Memorias y reflexiones sobre los fundamentos de la CIA y su impunidad omnímoda.
LA TIRANIA MUNDIAL
Altercom*
Fidel Castro Ruz*
9 de julio de 2007
LOS FUNDAMENTOS DE LA «MÁQUINA DE MATAR»
Los que constituyeron la nación norteamericana no pudieron imaginar que lo que entonces proclamaban llevaba, como cualquier otra sociedad histórica, los gérmenes de su propia transformación.
En la atractiva Declaración de Independencia de 1776, que el pasado miércoles cumplió 231 años, se afirmaba algo que de una forma u otra nos cautivó a muchos: “Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador ciertos derechos inalienables entre los cuales se cuentan la vida, la libertad y la consecución de la felicidad; que para asegurar estos derechos se instituyen entre los hombres gobiernos cuyos justos poderes derivan del consentimiento de los gobernados; que siempre que una forma de gobierno tienda a destruir esos fines, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios y organice sus poderes en la forma que a su juicio garantice mejor su seguridad y felicidad.”
Era el fruto de la influencia de los mejores pensadores y filósofos de una Europa agobiada por el feudalismo, los privilegios de la aristocracia y las monarquías absolutas.
Juan Jacobo Rousseau afirmó en su famoso Contrato Social: “El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber.” [...] “La fuerza es un poder físico; no veo qué moralidad pueda derivarse de sus efectos. Ceder a la fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad.” [...] “Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre, a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes. No hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo.”
En las 13 colonias independizadas existían adicionalmente formas de esclavitud tan atroces como en los tiempos antiguos. Hombres y mujeres eran vendidos en subasta pública. La emergente nación surgía con religión y cultura propias. Los impuestos sobre el té fueron la chispa que desató la rebelión.
En aquellas infinitas tierras los esclavos siguieron siéndolo durante casi 100 años, y después de dos siglos sus descendientes padecen las secuelas. Había comunidades indígenas que eran los legítimos pobladores naturales, bosques, agua, lagos, rebaños de millones de bisontes, especies naturales de animales y plantas, abundantes y variados alimentos. No se conocían los hidrocarburos ni los enormes despilfarros energéticos de la sociedad actual.
La misma declaración de principios, si se hubiese proclamado en los países abarcados por el desierto del Sahara, no habría creado un paraíso de inmigrantes europeos. Hoy habría que hablar de los inmigrantes de los países pobres, que por millones cruzan o tratan de cruzar las fronteras de Estados Unidos cada año en busca de trabajo y no tienen derecho ni a la paternidad de sus hijos si nacen en el territorio norteamericano.
La Declaración de Filadelfia se redacta en una época en que sólo existían pequeñas imprentas y las cartas tardaban meses en llegar de un país a otro. Podían contarse uno a uno los pocos que sabían leer o escribir. Hoy la imagen, la palabra, las ideas llegan en fracciones de segundo de un rincón a otro del planeta globalizado. Se crean reflejos condicionados en las mentes. No puede hablarse del derecho al uso sino al abuso de la libre expresión y la enajenación masiva. A la vez, con un pequeño equipo electrónico cualquier persona, en época de paz, puede hacer llegar al mundo sus ideas sin que lo autorice Constitución alguna. La lucha sería de ideas, en todo caso masa de verdades contra masa de mentiras. Las verdades no necesitan publicidad comercial. Nadie podría estar en desacuerdo con la Declaración de Filadelfia y el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau. En ambos documentos se sustenta el derecho a luchar contra la tiranía mundial establecida.
¿Podemos ignorar las guerras de saqueo y las carnicerías que se les imponen a los pueblos pobres, que constituyen las tres cuartas partes del planeta? ¡No! Son muy propias del mundo actual y de un sistema que no puede sostenerse de otra forma. A un costo político, económico y científico enorme, la especie humana es conducida al borde del abismo.
Mi objetivo no es reiterar conceptos mencionados en otras reflexiones. Partiendo de hechos sencillos, mi propósito es ir demostrando el inmenso grado de hipocresía y la ausencia total de ética que caracterizan las acciones, caóticas por naturaleza, del gobierno de Estados Unidos.
En «La máquina de matar», publicada el pasado domingo, dije que el intento de envenenarme a través de un funcionario del gobierno cubano que tenía acceso a mi oficina, lo conocimos por uno de los últimos documentos desclasificados de la CIA. Era una persona sobre la que debía buscar información, pues no tenía a mano los elementos de juicio necesarios. De hecho pedía excusas si lastimaba los sentimientos de algún descendiente, fuera o no culpable la persona mencionada. Continué después analizando otros temas importantes de las revelaciones de la CIA.
En los primeros tiempos de la Revolución yo visitaba casi todos los días el recién creado Instituto Nacional de la Reforma Agraria, ubicado donde se encuentra hoy el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No se podía contar todavía con el Palacio de la Revolución, donde entonces radicaba el Palacio de Justicia. Su construcción fue un suculento negocio del régimen derrocado. La ganancia principal consistía en el incremento del valor de las tierras, de las que habían sido desalojadas miles de personas a las que yo, como abogado recién graduado, defendí gratuitamente durante meses antes del golpe de estado de Batista. Lo mismo ocurría con otras edificaciones lujosas que en muchos casos estaban por terminarse.
Desde las oficinas del INRA escuché, el 4 de marzo de 1960, la estremecedora explosión de La Coubre y observé la oscura columna de humo que emergía del puerto de La Habana. Vino rápido a mi mente la idea del barco cargado de granadas antitanques y antipersonales que podían ser lanzadas por los fusiles FAL adquiridos en Bélgica, país nada sospechoso de comunismo. De inmediato bajé para dirigirme al lugar. En el trayecto, por el ruido y el vibrar del tránsito, no pude percatarme de la segunda explosión que se produjo. Más de 100 personas murieron y decenas de ellas quedaron mutiladas. Del sepelio de las víctimas nació, espontáneo, el grito de Patria o Muerte.
Se conoce que todo fue minuciosamente programado desde el puerto de embarque por la Agencia Central de Inteligencia. El barco había transitado por los puertos de Le Havre, Hamburgo y Amberes. En este último, de Bélgica, se cargaron las granadas. En las explosiones murieron también varios tripulantes franceses.
¿Por qué, en nombre de la libertad de información, no se desclasifica un solo documento que nos diga cómo la CIA hace ya casi medio siglo hizo estallar el vapor La Coubre y cortar el suministro de armas belgas, que la propia agencia admitiera el 14 de junio de 1960 era una preocupación muy importante de Estados Unidos?
¿A qué dedicaba yo mi tiempo en los días febriles que precedieron al ataque por Girón?
La primera limpieza en grande del Escambray tuvo lugar en los meses finales de 1960 y comienzos de 1961. En la misma participaron más de 50 mil hombres, casi todos procedentes de las antiguas provincias de La Habana y Las Villas.
Un río de armas estaba llegando en barcos de la URSS que no estallaban al llegar a los puertos. Fue inútil intentar comprarlas de otra procedencia y así evitar los pretextos que Estados Unidos usó para agredir a Guatemala, lo que costó a lo largo del tiempo, entre muertos y desaparecidos, más de cien mil vidas a ese país.
Adquirimos en Checoslovaquia las armas ligeras y un número de antiaéreas de 20 milímetros y doble cañón. Los tanques con cañones de 85 milímetros, artillería blindada de 100, cañones antitanques de 75, morteros, obuses y cañones de grueso calibre, hasta los de 122 milímetros, y antiaéreas ligeras y pesadas, venían directamente de la URSS.
