Ecuador:
Las siete vidas del
Festín del Petróleo
Altercom*
Jaime
Galarza Zavala *
No, no. En este caso no hablamos de las siete vidas del gato,
envidiables para quienquiera, incluso para los famosos longevos de
Vilcabamba. Hablamos de las siete vidas cumplidas por este libro, que ahora
entra a la aventura de la octava.
Si en el medio ecuatoriano es poco frecuente que una obra
llegue a la segunda o tercera edición, es casi un suceso extraterrestre
registrar ocho ediciones, particularmente cuando no se goza del favor sino
más bien de la inquina oficial.
17 de noviembre de 2006
¿Cómo lo ha logrado El Festín del Petróleo?
¿Dónde radica esa extraña fortaleza, que le vuelve a la vida cada vez y
cuando? ¿Tanto puede el mote de “primer best seller ecuatoriano” que se le
colgó en su primera salida, marzo de 1974? ¿Resultan así de perdurables sus
excelencias literarias?
No les arrebatemos a los críticos el derecho a
juzgar o despanzurrar la obra según su agrado. Lo que para nosotros está
claro, 34 años después de la primera edición, es que los males descritos
entonces siguen mortificando, pudriendo y desangrando al organismo nacional.
Territorio enajenado a favor de compañías extranjeras, saqueo impune de la
riqueza ecuatoriana, mafias políticas, ebrias de poder y lujuria, danzando
sobre la bandera tricolor, gángsteres erigidos en dueños del país, banqueros
que acumulan más pillaje que mil ladrones juntos, jefes militares y
policiales convertidos en perros de casa grande: he allí el Ecuador de la
gran era petrolera inaugurada en 1972.
Todo esto mientras la selva amazónica y sus
pobladores originarios son abatidos a golpe de bala y motosierra, en tanto
la contaminación infecta suelos y ríos, y el cáncer se vuelve tan común como
la gripe.
Y claro, la pobreza galopante levantando el
polvo de los caminos en la huida masiva, cada vez más lejos de la Patria,
tras el Sueño Americano, el Sueño Italiano, el Sueño Español, el Sueño
Australiano, cualquier sueño, en fin, con tal de no ver más el rostro
purulento y lloroso de la madre. No importa si para morir ahogados en el
Océano Pacífico, asfixiados en los barcos cargueros o abaleados por la
policía y los racistas norteamericanos.
Por cierto con el agregado de una deuda externa
tan voluminosa que suma mil dólares por cada ecuatoriano, incluidos los
nacientes y los moribundos. Deuda que es cada vez menos externa pues los
papeles de la muerte fueron vendidos a la baja por la banca extranjera a
especuladores nativos cuyos nombres son tan temibles que nadie se atreve a
pronunciarlos. Especuladores que nos despellejan al cobrarnos cada papel en
el 120 por ciento del valor nominal, cuando ellos pagaron la mitad o menos.
Que para eso sirve la plata del petróleo.
Era fatal que sucedieran estos hechos si el
petróleo seguía enajenado, si no se daba un viraje completo en la vida
nacional y no cambiaban las estructuras y las manos que manejan las
estructuras del Estado ecuatoriano.
Cierto que hay algunos cambios. Funciona la
democracia, hablan por primera vez las mujeres y los niños, los indios se
han vuelto respetables y a los negros se los distingue con el título de
“afroecuatorianos”, además de glorificarlos por sus hazañas en el fútbol,
aunque las autoridades sigan divulgando la estampa de que todo negro es un
ladrón real o potencial.
En lo esencial, los cambios son cosméticos y
superficiales. Una mano de gato para tapar la lepra. De allí esa especie de
asco con que las mayorías ven las anunciadas elecciones de octubre próximo.
Están seguras de que, antes que otra finalidad, la clase política pretende
lanzarse al abordaje del gran barco petrolero que flota en el mar fangoso de
nuestra historia, para repartirse una vez más esa riqueza hasta el hartazgo.
Es que es la misma clase que nació en un festín, ha vivido y gozado de mil
festines, quiere eternizar su poder de festín en festín.
Seguramente porque contribuye a visualizar su
trágica suerte, el pueblo vuelve sus ojos a las páginas de este libro.
Quiere que le ayude a sacudir la mata. Que caigan los frutos podridos, que
reverdezca la esperanza.
Altercom
Agencia de Prensa de Ecuador.
Comunicación para la Libertad.
Jaime Galarza Zavala
Poeta y escritor
ecuatoriano, autor de una veintena de libros. Fue el primer ministro de
Ambiente del Ecuador.
El 15 de noviembre, aniversario del bautizo de
sangre de los trabajadores ecuatorianos, se lanzó la 8va. edición de EL
FESTÍN DEL PETRÓLEO, escrita por nuestro Maestro y compañero JAIME
GALARZA.
Esta obra es fundamental para el conocimiento de la historia
nacional y de la terrible verdad de la más dilapidada riqueza natural. Su
reedición aportará luz a las nuevas generaciones que, como las anteriores,
buscan la liberación nacional.
La obra fue impresa por la editorial LETRAS DE LA COMUNA.
(Nota de Altercom)
www.altercom.org/article144038.html