Tsunami en Washington, por Jerónimo Carrera

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: Tsunami en Washington

OPTICA MUNDIAL

Tsunami en Washington

            Desde luego que –como marxista ortodoxo- rechazo el concepto nada científico de “destino” y todo otro que se le parezca. Pero sí creo yo en ese viejo dicho criollo que nos asegura “que el que la debe la paga”, y no en aquel según el cual “guerra avisada no mata soldado”. Y esto me viene a la mente con motivo de lo que acaba de sucederle al Baby Bush y la pandilla fascista que, desde Washington, han pretendido hacer algo muy parecido a lo que intentó ya hace más de medio siglo otra banda de criminales, la de Adolf Hitler.

            Pues bien, dentro del sistema del llamado “juego democrático” que en Estados Unidos ha garantizado el predominio absoluto de los todopoderosos monopolios, no es realmente algo extraordinario un cambio de guardia cada tantos años, es cierto, sólo que esta vez ocurrirá en circunstancias de desastre, de derrota total de una política aventurera que no podía en verdad terminar de otra manera.

            Ya es bastante sabido que los llamados demócratas se diferencian en muy pocas cosas de los llamados republicanos, así que no es de esperar un cambio de fondo sino algunos retoques cosméticos que hagan posible fomentar ilusiones tanto en lo interno como en el extranjero.

            La experiencia histórica nos debe hacer recordar situaciones de una naturaleza similar, de las cuales ha logrado salir ese imperialismo bipartidista en esa forma, disimulando un poco las derrotas sufridas. Curiosamente, en los casos clásicos de Corea (1950-53) y de Vietnam (1961-75) los republicanos con Eisenhower y Nixon fueron los que sacaron a los demócratas del hoyo en que Truman y Kennedy, respectivamente, los habían metido.

Esta vez, sin embargo, lo que les ha sucedido a los imperialistas yanquis en Afganistán e Iraq tiene un significado mucho más negativo para ellos que los de esas derrotas militares anteriores, que pasaron como meros episodios de la guerra fría desatada contra la URSS.

La debacle del clan Bush equivale al derrumbe de una gran falacia, como es sin duda su teoría de la unipolaridad. Pretendiendo imponer al mundo esa teoría, los círculos dominantes de Estados Unidos se erigieron prácticamente en los dueños del planeta, con funciones de policías y de jueces, proclamando de hecho a Washington como la capital del mundo.

Todo ello con fuertes matices religiosos, ridículos pero efectivos en mentes aterrorizadas por la CIA, con unos auto-atentados como los montados contra sitios simbólicos del propio imperialismo. De tal manera Washington aspiraba a ser algo así como el Vaticano para los católicos, y el Baby Bush se convertía en otro Papa. Un Papa tan atrasado que de inmediato preparó y lanzó una cruzada contra el Islam, al estilo medioeval.

Por lo tanto, esta catástrofe electoral del partido republicano nos permite decir que su significado mayor, y de trascendencia realmente mundial, es que el mismo pueblo de Estados Unidos se ha encargado de ponerle freno –aunque sea momentáneamente- a la tendencia fascista que viene incubándose en ese país por la vía de la monopolización total de su economía, según resulta inevitable con el capitalismo.

Comienza a crearse así una nueva situación internacional, favorable para las corrientes anti-imperialistas más diversas. A las corrientes democráticas y en particular a los movimientos revolucionarios, corresponde la tarea de elevar el nivel de lucha de las masas populares y profundizar el cambio iniciado con la apertura de esta brecha en el cuartel general del enemigo común.

Con toda razón escribió cierta vez ese gran periodista venezolano de nombre Enrique Bernardo Núñez, conocido como E.B.N., que para nosotros las elecciones que cuentan son las que se hacen en Washington. Y ahora lo que acaba de pasar por Washington –aunque aquí los mercenarios voceros de la embajada yanqui quieran minimizarlo- ha sido un auténtico y devastador tsunami electoral, cuyos efectos en la situación venezolana actual son ciertamente incalculables.

 

                                                                                  Jerónimo Carrera

 

                                                                                              (Publicado en el Semanario La Razón, Nº 618,

                                                                                              Caracas, domingo 18 de noviembre de 2006)