Un año por lo menos habría tardado la formación del personal necesario para utilizar aquellas armas siguiendo métodos tradicionales. Se llevó a cabo en cuestión de semanas. A esa tarea fundamental dedicábamos prácticamente el ciento por ciento de nuestro tiempo casi dos años después del triunfo de la Revolución.
Conocíamos la inminencia del ataque, pero no cuándo y cómo se produciría. Todos los posibles puntos de acceso estaban defendidos o vigilados. Los jefes, en su sitio: Raúl en Oriente, Almeida en el centro y el Che en Pinar del Río. Mi puesto de mando estaba en la capital: una antigua casa burguesa adaptada para ello en la margen derecha más alta del río Almendares, próximo al punto donde desemboca al mar.
Era ya de día, el 15 de abril de 1961, y desde las primeras horas de la madrugada allí estaba yo recibiendo noticias de Oriente, adonde llegó, procedente del Sur de Estados Unidos, un barco bajo el mando de Nino Díaz, con un grupo de contrarrevolucionarios a bordo vestidos de uniforme verde olivo similar al de nuestras tropas, para realizar un desembarco por la zona de Baracoa. Lo hacían como maniobra de engaño respecto al sitio exacto de la dirección principal, para crear la mayor confusión posible. El buque estaba ya a tiro directo de los cañones antitanques, en espera del desembarco, que al fin no se realizó.
A la vez informaban que el 14 por la noche había estallado, en vuelo de exploración sobre la zona del posible desembarco, uno de nuestros tres cazas a chorro, de entrenamiento pero capaces de combatir, sin duda una acción yanqui desde la Base Naval de Guantánamo u otro punto del mar o del aire. No había radares para determinar con exactitud lo ocurrido. Así murió el destacado piloto revolucionario Orestes Acosta.
Desde el puesto de mando mencionado me tocó ver los B-26 que volaban casi rasantes sobre el lugar y, a los pocos segundos, escuchar los primeros cohetes lanzados sorpresivamente contra nuestros jóvenes artilleros, que en gran número se entrenaban en la base aérea de Ciudad Libertad. La respuesta de aquellos valientes fue casi instantánea.
No tengo, por otro lado, la menor duda de que Juan Orta fue traidor. Los datos pertinentes sobre su vida y conducta están donde deben estar: en los archivos del Departamento de Seguridad del Estado, que nació por aquellos años bajo el fuego graneado del enemigo. Los hombres de mayor conciencia política fueron asignados a esa actividad.
Orta había recibido las pastillas envenenadas que propusieron Giancana y Santos Trafficante a Maheu. La conversación de este último con Roselli, que haría el papel de contacto con el crimen organizado, tuvo lugar el 14 de septiembre de 1960, meses antes de la elección y toma de posesión de Kennedy.
El traidor Orta no tenía méritos especiales. Mantuve correspondencia con él cuando buscábamos el apoyo de emigrantes y exiliados en Estados Unidos. Era apreciado por su aparente preparación y su actitud servicial. Para eso tenía especial habilidad. Después del triunfo de la Revolución, en un importante período tenía con frecuencia acceso a mí. Partiendo de las posibilidades que entonces tuvo, creyeron que podía introducir el veneno en un refresco o un jugo de naranja.
Había recibido dinero del crimen organizado por ayudar supuestamente a reabrir los casinos de juego. Nada tuvo que ver con esas medidas. Fuimos nosotros quienes tomamos la decisión. La orden inconsulta y no colegiada de Urrutia de cerrarlos creaba caos y promovía las protestas de miles de trabajadores del sector turístico y comercial, cuando el desempleo era muy alto.
Tiempo después, los casinos fueron cerrados definitivamente por la Revolución.
Cuando le entregan el veneno, al revés de lo que ocurría en los primeros tiempos, eran muy pocas las posibilidades de que Orta se encontrara conmigo. Yo estaba totalmente ocupado en las actividades relatadas anteriormente.
Sin decir una palabra a nadie sobre los planes enemigos, el 13 de abril de 1961, dos días antes del ataque a nuestras bases aéreas, Orta se asiló en la embajada de Venezuela, que Rómulo Betancourt había puesto al servicio incondicional de Washington. A los numerosos contrarrevolucionarios asilados allí no se les concedió permiso de salida hasta que amainaron las brutales agresiones armadas de Estados Unidos contra Cuba.
Ya habíamos tenido que lidiar en México con la traición de Rafael del Pino Siero, quien habiendo desertado cuando faltaban días para nuestra salida hacia Cuba, fecha que él ignoraba, vendió a Batista por 30 mil dólares importantes secretos que tenían que ver con una parte de las armas y la embarcación que nos transportaría a Cuba. Con refinada astucia dividió la información para ganar confianza y garantizar el cumplimiento de cada parte. Primero recibiría algunos miles de dólares por la entrega de dos depósitos de armas que conocía. Una semana después entregaría lo más importante: la embarcación que nos traería a Cuba y el punto de embarque. A todos se nos podía capturar junto con las demás armas, pero antes le debían entregar la totalidad del dinero. Algún experto yanqui seguramente lo asesoró.
A pesar de esa traición, partimos de México en el yate «Granma» en la fecha prevista. Algunas personas que nos apoyaban creían que Pino jamás traicionaría, que su deserción se debía al disgusto por la disciplina y el entrenamiento que le exigí. No diré cómo supe de la operación urdida entre él y Batista, pero la conocí con precisión y adoptamos las medidas pertinentes para proteger el personal y las armas en el tránsito hacia Tuxpan, punto de partida. No costó un centavo aquella valiosa información.
Cuando finalizó la última ofensiva de la tiranía en la Sierra Maestra, tuvimos que lidiar igualmente con los trucos temerarios de Evaristo Venereo, un agente del régimen que, disfrazado de revolucionario, trató de infiltrarse en México. Era el enlace con la policía secreta de aquel país, órgano muy represivo al que asesoró en el interrogatorio de Cándido González, a quien pusieron en ese momento una venda en los ojos. Era uno de los pocos compañeros que conducía el carro en que yo me movía allí, militante heroico asesinado después del desembarco.
Evaristo volvió después a Cuba. Tenía el encargo de asesinarme cuando nuestras fuerzas avanzaban ya hacia Santiago de Cuba, Holguín, Las Villas y el Occidente de nuestro país. Esto se conoció en detalles cuando se ocuparon los archivos del Servicio de Inteligencia Militar. Está documentado.
He sobrevivido a numerosos planes de asesinato. Sólo el azar y el hábito de observar cuidadosamente cada detalle nos permitieron sobrevivir a los ardides de Eutimio Guerra en los días iniciales y más dramáticos de la Sierra Maestra, a todos los que después fueron conocidos como jefes de la Revolución triunfante: Camilo, el Che, Raúl, Almeida, Guillermo. Habríamos muerto posiblemente cuando estuvieron a punto de exterminarnos con un ridículo cerco de nuestro desprevenido campamento, guiados por el traidor. En el breve choque que se produjo, tuvimos una dolorosa baja, la de un obrero azucarero negro maravilloso y activo combatiente, Julio Zenón Acosta, quien se adelantó unos pasos y cayó a mi lado. Otros sobrevivieron al mortal peligro y cayeron combatiendo posteriormente, como Ciro Frías, excelente compañero y prometedor jefe, en Imías, en el Segundo Frente; Ciro Redondo, que combatía fieramente al enemigo con fuerzas de la columna del Che, en Marverde, y Julito Díaz que, disparando sin cesar su ametralladora calibre 30, murió a pocos pasos de nuestro puesto de mando en el ataque a El Uvero.
