VICISITUDES DE UN MODELO, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: VICISITUDES DE UN MODELO

 

VICISITUDES DE UN MODELO  

 

                                                                        Jorge Gómez Barata

 

El aislamiento en que vivieron las civilizaciones pre industriales determinó las tendencias hacía la autarquía económica. Con diferentes niveles de eficiencia, cada una se bastaba a sí misma. No ocurrió de ese modo en el Nuevo Mundo que en lugar de encontrarse con la civilización europea fue “descubierto”, conquistado e incorporado como proveedor. 

El monopolio establecido por España que prohibía a sus colonias comerciar con otros países, creó precedentes y echó raíces, transformándose en un sistema de gestión económica, adoptado por la clase criolla como un estilo de vida, basado en producir para exportar y adquirir en el extranjero las manufacturas, herramientas, aperos, textiles, bisutería y ciertos alimentos.

A la consolidación de ese esquema contribuyó la exclusividad de algunas producciones, tales como el café, la caña de azúcar, el cacao, el tabaco y otras, así como las dimensiones y la solvencia de los mercados europeos y norteamericano, capaces de absorber la producción iberoamericana.  

Entre las más desastrosas consecuencias de las políticas económicas coloniales, convertidas por el tiempo y la insistencia en deformaciones estructurales, figuran el latifundio, el monocultivo y la creación de oligarquías nativas, todos inseparables del esquema exportador – importador.

Aquel sistema fue estimulado por la creciente demanda europea y norteamericana, multiplicada en tiempos de conflictos, especialmente durante las guerras mundiales. Ciudad México, Buenos Aires, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Montevideo, La Habana y todas las grandes ciudades latinoamericanas,  tienen cimientos de carne, cuero y lana, salitre y cobre, caucho, café y azúcar.   

Obviamente para importar hasta cubrir sus necesidades y abastecer los mercados internos, la clase criolla y luego la burguesía, necesitaban divisas que sólo podían conseguirse a costa de exportar cada vez más, fenómeno cuyo efectos colaterales generó una fuerte dependencia de los suministradores, que imponen sus condiciones transitando hacía el intercambio desigual.

Ante el paulatino deterioro de los términos de intercambio que implica recibir menos por las exportaciones y pagar más por las importaciones, los burgueses nativos y empresarios extranjeros, aprietan hacía abajo y deterioran los salarios, las prestaciones y las condiciones de trabajo de los obreros de las empresas agrícolas, que producen para los mercados externos.

La propuesta de avanzar mediante la sustitución de importaciones suponía, como mínimo, una menor dependencia del comercio con los países del Norte, favorecidos por la mejor composición orgánica del capital, una elevada productividad del trabajo y los subsidios gubernamentales. 

No obstante lo difícil que resulta, algunos países estuvieron a punto de romper el círculo vicioso importación – exportación, empeño frustrado por no contar con una genuina burguesía nacional consecuente, capaces de gobernar con apego a los intereses nacionales.  

Países como Mexico, Brasil, Argentina y Chile, que durante siglos han sido grandes exportadores, estuvieron en el camino de reducir la dependencia de la importación, construyendo una razonable autarquía económica. No lo alcanzaron años atrás porque a sus líderes les faltó visión para escapar de la noria estéril del esquema heredado y procurar una real independencia económica.

De haberlo logrado, las divisas generadas por sus exportaciones habrían servido para impulsar el sector productivo, crear fondos de contingencia, apoyar a campesinos y empresarios nacionales y desenvolver vastos programas sociales que elevarían el nivel y la calidad de la vida de su pueblo.

Los antepasados, aunque fueron magníficos hombres de trabajo y excelentes empresarios, eran esencialmente ignorantes, carecían de experiencias y de instrumentos estadísticos y sociológicos para medir las consecuencias de sus actos. No es el caso de los gobernantes y empresarios de hoy, ilustrados, asesorados y advertidos.

La historia se repite pero es ahora dolosa. Los TLC son un remake de la política económica colonial y el neoliberalismo que permite a las transnacionales comprar provincias enteras para sembrar en ellas caña y soja, transgénica, arruina al campesinado, expulsa a los hombres de campo y los empuja a la proletarización forzada. Ahora no se trata de un error, sino de una infamia.