosotros no tenemos acceso a
la educación católica desde 1961 y eso la Iglesia lo reclama como algo que se
hace en todas partes. En Cuba se hizo siempre y no creo que sea dañino para la
sociedad. “Además de ese
espacio en la educación, también se necesitaría una mayor presencia en los
medios públicos, tanto en la prensa como en la televisión y la radio, para que Para Monseñor
Céspedes, su carrera eclesiástica nunca ha sido un impedimento para vincularse
a la vida cultural del país. Poco después de su regreso a la isla, tras
concluir sus estudios religiosos, comienza a colaborar en el periódico El
Mundo. Una selección de 45 artículos suyos de esa época, sobre temas culturales
y religiosos, conforman su libro Recuento, publicado en Miami. De entonces acá,
otros artículos, ensayos y poemas han aparecido en libros colectivos y
diferentes publicaciones, no necesariamente confesionales. Entre otros
libros, ha escrito una aproximación biográfica al padre Félix Varela, que
cuenta con una edición en España y otra en Cuba, por la Editorial Oriente. “En realidad es
un texto de lectura fácil, concebido para dar a conocer la figura del padre
Varela, y no tiene la dimensión ni el alcance del libro que escribió el
historiador Eduardo Torres Cuevas. Además, ahora hay mayor información, pues un
sacerdote cubano que vive en Santo Domingo revisó y fichó todas las intervenciones
de Varela en las Cortes, que están, creo, en el Archivo de Indias, en
Sevilla, y en la Biblioteca del
Congreso, en Washington. Cualquier nuevo trabajo tendría que incorporar, de
algún modo, esa información. “Publiqué
también la novela Érase una vez en La Habana, donde aparece un sacerdote que es
como el hilo conductor de todas las narraciones. Hay muchos rasgos en él que se
me pueden atribuir, pero no hay un propósito autobiográfico. Las historias
tienen una base real, sobre todo en la tercera parte del libro, que aborda el
fenómeno de los ‘frikis’ que se dio en Cuba en la década del ochenta. Muchos de
ellos acabaron inyectándose el VIH. Entonces yo estaba en la iglesia del Santo
Ángel, que fue uno de sus puntos de reunión. Ellos iban allí a buscar ayuda,
comida, medicinas, pero sobre todo cariño y comprensión. Los ‘frikis’ de la
novela aparecen con nombres y apellidos reales, a partir de sus propios
testimonios. Ahora todos están muertos. “Tengo otro
libro que se llama Zarpazos a la memoria, de cuatro narraciones cortas que
también son reales, aunque hay un poco de disfraz, de enmascaramientos de
nombres y de lugares, como en el caso de los personajes no frikis de la novela
citada. “Está mi ensayo
Promoción humana, realidad cubana y perspectivas, que primero fue publicado en
Cuba de forma rudimentaria, en 1995 y, posteriormente, como libro, por la
Fundación Konrad Adenauer, en Caracas, en 1996. “Me sorprende la
sorpresa lo escribí a propósito de una conferencia que preparé hace algunos
años y que luego me han pedido que la repita en muchos sitios. A mí me
sorprendió la sorpresa de mucha gente por las cosas que yo había dicho y de ahí
surgió el título. “Luego están una
larga entrevista que me hizo Eugenio Marrón, en Holguín, y un libro de poesía,
Canciones del atardecer, que quisieron publicarme en Estados Unidos, aunque yo
no me considero un poeta. “Ahora tengo una
novela inédita, que no me decido todavía a publicar. Tiene como título
provisional Por detrás del silencio, sobre un tema que me ha interesado mucho
como persona y sacerdote, y es cuán ambiguo resulta el conocimiento que tenemos
de los individuos, porque nunca sabemos realmente lo bueno y lo malo que hay
detrás del silencio. A veces no lo sabe ni la propia persona. Tiene cuatro o
cinco personajes y, por supuesto un cura, que tiene un papel importante. “Además,
mantengo mi colaboración con Palabra Nueva. A mí me parece importante que
exista esta revista. El Cardenal Jaime Ortega, que es un poco el padre de la
criatura, hablaba de tres niveles para las publicaciones de “En cuanto a
Palabra Nueva, su nivel es adecuado para un cubano medio, pero yo creo que
puede mejorar. Palabra Nueva es de la Arquidiócesis de La Habana, pero llega
más allá de lo que calculamos en un principio. Actualmente sacamos 10.000
ejemplares y nunca una revista religiosa en Cuba, ni ahora ni antes, alcanzó
esa tirada. Por las encuestas que hemos hecho, aunque lógicamente no son muy
precisas, cada número es leído por unas diez personas, lo cual quiere decir que
unas 100.000 leen la revista y nunca en Cuba ocurrió algo similar”. ¿Y cómo explica usted ese
fenómeno? “Pienso que la
revista llena un espacio, porque no hay otra publicación de ese estilo, con un
carácter independiente, que circule tan fácilmente y aborde temas variados.
