Ante la inminencia del 3 de diciembre de 2006 valgan estas advertencias:
Dado que la elección propuesta para esa fecha no es entre candidatos a la
Presidencia como aparenta, sino entre dos sistemas de gobierno, de los
cuales uno es el comunismo camuflado con nombres de partidos
revolucionarios, me veo obligado a aclararles que el comunismo es un régimen
totalitario, ateo, por esencia y praxis, y que, donde ha implantado su
poder, procede de inmediato a la persecución religiosa. Lastimosamente desde
hace ocho años, el comunismo en Venezuela viene siendo promovido desde las
alturas del Ejecutivo por un Presidente de la República que nadie eligió
para eso y menos para perpetuarse en el poder, como lo expresa públicamente
con descarada ignorancia.
Su maquiavélico propósito requiere de una tiranía como la de Fidel Castro y
de un pueblo subyugado al estilo del que queda en Cuba, lo que explica la
inmoral dedicación de todo su tren ministerial para atrapar conciencias con
propaganda, puestos de trabajo, dádivas, etc., que, una vez cautivas, son
amenazadas con listados y controles que coartan la libertad, y por ende, el
ejercicio del voto.
A esto se suma, la traición a la patria que representa la presencia de más
de 60.000 asesores cubanos infiltrados en los ministerios, en las Fuerzas
Armadas, en todos los rincones del país, junto con el lavado de cerebro de
grandes contingentes de jóvenes llevados a Cuba donde se les ha sometido a
adoctrinamientos y entrenamientos secretos.
Los ocho años transcurridos ya evidenciaron lo tenebroso del comunismo: los
poderes públicos quedaron sometidos a la voluntad de una sola persona, como
el Consejo Nacional Electoral, lo que pone en entredicho cualquier resultado
favorable al gobierno, haciendo inviable el proceso eleccionario; la
convivencia y la paz vapuleadas desde las alturas del poder con lenguaje
grotesco y acciones violentas incitadoras al odio, la división y la
discriminación; la oposición humillada y perseguida; los problemas
tradicionales de pobreza, delincuencia, corrupción y desempleo incrementados
a parámetros vergonzosos; la riqueza petrolera malbaratada en corrupción
interna y caprichosamente repartida, con alocada chequera, fuera del país.
El comunismo, una vez instalado en una nación, se hace irreductible y se
torna en verdadera cárcel, al estilo de Cuba, donde sus habitantes, sino
fuera por el peligroso mar que la rodea, ya hubiesen escapado todos en
precipitada estampida. Porque allí dentro está abolido el derecho a la
propiedad privada, pues nadie es dueño de sus tierras, fábricas, negocios,
casas, etc., y se regula hasta la repartición de atuendos personales y
víveres para que todos vistan en estricta igualdad; prohibida la disidencia
política, ya que cualquier opositor debe ser perseguido, encarcelado,
torturado o mandado al paredón de fusilamiento; coartada la libertad de
expresión para que no se divulguen las deficiencia y atropellos del sistema;
cerradas las puertas a la educación privada, porque allí se impone el
adoctrinamiento de la juventud para poder cosechar un solo producto
ideológico; perseguida la religión, sobre todo la cristiana que pregona ?el
poder del servicio?, ?la libertad de los hijos de Dios? y rechaza ?la
idolatría del poder?, donde se refugian inexorablemente los tiranos
comunistas.
El comunismo reserva para la religión católica la más contundente
persecución. Sus obispos, sacerdotes y religiosos son conminados a abandonar
la patria y más si son extranjeros. No se les permite públicamente el culto
religioso, el catecismo y la enseñanza cristiana quedan abolidos y castigada
la veneración o mención pública del nombre de Dios y de los santos.
Compatriota venezolano católico: tu decisión el próximo 3 de diciembre debe
ser, ¡No al comunismo! Elige bien y marca a conciencia tu tarjeta de
votación. No permitas la destrucción de tu pueblo y de tu Iglesia. Escucha
la voz del Papa Juan Pablo II que desde el cielo nos grita:
¡Venezolano, despierta y reacciona!
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