Cuando en 2002 Alvaro Uribe
Vélez se lanzó de lleno a los comicios presidenciales, la Procuraduría de
Colombia informó que el candidato tenía 20 procesos penales en indagación
preliminar, 16 investigaciones y 11 pliegos de cargos por irregularidades de
contratos indebidos durante su gestión como gobernador del departamento de
Antioquia (Medellín).
Liberal "independiente", Uribe obtuvo 53.1 por ciento de los
votos y asumió el cargo ante cinco ex presidentes y varios jefes de Estado de
América del Sur. Minutos antes de la ceremonia de transmisión de mando, los
invitados debieron buscar refugio a causa de una lluvia de granadas de dinamita
lanzadas por morteros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Los proyectiles dieron blanco en el Congreso nacional,
integrado en sus tres cuartas partes por diputados y senadores vinculados a
los cárteles del narcotráfico y los paramilitares. Días después del
atentado, Uribe declaró el estado de "conmoción interna", y Colombia empezó a
vivir su peculiar concepto de "seguridad democrática", diseñado con ayuda de los
expertos en "gestión de conflictos" de la Universidad de Harvard.
Por entonces, el director para América Latina de la revista
Newsweek, Joseph Contreras, autor de una biografía "no autorizada" de
Alvaro Uribe Vélez, releía sin ánimo las últimas palabras que cerraban su
excelente investigación: "Todo en la campaña de Uribe es equívoco. Pero una
equivocación más no la resiste Colombia".
¿Se equivocaron los colombianos en 2002? En todo caso parece
que tampoco se equivocaron el pasado 28 de junio, cuando Uribe Vélez se
convirtió en el primer presidente relecto de Colombia, con 7 millones 363 mil
297 votos, más de un millón y medio de los conseguidos cuatro años atrás.
¿Cómo se explica el doble apoyo masivo a un monstruo con
cara de niño que en su vida política se caracterizó por articular en su persona
la irascibilidad bestial de personajes como Somoza, Trujillo, Pinochet,
Stroessner y Videla, con la gélida racionalidad genocida de un Henry Kissinger o
un Donald Rumsfeld?
A los expertos en sicología social profunda dejamos el
análisis del intríngulis. Pero a los colombianos que luchan por un país mejor
enviamos un emotivo saludo por algo que los medios de comunicación afiliados a
la Sociedad Intermericana de Prensa (SIP) y las "democracias" de Occidente
silenciaron unánimemente: el heroísmo cívico que en medio del terrorismo de
Estado y las matanzas sin fin depositó 2 millones 608 mil 914 votos a favor de
Carlos Gaviria, candidato del Polo Democrático Alternativo.
Colombia se ha convertido en un gran laboratorio del
fascismo moderno donde se experimentan las nuevas fórmulas del quehacer político
dominante: relevo del mando constitucional (que los medios insisten en llamar
"democracia"), fraudes cibernéticos electorales, explícitas o sutiles campañas
de insidia y confusión, y "debates" televisados con "analistas" de opinión
"equilibrados", tipo Andrés Oppenheimer.
El propósito del fascismo moderno exige que a escala
universal permanezcamos impasibles ante la orgía de masacres que acontecen
"lejos" (como las de Irak o Palestina), en tanto las que tienen lugar "cerca"
(como Colombia) son resultado del "caudillismo", el "populismo" y la violencia
"de los unos y los otros". La globalización excluyente exige de personas
inteligentes y talentosas.
El "método Auschwitz" quedó atrás. En varios países del
mundo trabajan grandes equipos de sociólogos, politólogos, sicólogos,
comunicólogos y pedagogos, cuya finalidad consiste en probar, "científicamente"
que, en el abanico ideológico de las sociedades, izquierdas y derechas
representan 50 y 50 por ciento de la voluntad electoral, pero que a la derecha
(depositaria de la "prudencia" y la "gobernabilidad") le toca imponerse con la
mitad más uno de los sufragios emitidos.
En tal sentido, el presidente proyanqui Uribe Vélez (nacido
en 1952 un 4 de julio, así es la vida) ha demostrado ser maestro de maestros.
Plinio Apuleyo Mendoza (el más caracterizado periodista de extrema derecha de
Colombia) explicó que el esquema paramilitar de Uribe a través del sistema de
cooperativas Convivir "... entran con mucha naturalidad en el esquema de 'Estado
comunitario' que se desarrolló cuando era gobernador de Antioquia".
El autor de El olor de la guayaba añadió en la
revista Semana, de Bogotá: "Si la comunidad se organiza y juega un papel
nunca antes jugado en programas como la educación, la salud, o la capacitación,
la seguridad también es un asunto en el cual le corresponde intervenir"
(21/7/97).
Sin embargo, Joseph Contreras recuerda en su libro que en
julio de 1997, la Secretaría de Derechos Humanos y Libertades con sede en Madrid
condenó la visita de Uribe Vélez a España, asegurando que "... las Convivir
fueron utilizadas por los terratenientes y los narcotraficantes para aplicar la
política contrainsurgente de tierra arrasada en numerosas zonas campesinas y en
la misma capital antioqueña".