Existen otras buenas revistas en Cuba, pero tienen una circulación más
restringida. Pienso, por ejemplo, en Temas, pero hay que buscarla en lugares
específicos y está dirigida a un lector más limitado. “Palabra Nueva
no es muy costosa, cualquiera puede comprarla en la parroquia y su público no
es necesariamente católico. Esto lo sé de primera mano, por las cartas que me
escriben los lectores sobre mis artículos, las Apostillas, cuyo tema puede ser
o no religioso. A la sección le pusimos Apostillas para que cupiera todo allí,
lo humano y lo divino”. En 2005 se convirtió en
Miembro de Número de “Me lo habían
propuesto varias veces, pero nunca pensé que debía aceptarlo, porque respeto
mucho ese trabajo. Por cierto, la Academia lo hace trabajar bastante a uno.
Siempre hay consultas sobre la edición de la nueva gramática, los
americanismos, los hispanismos. Las reuniones son una vez al mes, con
discusiones muy teóricas, y participo con mucho gusto. Al asumir la presidencia,
Lisandro Otero ha dinamizado la Academia y hay gente más joven, con otro
espíritu y más actualizada en el uso de la lengua. Al ser una persona que ha
mantenido ese vínculo constante con la literatura, el cine, las artes y el
pensamiento en general, ¿cómo valora la actividad cultural en el país? ¿Piensa
que existe un verdadero desarrollo cultural entre los cubanos? “Yo creo que el
pueblo cubano ha crecido en los niveles de cultura, porque el hecho de ser un
pueblo alfabetizado, capaz de leer, lo cambia todo. Pero todo eso tiene un
sentido comparativo. Como media, la cultura del pueblo cubano es más alta que
la de la mayoría de los pueblos que están en el rango nuestro. Pero quizá no es
tan alta como la de un inglés, un alemán o un francés medio. “En principio,
la política cultural cubana salvó metas muy concretas como fue la
alfabetización y la enseñanza gratuita para todos. Después ha sido un proyecto
de bandazos, donde las preocupaciones centrales no siempre se ven con mucha
claridad y, a veces, se confunde el sentido de libertad cultural. “Por ejemplo, me
parece muy bueno que exista un ambiente de mayor apertura en el Ministerio de
Cultura y que el ministro Abel Prieto se preocupe porque haya mayor libertad
para imprimir y publicar, para que los artistas puedan salir del país y
regresar, lo que en otro tiempo resultaba muy difícil y extremadamente
selectivo. “Pero, a veces,
se promueven cosas que tienen un peso cultural y otras se difunden algunas que
realmente no lo merecen. Pienso, por ejemplo, en el caso del reggetón y hasta del rap. Yo diría que esa música no es música, son golpes más o
menos rítmicos, pero esa valoración es sólo estética. En cambio, sus letras son
incalificables y no debería permitirse que se escuchara en actos públicos ni
por radio. Eso no es libertad cultural, es una involución seria. “Esto no sólo
ocurre en el ámbito de la música. La libertad de escribir, componer o pintar no
significa que todo sea válido. En otras sociedades hay otros mecanismos de
regulación porque hay instituciones privadas, pero aquí todo pasa por el
Ministerio de Cultura, u otras instancias nacionales, las instituciones
provinciales u otras instancias locales, y habría que tener esos conceptos más
claros. “Entonces, es
evidente la necesidad de debatir y analizar el proyecto cultural cubano a fondo
y saber lo que se debe promover, lo que simplemente se permite y lo que no se
debe permitir de ningún modo, no por discrepancias en la política, sino por
razones éticas más profundas. Yo sé que es difícil, pero se puede, porque aquí
hay gente con cabezas bien ‘amuebladas’ para hacerlo”. UN GRANO DE CHÍCHARO PERDIDO EN UNA OLLA En uno de sus escritos se
refiere a la tendencia de los cubanos a “sobredimensionarnos”. ¿Cuál es su
visión personal de los cubanos? “Yo creo que los
cubanos somos muy desmesurados, tanto en las cosas buenas, como en otras que no
lo son. Eso se puede ver en su vocabulario, en la gestualidad, en sus
actitudes. “El cubano
presume de ser el más simpático del mundo, el más inteligente y de que sus
