JUDIOS Y PALESTINOS, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: TOCAR OTRA PUERTA

JUDIOS Y PALESTINOS:  

                           UNA OPORTUNIDAD PARA LOS PUEBLOS  

 

 

                                                                          Jorge Gómez Barata

 

 

Como otras potencias coloniales, Gran Bretaña, obligó a sus colonias a prolongadas luchas antes de ceder al empuje de de los movimientos de liberación nacional. Todavía antes de partir realizaron arreglos con fuerzas políticas locales y frecuentemente llamaron a elecciones y referéndum. Sólo hubo una excepción: Palestina.

Palestina cayó en manos de Inglaterra por carambola. En 1918 sus tropas expulsaron a los turcos de ese territorio y en 1922 la Sociedad de Naciones le concedió un mandato como potencia administradora. Entonces vivían allí cerca de medio millón de personas casi todas árabes y pequeñas minorías de turcos, egipcios, judíos e incluso algunos cristianos.

En su mejor tradición, Inglaterra prometió la independencia a los árabes, se comprometió con la Organización Sionista Mundial para ayudarla a establecer un “Hogar Nacional” mientras suscribía con Francia y Rusia el Tratado Sykes-Picot para gobernar la región. Era imposible quedar bien con todos.

Fríamente, como quien negocia con terrenos privado y desabitados, en 1948 la ONU aceptó la propuesta británica y dividió en dos a Palestina para ceder una parte a la Agencia Judía para establecer un Estado judío. No hubo debate ni plebiscito, no se escucharon las protestas y tampoco los pueblos palestino ni judío fueron consultados. 

Los descendientes de los hebreos, llegados a Europa muchos siglos atrás, si bien habían defendido y preservado sus tradiciones y su fe frente, eran alemanes, austriacos, franceses  belgas o húngaros y su futuro estaba ligado a la profundización de la democracia y la tolerancia de las sociedades a las que naturalmente pertenecían. Muchos judíos engrosaron el socialismo europeo, aportando representantes tan ilustres como Carlos Marx y León Trostki.

Se necesita ser crédulo para asumir que comerciantes, joyeros, banqueros, impresores, artesanos, empleados y agricultores judíos radicados durante siglos en Alemania, Holanda, Austria, Bélgica, Manhattan y otros países desarrollados, estarían entusiasmados para marchar a la polvorienta Palestina. Albert Einstein, entonces profesor en Universidad de Princeton, declinó la oferta de David Ben Gurion para ocupar la presidencia de Israel. 

El modo en que las potencias europeas asumieron el drama judío, la total ausencia de negociaciones con los árabes y la idea de un estado asociado a un credo religioso, en una época cuando el laicismo se había impuesto como regla de la organización política occidental, provocaron reacciones violentas que involucraron a dos pueblos, judíos y palestinos, naturalmente pacíficos.

Casi 60 años después los responsables de la tragedia que hoy se vive en Palestina no dan la cara.

Tal vez ha llegado el momento de restablecer las responsabilidades históricas y volver al punto inicial. Correspondería entonces a Gran Bretaña, ponente de la idea de partir a Palestina, volver a la ONU para instarla a que cumpla lo acordado y a la organización internacional hacer valer su autoridad y ser consecuente con sus acuerdos.

Tal vez sea imposible lograr que Hamas y el gobierno de Israel se entiendan, cosa más probable si hablan los pueblos. Un dialogo entre judíos y palestinos ajenos a sionistas e imperialistas pudiera ser un aporte y ofrecer la anhelada oportunidad para la paz.

Seguramente hay en Estados Unidos, Europa y en Israel prominentes personalidades judias, como las hay árabes y palestinas que pudieran promover un encuentro mundial para la paz.

Hace falta una mano y una voluntad superior que rompa el estancamiento y avance en busca de la paz. Hay que encontrarla en la tierra y ahora. La humanidad nunca se perdonará haber dejado morir a Palestina.