Estábamos emboscados en un lugar bien escogido, esperando al enemigo, porque nos habíamos percatado del movimiento que iba a realizar ese día. Nuestra atención se descuida solo unos minutos cuando llegaron dos hombres del grupo, que habíamos enviado como exploradores horas antes de tomar la decisión de movernos, y regresaron sin información alguna.
Eutimio guiaba al enemigo con guayabera blanca, lo único que se veía en el bosque del Alto de Espinosa, donde lo estábamos esperando. Batista tenía elaborada la noticia de la liquidación del grupo, que era segura, y citada la prensa. Por exceso de confianza, habíamos subestimado en realidad al enemigo, que se sustentaba en las debilidades humanas. Éramos en ese momento alrededor de 22 hombres bien curtidos y escogidos. Ramiro, lesionado en una pierna, se recuperaba lejos de nosotros.
De gran golpe, por el movimiento que realizamos a última hora, se libró ese día la columna de más de 300 soldados que avanzaban en fila india por el escarpado y boscoso escenario.
¿CÓMO FUNCIONÓ AQUELLA «MÁQUINA» FRENTE A LA REVOLUCIÓN EN CUBA?
En fecha tan temprana como el mes de abril de 1959 visité Estados Unidos invitado por el Club de Prensa de Washington. Nixon se dignó recibirme en su oficina particular. Después afirma que yo era un ignorante en materia de economía.
Tan consciente estaba yo de esa ignorancia, que matriculé tres carreras universitarias para obtener una beca que me permitiera estudiar Economía en Harvard. Tenía vencidas ya y examinadas todas las asignaturas de la carrera de Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales. Me faltaban sólo dos asignaturas por examinar: Historia de las Doctrinas Sociales e Historia de las Doctrinas Políticas. Las había estudiado cuidadosamente. Ese año ningún otro alumno hizo el esfuerzo. Estaba desbrozado el camino, pero los acontecimientos se precipitaban en Cuba y comprendí que no era el momento de recibir una beca y estudiar Economía.
Fui a Harvard de visita a fines de 1948. De regreso a Nueva York, adquirí una edición de El Capital en inglés, para estudiar la obra insigne de Marx y de paso profundizar en el dominio de ese idioma. No era un militante clandestino del Partido Comunista, como Nixon con su mirada pícara y escudriñadora llegó a pensar. Si algo puedo asegurar, y lo descubrí en la Universidad, es que fui primero comunista utópico y después un socialista radical, en virtud de mis propios análisis y estudios, y dispuesto a luchar con estrategia y táctica adecuadas.
Mi único reparo al hablar con Nixon era la repugnancia a explicar con franqueza mi pensamiento a un vicepresidente y probable futuro Presidente de Estados Unidos, experto en concepciones económicas y métodos imperiales de gobierno en los que hacía rato yo no creía.
¿Cuál fue la esencia de aquella reunión que duró horas, según cuenta el autor del memorando desclasificado que la refiere? Sólo dispongo del recuerdo de lo ocurrido. De ese memorando he seleccionado los párrafos que mejor explican a mi juicio las ideas de Nixon.
“Castro estaba particularmente preocupado acerca de si pudiera haber irritado al senador Smathers por los comentarios que hizo respecto a él. Al principio de la conversación le aseguré que ’Meet the Press’ era uno de los programas más difíciles en que un funcionario público podría participar y que él lo había hecho extremadamente bien —en particular teniendo en cuenta el hecho de que tuvo la valentía de hablar en inglés sin utilizar un traductor.”
“También era evidente que en lo concerniente a su visita a Estados Unidos, su interés fundamental ’no era lograr un cambio en la cuota azucarera ni obtener un préstamo del gobierno, sino ganar el apoyo de la opinión pública estadounidense para su política.’
“Fue su casi subordinación esclava a la opinión mayoritaria prevaleciente —a saber, la voz de la plebe— más que su ingenua actitud hacia el comunismo y su obvia falta de comprensión de los más elementales principios económicos, lo que más me preocupó al evaluar qué clase de líder sería a la larga. Esa es la razón por la que pasé todo el tiempo que pude tratando de insistir en que si bien él tenía el gran don del liderazgo, la responsabilidad del líder era no seguir siempre la opinión pública, sino ayudar a encaminarla por la vía correcta, no dar al pueblo lo que piensa que quiere en un momento de tensión emocional, sino lograr que el pueblo quiera lo que debe tener.”
“Cuando me tocó hablar, traté de insistir en el hecho de que aunque nosotros creemos en el gobierno de la mayoría, incluso la mayoría puede ser tiránica y que hay ciertos derechos individuales que la mayoría nunca debería tener el poder de destruir.
“Francamente no creo haber causado mucho efecto en él, pero sí me escuchó y parecía receptivo. Traté de presentarle la idea básicamente en términos de cómo su lugar en la historia estaría determinado por la valentía y la habilidad de estadista que demostrara en estos momentos. Insistí en que lo más fácil sería seguir a la plebe, pero que hacer lo correcto a la larga sería mejor para el pueblo y, por supuesto, mejor para él también. Como ya dije, fue increíblemente ingenuo con respecto a la amenaza comunista y parecía no tener ningún temor de que a la larga los comunistas pudieran llegar al poder en Cuba.”
“En nuestras conversaciones sobre el comunismo, nuevamente traté de presentarle los argumentos a la luz de su interés propio y señalar que la revolución que él había dirigido, podría volverse en su contra y contra el pueblo cubano a menos que mantuviera el control de la situación y se asegurara de que los comunistas no alcanzaran las posiciones de poder e influencia. En ese sentido, no creo haber logrado mucho.”
“Insistí lo más posible en la necesidad de que delegara responsabilidades, pero una vez más no creo que me haya hecho entender.
“Era evidente que mientras hablaba de cuestiones como la libertad de palabra, de prensa y religión, su preocupación fundamental era desarrollar programas para el progreso económico. Repitió una y otra vez que un hombre que trabajaba en los cañaverales durante tres meses al año y pasaba hambre el resto del año, quería un trabajo, algo que comer, una casa y alguna ropa.”
“Indicó que era una gran tontería que Estados Unidos entregase armas a Cuba o a cualquier otro país del Caribe. Agregó: ’todo el mundo sabe que nuestros países no van a poder participar en la defensa de este hemisferio en caso de que estalle una guerra mundial. Las armas que obtienen los gobiernos en este hemisferio sólo se utilizan para reprimir al pueblo, tal y como hizo Batista para tratar de acabar con la revolución. Sería mucho mejor que el dinero que ustedes entregan a los países de América Latina para armas se destinase a inversiones de capital.’ Debo reconocer que en esencia apenas encontré en sus argumentos motivos para discrepar.
“Sostuvimos una larga conversación sobre las vías que Cuba podría utilizar para obtener el capital de inversión necesario para su desarrollo económico. Insistió en que básicamente lo que Cuba necesitaba y él quería no era capital privado, sino capital del gobierno.”
Yo me refería a capital del gobierno de Cuba.