mujeres son las más lindas. Si alguien está preocupado por algo, te dice que
está desesperado. Si no está de acuerdo contigo en un tema te dice que estás
totalmente equivocado. Bueno, hay que matizar, ¿acaso no tiene el otro un
poquito de razón? Lo cierto es que esa hipérbole en el lenguaje, en el fondo,
es expresión de una hipérbole interior. “Cuba es un país
pequeño, de historia intensa pero relativamente corta y un número reducido de
habitantes, pero quizá hay una cantidad de personas que se destacan más allá de
la media. La desmesura es la proyección de nosotros mismos. No sólo nos creemos
los mejores, sino que pensamos que nuestros problemas son de tal envergadura
que el mundo entero tiene que estar pendiente de lo que pasa aquí, y la misma revolución
ha potenciado eso. Incluso, los que están en el exilio creen que todo el mundo
debe estar pendiente de lo que pasa en la isla. Y, además, resolverlo”. ¿Cree que se han perdido valores como
consecuencia de la crisis económica? “Con la crisis
ha habido pérdida de valores, pero se han ganado otros también. En el sentido
de la sensibilidad social hay más preocupación hoy que la que había cuando yo
tenía 20 años, no tanto por la crisis económica, sino debido a los esfuerzos de
nuestro gobierno en esa dirección. “Es curioso que,
a pesar de las características tan especiales que vive el país, Cuba no deja de
formar parte de algo mayor y hay pérdidas que no son sólo de Cuba, sino del
mundo y la cultura contemporánea. La corrupción ha crecido en países donde
antes no existía. Con respecto a los jóvenes, uno se da cuenta de que los
problemas que se dan aquí no son exclusivos del país y ocurren en otros países.
Y lo mismo sucede en cuanto a los valores familiares, las relaciones humanas o
los criterios en torno a la ética y la vida. “En el terreno
religioso, achacamos la disminución de la religiosidad a la política interna de
la revolución y a la dificultad para difundir la religión, pero vamos a Europa
y también vemos un descenso de la práctica religiosa y un creciente
agnosticismo. “Entre los
jóvenes se da ese fenómeno de no interesarse por nada, vivir de la cosa
inmediata, no hacer proyectos a largo plazo, que los españoles llamaron el
‘pasotismo’. Yo veo a jóvenes de la
iglesia que son muy buenos, pero tienen una falta casi absoluta de entusiasmo para emprender algo. No hace mucho
preparamos una serie de reuniones sobre temas que a ellos les interesaban.
Cuando se agotaron los temas, les dije que hicieran una lista nueva. Ellos se
quedan pensativos y uno de los muchachos me dice que si yo escogía los temas
serían buenos igual. Entonces di un golpe en la mesa muy molesto y les dije:
¿ustedes no piensan, no deciden? Y ellos dijeron: Pero padre, ¿no se da cuenta de
que cuando usted era joven usted decidía, pero ahora siempre deciden por
nosotros? “Después le
conté ese episodio a un cura amigo mío, en Madrid, y me dijo que allá pasaba lo
mismo. Así que me resulta difícil saber si los fenómenos de ese tipo tienen origen
único o si responden también a una situación general, a un mal espíritu de la
época”. En no pocas ocasiones se
ha referido usted a la sociedad cubana, a la situación del país y a la
necesidad de ciertos cambios. ¿Qué tipo de cambios considera necesarios en el
preciso momento que vive hoy el país y qué cosas considera que no deben
cambiar? “Yo pienso que
la sociedad, y en específico la cubana, debe ser más participativa, más
realmente participativa. La sociedad cubana ha sido muy poco participativa en
los últimos decenios y, aunque empieza a serlo un poquito más, el ideal sería
alcanzar una democracia real participativa, donde las personas pudieran
expresar sus ideas y las cosas se hagan según las posibilidades reales del
país, tratando de conjugar las voluntades comunes, aunque no sean iguales
porque no todo el mundo piensa igual. “Sabemos que hay
utopías que deben existir aunque no se realizan en ninguna parte, pero hay que
tenerlas siempre delante. El ideal es ese y hay que dar pasos en esa dirección.
