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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008
- To: "potero" <potero@rhc.cu>
- Subject: MERCENARIOS EN MIAMI
- From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
- Date: Fri, 15 Sep 2006 17:39:48 -0400
MERCENARIOS
EN MIAMI Al aire
libre corrupción periodística en concubinato con
Washington Pastor
Valle-Garay. Toronto Senior
Scholar, Universidad de York No fue notición en
Cuba. Tampoco lo fue en el Hemisferio. Cada vez que la mal llamada libertad de
prensa esté condicionada al dólar y a los intereses del imperio, Washington
recurre a los medios más soeces para subyugar al intelectual y violentar los
principios de decencia y de ética del ser humano. Cada vez que esto ocurre, la
insolencia de Washington queda desnuda ante los ojos del
mundo. De vez en cuando
algunos miembros de la disidencia cubana en Miami, cegados por la ambición y por
el dólar, se someten voluntaria, mercenaria y sumisamente a los diseños de la
Casa Blanca. Sin embargo, por más que Washington se aproveche de los maleables,
invariablemente les sale el tiro por la culta. Lo aseguran aquéllos que se
mantienen firmes en sus convicciones. De otro modo, Washington se sentiría libre
de hacer de las suyas en Cuba. No lo logrará. Se lo impiden el noble compromiso
del pueblo cubano y la solidaridad internacional en defensa de la
revolución. Es irónico que la
misma tecnología empleada por la Casa Blanca en sus intentonas de derrocar la
revolución también haga imposible que el Departamento de Estado oculte su
amenazante injerencia en los asuntos internos de Cuba a través de los medios de
comunicación. De ahí que más temprano que tarde, como acaba de ocurrir en
Miami, la Casa Blanca quede expuesta al desnudo y tenga que rendir cuentas por
sus acciones ilícitas. El fenómeno de la
oferta de dinero y del chantaje económico es cuento viejo en el capitalismo. A
veces da frutos entre algunos peloteros, artistas y disidentes. Pero es más
notable entre los oportunistas de la palabra escrita. Les bailan la moneda. Les
deslumbra el fulgor de promesas vacías. Débiles de espíritu y carentes de
convicciones, sucumben. Se prostituyen vendiéndose al mejor postor. Se entregan
a la alcahueta de la Casa Blanca. Traicionan a la nación que les vio
nacer. Ocurrió entre la
oposición del Presidente Salvador Allende en Chile. Ocurrió entre los vende
patrias de la Nicaragua sandinista. Ocurrió en Venezuela. Ocurre en Afganistán.
Ocurre en Iraq. Ocurre en Miami. Tergiversando la realidad, el periodista se
vende y escribe cuanta sandez Washington le sopla. En otros días el ingenuo
lector solía tragarse las barbaridades escritas por los mercaderes del
periodismo. Otras veces, no. En Cuba, en Nicaragua, en Venezuela y hasta en el
mismo Estados Unidos la prensa responsable ha denunciado este vergonzoso tráfico
por décadas. En la actualidad las denuncias han comenzado a producir resultados
positivos. Antes del Internet
y de la comunicación instantánea, Washington controlaba el flujo de los
acontecimientos. Manipuló a sus anchas las noticias de la guerra en Vietnam, de
la Contra en Nicaragua, el golpe de estado en Chile contra Allende y los
criminales ataques contra Cuba. La Casa Blanca emplazó la doctrina de Joseph
Goebbels, Ministro de Propaganda nazi (1933-1945), quien insistía que "si una
mentira se repite las suficientes veces acaba convirtiéndose en la
verdad."Goebbels afirmó que "contra más grande la mentira más fácil es que la
gente se la trague." Para imitar tales teorías el gobierno de los Estados Unidos
compraría la lealtad de los medios de comunicación. En la
administración de George W. Bush la tarea de sobornar periodistas pagándoles por
debajo de la mesa para hacerse la vista gorda a la realidad y publicar artículos
favorables a Washington y denigrantes de Cuba, fue relativamente simple. Los
genios del Departamento de Estado y el presupuesto de sobornos de la infame
Oficina de
Transmisiones Hacia Cuba, que controla Radio y TV Martí, asumieron la
responsabilidad de comprar periodistas. La semi inconsciente ignorancia del
ocupante de la Casa Blanca facilitó la empresa. Bush se jacta de no leer
diarios, escuchar las noticias o ver televisión. Ojos que no ven, corazón que no
siente. Hagan lo que se les antoje. El cheque está en el correo. No pregunten
nada. La tentación y la
avaricia triunfaron sobre la ética. Los apátridas mercenarios se vendieron al
gobierno federal por un puñado de dólares. Descartando conflictos de interés y
el riesgo de ultrajar inútilmente a Cuba y a sus propias familias, los vende
patrias se entregaron a la corrupción. Al igual que otros mercenarios, los
cubano-americanos violarían los más elementales principios de ética profesional.
Motivados por la avaricia, actuaron como loras amaestradas de Washington.