El propio Nixon reconoce que nunca solicité recursos al gobierno de Estados Unidos. Él se confunde un poco y afirma:
“...que el capital del gobierno estaba limitado debido a las muchas demandas y a los problemas presupuestarios que estábamos confrontando.”
Es evidente que se lo expliqué porque de inmediato señala en su memorando:
“...que todos los países de América y del mundo pugnaban por obtener capital y que el dinero no iría a parar a un país sobre el que hubiera considerables temores de que se adoptaran políticas que discriminarían a las empresas privadas.”
“De nuevo, en este punto, tampoco creo haber logrado gran cosa.
“Con mucho tacto traté de insinuarle a Castro que Muñoz Marín había hecho un magnífico trabajo en Puerto Rico en lo que respecta a atraer capital privado y en general a elevar el nivel de vida de su pueblo, y que Castro muy bien podría enviar a Puerto Rico a uno de sus principales asesores económicos para que conversara con Muñoz Marín. Esta sugerencia no lo entusiasmó mucho y señaló que el pueblo cubano era ’muy nacionalista’ y sospecharía de cualquier programa iniciado en un país considerado como una ’colonia’ de los Estados Unidos.”
“Me inclino a pensar que la verdadera razón de su actitud es simplemente que no estaba de acuerdo con la firme posición de Muñoz como defensor de la empresa privada y no quería consejos que pudieran desviarlo de su objetivo de encaminar a Cuba hacia una economía más socialista.”
“En los Estados Unidos no debería hablarse tanto sobre sus temores de lo que podrían hacer los comunistas en Cuba o en algún otro país de América Latina, Asia o África.”
“También traté de situar en contexto nuestra actitud hacia el comunismo al señalar que el comunismo era algo más que simplemente un concepto y que sus agentes eran peligrosamente eficaces para tomar el poder y establecer dictaduras.”
“Cabe destacar que no hizo ninguna pregunta sobre la cuota azucarera y ni siquiera mencionó específicamente la ayuda económica.”
“Mi valoración de él como hombre es de cierta forma ambivalente. De lo que sí podemos estar seguros es de que posee esas cualidades indefinibles que lo hacen ser líder de los hombres. Independientemente de lo que pensemos sobre él, será un gran factor en el desarrollo de Cuba y muy posiblemente en los asuntos de América Latina en general. Parece ser sincero, pero o bien es increíblemente ingenuo acerca del comunismo o está bajo la tutela comunista.”
“Pero como tiene el poder de liderazgo al que me he referido, lo único que pudiéramos hacer es al menos tratar de orientarlo hacia el rumbo correcto.”
Así finaliza su memorando confidencial a la Casa Blanca.
Cuando Nixon comenzaba a hablar, no había quién lo parara. Tenía el hábito de sermonear a los mandatarios latinoamericanos. No llevaba apuntes de lo que pensaba decir, ni tomaba nota de lo que decía. Respondía preguntas que no se le hacían. Incluía temas a partir solo de las opiniones previas que tenía sobre el interlocutor. Ni un alumno de enseñanza primaria espera recibir tantas clases juntas sobre democracia, anticomunismo y demás materias en el arte de gobernar. Era fanático del capitalismo desarrollado y su dominio del mundo por derecho natural. Idealizaba el sistema. No concebía otra cosa, ni existía la más mínima posibilidad de comunicarse con él.
La matanza comenzó con la administración de Eisenhower y Nixon. No hay forma de explicar por qué Kissinger exclamó textualmente que “correría la sangre si se supiera por ejemplo que Robert Kennedy, Fiscal General, había dirigido personalmente el asesinato de Fidel Castro”. La sangre había corrido antes. Lo que hicieron las demás administraciones, salvo excepciones, fue seguir la misma política.
En un memorando fechado el 11 de diciembre de 1959, el jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA J. C. King dice textualmente: “Analizar minuciosamente la posibilidad de eliminar a Fidel Castro [...] Muchas personas bien informadas consideran que la desaparición de Fidel aceleraría grandemente la caída del gobierno...”
Como fue reconocido por la CIA y el Comité Senatorial Church en 1975, los planes de asesinato surgieron en 1960, cuando el propósito de destruir la Revolución cubana quedó plasmado en el programa presidencial de marzo de ese año. El memorando elaborado por J. C. King fue elevado al Director General de la Agencia, Allen Dulles, con una nota que solicitaba expresamente la aprobación de esas y otras medidas. Todas fueron aceptadas y vistas con agrado, y de modo especial la de asesinato, como se refleja en la siguiente anotación al documento, firmada por Allen Dulles y fechada un día después, el 12 de diciembre: “Se aprueba la recomendación contenida en el párrafo 3.”
En un proyecto de libro con análisis detallado de los documentos desclasificados, elaborado por Pedro Álvarez-Tabío, Director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, se informa que “hasta 1993 los órganos de la Seguridad del Estado cubano habían descubierto y neutralizado un total de 627 conspiraciones contra la vida del Comandante en Jefe Fidel Castro. Esta cifra incluye tanto los planes que llegaron a alguna fase de ejecución concreta como aquellos que fueron neutralizados en una etapa primaria, así como otros intentos que por distintas vías y razones han sido revelados públicamente en los propios Estados Unidos. No incluye una cantidad de casos que no pudieron ser verificados por disponerse solamente de información testimonial de algunos participantes, ni por supuesto, los planes posteriores a 1993.”
Anteriormente se pudo conocer, por el informe del coronel Jack Hawkins, jefe paramilitar de la CIA durante los preparativos de la invasión por Bahía de Cochinos, que “el Estado Mayor paramilitar estudió la posibilidad de organizar una fuerza de asalto de mayor envergadura que la pequeña fuerza de contingencia planificada anteriormente”.
“Se pensó que esta fuerza desembarcaría en Cuba luego de desarrollarse una efectiva actividad de resistencia, incluidas fuerzas de guerrillas activas. Cabe señalar que durante este período las fuerzas guerrilleras operaban exitosamente en el Escambray. Se concibió que el desembarco de la fuerza de asalto, tras lograrse una actividad de resistencia generalizada, precipitaría un levantamiento general y proliferarían las deserciones entre las fuerzas armadas de Castro lo que podría contribuir considerablemente a su derrocamiento.
“El concepto para el empleo de la fuerza en un asalto anfibio/aerotransportado se analizó en reuniones del Grupo Especial durante los meses de noviembre y diciembre de 1960. Si bien el grupo no adoptó una decisión definitiva sobre el empleo de dicha fuerza tampoco se opuso a que continuara desarrollándose para su posible uso. El presidente Eisenhower fue informado sobre esta idea a finales de noviembre de ese año por representantes de la CIA. El Presidente manifestó su deseo de que se continuaran enérgicamente todas las actividades que ya estaban desarrollando los departamentos pertinentes.”
¿Qué informó Hawkins sobre “los resultados del programa de operaciones encubiertas contra Cuba desde septiembre de 1960 hasta abril de 1961”?
Nada menos que lo siguiente:
“a. INTRODUCCIÓN DE AGENTES PARAMILITARES. Setenta agentes paramilitares entrenados, incluidos diecinueve operadores de radio, fueron introducidos en el país objetivo. Diecisiete radio operadores lograron establecer circuitos de comunicación con las oficinas centrales de la CIA, aunque algunos fueron capturados más tarde o perdieron sus equipos.
