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- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: LA PAZ COMO OPCIÓN, por Jorge Gómez Barata
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Sun, 3 Dec 2006 20:18:12 -0500
Title: LA PAZ COMO OPCIÓN
LA PAZ COMO OPCIÓN Jorge Gómez Barata Luchar por la paz no es suspirar por
una quimera que suprima las inevitables contradicciones y los contenciosos
entre las clases sociales, los países y los gobiernos, sino trabajar por crear,
preservar y perfeccionar los equilibrios y los mecanismos gestados
históricamente, para hacer prevalecer el diálogo y la comprensión sobre la
violencia y las armas. El fin de la Guerra Fría volvió a
glorificar la guerra a secas, para recordarnos que la cultura humana, inventora
de la belleza y artífice de la sensibilidad, creadora de máquinas perfectas y
legislaciones inequívocas, autora de todos los poemas y tragedias, lenguas y
leyes, artes, ciencias y filosofías, falló en crear formulas para la
convivencia pacifica e inventó la guerra. Ello se debe a que la cultura es
también de hechura humana, un producto social, históricamente condicionado por
el lastre de las desigualdades, derivadas de la vigencia de la propiedad
privada, la injusta distribución de la riqueza social y la división de la
sociedad en clases. Con las mismas razones y argumentos
conque se legitiman la explotación y el saqueo, la opresión nacional y el
colonialismo, se aprueban las guerras y sus terribles consecuencias, que son
legalizadas por el derecho, consagradas por la religiones y teorizadas por
pensadores de todas las escuelas. De la guerra, antología de lo terrible,
se dicen y escriben cosas magnificas: relatos y novelas fabulosas, oraciones y
sinfonías y se levantan brillantes monumentos, memoriales y llamas eternas. Los
protagonistas, frecuentemente conscriptos o asalariados por necesidad e incluso
mercenarios disfrazados, son tan glorificados que su muerte, a menudo miserable
e inútil, es hermoseada hasta hacerla
deseable. Acompañado por la filosofía de la
guerra, el sentido del deber se corrompe y aprender a matar con eficiencia, se
torna un oficio tan venerable como el del maestro, comerciante o cura. Minuciosamente los juristas más lúcidos
han codificado todos los aspectos de la guerra, en un vano afán por humanizarla,
sancionar a quienes abusan de las prerrogativas otorgadas a militares y
políticos y proteger a los actores más vulnerables, entre otros: los civiles, los
prisioneros y los heridos. Las ideas y los preceptos de que el
Estado y sus instituciones cumplen el cometido de servir como árbitros, capaces
de lograr que el sistema político global sea regido por normas de derecho que
excluyan el uso de la fuerza e impida que los pueblos se desangren en
constantes y estériles pugnas, no sólo no se han hecho justicia, sino que han
retrocedido. De aquella cultura rediviva que adornó
con uniformes de gala y sables de paradas los salones de la Europa de los
imperios decimonónicos, llenó de valses las noches del Berlín nazi y del Paris
ocupado, son hijas las mentalidades de criaturas como Bush, Rumsfeld y Saddan
Hussein que creen en la guerra y la usan hasta que alguna vez, como ocurrió con
Hitler, son detenidos, no por la fuerza ciega sino por la razón que convierte
la violencia en instrumento de
liberación. Como si la historia quisiera burlarse
de la brutalidad, en apenas tres años, dos formidables ejércitos han sido
derrotados. Primero el de Irak, que con medio millón de efectivos ni siquiera
intentó resistir la invasión y luego la impresionante maquinaria bélica
norteamericana, que no ha podido neutralizar a la resistencia iraquí que sin
armamentos pesados, helicópteros, tanques, ni aviación, la ha derrotado
inobjetablemente. El fracaso norteamericano no es
resultado del poderío militar de la resistencia árabe ni de la incompetencia de
las tropas invasoras, tampoco de la falta de pericia de sus generales, sino la
derrota de una alternativa que ya no paga. El hecho de que los estados europeos,
los que más han combatido entre si, hayan renunciado a la guerra y suprimido
sus causas al excluir las ambiciones territoriales y las pugnas políticas,
indica, que como un mal curable, la guerra se remite y ya no es una alternativa
válida. La paz no es una opción entre muchas,
sino la única entre muy pocas. Estados Unidos no sólo está vencido, está
equivocado. |
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