Dedicaron el periodismo al singular propósito de embaucar al lector y al oyente
vomitando a tontas y a locas las directivas de los titiriteros. El compromiso
les produciría unos cuantos dólares permitiéndoles además de disfrutar de
privilegiadas pretensiones de periodistas. No eran diferentes de Judas
Iscariote. A cambio de las 30 monedas de plata, los serviles del imperio
diseminaron odio contra Cuba e instigaron acciones criminales contra los líderes
políticos de la nación y contra la población cubana. De nada les valdría el
dólar contra la verdad. Al fin de cuentas,
fracasarían. Desafortunadamente
para los mercenarios y para Washington, el mundo cambió. Las noticias llegan de
fuentes más confiables. El lector dejó a un lado la ingenuidad. La mentira es
más transparente y la mayoría coincide que en la guerra ideológica la primera
víctima es la verdad. En El Nuevo Herald algunos miopes se encogieron de
hombros. En el estilo de Goebbels, los propagandistas de Washington y sus
secuaces en Miami, intentaron ocultar el sol con un dedo y provocar confusión en
el público. No lo lograron. La gente ya no se tragaba las repetidas patrañas al
igual que antes. El concejo editorial del diario finalmente reconoció que en la
batalla por la opinión pública habían fracasado los diseños de las poderosas
corporaciones noticieras y del Departamento de Estado. Esta vez no se impondría
ni el dólar ni la mentalidad de Goebbels o de Bush. Los sucesos de la
semana pasada lo demostraron. No menos de 10 supuestamente "influyentes"
periodistas del sur de Miami, entre ellos tres de El Nuevo Herald, fueron
despedidos por recibir ilegalmente miles de dólares del gobierno de los Estados
Unidos. A cambio del dinero, los cubano-americanos se dedicaban a diseminar
opiniones y artículos propagandísticos contra el Presidente Fidel Castro y
contra el pueblo y gobierno de Cuba. No sería la primera vez que los medios de
comunicación y de agitación de la mafia de Miami se ven involucrados en tremendo
escándalo. A principios de este año, la corporación que gobierna Radio TV Martí
despidió a varios miembros del concejo de directores por apropiarse de los
fondos asignados a las emisoras propagandísticas del gobierno federal que este
año recibió un presupuesto de US $37 millones de dólares para atacar al gobierno
de Cuba. En Miami la
escandalosa conducta de los paladines comunitarios cayó como bomba. Entre los
"asalariados" del Departamento de Estado se encuentran algunos de los más
"respetables" y vociferosos miembros de la mafia anti castrista. El Nuevo Herald
despidió al columnista Pablo Alfonso, quien se vendió a Washington por US
$174.753 mil dólares; a Olga Connor, comprada por US $71 mil dólares, y a
Wilfredo Cancio Isla, a precio de remate en comparación a sus colegas al
costarle al tío Sam US $15 mil dólares por llenar necias cuartillas. Otras
luminarias vendidas al mejor postor incluyen a los agitadores profesionales Juan
Manuel Cao, del Canal 41, que se vendió por US $11.400 dólares; Helen Aguirre
Ferré, editora de la página de opiniones del Diario Las Américas cuyo precio fue
de US $4.325 dólares; Ninoska Pérez-Castellón, que cobró la baratija de US
$1.550 dólares; el reportero Ariel Remos, Miguel Cossío, director de noticias
del canal 41 y el prepotente Carlos Alberto Montaner. Interesante grupo. Los que
supuestamente dedican sus vidas al patriótico compromiso de derrocar al legítimo
gobierno de Cuba, fácilmente sucumben a la oferta de unos miserables pesos.
¡Poderoso caballero don dinero! Lo de poderoso lo
confirma la reacción de los gusanos de la Fundación Nacional Cubano Americana
(FNCA). Al percatarse del despido de los periodistas, la FNCA que igualmente ha
recibido millones de dólares de la Casa Blanca para atacar a Cuba, protestó el
despido de los individuos. Obviamente a los anti castristas no creen en
conflictos de interés. ¿La corrupción? Serán ladrones pero son nuestros
ladrones. ¡Ni hablar! Jesús Díaz Jr.,
presidente y editor de la corporación Miami Herald Media y supervisor de
operaciones de El Nuevo Herald no tuvo más remedio que señalar que los pagos
recibidos "violaron la sagrada confianza ente el público y la prensa." Según
declaraciones de Díaz en El Nuevo Herald "ni siquiera la apariencia de que la
objetividad o integridad de alguien pueda haberse visto comprometida se puede
tolerar en nuestro trabajo. Personalmente, no creo que podamos garantizar la
objetividad ni integridad si alguno de nuestros reporteros o reporters reciben
compensación monetaria de cualquier entidad que hayan cubierto pero
especialmente si se trata de una agencia de gobierno." Es difícil creer
que Díaz no estuviera al tanto de los pagos a sus periodistas. Ocurrían desde el
año 2001. Quizás no los supiera. Quizás el acto de contrición sea sincero.
Quizás se deba a que los agarraron con las manos en la masa. ¡Quién sabe!
Lo cierto es que no tuvo más alternativa que condenar a los
colegas. Jon Roosenraad,
profesor de Periodismo de la Universidad de la Florida, fue más preciso. "Este
es un caso obvio, para libros de texto. Es exactamente como si un reportero de
negocios trabajara también a tiempo parcial como agente (de relaciones públicas)
para una compañía local en sus horas extras, y que regresara a su periódico al
día siguiente y escribiera sobre 'su' compañía," concluyó
Roosenraad. Más claro no canta
un gallo. Sin embargo la analogía de Roosenraad peca de ingenua. La gran
diferencia es que en el caso de los periodistas cesanteados "su compañía" es el
gobierno federal; los artículos publicados y los honorarios recibidos por su
publicación no promocionan relaciones públicas. Al contrario, promueven actos
terroristas contra una nación soberana y según las leyes estadounidenses los
periodistas merecen que se les enjuicie por utilizar la prensa para incitar
terrorismo. La misma medida debería aplicarse a la Oficina de Trasmisiones Hacia
Cuba. |
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