Carta
abierta de Iñaki Errazkin al presidente del Gobierno de las
Españas
inSurGente.-
"(...) Hoy me dirijo a usted, señor Rodríguez Zapatero, porque, tras el último
comunicado de ETA, toca -vuelve a tocar- hablar de mi querido País Vasco, y de
las lisis y crisis del proceso de paz por cuyo buen final algunos hemos apostado
y al que, al menos yo, no pienso renunciar mientras mi corazón siga latiendo. Le
escribo, decía, porque he leído una declaración suya sobre el tema que nos ocupa
en la que usted asegura que ha hecho todos los esfuerzos posibles para alcanzar
la paz. Y lo
siento mucho, señor Presidente, pero no le creo. (...)"
Excelentísimo
señor don José
Luis Rodríguez Zapatero:
Soy
Iñaki Errazkin, un ciudadano vasco de los muchos que, por un motivo u otro,
viven alejados geográficamente de Euskal Herria. En mi caso, fueron una
conjunción de causas económicas y cardíacas las que me llevaron a afincarme en
Andalucía. Buen pueblo. Buena gente. Aquí sobrevivo ejerciendo mi profesión de
periodista. Aquí como, aquí duermo, aquí amo, aquí pienso, aquí
escribo...
Hoy
me dirijo a usted, señor Rodríguez Zapatero, porque, tras el último comunicado
de ETA, toca -vuelve a tocar- hablar de mi querido País Vasco, y de las lisis y
crisis del proceso de paz por cuyo buen final algunos hemos apostado y al que,
al menos yo, no pienso renunciar mientras mi corazón siga latiendo.
Le
escribo, decía, porque he leído una declaración suya sobre el tema que nos ocupa
en la que usted asegura que ha hecho todos los esfuerzos posibles para alcanzar
la paz. Y lo
siento mucho, señor Presidente, pero no le creo.
No
vea en mí a un enemigo intransigente. Le adelanto que estudié interno en un
colegio de los jesuitas y, consecuentemente, soy una de esas personas prácticas
que, puestas en el trance de tener que deglutir sin remedio una dosis de
excremento, prefiere ingerir la deposición de un colibrí a la de un elefante. No
seré yo, pues, quien promueva su derrota, habida cuenta de la alternativa, pero,
sin duda, usted comprenderá que tampoco le baile las aguas, aunque sean menores.
Digo
que no le creo, señor Rodríguez Zapatero, porque si usted verdaderamente hubiese
hecho “todos los esfuerzos posibles para alcanzar la paz”, el proceso no se
habría interrumpido. Es así de sencillo.
Me
hago cargo de las presiones que soporta y de las dificultades que tiene que
vencer, pero es usted el Primer Ministro de un gobierno que, por definición,
gestiona los intereses del Estado y no es posible eximirle de sus
responsabilidades políticas.
Usted
llegó a la Presidencia como mal menor, gracias a una buena porción de votos
prestados por gentes de la izquierda española que vieron en su persona -y en su
prometido buen talante- una herramienta en garantía con la que apear de su trono
al ultraderechista José María Aznar, político belicista, autoritario, antipático
e indeseable como no ha habido otro en la historia de España desde su creación a
sangre y fuego.
Reconozco
que arribó usted a La Moncloa con una energía envidiable, llegando a ilusionar,
incluso, a más de un contribuyente escéptico y descreído. Su programa, sin ser
radical ni revolucionario, era paliativo, al mejor estilo de la socialdemocracia
europea. ¡Qué le voy a contar que usted no sepa! Se trata de endulzar la amarga
píldora del capitalismo mitigando sus perniciosos efectos hasta hacerlos más o
menos llevaderos. Excipiente se llama la
figura.
Desgraciadamente,
ni su corazón ni su cerebro funcionan con baterías alcalinas y se vino usted
abajo bastante antes que el conejito del anuncio. Debe de ser deprimente saberse
un presidente de baja intensidad, incapaz de mantenerse a la altura de las
circunstancias. La oposición, externa e interna, lo ha transmutado en un toro
picado, desproveyéndolo de su inicial entusiasmo y arrinconándolo en las tablas
del circo nacional a la espera de recibir la puntilla
electoral.
Por
eso le digo que no le creo, señor Presidente, cuando usted afirma que ha hecho
todos los esfuerzos posibles para alcanzar la paz. Concediéndole el
beneficio de la duda, voy a suponer que ha cometido usted la ingenuidad de
considerar factible la gestión simultánea de los intereses del Estado y de los
pueblos que éste constriñe. Si hubiera sido así, ya va siendo hora de descender
del guindo.
Aún
tiene unos meses por delante para reflexionar y actuar en consecuencia. Si de
verdad desea pasar a los libros de Historia como el estadista que consiguió
acallar las armas y gobernar en buena hora durante las próximas legislaturas, no
centre su política en las decisiones de ETA. Limítese a obrar con justicia y con
la autoridad que le confieren los votos recibidos, reconociendo los derechos de
Euskal Herria pese a quien pese. Sea honesto y valiente. Cumpla sus compromisos
y satisfaga las expectativas creadas. Ya verá cómo, entonces, ETA se disolverá
como un terrón de azúcar en una taza de café
caliente.
Sin
acritud,
Iñaki Errazkin*
ierrazkin@hotmail.com
*
Iñaki Errazkin es periodista y presidente de la Asociación Pensamiento
Libre, editora del diario digital inSurGente