“Lo que debe
permanecer, y no había en la Cuba anterior, es la preocupación real -aunque no
siempre realizada por falta de recursos-, por el aspecto social. “Siempre se
habla de la educación y de la salud como los dos grandes logros de este
período, y yo creo que es así, aunque no sean tan magníficos en su realización
como se dice. Pero no cabe duda de que, socialmente hablando, hay una situación
mucho mejor de la que había antes y yo creo que cualquier cambio que haya en
Cuba, en el futuro o cuando sea, en esta línea de mayor democratización real,
habría que mantener ciertas cosas, como la preocupación por el bienestar
compartido, y que no regresaran esas enormes diferencias de clases que hubo.
Aunque siempre habrá diferencias, pues no existe una sociedad igualitaria. “No hace mucho
yo coincidí en un evento internacional con un chino de Pekín. Un hombre joven,
culto y muy bien informado en sus cuarenta y tantos y se interesó en hablar
conmigo sobre lo que pasaba en Cuba. Cuando hablamos de que debía haber mayor
iniciativa privada en lo económico, me dijo que debíamos tomar precauciones
contra el egoísmo humano y aspirar a un bienestar más compartido, porque en
China ahora las diferencias económicas son iguales o mayores que las existentes
antes de la revolución de 1948. Hay multimillonarios por una parte y, por la
otra, en las provincias del interior, hay una pobreza terrible”. ¿Cree que este preciso momento sea importante
para el futuro? “Yo creo que sí.
La situación ya no es igual que hace seis meses y no sabemos cómo va a
evolucionar de inmediato. Yo no creo que vayan a ocurrir cambios radicales en
Cuba, pero sí creo en una cierta evolución que está ocurriendo ya. “El solo hecho
de que no sea Fidel Castro quien se encuentre en la dirección del país es un
cambio. Raúl y Fidel pueden tener las mismas opiniones sociopolíticas, pero
tienen personalidades distintas y diferentes estilos de gobierno. Eso se nota
hasta en cosas tan pequeñas como el horario de la televisión. Cuando se hablaba
de la lucha en la Sierra Maestra y de la organización del II Frente Oriental,
se decía que Raúl había organizado la zona bajo su mando con responsabilidades
muy compartidas. Eso habla de un estilo menos personalista, más compartido, y
eso se está viendo. Incluso, si Fidel regresara a la dirección del país,
probablemente procedería de manera diversa a la que ha tenido durante su
prolongado gobierno anterior. Ya ha podido ver cómo funciona el país sin que él
esté totalmente presente. Además, ya tendría otras condiciones físicas que no
le permitirían esa sobrecarga de trabajo y responsabilidades. “Es cierto que
también Raúl es un hombre mayor, como él mismo dijo en la Asamblea Nacional.
Entonces, hay que pensar en la gente más joven. Hay mucha gente valiosa en
todos los ámbitos: en el terreno económico, administrativo y militar.
