Viernes 27 de abril de
2007
Repunta la fiebre
beisbolera en
Cuba
La
final de la liga causa singular fenómeno de masas; calles desiertas durante los
juegos
GERARDO ARREOLA
CORRESPONSAL
La Habana, 26 de
abril. Aunque hay
distintas explicaciones, se extiende la opinión de que la final de la liga
cubana de béisbol, que culminó el miércoles con el triunfo de Santiago de Cuba
sobre el equipo Industriales de esta capital, es con mucho la que más interés y
pasión ha levantado en años, para desbordar los márgenes deportivos y lanzar a
la calle un singular fenómeno de masas.
"Esto ha sido una furia. Es el
campeonato más interesante que ha tenido la pelota cubana", dice Bruno Martínez,
agente de seguridad y protección del Ministerio de la Industria Básica (Minbas),
nacido en La Habana y partidario de Industriales. "Yo sigo la pelota desde niño
y nunca ha habido una final como esta. Todo el mundo ha salido a la
calle".
Alexis Quiala, mayor retirado de las
fuerzas armadas, de 50 años, veterano de Angola, de familia beisbolera por
generaciones, originario del ingenio azucarero Guatemala, en el municipio Mayarí
Abajo, provincia de Holguín, ahora empleado de un mercado en la capital,
sostiene que el público se estremeció porque vio una final a la altura del
Clásico Mundial, en el que Cuba fue subcampeón el año anterior. Su hermano
Angel, agente de seguridad del Minbas, recuerda que Santiago es "el equipo
insignia en oriente" y respaldarlo es un gesto espontáneo de los nacidos en esa
región.
El novelista Leonardo Padura,
aficionado de toda la vida, cree que entre los años sesenta y setenta ya había
en Cuba un alto
nivel de juego y expectación, pero la crisis de los noventa golpeó al beisbol,
como a todo en
Cuba, con la falta de transporte y electricidad, la emigración
de peloteros y, sobre todo, los apremios económicos de la
gente.
El autor de Neblina del ayer estima que esta fiebre
beisbolera refleja, entre otros factores subjetivos aún por estudiar, menos
presión en el nivel de vida que en la década anterior. La pelota regresa "como
única diversión masiva y popular", a falta de otras alternativas de esos
alcances. "No creo que haya sido una final de calidad deportiva", dice Padura.
"La expectación tiene más que ver con lo contextual, lo histórico y lo
ambiental".
Reynaldo Taladrid es comentarista de
asuntos políticos en la televisión, pero en esta final volvió a su vertiente
deportiva en una popular radioemisora de la capital. Apunta que el
repunte de la afición es "uno de los primeros resultados" del plan oficial de
impulsar el deporte tanto como el arte, la ciencia u otras ramas del
conocimiento.
A los estadios llenos, propios de un
país de honda tradición beisbolera, se sumó la venta de emblemas de los equipos
en todas las formas, que invadieron las vidrieras de las tiendas, los parabrisas
de los carros y el vestuario de la gente, en algunos casos con precios muy por
encima del alcance de un salario promedio, como gorras al equivalente de 14
dólares y camisetas de 13 dólares. Todo se
agotaba.
Los seis juegos finales se siguieron
por televisión con rigurosa puntualidad. Fueron noches de calles desiertas. En
La Habana y en Santiago hubo pantallas gigantes en parques públicos para ver los
partidos. En la capital el tema se coló a los cocteles
diplomáticos.
Hubo embajadores que fueron al
Estadio Latinoamericano, igual que numerosos funcionarios, como el
vicepresidente Carlos Lage, seguidor del equipo capitalino. Los veteranos
notaron un notable aumento de público femenino en las
gradas.
En el Parque Central del centro histórico de La
Habana, decenas de aficionados debaten a diario el tópico beisbolero de turno.
Pasado el mediodía de este jueves, partidarios de Santiago habían desbordado la
asistencia regular, bailaban y bebían ron a pico de
botella.
Los cuatro triunfos que dieron el
campeonato al equipo fueron ruidosamente festejados en la capital, destino
histórico de la emigración del oriente del país. Al menos en los barrios
periféricos de Mantilla, Regla y La Lisa hubo tambores de conga santiaguera en
las últimas noches.