“b. OPERACIONES DE ABASTECIMIENTO AÉREO. Estas operaciones no tuvieron éxito. De las 27 misiones que se intentaron sólo cuatro lograron los resultados deseados. Los pilotos cubanos demostraron pronto que no tenían las capacidades requeridas para este tipo de operación. El Grupo Especial negó la autorización para contratar pilotos estadounidenses para estas misiones, aunque se autorizó la contratación de pilotos para un uso eventual.
“c. OPERACIONES DE ABASTECIMIENTO MARÍTIMO. Estas operaciones lograron un éxito considerable. Las embarcaciones que prestaban servicio de Miami a Cuba entregaron más de 40 toneladas de armas, explosivos y equipos militares, e infiltraron y exfiltraron a un gran número de efectivos. Algunas de las armas entregadas se utilizaron para apertrechar parcialmente a 400 guerrilleros que operaron durante un tiempo considerable en el Escambray, provincia de Las Villas. La mayoría de los sabotajes perpetrados en La Habana y otros lugares se realizaron con materiales suministrados de esta manera.
“d. DESARROLLO DE LA ACTIVIDAD GUERRILLERA. Los agentes infiltrados en Cuba lograron desarrollar una amplia organización clandestina que se extendía desde La Habana hasta el resto de las provincias. Sin embargo, sólo en el Escambray hubo una actividad guerrillera verdaderamente efectiva, donde se estima que entre 600 y 1 000 efectivos guerrilleros mal equipados, organizados en bandas de 50 a 200 hombres, operaron exitosamente durante más de seis meses. Un coordinador para la acción en el Escambray entrenado por la CIA entró a Cuba clandestinamente y logró llegar a la zona en que se encontraba la guerrilla, pero enseguida fue capturado y ejecutado rápidamente. Otras pequeñas unidades guerrilleras operaban en ocasiones en las provincias de Pinar del Río y Oriente, pero no lograron resultados significativos. Los agentes reportaron que había gran cantidad de hombres desarmados en todas las provincias dispuestos a participar en la actividad guerrillera si contaban con armas.”
“e. SABOTAJE.
(1) Durante el período de octubre de 1960 al 15 de abril de 1961 la actividad de sabotaje se comportó de la siguiente manera:
“(a). Se destruyeron aproximadamente 300 000 toneladas de caña de azúcar en 800 incendios.
“(b). Se provocaron aproximadamente 150 incendios más, entre otros, contra 42 casas de tabaco, dos plantas de papel, una refinería de azúcar, dos lecherías, cuatro almacenes y 21 casas de comunistas.
“(c). Se perpetraron alrededor de 110 atentados dinamiteros contra oficinas del Partido Comunista, la planta eléctrica de La Habana, dos almacenes, la terminal de ferrocarriles, la terminal de ómnibus, albergues de las milicias y líneas de ferrocarriles, entre otros.
“(d). Se colocaron unos 200 petardos en la provincia de La Habana.
“(e). Se descarrilaron seis trenes, se destruyeron una estación y los cables de microonda y numerosos transformadores de electricidad.
“(f). Un comando lanzó un ataque sorpresivo desde el mar contra Santiago, que dejó fuera de servicio la refinería alrededor de una semana.”
Hasta aquí lo que se conoce gracias a la información de Hawkins. Cualquiera puede comprender que doscientas bombas en la provincia principal de un país subdesarrollado que vivía del monocultivo de la caña, trabajo semiesclavo, y de la cuota azucarera, ganada durante casi dos siglos como abastecedor seguro, y cuyas tierras y fábricas de azúcar de mayor capacidad de producción eran propiedad de grandes empresas norteamericanas, constituía un acto brutal de tiranía contra el pueblo cubano. Súmese a esto las demás acciones realizadas.
No digo más. Por hoy basta.
Altercom
Agencia de Prensa de Ecuador. Comunicación para la Libertad.
Fidel Castro Ruz
Presidente de Cuba. Comandante en Jefe de la Revolución.
WORLD TYRANNY
Fidel Castro Ruz
The Basics of the Killing Machine
The founding fathers of the American nation could not imagine that what they were proclaiming at that time, as any other historical society, was carrying within it the seeds of its own transformation.
The attractive Declaration of Independence of 1776, which celebrated its 231st birthday last Wednesday, stated something which in one way or another captivated many of us: "We hold these truths to be self evident, that all men are created equal; that they are endowed by their Creator with certain inalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness. That to secure these rights, Governments are instituted among Men, deriving their just powers from the consent of the governed. That whenever any Form of Government becomes destructive of these ends, it is the Right of the People to alter it or abolish it, and to institute new Government, laying its foundation on such principles and organizing its powers in such form, as to them shall seem most likely to effect their Safety and Happiness."
It was the result of the influence of the best minds and philosophers of a Europe overwhelmed by feudalism, the privileges of the aristocracy and absolute monarchies.
Jean-Jacques Rousseau stated in his famous Social Contract: "The strongest is never strong enough to be always the master, unless he transforms strength into right, and obedience into duty." (…) "Force is a physical power, and I fail to see what moral effect it can have. To yield to force is an act of necessity, not of will…" (…) "To renounce liberty is to renounce being a man, to surrender the rights of Humanity and even its duties. For him who renounces everything no indemnity is possible."
In the Thirteen Colonies that obtained their independence, there were also forms of slavery as atrocious as those in ancient times. Men and women were sold at public auction. The new nation emerged with its own religion and culture. The Tea Tax was the spark that set off the rebellion.
In those vast lands slavery continued for at least 100 years, and after two centuries, slave descendants are still feeling the consequences. There were native communities which were the legitimate natural inhabitants, as well as forests, water, lakes, herds of millions of bison, natural species of animals and plants, abundant and various foods. Hydrocarbons were unknown then, as was the enormous wasting of energy carried out by today’s society.
Had the same declaration of principles been proclaimed in the countries crossed by the Sahara Desert, it would not have created a paradise for European immigrants. Today we must speak about immigrants coming from the poor countries that cross, or try to cross, the U.S. borders by the millions each year in the quest for jobs, and are not entitled even to parental custody over their children if they are born on U.S. soil.
The Philadelphia Declaration was written at a time when there were only small printing presses and letters took years to get from one country to another. There were only a few people who could read and write. Today, images, words and ideas travel in a fraction of a second from one corner to another in a globalized planet. Conditioned reflexes are created in the minds of people. We cannot speak about the right to use, but rather about the overuse of free _expression_ and mass alienation. Likewise, with modest electronic equipment, anybody, during peacetime, can send their ideas out into the world without any authorization from any Constitution. It would be a battle of ideas; in any case, a mass of truths versus a mass of lies.
Truths do not need commercial advertisements. Nobody could disagree with the Philadelphia Declaration or with Jean-Jacques Rousseau’s Social Contract. Both documents support the right to struggle against the established world tyranny.
Could we ignore the pillaging wars and the slaughters which are forced upon the poor peoples who make up three-quarters of the planet? No! Those are typical of today’s world and of a system that could not sustain itself otherwise. At an enormous political, economic and scientific cost, the human species is being pushed to the edge of an abyss.
My aim is not to repeat concepts that I have mentioned in other reflections. Based on simple events, my purpose is to carry on demonstrating the immense hypocrisy and the total lack of ethics which characterize the actions, chaotic by nature, of the government of the United States.