Considero que, llegado el momento,
sabrían asumir las mayores responsabilidades. No soy pesimista en cuanto a eso,
pues creo que en Cuba existe la capacidad para que se produzca un cambio
progresivo, siempre dentro de una línea de sensibilidad social, que facilitase
la inserción de Cuba en la modernidad contemporánea. “Hay que cuidar
que, en cualquier circunstancia, no haya caos ni violencia, aunque las cosas
ocurran necesariamente más despacio. No creo que el caos o la violencia sean lo
más probable. Una de las cosas que más confianza me da es que, hasta donde uno
sabe, Raúl tiene un control personal grande del Ejército y sería muy difícil
que se le fuera de las manos y que hubiera una situación caótica de guerra
civil. Ni lo deseo, ni lo creo. “Pienso que
cualquier tipo de transición o de cambio, con o sin Fidel, ahora o en el
futuro, puede ocurrir por canales más bien ‘suaves’ y que dependerá de los
cubanos mismos, en primer lugar. Tengo confianza en la capacidad y la bondad de
las personas que puedan tomar esas responsabilidades”. ¿Y qué papel tendría “La Iglesia, en
Cuba, no es muy poderosa. En un momento conflictivo o de evolución la Iglesia
podría crear espacios de encuentro en los que la gente pueda confiar. De hecho
eso ha ocurrido antes, por ejemplo, cuando hubo una decisión del gobierno de
disminuir la cantidad de presos políticos. En las décadas del setenta y el
ochenta hubo diálogos de la Conferencia
Episcopal cubana con el gobierno, con respecto a la liberación del mayor número
posible de presos políticos. Hubo, asimismo, diálogos con la Conferencia
Episcopal estadounidense y con el gobierno de Estados Unidos para que les
dieran visas a los presos que desearon irse a ese país, que eran muchos. Ambos
gobiernos estuvieron de acuerdo en que la Iglesia sirviera como mediadora.
Entonces salieron miles de presos y casi nadie se enteró entonces. En ese
sentido, la Iglesia puede ser muy útil para, digamos, poner el aceite en la
máquina y que las ruedas giren sin
rechinar. Algo muy actual, a lo que
muchos confieren bastante importancia, ha sido el debate de los intelectuales a
propósito de la aparición en la televisión de algunas figuras que fueron
censores y represores durante la década del setenta. ¿Cuál es su opinión sobre
la polémica y su resultado en el ámbito cultural y social? “De cierta forma
también fui víctima de aquella política, pues yo colaboraba con el periódico El
Mundo y no pude seguir publicando, aunque su director, Luis Gómez Wangüemert,
no estuvo de acuerdo, porque era muy respetuoso de los criterios de todos los
que escribíamos para el periódico. “La pregunta que
me hacía entonces y me sigo haciendo ahora es si las decisiones que se tomaban
en el Consejo de Cultura por Luis Pavón y sus colaboradores eran realmente de
ellos. Eso nunca se analizó. Es la primera vez que ocurre algo semejante a esta
polémica y es una gran cosa que se esté analizando nuevamente, ya que, como
dicen actualmente los mismos funcionarios del Gobierno, el problema nunca fue
suficientemente ventilado. También habría que saber de dónde salió la decisión
de llevar a la televisión a estas personas. “Además, hay que
profundizar en el problema en sí, que viene arrastrándose desde principios de
la revolución, desde aquella reunión de Fidel con los intelectuales. Se han
dado muchos bandazos en el terreno intelectual, en la plástica, las letras, la
música y la enseñanza. Es bueno que esta discusión se haga en serio y en serie,
y que se vayan discutiendo las diversas cuestiones para trazar un proyecto
cultural aceptable a partir de un diálogo lo más amplio y sereno posible”. ¿Hasta que punto se reconoce o se identifica a
sí mismo con el cubano de hoy? “Yo no me siento otra cosa que
sacerdote cubano. No sé si soy un cubano típico, pero no soy otra cosa. Puede
parecer ridículo, pero me costaría mucho trabajo vivir fuera de Cuba. No ahora
que tengo 70 años, sino cuando era joven
y estudiaba en Roma. Cuando expulsaron a los sacerdotes, en 1961, existía la
posibilidad de que no me admitieran a mí, que estaba fuera del país. Yo me
quería morir sólo de pensar que no podría vivir aquí, a pesar de que regresaba
a un país distinto al que dejé, que además estaba viviendo aquellos problemas
con la Iglesia. Pero yo tenía muy claro que, fuera de aquí, habría sido como un
granito de chícharo perdido en una olla. Yo me identifico con este país, a
pesar de su desmesura, así que yo también debo ser desmesurado para muchas
cosas. |
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