El balón iba y venía pero la torpeza de los jugadores
quitaba fluidez al juego. El público asistente permanecía en silencio. Frágil y
endeble, la elasticidad del balón no era la apropiada. Uno de los jugadores
dijo: "Ojalá la próxima vez lo inflen, antes del partido". Los equipos soltaron
feroces carcajadas.
Celebrado el 27 de febrero de 1997 en el poblado Bijao del
Cacaricá (noreste de Colombia), el partido tuvo dos ganadores y... un perdedor:
dos goles para las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC, paramilitares) y cero
goles para los soldados del glorioso Ejército Nacional de Colombia. El perdedor
se llamaba Marino López, cuya cabeza sirvió de balón.
¿Cuentos de terror de H.P. Lovecraft o Stephen King? Con
puntos y comas, la historia fue contada por el gran periodista Fernando Garavito
(ex columnista de El Espectador), quien como tantos otros vive en el
exilio debido a las dificultades para trabajar en "... un Estado democrático y
autónomo, donde las formas de pensar y expresarse están reconocidas como básicas
en la construcción de la civilidad y el desarrollo".
Los incidentes del partido inserto en las tácticas
contrainsurgentes del ejército colombiano (Operación Génesis) fueron
calificados de "menores" por el general Rito Alejo del Río, comandante de la 17
Brigada, con asiento en Carepa (municipio del Urabá, dependiente de la
gobernación de Antioquia).
Enterado de las atrocidades cometidas en los pueblos del
Urabá por militares y paramilitares (dos caras de la misma moneda), el gobierno
del presidente Andrés Pastrana llamó al genocida a "calificar servicios". En
cambio, en un banquete de desagravio Alvaro Uribe Vélez (entonces gobernador de
Antioquia), le dio el título de "Pacificador de Urabá".
Ganaderos y políticos, terratenientes y banqueros,
narcotraficantes y ex presidentes, paramilitares y militares empezaron a ver con
simpatía los llamados a la "mano dura" del joven gobernador antioqueño.
Tecnócrata austero, medio místico y con pensamiento propio, Uribe Vélez venía
desempeñando, con gran "eficiencia", distintos cargos en la función pública.
Como director de Aeronáutica Civil (1980), Uribe Vélez fue
acusado de conceder a los pilotos del cártel de Medellín licencias de
vuelo con qué poder trasladar los cargamentos de droga); como alcalde y concejal
de Medellín (capital mundial de la cocaína), hizo negocios redondos con el
supernarco Pablo Escobar Gaviria (1980-1984); como senador de la
República impulsó el modelo neoliberal (1986-1994), y como gobernador experto en
"negociación de conflictos" (Universidad de Harvard, 1993), Uribe Vélez puso en
marcha el "Estado comunitario", cuya característica principal fue armar a la
población civil en la lucha contra las guerrillas de las FARC y el ELN.
El programa, auspiciado por Harvard, consistió en la
capacitación de 82 mil personas en la "negociación pacífica de conflictos" (sic)
y en la promoción de las cooperativas en el medio rural (Asociación de Seguridad
Pública Privada "Convivir"), que sirvieron de cobertura legal a los
paramilitares de las AUC.
Vulgar nido de asesinos avalados por una institución
internacional de "excelencia académica", la gobernación de Antioquia fue el
centro de operaciones de las AUC. Epoca en que a sus jefes (delincuentes
confesos como Carlos Castaño y Salvatore Mancuso) se les veía entrar y salir de
la venerable institución como Pedro por su casa.
Las AUC se constituyeron legalmente el 18 de abril de 1997.
Es decir, poco después de aquel macabro partido de futbol celebrado en Bijao del
Cacaricá. Las denuncias internacionales menudearon y el Departamento de Estado
se vio en la desagradable obligación de comunicarle al "Liberador de Urabá"
(Uribe Vélez, según los ganaderos) y al "Pacificador de Urabá" (Alejo del Río,
según los terratenientes) por sospechosos de narcotráfico y terrorismo.
Durante algunos años Uribe Vélez no pudo entrar a Estados
Unidos. Pero, bueno, las cosas han cambiado. ¿No anda Washington buscando a Bin
Laden, su antiguo aliado?
En 1998, el British Council de Bogotá concedió al actual
jefe de la Casa de Nariño (presidencial) la beca Simón Bolívar y fue nombrado
docente en calidad de "senior associate member" del Saint Anthony's College de
la Universidad de Oxford (Inglaterra).
En Oxford, Uribe Vélez entabló amistad con otro pescadito de
la "democracia moderna": el ex guerrillero Joaquín Villalobos, asesino del poeta
Roque Dalton. Hombre de negocios, Villalobos convenció a Uribe Vélez de que las
FARC serían derrotadas en cuatro años.
Científicamente hablando, es
verdad que nadie puede probar que el presidente Uribe Vélez sea un "monstruo con
cara de niño". Sin embargo, la verdad histórica demostró, políticamente, que
Pinochet fue un "monstruo con cara de monstruo". Ni el uno ni el otro tienen las
manos manchadas de sangre. Sólo se limitaron a timonear el curso de navegación.
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