In "The Killing Machine", published last Sunday, I said that it was through one of the declassified CIA documents that we found out about the attempt to poison me using an official of the Cuban government with access to my office. It dealt with a person about whom I should have sought out some information, since I didn’t have the elements on hand to make the necessary judgement. In fact, I offered my apologies if I was hurting the feelings of any descendants, whether or not the concerned person were guilty. I later continued to analyze other important subjects in the CIA revelations.
During the early days of the Revolution, I used to visit, almost on a daily basis, the recently created National Institute of Agrarian Reform, located where today we have the headquarters of the Ministry of the Revolutionary Armed Forces. We were not able to use the Palace of the Revolution yet, since that was the venue of the Palace of Justice at that time. Its construction resulted from juicy business deals made by the overthrown regime. The main profit came from the increased value of real estate lands, from which thousands of people had been evicted. As a recently graduated lawyer, I worked pro bono as the attorney for the defense of those people, months before Batista’s coup d’état.
From the offices of INRA, on March 4, 1960, I heard an ear-splitting explosion of La Coubre and I watched a dark column of smoke rising above the port of Havana. What came to my mind immediately was the thought of a ship loaded with anti-tank and anti-personal grenades that could be used in the FAL rifles we had acquired from Belgium, a country far from being suspected of being Communist. Right away I went down to go to that location. On my way there, because of the noise and the vehicle’s vibrations, I could not hear the second explosion. More than 100 people died and dozens were maimed. At the funeral for the victims, the cry of "Homeland or Death" (Patria o Muerte) was spontaneously born.
We know that everything was carefully planned by the Central Intelligence Agency right from the port where the ship was loaded. The ship had passed through the ports of Le Havre, Hamburg and Antwerp. The grenades were loaded at the last of these, in Belgium. The explosions on the ship also killed several of the French crew.
Why, in the name of freedom of information, do they not declassify a single document that will tell us how the CIA, almost half a century ago, exploded the steamship La Coubre and cut off the supply of Belgian weapons which, as the CIA itself admitted on June 14, 1960, was a very important concern for the United States?
What was I devoting my time to during the feverish days previous to the attack through Bay of Pigs?
The first large-scale clean-up in the Escambray Mountains took place during the last months of 1960 up until early in 1961. More than 50 thousand men took part, almost all of them coming from the former provinces of Havana and Las Villas.
A flood of weapons was arriving in ships from the USSR. These were not exploding in ports. It was useless to try to buy them elsewhere, and thus we avoided the pretext that the United States used to attack Guatemala, which eventually cost more than one hundred thousand Guatemalan people dead or missing.
In Czechoslovakia we bought light weapons and a number of 20 mm and double-barrelled anti-aircraft guns. The tanks with 85 mm cannons, 100 mm armored artillery, 75 mm antitank cannon, mortars, howitzers and large caliber cannon up to 122 mm, and light and heavy anti-aircraft, all came directly from the USSR.
It would have taken at least a year to train by traditional methods the personnel needed to use all that weaponry. We did it in a matter of weeks. We dedicated practically one hundred percent of our time to that task almost two years after the triumph of the Revolution.
We were aware of an imminent attack, but didn’t know when or how it would come. All possible access points were being defended or guarded. The leaders all had their headquarters: Raúl in Oriente, Almeida in the center, and Che in Pinar del Río. I was headquartered in the capital: a former bourgeois residence had been adapted for that purpose on the highest right bank of the Almendares River, close to the point where the river flows into the sea.
It was already daylight on April 15, 1961, and there I was, since the first early morning hours, receiving news from Oriente, when a ship had come from the southern United States, skippered by Nino Díaz, with a group of counterrevolutionaries on board dressed in olive green fatigues similar to the ones worn by our troops, ready to land in the Baracoa area. This was to create a diversion far from the exact site of the main attack, in order to create maximum confusion. The ship was already at the crosshairs of the antitank cannons, but in the end the landing did not take place.
On the night of the 14th, we also got news that one of our three jet fighters, which were training craft ready for engagement, had blown up during a reconnaissance flight over the area of presumptive landing. This was undoubtedly a Yankee action perpetrated from the Guantánamo Naval Base or somewhere else in the sea or the air. There was no radar to exactly pinpoint the event. The outstanding revolutionary pilot, Orestes Acosta, died in that action.
From the headquarters I mentioned, I could see the B-26s flying low over the spot and, a few seconds later, I heard the first missiles launched without warning against our young artillery, who for the most part were being trained at the Ciudad Libertad Air Base. The response of those brave men was practically instantaneous.
Besides, I have no doubt whatsoever that Juan Orta was a traitor. The pertinent details about his life and conduct are where they ought to be: in the archives of the Department of State Security, born in those years under enemy fire. The most politically conscious men were the ones assigned that mission.
Orta had received the poisoned pills which had been proposed to Maheu by Giancana. Maheu’s conversation with Roselli, who would play the part of mob contact, took place on September 14, 1960, months before Kennedy’s election and inauguration.
The traitor, Orta, had no special merits. We kept writing each other when we were looking for the support of Cuban emigrants and exiles in the United States. He was appreciated for his apparent training and helpful attitude. That was where his special talent laid. After the triumph of the Revolution, he had frequent access to me during an important period. Based on his possibilities then, it was believed that he would be able to put the poison into a soft drink or a glass of orange juice.
He had received money from the mob supposedly for helping to reopen the gambling casinos. He had nothing to do with this. We were the ones who had made that decision. Urrutia’s unilateral order, issued without previous consultation, was creating chaos and promoting protests by thousands of workers in the tourist and business sectors, at a time when unemployment was running high.
Some time later, the gambling casinos were shut down for good by the Revolution.
When he was given the poison, contrary to what used to happen in the early days, Orta had very little possibilities to coincide with me. I was fully involved in the activities I previously described.
Without saying a word to anybody about the enemy plans, on April 13th, 1961, two days before the attack on our air bases, Orta sought asylum at the Venezuelan Embassy which Rómulo Betancourt had placed at the unconditional service of Washington. The numerous counterrevolutionaries seeking asylum there were not granted exit permits until the brutal armed aggression by the United States against Cuba let up.
We already had to put up with the betrayal of Rafael del Pino Siero in Mexico. After deserting a few days before our departure for Cuba, a date he wasn’t aware of, he sold to Batista for 30 thousand dollars some important secrets dealing with part of the weapons and the boat which would take us to Cuba. With elegant cunning he divided up the information in order to gain confidence and to guarantee compliance with each part. First, he would receive some thousands of dollars for delivering two weapons deposits that he knew about. A week later, he would deliver the most important information: the boat that was bringing us to Cuba and the landing site. They would be able to capture us all along with the other weapons, but before that, they had to give him all of the money. Some Yankee expert surely had advised him.
Despite this betrayal, we left Mexico in the "Granma" on the set date. Some of our supporters thought that Pino would never betray us, that his desertion was due to his dislike of discipline and the training I demanded of him. I won’t say how I learned of the operation that had been hatched between him and Batista, but I learned about it with full precision, so we were able to take appropriate measures in order to protect personnel and weapons that were en route to Tuxpan, the launch site. That valuable information didn’t cost a penny.
When the final offensive by the tyranny in the Sierra Maestra had finished, we had to also fight against the bold tricks of Evaristo Venereo, an agent of the regime who, disguised as a revolutionary, tried to infiltrate the Movement in Mexico. He was the liaison with the secret police in that country, a very repressive body which he advised for the interrogation of Cándido González; this heroic militant was blindfolded during his interrogation and was assassinated after the landing. He was one of the few comrades who drove the car I moved around in.
