04
de Julio, 2007
CARTA
ABIERTA A ERNESTO CHE GUEVARA
Frei
Betto
Querido
Che:
Ya han pasado cuarenta años desde que la CIA te asesinó en la selva
de Bolivia, el 8 de octubre de 1967. Tenías entonces 39 años. Pensaban tus
verdugos que, al meterte balas en tu cuerpo, después de haberte capturado vivo,
condenarían al olvido tu memoria. Ignoraban que, al contrario de los egoístas,
los altruistas nunca mueren. Los sueños libertarios no quedan confinados en
jaulas cual pájaros domesticados. La estrella de tu boina brilla más fuerte, la
fuerza de tus ojos guía a generaciones por las rutas de la justicia, tu
semblante sereno y firme inspira confianza a quienes combaten por
la libertad.
Tu espíritu trasciende las fronteras de Argentina, de Cuba y de
Bolivia y, cual llama ardiente, inflama aún hoy el corazón de muchos
revolucionarios.
En estos cuarenta años ha habido cambios radicales. Cayó
el muro de Berlín y sepultó al socialismo europeo. Muchos de nosotros sólo ahora
comprenden tu osadía al señalar, en Argel en 1962, las grietas en las murallas
del Kremlin, que nos parecían tan sólidas. La historia es un río veloz que no
ahorra obstáculos. El socialismo europeo trató de detener las aguas del río con
el burocratismo, el autoritarismo, la incapacidad para llevar a la vida
cotidiana el avance tecnológico derivado de la carrera espacial y, sobre todo,
se revistió de una racionalidad economicista que no hincaba sus raíces en la
educación subjetiva de los sujetos históricos: los trabajadores.
Quién
sabe si la historia del socialismo no sería distinta hoy si hubieran prestado
oído a tus palabras: “El Estado se equivoca a veces. Cuando sucede una de esas
equivocaciones se percibe una disminución del entusiasmo colectivo debido a una
reducción cuantitativa de cada uno de los elementos que lo forman, y el trabajo
se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes: es el momento de
rectificar”.
Che, muchos de tus recelos se han confirmado a lo largo de
estos años y han contribuido al fracaso de nuestros movimientos de liberación.
No te escuchamos lo suficiente. Desde África, en 1965, le escribiste a Carlos
Quijano, del periódico Marcha de Montevideo: “Déjeme decirle, aún a costa de
parecer ridículo, que el verdadero revolucionario está guiado por sentimientos
de amor. Es imposible pensar en un auténtico revolucionario sin esta
cualidad”.
Esta advertencia coincide con lo que el apóstol Juan, exiliado
en la isla de Patmos, escribió en el Apocalipsis hace dos mil años, en nombre
del Señor, a la Iglesia de Éfeso: “Conozco tu conducta, el esfuerzo y
la perseverancia.
Sé que no soportas a los malos. Aparecieron algunos diciendo
que eran apóstoles. Tú los probaste y descubriste que no lo eran. Eran
mentirosos. Ustedes han sido perseverantes. Sufrieron por causa de mi nombre y
no se desanimaron. Pero hay una cosa que repruebo en ti: abandonaste el primer
amor” (2, 2-4).
Algunos de nosotros, Che, abandonaron el amor a los
pobres, que hoy se multiplican en la Patria Grande latinoamericana y
en el mundo. Dejaron de guiarse por grandes sentimientos de amor para ser
absorbidos por estériles disputas partidarias y, a veces, hacen de los amigos,
enemigos, y de los verdaderos enemigos, aliados. Corroídos por la vanidad y por
la disputa de espacios políticos, ya no tienen el corazón encendido por ideas de
justicia. Permanecieron sordos a los clamores del pueblo, perdieron la humildad
del trabajo de base y ahora cambian utopías por votos.
Cuando el amor se
enfría el entusiasmo se apaga y la dedicación se retrae. La causa como pasión
desaparece, como el romance entre una pareja que ya no se ama. Lo que era
‘nuestro’ resuena como ‘mío’ y las seducciones del capitalismo reblandecen los
principios, cambian los valores y si todavía proseguimos en la lucha es porque
la estética del poder ejerce mayor fascinación que la ética del
servicio.
Tu corazón, Che, latía al ritmo de todos los pueblos oprimidos
y expoliados. Peregrinaste desde Argentina a Guatemala, de Guatemala a México,
de México a Cuba, de Cuba al Congo, del Congo a Bolivia. Todo el tiempo saliste
de ti mismo, encendido de amor, que en tu vida se traducía en liberación. Por
eso podías afirmar con autoridad que “es preciso tener una gran dosis de
humanidad, de sentido de justicia y de verdad, para no caer en extremos
dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Es necesario
luchar todos los días para que ese amor a la humanidad viva se transforme en
hechos concretos, en gestos que sirvan de ejemplo, de
movilización”.
