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- Subject: Salvavidas de plomo, por Eduardo Galeano
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- Date: Wed, 16 Aug 2006 12:44:58 -0400
Title: Salvavidas de plomo
Salvavidas de plomo
de www.pagina12.com.ar Por Eduardo Galeano Según la voz de mando, nuestros países deben creer en la
libertad de comercio (aunque no exista), honrar la deuda (aunque sea
deshonrosa), atraer inversiones (aunque sean indignas) y entrar al mundo
(aunque sea por la puerta de servicio). Entrar al mundo: el mundo es el mercado. El mercado mundial,
donde se compran países. Nada de nuevo. América latina nació para obedecerlo,
cuando el mercado mundial todavía no se llamaba así, y mal que bien seguimos
atados al deber de obediencia. Esta triste rutina de los siglos empezó con el oro y la
plata y siguió con el azúcar, el tabaco, el guano, el
salitre, el cobre, el estaño, el caucho, el cacao, la banana, el café, el
petróleo... ¿Qué nos dejaron esos esplendores? Nos dejaron sin herencia ni
querencia. Jardines convertidos en desiertos, campos abandonados, montañas
agujereadas, aguas podridas, largas caravanas de infelices condenados a la
muerte temprana, vacíos palacios donde deambulan los fantasmas... Ahora es el turno de la soja transgénica
y de la celulosa. Y otra vez se repite la historia de las glorias fugaces, que
al son de sus trompetas nos anuncian desdichas largas. - - - ¿Será mudo el pasado? Nos negamos a escuchar las voces que nos advierten: los
sueños del mercado mundial son las pesadillas de los países que a sus caprichos
se someten. Seguimos aplaudiendo el secuestro de los bienes naturales que Dios,
o el Diablo, nos ha dado, y así trabajamos por nuestra propia perdición y
contribuimos al exterminio de la poca naturaleza que queda en este mundo. La Argentina, Brasil y otros países latinoamericanos están
viviendo la fiebre de la soja transgénica. Precios
tentadores, rendimientos multiplicados. La Argentina es, desde hace tiempo, el
segundo productor mundial de transgénicos, después de
Estados Unidos. En Brasil, el gobierno de Lula ejecutó una de esas piruetas que
flaco favor hacen a la democracia y dijo sí a la soja transgénica,
aunque su partido había dicho no durante toda la campaña electoral. Esto es pan para hoy y hambre para mañana, como denuncian
algunos sindicatos rurales y organizaciones ecologistas. Pero ya se sabe que
los paisanos ignorantes se niegan a entender las ventajas del pasto de plástico
y de la vaca a motor, y que los ecologistas son unos aguafiestas que siempre
escupen el asado. - - - Los abogados de los transgénicos
afirman que no está probado que perjudiquen la salud humana. En todo caso,
tampoco está probado que no la perjudiquen... Y si tan inofensivos son, ¿por
qué los fabricantes de soja transgénica se niegan a
aclarar, en los envases, que venden lo que venden? ¿O acaso la etiqueta de soja
transgénica no sería la mejor publicidad? Y sí que hay evidencias de que estas invenciones del doctor Frankenstein dañan la salud del suelo y reducen la
soberanía nacional. ¿Exportamos soja o exportamos suelo? ¿Y acaso no quedamos
atrapados en las jaulas de Monsanto y otras grandes
empresas de cuyas semillas, herbicidas y pesticidas pasamos a depender? Tierras que producían de todo para el mercado local, ahora
se consagran a un solo producto para la demanda extranjera. Me desarrollo hacia
fuera, y del adentro me olvido. El monocultivo es una prisión, siempre lo fue,
y ahora, con los transgénicos, mucho más. La
diversidad, en cambio, libera. La independencia se reduce al himno y a la
bandera si no se asienta en lasoberanía alimentaria. La autodeterminación empieza por la boca. Sólo
la diversidad productiva puede defendernos de los súbitos derrumbamientos de
precios que son costumbre, mortífera costumbre, del mercado mundial. Las inmensas extensiones destinadas a la soja transgénica están arrasando los bosques nativos y
expulsando a los campesinos pobres. Pocos brazos ocupan estas explotaciones
altamente mecanizadas, que en cambio exterminan los plantíos pequeños y las
huertas familiares con los venenos que fumigan. Se multiplica el éxodo rural a
las grandes ciudades, donde se supone que los expulsados van a consumir, si los
acompaña la suerte, lo que antes producían. Es la agraria reforma: la reforma
agraria al revés. - - - La celulosa también se ha puesto de moda, en varios países. El Uruguay, sin ir más lejos, está queriendo convertirse en
un centro mundial de producción de celulosa para abastecer de materia prima
barata a lejanas fábricas de papel. Se trata de monocultivos de exportación, en la más pura
tradición colonial: inmensas plantaciones artificiales que dicen ser bosques y
se convierten en celulosa en un proceso industrial que arroja desechos químicos
a los ríos y hace irrespirable el aire. Aquí empezaron siendo dos plantas enormes, una de las cuales
ya está a medio construir. Luego se incorporó otro proyecto, y se habla de otro
y de otro más, mientras más y más hectáreas se están destinando a la
fabricación de eucaliptos en serie. Las grandes empresas internacionales nos
han descubierto en el mapa y se han brotado de súbito amor por este Uruguay
donde no hay tecnología capaz de controlarlas, el Estado les otorga subsidios y
les evita impuestos, los salarios son raquíticos y los árboles brotan en un
santiamén. Todo indica que nuestro país chiquito no podrá soportar el
asfixiante abrazo de estos grandotes. Como suele ocurrir, las bendiciones de la
naturaleza se convierten en maldiciones de la historia. Nuestros eucaliptos
crecen diez veces más rápido que los de Finlandia, y esto se traduce así: las
plantaciones industriales serán diez veces más devastadoras. Al ritmo de
explotación previsto, buena parte del territorio nacional será exprimido hasta
la última gota de agua. Los gigantes sedientos nos van a secar el suelo y el
subsuelo.. Trágica paradoja: éste ha sido el único lugar del mundo
donde se sometió a plebiscito la propiedad del agua. Por abrumadora mayoría,
los uruguayos decidimos, en el año 2004, que el agua sería de propiedad
pública. ¿No habrá manera de evitar este secuestro de la voluntad popular? - - - La celulosa, hay que reconocerlo, se ha convertido en algo
así como una causa patriótica, y la defensa de la naturaleza no despierta
entusiasmo. Y peor: en nuestro país, enfermo de celulitis, algunas palabras que
no eran malas palabras, como ecologista y ambientalista, se están convirtiendo
en insultos que crucifican a los enemigos del progreso y a los saboteadores del
trabajo. Se celebra la desgracia como si fuera una buena noticia. Más
vale morir de contaminación que morir de hambre: muchos desocupados creen que
no hay más remedio que elegir entre dos calamidades, y los vendedores de
ilusiones desembarcan ofreciendo miles y miles de empleos. Pero una cosa es la
publicidad, y otra la realidad. El MST, el movimiento de campesinos sin tierra,
ha difundido datos elocuentes, que no sólo valen para Brasil: la celulosa
genera un empleo cada 185 hectáreas y la agricultura familiar crea cinco
empleos por cada diez hectáreas. Las empresas prometen lo mejor. Trabajo a
raudales, millonarias inversiones, estrictos controles, aire puro, agua limpia,
tierra intacta. Y uno se pregunta: ¿por qué no instalan estas maravillas en
Punta del Este, para mejorar la calidad de vida y estimular el turismo en
nuestro principal balneario? © 2000-2006 www.pagina12.com.ar | República
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