Evaristo returned to Cuba later. He was assigned the mission of assassinating me when our forces were advancing towards Santiago de Cuba, Holguín, Las Villas and the western part of Cuba. We learned of the details when we took over the archives of the Military Intelligence Service. These events are documented.
I have survived numerous assassination plots. Only luck and the habit of carefully observing every detail allowed all of us, Camilo, Che, Raúl, Almeida, Guillermo, who were later known as the leaders of a triumphant Revolution, to survive the trickery of Eutimio Guerra during the early and most dramatic days in the Sierra Maestra. We might have possibly died when we were at the verge of being eliminated with a ridiculous siege laid on our camp by surprise under the traitor’s guidance. During the brief clash that ensued, we suffered a sad loss: a wonderful, black sugar worker and active combatant, Julio Zenón Acosta, who moved ahead of me and fell at my side. Others survived the deadly danger, and fell in combat afterwards, as was the case of Ciro Frías, an excellent comrade and promising leader, who died in Imías, in the Second Front; Ciro Redondo, who fiercely fought the enemy with the troops of Che’s column, and was killed in Marverde; and Julito Díaz, who was relentlessly shooting his caliber 30 machine gun and died a few steps from our Command Post at El Uvero battle.
We set up the ambush at a very well chosen spot, waiting for the enemy, because we were aware of the moves they intended to make that day. Our attention slackened for a few minutes when two men from the group, who had been sent out as scouts before deciding to move, returned without news.
Eutimio was guiding the enemy dressed in a white ‘guayabera’ shirt, the only thing visible in the Alto de Espinosa woods, where we were waiting for him. Batista had the headlines ready about the elimination of the whole group, which was for him a sure thing, and had notified the press. Out of excessive confidence, we had in fact underestimated the enemy which was taking advantage of human weaknesses. At that time, we were a group of about 22 well-seasoned and selected men. Ramiro, wounded in one leg, was recovering at some distance from us.
The column of more than 300 soldiers, who were advancing one abreast through the sheer and wooded landscape, was spared a storming blow, thanks to a last-minute move that we made.
How did that machine work in the face of the Cuban Revolution?
As early as April of 1959, I visited the United States as a guest of the Washington Press Club. Nixon deigned to have me visit him in his private office. Later he said that I was inexperienced in the subject of economics.
I was so aware of this inexperience, that I enrolled in three university degree courses in order to qualify for a scholarship that would allow me to study Economics at Harvard. I had already finished and had written the exams for all the Law, Diplomatic Law and Social Science courses. I only had two subjects to be examined on: History of Social Doctrines and History of Political Doctrines. I had been studying them carefully. That year, no other student was making the effort. The path had been cleared, but events were on the fast track in Cuba and I understood that this was not the time to take a scholarship to go study Economics.
I went to Harvard on a visit at the end of 1948. As I returned to New York, I bought a copy of The Capital in English in order to study Marx’s most notable work and at the same time improve my command of that language. I was not "an underground Communist Party member" as Nixon, with his crafty and penetrating gaze, happened to think. If there is something I can be sure of, and I discovered it at the University, is that I was first a Utopian Communist and then a radical Socialist by virtue of my own analysis and studies, and was ready to fight with the proper strategies and tactics.
My only qualm about speaking with Nixon was the distaste I had in frankly explaining my philosophy to a Vice-president and a likely future President of the United States, an expert in imperialist economic concepts and governing methods, which I had ceased to believe in long ago.
What was the gist of that meeting which took hours, according to the author of the declassified memo that refers to it? I only have my own memories of what happened. I have selected the paragraphs from this memo which, in my opinion, best explain Nixon’s ideas.
"He (Castro) was particularly concerned about whether he might have irritated Senator Smathers for the comments he made with regard to him. I reassured him at the beginning of the conversation that ’Meet the Press’ was one of the most difficult programs a public official could go to and that he had done extremely well – particularly having in mind the fact that he had the courage to go on in English rather than to speak through a translator."
"It was also apparent that as far as his visit to the United States was concerned that his primary interest was ‘not to get a change in the sugar quota or to get a government loan but to win support for his policies from American public opinion."
"It was this almost slavish subservience to prevailing majority opinion –the voice of the mob– rather than his naïve attitude towards Communism and his obvious lack of understanding of even the most elementary economic principles which concerned me most in evaluating what kind of a leader he might eventually turn out to be. That is the reason why I spent as much time as I could trying to emphasize that he had the great gift of leadership, but that it was the responsibility of a leader not always to follow public opinion (but to help to direct it in the proper channels,) not to give the people what they think they want at a time of emotional stress but to make them want what they ought to have."
"I in my turn, tried to impress upon him the fact that while we believe in majority rule that even a majority can be tyrannous and that there are certain individual rights which a majority should never have the power to destroy."
"I frankly doubt that I made too much of an impression upon him but he did listen and appeared to be somewhat receptive. I tried to cast my appeal to him primarily in terms of how his place in history would be affected by the courage and statesmanship he displayed at this time. I emphasized that the easy thing to do was to follow the mob, but that the right thing in the long run would be better for the people and, of course, better for him as well. As I have already indicated he was incredibly naïve with regard to the Communist threat and appeared to have no fear whatever that the Communists might eventually come to power in Cuba."
"In our discussions of Communism I again tried to cast the arguments in terms of his own self-interest and to point out that the revolution which he had led might be turned against him and the Cuban people unless he kept control of the situation and made sure that the Communists did not get into positions of power and influence. On this score I feel I made very little impression, if any."
"I put as much emphasis as possible on the need for him to delegate responsibility, but again whether I got across was doubtful."
"It was apparent that while he paid lip service to such institutions as freedom of speech, press and religion that his primary concern was with developing programs for economic progress. He said over and over that a man who worked in the sugar cane fields for three months a year and starved the rest of the year wanted a job, something to eat, a house and some clothing."
"He indicated that it was very foolish for the United States to furnish arms to Cuba or any other Caribbean country. He said ‘anybody knows that our countries are not going to be able to play any part in the defense of this hemisphere in the event a world war breaks out. The arms governments get in this hemisphere are only used to suppress people as Batista used his arms to fight the revolution. It would be far better if the money that you give to Latin American countries for arms be provided for capital investment.’ I will have to admit that as far as his basic argument was concerned here I found little that I could disagree with!"
"We had a rather extended discussion of how Cuba could get this investment capital it needed for economic progress. He insisted that what Cuba primarily needed and what he wanted was not private capital but government capital."
I was referring to the capital owned by the Cuban government.
Nixon himself acknowledged that I never asked for any resources from the U.S. government. He got a little mixed up and said:
"… that government capital was limited because of the many demands upon it and the budget problems we presently confronted."
It was evident I clarified him on that because right afterwards he pointed out in his memo:
"… that there was competition for capital throughout the Americas and the world and that it would not go to a country where there was any considerable fear that policies might be adopted which would discriminate against private enterprise."
"Here again on this point I doubt if I made too much of an impression."
"I tried tactfully to suggest to Castro that Muñoz Marín had done a remarkable job in Puerto Rico in attracting private capital and in generally raising the standard of living of his people and that Castro might well send one of his top economic advisors to Puerto Rico to have a conference with Muñoz Marín. He took a very dim view of this suggestion, pointing out that the Cuban people were ‘very nationalistic’ and would look with suspicion on any programs initiated in what they would consider to be a ‘colony’ of the United States."