Cuántas veces, Che, nuestra dosis de humanidad se ha
resecado, calcinada por dogmatismos que nos hincharon de certezas y nos dejaron
vacíos de sensibilidad para con los dramas de los condenados de la Tierra. Cuántas
veces nuestro sentido de justicia se perdió en escolasticismos fríos que
proferían sentencias implacables y proclamaban juicios infamantes. Cuántas veces
nuestro sentido de verdad cristalizó en el ejercicio de autoridad, sin que
correspondiésemos a los anhelos de quienes sueñan con un trozo de pan, de tierra
y de alegría.
Tú nos enseñaste un día que el ser humano es el “actor de
ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su
doble existencia de ser único y miembro de la comunidad”. Y que éste no es “un
producto acabado. Los defectos del pasado se trasladan al presente en la
conciencia individual y hay que emprender un continuo trabajo para
erradicarlos”. Quizá nos ha faltado destacar con más énfasis los valores
morales, las emulaciones subjetivas, los anhelos espirituales. Con tu agudo
sentido crítico cuidaste de advertirnos que “el socialismo es joven y tiene
errores. Los revolucionarios carecen muchas veces de conocimientos y de la
audacia intelectual necesarios para enfrentar la tarea del desarrollo del hombre
nuevo por métodos distintos de los convencionales, pues los métodos
convencionales sufren la influencia de la sociedad que los creó”.
A pesar
de tantas derrotas y errores, hemos tenido conquistas importantes a lo largo de
estos cuarenta años. Los movimientos populares han irrumpido en todo el
Continente. Hoy en muchos países están mejor organizados los campesinos, las
mujeres, los obreros, los indios y los negros. Entre los cristianos, una parte
significativa ha optado por los pobres y engendró la Teología de la Liberación. Hemos
sacado considerables lecciones de las guerrillas urbanas de los años 60; de la
breve gestión popular de Salvador Allende; del gobierno democrático de Maurice
Bishop, en Granada, masacrado por las tropas de los Estados Unidos; de la
ascensión y la caída de la Revolución Sandinista;
de la lucha del pueblo de El Salvador. En México los zapatistas de Chiapas ponen
al desnudo la política neoliberal y se propaga por América Latina la primavera
democrática, con los electores repudiando a las viejas oligarquías y eligiendo a
aquellos que son a su imagen y semejanza: Lula, Chaves, Morales, Correa, Ortega,
etc.
Falta mucho por hacer, querido Che. Pero conservamos con cariño tus
herencias mayores: el espíritu internacionalista y la revolución cubana. Una y
otra cosa se presentan hoy como un solo símbolo. Comandada por Fidel, la
Revolución cubana resiste al bloqueo imperialista, la caída de la Unión Soviética, la
carencia de petróleo, los medios de comunicación que pretenden satanizarla.
Resiste con toda su riqueza de amor y de humor, salsa y merengue, defensa de la
patria y valoración de la
vida. Atenta a tu voz, ella desencadena un proceso de
rectificación, consciente de los errores cometidos y empeñada, a pesar de las
dificultades actuales, en hacer realidad el sueño de una sociedad donde la
libertad de uno sea la condición de justicia del otro.
Desde donde
estás, Che, bendícenos a todos nosotros los que comulgamos en tus ideales y tus
esperanzas. Bendice también a los que se cansaron, se aburguesaron o hicieron de
la lucha una profesión en su propio beneficio. Bendice a los que tienen
vergüenza de confesarse de izquierda y de declararse socialistas. Bendice a los
dirigentes políticos que, una vez destituidos de sus cargos, nunca más visitaron
una favela ni apoyaron una movilización. Bendice a las mujeres que, en casa,
descubrieron que sus compañeros eran lo contrario de lo que ostentaban fuera, y
también a los hombres que luchan por vencer el machismo que los domina.
Bendícenos a todos nosotros los que, ante tanta miseria que siega vidas humanas,
sabemos que no nos queda otra vocación más que la de convertir corazones y
mentes, revolucionar sociedades y continentes. Sobre todo bendícenos para que,
todos los días, estemos motivados por grandes sentimientos de amor, de modo que
podamos recoger el fruto del hombre y la mujer nuevos.
Frei
Betto es escritor, autor de “La mosca azul. Reflexiones sobre el poder”, entre
otros libros.
Traducción
de J.L.Burguet
Las citas del Che tienen como fuete el
texto El socialismo y el hombre en
Cuba, publicado en “Ernesto Che Guevara, escritos y discursos”,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977,
pp.253-272
QUIÉN ES FREI
BETTO
El
escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. Conocido internacionalmente
como teólogo de la
liberación. Autor de 53 libros de diversos géneros literarios
-novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema
religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el
premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del
Año por la Unión
Brasileña de Escritores.
Asesor de movimientos sociales,
como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales
sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos
45 años. En los años 2003 y 2004 fue asesor especial del Presidente Luiz Inácio
Lula da
Silva y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre
Cero.