"I am inclined to think that the real reason for his attitude is simply that he disagreed with Muñoz firm position as an advocate of private enterprise and does not want to get any advice which might divert him from his course of leading Cuba toward more socialism of its economy."
"You in America should not be talking so much about your fear of what the Communists may do in Cuba or in some other country in Latin America, Asia or Africa…"
"I also tried to put our attitude toward communism in context by pointing out that Communism was something more than just an idea but that its agents were dangerously effective in their ability to grasp power and to set up dictatorships."
"Significantly enough he did not raise any questions about the sugar quota nor did he engage in any specific discussions with regard to economic assistance."
"My own appraisal of him as a man is somewhat mixed. The one fact we can be sure of is that he has those indefinable qualities which make him a leader of men. Whatever we may think of him he is going to be a great factor in the development of Cuba and very possibly in Latin American affairs generally. He seems to be sincere, he is either incredibly naïve about Communism or under Communist discipline…"
"But because he has the power to lead to which I have referred we have no choice but at least to try to orient him in the right direction."
That was the end of his confidential memo to the White House.
When Nixon started to talk, nothing could stop him. He was used to preaching Latin American presidents. He did not prepare any drafts of what he intended to say or took notes of what he actually said. He responded to questions that were never asked. He dealt with subjects based only on the opinions he had about his interlocutor. Not even an elementary school student would hope to receive so many lessons altogether on democracy, anti-Communism and other matters related to the art of governing. He was fond of developed capitalism and its domain of the world out of its own natural right. He idealized the system. He didn’t conceive otherwise, nor was there the slightest possibility of getting through to him.
The killings began under the Eisenhower and Nixon governments. There is no other way to explain why Kissinger exclaimed, and I quote, that "blood would flow if we knew, for example, that Robert Kennedy, the Attorney General, had personally directed the assassination of Fidel Castro". Some blood had flown before. What the former administrations did, with few exceptions, was to follow the same policy.
In a memorandum dated on December 11, 1959, the head of the CIA’s Western Hemisphere Division, J.C. King, said, and I quote: "We must give thorough consideration to the elimination of Fidel Castro. […] Many informed people believe that the disappearance of Fidel would greatly accelerate the fall of the government…"
As it was recognized by the CIA and the Church Senate Committee in 1975, the assassination plans sprang up in 1960, when the purpose of destroying the Cuban Revolution was included in the president’s agenda dated March that year. The J.C. King memo was sent to Allen Dulles, the CIA Director, with a note that expressly requested approval for those and other measures. They were all accepted and gladly welcomed, specially the proposal of assassination, as reflected by the following annotation in the document signed by Allen Dulles and dated one day after, on December 12: "The recommendation contained in Paragraph 3 is approved."
In a draft of a book that would contain a detailed analysis of declassified documents, written by Pedro Álvarez-Tabío, Director of the Historical Affairs Office of the Council of State, it is stated that: "Up to 1993, the Cuban State Security had discovered and neutralized a total of 627 conspiracies against the life of the Commander in Chief Fidel Castro. This figure includes both the plans that reached some phase of concrete execution and those which were neutralized at an early stage, as well as other attempts that by various ways and for different reasons have been publicly revealed in the United States itself. It does not include a number of cases that could not be verified, since the only available information was the testimony of some of the participants. This of course did not include any of the plans plotted after 1993."
Previously, we were able to learn from the report by Colonel Jack Hawkins, CIA paramilitary chief during the preparations for the Bay of Pigs invasion, that "the paramilitary General Staff studied the possibility of organizing an assault force of greater magnitude than the small contingency force planned earlier."
"It was thought that this force would be landed in Cuba after effective resistance activity, including active guerrilla forces had been developed. It should be noted that guerrilla forces were operating successfully in the Escambray mountains during this period. It was visualized that the landing of the assault force, after widespread resistance activity had been created, would precipitate general uprisings and widespread defection among Castro’s armed forces which could contribute materially to his overthrow."
"The concept for employment of the force in the amphibious/airlift assault was discussed at meetings of the Special Group during November and December 1960. The group took no definite position on ultimate employment of such a force but did not oppose its continued development for possible employment. President Eisenhower was briefed on the concept in late November of that year by CIA representatives. He indicated that he desired vigorous continuation of all activities then in progress by all Departments concerned."
What did Hawkins report about the results of the covert operations program against Cuba from September 1960 to April 1961?
Nothing less than the following:
"a. Introduction of Paramilitary Agents.
Seventy trained paramilitary agents, including nineteen radio operators, were introduced into the target country. Seventeen radio operators succeeded in establishing communication circuits with CIA headquarters, although a number were later captured or lost their equipment."
"b. Air Supply Operations.
These operations were not successful. Of 27 missions attempted, only four achieved desired results. The Cuban pilots demonstrated early that they didn’t have the required capabilities for this kind of operation. A request for authority to use American contract pilots for these missions was denied by the Special Group, although authority to hire pilots for possible eventual use was granted."
"c. Sea Supply Operations.
These operations achieved considerable success. Boats plying between Miami and Cuba delivered over 40 tons of military arms, explosives and equipment, and infiltrated/exfiltrated a large number of personnel. Some of the arms delivered were used for partially equipping a 400 man guerrilla force which operated for a considerable time in the Escambray, Las Villas Province. Most of the acts of sabotage carried out in Havana and other sites used materials provided in this fashion."
"d. Development of Guerrilla Activity.
Agents introduced into Cuba succeeded in developing a widespread underground organization extending from Havana into all of the provinces. However, there was no truly effective guerrilla activity anywhere in Cuba except in the Escambray Mountains, where an estimated 600 to one thousand ill-equipped guerrilla troops, organized in bands of 50 to 200 men, operated successfully for over six months […]. A CIA trained coordinator for action in the Escambray entered Cuba clandestinely and succeeded in reaching the guerrilla area, but he was promptly captured and executed. Other small guerrilla units operated at times in the provinces of Pinar del Río and Oriente, but they achieved no significant results. Agents reported large numbers of unarmed men in all provinces who were wiling to participate in guerrilla activity if armed."
"e. Sabotage.
1) From October 1960 through April 15 1961 sabotage activity included the following:
"(a) Approximately 300 thousand tons of sugar cane destroyed in 800 separate fires."
"(b) Approximately other 150 fires were set in 42 tobacco warehouses, two paper plants, a sugar refinery, two dairies, four stores, 21 Communist homes."
"(c) Approximately 110 bombings, including Communist Party offices, Havana power station, two stores, railroad terminal, bus terminal, militia barracks, railroad train."
"(d) Approximately 200 nuisance bombs in Havana Province."
"(e) Derailment of 6 trains, destruction of a microwave cable and station, and destruction of numerous power transformers."
"(f) A commando-type raid launched from the sea against Santiago, which put the refinery out of work for about one week."
So much for what we have known thanks to the Hawkins’ report. Anyone could understand that 200 bombs planted in the main province of an underdeveloped country which lived on the single crop farming of sugar cane, which is a semi-slave form of production, and on the sugar quota that had been earned for almost two centuries for being a guaranteed supplier, and whose major productive lands and sugar refineries belonged to large United States companies, constituted a brutal act of tyranny against the Cuban people. Add to this all the other actions that were carried out.
I will say no more. It is enough for today.
www.altercom.org/article149819.html